Pocos de nuestros autores ameritan más el calificativo de “clásico vivo” que el poeta, ensayista, crítico e intelectual Gabriel Zaid. En la inminencia de su cumpleaños noventa, el 24 de enero de 2024, hemos convocado a diversos escritores y estudiosos de más que probada solvencia literaria e intelectual para ofrecer un retrato cabal de quien, pese a todas sus facetas, no ha dejado de ser esencialmente un poeta. Pocos de nuestros autores ameritan más el calificativo de “clásico vivo” que el poeta, ensayista, crítico e intelectual Gabriel Zaid. En la inminencia de su cumpleaños noventa, el 24 de enero de 2024, hemos convocado a diversos escritores y estudiosos de más que probada solvencia literaria e intelectual para ofrecer un retrato cabal de quien, pese a todas sus facetas, no ha dejado de ser esencialmente un poeta. En el apartado medular de este número invernal, una pléyade de autores aborda su poesía, su traducción, su ensayística, su crítica económica, su visión política, sus enseñanzas empresariales y su contribución al arte editorial: Tedi López Mills, Pura López Colomé, Ricardo Cayuela, Jesús Silva-Herzog Márquez, Tomás Granados Salinas y José Antonio Aguilar Rivera. Preceden a esta suma poliédrica, los testimonios de escritores cercanos a Zaid: Enrique Krauze, Adolfo Castañón, y Christopher Domínguez Michael. No podríamos estar más de acuerdo con Krauze cuando proclama la existencia de Zaid como un milagro “de la vocación apasionada y perseverante, del cultivado don de la claridad y de una férrea coherencia moral”.
Más que un compromiso impuesto por la efeméride, este homenaje es un deber ciudadano con quien nos ha incitado a propiciar el diálogo. En particular, para quienes animamos Liber, nos ha aportado claves para ver y comprender que todo es “milagroso si tuviéramos ojos para verlo” (Zaid). El lema que define la vocación de nuestra revista –que se incluye puntualmente en la página legal–, registra la definición del término “liber” en el diccionario de Vicente García de Diego: “Franco, exento, independiente… con plenos poderes; despejado, desocupado”. ¿No son acaso estos atributos que uno pensaría propios de Zaid? ¿No suscribiríamos que su crítica se encuentra “libre de miedo, de preocupaciones de culpa”, otra de las repercusiones semánticas que el lexicólogo asocia a la palabra? Incluso, la última de las acepciones registrada del vocablo, esa acción de “extenderse [el viento] por un cielo despejado” ¿no posee ecos de un verso no escrito de Zaid? ¿No encontramos aquí un acto que refleja esa concepción del movimiento que rige el corpus del poeta?
Razones más que suficientes para invitarlos a celebrar y disfrutar, queridos lectores, este auténtico banquete de la lucidez en el que los convidados discurren, animados por el soplo que es la inspiración, no sobre un personaje, sino sobre una obra porque, parafraseando a nuestro homenajeado, el verdadero artista es quien antes que una carrera se impone una obra.