Un acontecimiento ha supuesto, y no solo en el mundo de los estudios sobre la vida y la obra de Luis Barragán (1902-1988), la publicación del libro Barragán x Palomar del arquitecto y escritor tapatío Juan Palomar (1956). Aparecido bajo el sello compartido de Impronta y Artlecta, y encabezado por un prólogo del editor del volumen, Diego Ortuño, el libro reúne cuanto Palomar ha escrito, en los más diversos tonos y registros, sobre el único mexicano que ha obtenido el prestigioso Premio Pritzker. La existencia del libro nos permite acercarnos a su autor para plantearle una serie de preguntas sobre el legado de uno de los grandes artistas mexicanos del siglo pasado.
Me parece que hay algunas zonas de la vida y de la obra de Luis Barragán que siguen a la espera de estudios e investigaciones. Si estás de acuerdo con esta apreciación, quizás errónea o demasiado superficial, ¿podrías enumerar cuáles son estas?
El estudio de sus fuentes, sus afinidades e influencias es todavía (¿o será siempre?) insuficiente. Debemos acordarnos de la frase de Luis Barragán: “No se preocupen tanto por ver lo que Barragán hizo, mejor preocúpense por ver lo que Barragán vio”. Hace muchos años, desde 1993, venimos estudiando –en el seno de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán y la Casa Luis Barragán– la biblioteca del arquitecto. Esta biblioteca, según dicho textual de él mismo, era su más preciada posesión. La fundación la heredó en 1989 y por deseo expreso de Luis Barragán y de nuestro presidente honorario, Ignacio Díaz Morales, fue cercenada de la casa de su propietario por nuestras propias manos, en una dolorosa operación. Los libreros vacíos eran una muy elocuente prueba de la barbaridad dispuesta. Pero, en fin, cumplimos el mandato y procedimos con cuidado y deliberación a traernos los libros a Guadalajara e instalarlos apropiadamente. La biblioteca se equipó, se ordenó científicamente y se abrió al público. (En la segunda FIL, gracias al patrocinio de Raúl Padilla, pusimos un vistoso pabellón que trataba de promover la presencia y el uso del acervo entre la más gente posible). Para comenzar el abordaje de este verdadero tesoro bibliográfico, de esta colección de ejemplares preciosos, raros, autografiados, encartados, subrayados, pedí una beca Rockefeller en 1990. Me la dieron, y le pedí a Alfonso Alfaro que le dedicara, a cambio de honorarios provenientes de la beca, unos meses al estudio de la biblioteca barraganiana. El doctor Alfaro accedió y desplegó toda su sapiencia, su imaginación y su acuciosidad durante “nueve semanas de jacarandas”. (Teníamos la biblioteca en el estudio de Andrés Casillas, enfrente de un parque). Así nació el ensayo Voces de tinta dormida: itinerarios espirituales de Luis Barragán, que fue publicado por Artes de México en 1993. A la fecha, es lo mejor y más lúcido y profundo que se ha escrito sobre el arquitecto tapatío. Años después, una vez que la fundación fue declarada heredera universal de Barragán, logramos restaurar y acondicionar la casa. Entonces, naturalmente, regresamos la biblioteca a su lugar. Otra fuente es la imaginería de la que Barragán se rodeaba. El gran facistol de la sala de su casa siempre contenía (y contiene) una cuidadosa selección de recortes: pinturas, mujeres, caballos, poemas, piedras, paisajes… decenas de imágenes, y cientos más guardadas en los cajones de una cómoda. Cada imagen, como dijo Rod Stewart, cuenta una historia, una afinidad, un vínculo y una posibilidad. La más importante referencia es la del único discípulo y heredero espiritual de Barragán: Andrés Casillas de Alba. (He is alive and well and lives in Cuernavaca). También es indispensable recurrir a Ana María, el ama de llaves de la casa de Tacubaya. Paulita ya se nos murió… Otra fuente sin duda inapreciable es Adriana Williams, amiga íntima de toda la vida del arquitecto. La hemos procurado, recibido, entrevistado repetidamente. Su más que agradecible longevidad, su generoso ánimo y su lucidez la convierten en una testigo invaluable del devenir vital de Barragán.

