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Literatura

Zaid para traductores. Aproximaciones a Poemas traducidos de Gabriel Zaid

La poeta y traductora Pura López Colomé dilucida sobre la libertad en el arte de la traducción poética de Gabriel Zaid. El regiomontano ha sido un autor-traductor sui generis que alteró los textos de origen, añadiendo, recreando, jugando sin restricciones. Sus traducciones son hallazgos poéticos.


Por Pura López Colomé

Esta nueva colección de El Colegio Nacional, Poemas traducidos, se suma a las muy diversas aventuras literarias de Gabriel Zaid. Como autor, en mi opinión, merece todos los homenajes imaginables, el primero de los cuales es no haberse distanciado del camino de altísimos vuelos artísticos emprendido junto con Octavio Paz, Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco, esa generación-faro: ha animado publicaciones de dignidad incuestionable; ha dedicado su atención a la poesía en particular, cosa no solamente rara sino bastante arriesgada, que lo ha llevado a proyectar con honestidad sus convicciones, sus gustos y predilecciones sin ningún pendiente; en otras palabras, la solidez de sus criterios. No se ha concentrado nada más en sus contemporáneos, como tantos intelectuales y escritores mexicanos: ha valorado, estudiado y celebrado en su caso las realizaciones del pasado literario lo mismo que las de los jóvenes. Dada su enorme erudición, Zaid se las ha ingeniado para encontrar los vasos comunicantes entre generaciones, los compartidos ríos subterráneos y los tesoros tradicionales y vanguardistas. ¿Quién puede llevar a cabo una labor semejante sin abandonar jamás el barco, una labor que ocupa un sitio tan respetable en cualquier biblioteca, lo mismo la de un lector exigente que la de uno flexible, se desplace a pie o en bicicleta, lea libros de papel o en pantalla?

Cubierta de Poemas traducidos de Gabriel Zaid, libro publicado por El Colegio Nacional en 2022.

Su contribución al corpus de nuestras letras solamente puede definirse como trabajos de amor e inteligencia de quien ha leído poesía desde siempre, acumulando tesoros a lo largo del camino. Dueño de una capacidad intelectual fuera de serie, Zaid ha ofrecido al lector los hallazgos de toda una vida como si fueran cualquier cosa, con lujo de una sencillez prosística y un verdadero estilo literario que nada tiene de la crítica acartonada y almidonada, típica de quien cree saberlo todo. Y es que él acaso sí lo sabe todo; ¿cómo, si no, podría circular del análisis transparente de la obra de Manuel Ponce o Alfredo R. Plascencia, Alfonso Reyes o López Velarde, entretejida con su carne y hueso (nunca olvida que se trata de seres humanos falibles que escriben), hasta la de los autores tan diversos que conforman la primera parte de su obra en traducción? Menciono sólo la primera parte, porque la segunda y más abundante la constituye su propia poesía trasladada por pares de otras latitudes al inglés, francés, alemán, portugués, italiano, checo, japonés, holandés, sueco, griego…

Poemas traducidos es toda una lección de traducción poética. El lector disfruta la lectura de cabo a rabo sin detenerse, como si un solo autor, dueño de una sola lengua que maneja a sus anchas, simplemente echara mano de sus propios y distintos registros, temas, formas, y no vertiera los de otros al español: estos poemas ya son de Gabriel Zaid, no de Po Chu Yi o Szymborska, igual que todos los incluidos en Aproximaciones son de José Emilio Pacheco. No se puede afirmar lo mismo de cualquier traductor-antologador.

Parte del estilo particular de Zaid consiste en transgredir el texto de origen, brincarse las trancas, ejercer una libertad total que respeta la sustancia del original, sí, pero, como querría George Steiner, sin dejar de añadir, agregar algo que nos dé clara noticia de que nos hallamos ante una recreación. Uno puede compartir sus gustos y criterios o no, estar de acuerdo o no con los caminos que toma, distinguir o no los hilvanes, los detalles de la tarea, valorarlos o rechazarlos, a sabiendas de que lo importante es el producto final, ese poema que logró (o no) llegar a la otra orilla. Y creo que la mayoría lo logra. Uno de los poemas iniciales, por cierto, en su contenido da la pauta del modus operandi de Zaid. Dice el protagonista del texto de Po Chu Yi, recostado en su cama de enfermo:

[…] He venido a ser libre entre cuatro paredes.

