Sobre Maximiliano de Habsburgo han corrido ríos de tinta y uno creería que se trata de una figura agotada; sin embargo, continúa siendo un desconocido de múltiples personalidades –todas polémicas–. Por lo general, circula de él un retrato cliché de ambicioso, mal gobernante, voluble, inconforme con ser el segundo de la familia, en eterna competencia con su hermano mayor Francisco José, por lo que se le ha calificado de “segundón”, fracasado poeta y escritor. Sin embargo, al revisar sus diarios se descubre a una personalidad diferente: un ser sensible, crítico de la corte de Viena y de la política de su hermano, a quien profesó un profundo respeto; admirador y estudioso de la nturaleza; agudo observador de las costumbres de las ciudades que visitaba; amante de los jardines; con una fina sensibilidad, insaciable curiosidad y apetito de conocimientos.
Los diarios de su temprana adolescencia muestran su inteligencia y la rapidez con que aprendió las convenciones del dibujo, iniciado el 9 de febrero de 1844, a los 11 años y medio, y culminado en mayo de 1846, a los 12 años y 10 meses. Los tres volúmenes son ejercicios de composición que integran imagen y grafía y atestiguan los avances de su aprendizaje en el dominio de la línea.
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La archiduquesa Sofía, dibujo del 16 de mayo de 1844, después de apenas cinco meses de que Maximiliano había comenzado su diario, dos meses antes de que cumpliera 12 años en julio. Con una sencilla línea horizontal, comunica la idea de piso para no dejar “flotando” a las figuras; en la silla, se observa el problema de la perspectiva. La titubeante línea del contorno de la mesa refleja el esfuerzo por economizar trazos al dibujarla casi sin despegar la mano del instrumento de dibujo, seguramente la pluma de un ave. (Diario del 10 de marzo al 9 de octubre de 1844).

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El dibujo del compositor y pianista Franz Liszt, ejecutado el 1 de abril de 1846, dos años después del anterior, se ve como una continuación del esfuerzo por no despegar la mano de la pluma, a pesar de construirlo con cortas líneas rectas, trazadas de un “plumazo”. Se percibe una mayor seguridad en el pulso. (Diario del 18 de octubre de 1844 al 4 de mayo de 1846).
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Maximiliano poseía un agudo, sutil y fino sentido del humor expresado en esta alegoría del Año Nuevo. (Diario del 18 de octubre de 1844 al 4 de mayo de 1846).
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A los doce años y tres meses, Maximiliano tuvo la capacidad para reconstruir el bullicio de una supuesta calle de Verona, con apuntes tomados en sus paseos por la ciudad con su libreta y lápiz. La vestimenta y la expresión corporal y facial de los personajes muestran un agudo sentido de la observación, además de un dominio de la perspectiva y de las convenciones del dibujo; así como mayor seguridad en el trazo de las líneas y en el sombreado. (Diario del 18 de octubre de 1844 al 4 de mayo de 1846).
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El dominio del dibujo capacitó a Maximiliano para este autorretrato, en el que divide un cuadrado en dos triángulos. En el inferior, estampó su figura; se imaginó a sí mismo como un joven soñador que no se percibe con claridad si lee o duerme, en todo caso una u otra actividad estimulan su fantasía de viajar. El dibujo lo trazó de tal manera que la mirada del espectador se dirige a la punta, donde la máxima figura es Carlomagno junto a la cúpula de la basílica de San Marcos de Venecia. Sueña con todo tipo de transporte: caballo, mula, un barco híbrido movido por velas y vapor, un tren de vapor… La planta refleja su curiosidad y pasión por la botánica; y el racimo de uvas, su gusto por el buen vivir. (Diario del 18 de octubre de 1844 al 4 de mayo de 1846).
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A los 18 años, Maximiliano dominaba también el color, como lo muestran estas dos páginas de su diario del Medio Oriente, fechadas en 1850, en las que podemos apreciar su sentido de la composición al integrar grafía y dibujo.