“Estamos haciendo poco a poco un muy riguroso y cuidado documental, dirigido por Lorenzo Hagerman y producido por Cristina Sescosse: será sin duda una clave muy significativa”. JUAN PALOMAR
Me impresiona que no exista una biografía de Luis Barragán. Entiendo que el propio arquitecto fue celoso de su intimidad, discretísimo en todo lo referente a su vida íntima, y que eso se ha respetado unánimemente, pero lo que no entiendo es que de entre los muchos convencidos de su obra arquitectónica no haya surgido un proyecto de escritura de una biografía de uno de los personajes cruciales de nuestra cultura moderna.
Comparto totalmente tu azoro, Fernando. Ya saldrá un gallo, nacional o extranjero. Por lo pronto, estamos haciendo poco a poco un muy riguroso y cuidado documental, dirigido por Lorenzo Hagerman y producido por Cristina Sescosse: será sin duda una clave muy significativa. Pero es necesaria, ciertamente, una esmerada, paciente e informada biografía del arquitecto, concebida y ejecutada a la manera de los grandes biógrafos ingleses. Solo así se le haría plena justicia a una de las figuras claves del arte contemporáneo. Es algo indispensable.
Me llama asimismo la atención la falta de corpus apreciativo, de ensayística, de literatura sobre Luis Barragán, de parte de la sociedad literaria mexicana. No me parece que sea un artista que haya recibido la atención del grueso del mundo pensante y artístico mexicano, y quería preguntarte si te parece que estoy en lo correcto, o si quizás me faltan contexto e información.
El casi único intelectual de calibre que ha sabido leer a Barragán en toda su estatura es Octavio Paz, en un breve ensayo. Creo que es un artista que en general le queda grande a la sociedad literaria mexicana. Pero hay sus excepciones. La semana pasada Jorge Esquinca y seis (de nueve) poetas seleccionados por él presentaron en el taller de Francisco Ramírez 12 el libro Nueve poetas visitan la casa de Luis Barragán. Un portal del tiempo dibujado con lápices de agua. La lectura de la experiencia arquitectónica y vital vuelta poemas, en boca de sus autores, fue electrizante. Ya lo sabemos: la poesía es la más potente máquina de conocimiento, de discernimiento, de gozo.
Quiero preguntarte si puede ser certera la opinión que he desarrollado en los últimos tiempos respecto a que Luis Barragán ha sido víctima de un prejuicio debido a sus convicciones religiosas de parte de un medio literario que suele ver con malos ojos, con sospecha, con recelo, todo lo que proviene del catolicismo.
Estoy de acuerdo. La bienpensantía al uso no soporta lo que llaman “mochería”. No está nada de moda, en estos medios, ser católico. Tant pis. Barragán fue un católico esencial, franco, sólido. Decía que pertenecía a la Iglesia “en calidad de pecador”. Su vida aparentemente serena contenía tempestades, y solo su fe lo sacó adelante. El catolicismo es muchas cosas y va mucho más allá de los prejuicios gallináceos y torvos que conocemos. Habría que preguntarle a los gallináceos bienpensantes recelosos si alguien ha leído a Paul Claudel, a Chesterton, a C. S. Lewis, a J. J. R Tolkien, a Graham Greene, a Evelyn Waugh…, por ejemplo. Alguna vez convenimos el arquitecto y quien habla en que sin ninguna duda la mayor novela de la Revolución mexicana es El poder y la gloria de Greene. Lord of the Rings, Chronicles of Narnia y Dune son grandes y complicadas metáforas católicas. Pero la bienpensantía es más bien boba: se entretiene sospechando y viendo con los malos ojos de sus prejuicios todo cuanto creen conocer. O tempora…


¿Se ha modificado tu idea de Luis Barragán después de toda una vida de estudiarlo, de vivirlo de cerca, de reflexionar sobre él? ¿En qué medida ha ocurrido y con respecto a qué asuntos específicos?