Aquí puedo pensar, me siento desahogado.

Por los aleros, sobre los bambús,

entre nubes altísimas,

miro el Tai Po nevado.

¡Qué nubes! Me avergüenzan:

libres, sin ambiciones.

Ni trepan ni se afanan

en sus altas funciones.

Justo ejerciendo esta libertad, sin padecimientos, este sui generis autor-traductor trata a quienes escribieron poemas en muchas otras lenguas, varias de ellas americanas, pero que nos son tan ajenas como puede serlo el polaco o el chino.

La falta de restricciones de que goza Zaid, moviéndose como pez en el agua, se evidencia en todos y cada uno de estos textos de muy diversas plumas. Emblemático resulta, sin duda, el “Soneto 66” de William Shakespeare, del que existen numerosas versiones al español. Este autor lo sabe y deliberadamente decide presentarnos una que difícilmente se compara con ninguna otra. Dice el original:

Tired with all these, for restful death I cry,

As, to behold desert a beggar born,

And needy nothing trimmed in jollity,

And purest faith unhappily forsworn,

And gilded honor shamefully misplaced,

And maiden virtue rudely strumpeted,

And right perfection wrongfully disgraced,

And strength by limping sway disabled,

And art made tongue-tied by authority,

And folly (doctorlike) controlling skill,

And simple truth miscalled simplicity,

And captive good attending captain ill.

Tired with all these, from these would I be gone,

Save that to die, I leave my love alone.

Ilustración de Alejandro Magallanes.

Cualquier lector atento hallará todas esas puertas que Zaid abre de par en par con objeto de lograr la versión que quiere: por dar sólo un ejemplo, echa mano de sustantivos con objeto de abreviar y englobar el significado; acude a expresiones populares muy de nuestra lengua, sintiéndose autorizado por el propio concepto de esa “simplicidad” que menciona Shakespeare, tapándola con un dedo, e incluye a María, dándole ese nombre a la amada. Esto por mencionar meros detalles; como antes dije, toca al lector decidir si se va con melón o con sandía, invitado al banquete por el traductor:

Asqueado de todo esto, me resisto a vivir.

Ver la Conciencia forzada a mendigar

y la Esperanza acribillada por el Cinismo

y la Pureza temida como una pesadilla

y la Inquietud ganancia de pescadores

y la Fe derrochada en sueños de café

y nuestro Salvajismo alentado como Virtud

y el Diálogo entre la carne y las bayonetas

y la Verdad tapada con un Dedo

y la Estabilidad oliendo a establo

y la Corrupción, ciega de furia, a dos puños:

con espada y balanza.

Asqueado de todo esto, preferiría morir,

de no ser por tus ojos, María,

y por la patria que me piden.

Mayor libertad, imposible. Creo que no necesito citar de nuevo cada uno de estos recursos profundamente interpretativos. Sólo alguien que los posee a fondo se atreve a ejercerlos. Alguien que ha viajado de la literalidad, el dominio de las formas tradicionales, etcétera, hasta la creación que abreva como chupamirto de otro creador que a su vez abrevó de otro y otro, todos los cuales abrevaron de la multiplicidad poética. Quien en Shakespeare se nutrió es capaz de lidiar con la poesía de cualquier otro autor con destreza similar. Con los grandes autores como el que nos ocupa suele ocurrir que, en la crítica que ejercen respecto de otros, uno encuentra lo que también se refleja en su propia obra. Así, al hablar de Sandoval y Zapata en un ensayo, habla de sus propias estrategias: “sustituir, combinar, cambiar de lugar, hasta encontrar algo que tenga sentido”. Y más adelante menciona las licencias que se toma: una “insignificante”, pero que “me gusta”; y otra más “grave”: “cambiar el orden de las palabras”. Precisamente Zaid pone en práctica lo que aconseja, mostrando la congruencia a que todos aspiramos.