Más bien se ha ido aclarando y también engrandeciendo. La empresa que Barragán emprendió desde 1925, en su primer viaje a Europa, es extraordinaria. Más que eso, es una aventura existencial y artística, es una duradera prédica por la belleza y la trascendencia de los afanes humanos. Es una lenta y maravillosa búsqueda de la verdad y la bondad materializadas en unas cuantas decenas de obras. Ver su discurso de recepción del Premio Pritzker –está en internet– es toda una doctrina vital. Por razones del azar y de elección personal me ha sido dado ser pasajero frecuente y prolongado de la casa de Tacubaya, la del propio arquitecto. Después de centenares de veces, entrar a esos ámbitos genera siempre un renovado pasmo, comunica una callada alegría, ofrece una eficaz herramienta para lograr, o por lo menos vislumbrar, la paz interior. Y esto lo pueden atestiguar los miles de visitantes que a través de más de treinta años han estado en la casa de Luis Barragán. Es frecuente que la conmoción de las gentes las lleve al llanto. La Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, encargada de gestionar la casa y en general el Proyecto Barragán, que consta de diversos capítulos y episodios, en un arco que va de 1988 hasta el día de hoy, sigue trabajando en diversos frentes: defensa y rescate de la obra de Barragán y otros contemporáneos, colaboración para el establecimiento de instituciones idóneas en ciertas obras en peligro: es el caso de las casas Cristo y González Luna en Guadalajara, adquiridas, restauradas y mantenidas por el Colegio de Arquitectos de Jalisco y el Iteso, Universidad Jesuita de Guadalajara, respectivamente. Se apoya la continua realización de investigaciones, se han publicado diversos libros y videos, y un cierto etcétera. Cada año Luis Barragán proyecta mejor, se engrandece, y nos regala cosas inapreciables y cada vez más escasas y esenciales.


“Lo que Luis hizo es algo intransmisible, inaprensible, si no se viven sus espacios”. JUAN PALOMAR
La relación entre los apellidos Barragán y Palomar se remonta a tiempos anteriores a tu nacimiento; me gustaría que abundaras un poco en ese aspecto que toca la biografía del gran arquitecto jalisciense y la tuya propia.
Nuestras familias se han conocido por generaciones, como suele suceder en las ciudades de no excesiva población. El arquitecto Barragán (1902-1988) y mi abuelo Juan Palomar y Arias (1894-1987) llevaron una estrecha amistad, vitalicia y ejemplar. Mi padre, Yves Palomar y Loriot de la Salle (1920-1988), fue consecuentemente muy cercano también al arquitecto, quien le pidió ser su asociado en la construcción y coordinación arquitectónica del fraccionamiento Jardines del Bosque en Guadalajara (1956 y 1957). Naturalmente, desde mi más remota infancia (nací junto con Jardines del Bosque) el nombre, la figura y la obra de Barragán me fueron muy familiares. Mis abuelos me llevaron a la casa de Luis Barragán, junto con María, mi hermana, desde los diez u once años. Todavía regresa el asombro de un niño deslumbrado por la gozosa luz del vestíbulo al saludar a un señor muy alto, calvo, muy afable. Mi construcción del personaje y el conocimiento de su obra siguieron a lo largo de la vida y esa búsqueda se convirtió en una pieza clave en mi educación, al realizar repetidas visitas, rituales y vitales, a Luis Barragán, desde el primer año de la carrera (1974) hasta casi el último día de su vida. Mi aprendizaje y cercanía duradera con Andrés Casillas selló la confluencia de por vida. Tanto que agradecer.
Es fácil que los libros dedicados al trabajo de Barragán muestren fotos bonitas de ángulos fotogénicos, pero que, al carecer de planos, dan una idea muy pobre de las obras arquitectónicas. Probablemente eso se explica por la pobreza de mi biblioteca; justamente con el afán de enriquecerla, quisiera preguntarte cuáles son los mejores libros que hay sobre su arquitectura, y si me puedes pasar los datos editoriales de cada uno de ellos para intentar hacer algo por conseguirlos.
Un hecho patente: los planos de las obras de Luis Barragán dicen muy poco sobre su arquitectura. Cuando Alberto Kalach entró por primera vez a la casa de Tacubaya no salía de su asombro. Estar allí no tenía nada que ver ni con los planos ni con las fotografías, aunque las hubieran tomado Armando Salas Portugal o Yukio Futagawa. Lo que Luis hizo es algo intransmisible, inaprehensible, si no se viven sus espacios. Lo que en un plano es una sucesión más bien desconcertante de rectángulos solamente encuentra explicación estando en la obra construida y amueblada cuidadosamente por Barragán. No te fatigo con una lista de obras editoriales o de video o de cinematografía, que por cientos ha generado la obra barraganiana. No es preciso más que tomarse el trabajo de estar en sus creaciones, en Jalisco o en México, para ingresar realmente a algunas de las obras de arte centrales en la historia del arte de nuestro país, y a juzgar por las inacabables repercusiones en las trayectorias de arquitectos y artistas de muy diversos lugares, de Japón a la India y a Europa, del mundo. Planeta Barragán…