Para Paul Celan de Anselm Kiefer, libro de plomo sobre lienzo, técnica mixta, 2005. Esta serie, dedicada a la memoria del gran poeta alemán, se inspira en el poema “Fuga de muerte”; para muchos el mejor poema del siglo XX.

Poemas traducidos se divide en dos hemisferios resonantes. La primera parte incluye a Po Chu Yi, Shakespeare, Geoffrey Hill, Paul Celan, János Pilinszky, Richard Garcia, Georges Bataille, Jan Zych, Fouad El-Etr, Dorothy Parker, Gérard de Nerval, Safo, Wisława Szymborska, Zbigniew Herbert, Pessoa, Vidyápati, y poesía indígena del norte de México. Es decir, inspiraciones y visiones muy distintas, aunque parte de un canon familiar. Si bien se da crédito a las fuentes y colaboradores, todos los poemas aparecen solamente en español. De cierta manera, estoy de acuerdo con este criterio, porque permite al lector disfrutar de la lectura de los poemas sin dar rienda suelta a su curiosidad, ese morbo natural que empuja a querer averiguar las entretelas del quehacer mismo: qué audacias o incorrecciones implica cada versión, los detalles del procedimiento que, a fin de cuentas, distraen. Doy un ejemplo de lo más destacado y, a la vez, lo más difícil: la poesía de Paul Celan, quien se concentró justamente en pulverizar la lengua que amaba muy a su pesar, la del país que acabó con su gente. “Fuga de muerte” aparece en traducción colaborativa de Zaid con Mariana Frenk-Westheim, que logró salir a tiempo de Alemania. No exagero al afirmar que es lo más conmovedor de la colección:

Leche negra del alba bebemos en la tarde,

bebemos a mediodía y en la mañana.

Bebemos de noche, bebemos y bebemos.

Cavamos una tumba en el aire, donde no estaremos apretados.

Un hombre vive en la casa, juega con las serpientes, escribe.

Escribe cuando oscurece, a Alemania: Tu pelo de oro Margarete.

Lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas y silba a sus perros.

Silba a sus judíos y les manda cavar una tumba en la tierra.

Y nos ordena: Ahora toquen para bailar.

Leche negra del alba, te bebemos de noche.

Te bebemos de mañana y a mediodía.

Te bebemos en la tarde.

Bebemos y bebemos.

Un hombre vive en la casa y juega con las serpientes y escribe

cuando oscurece a Alemania: Tu pelo de oro Margarete.

Tu pelo de ceniza Sulamith.

Cavamos una tumba en el aire, donde no estaremos apretados.

Grita: Caven más hondo, ustedes. Canten y toquen los otros.

Y empuña el acero del cinto, lo blande. Sus ojos son azules.

Caven más hondo ustedes, sigan tocando los otros.

Leche negra del alba, te bebemos de noche,

te bebemos de mañana y a mediodía, te bebemos en la tarde.

Bebemos y bebemos.

 

Un hombre vive en la casa. Tu pelo de oro Margarete.

Tu pelo de ceniza Sulamith. Un hombre juega con las serpientes.

Grita: Toquen más dulcemente la muerte.

La muerte es una artista de Alemania.

Y grita: Toquen más oscuramente los violines.

Luego suben al aire, como humo,

a su tumba en las nubes, donde no estarán apretados.

Leche negra de alba, te bebemos de noche.

Te bebemos a mediodía. La muerte es una artista de Alemania.

Te bebemos en la tarde y de mañana, bebemos y bebemos.

La muerte es una artista de Alemania. Sus ojos son azules.

Te alcanza su plomo, te alcanza sin fallar.

Un hombre vive en la casa. Tu pelo de oro Margarete.

Azuza su jauría contra nosotros,

nos regala una tumba en el aire, juega con las serpientes y sueña.

Es una artista de Alemania la muerte.

Tu pelo de oro Margarete.

Tu pelo de ceniza Sulamith.

Margarete de Anselm Kiefer, técnica mixta, 1981, obra inspirada en el poema “Fuga de muerte” de Paul Celan. Museo de Arte Moderno de San Francisco.
Cubierta del libro The Selected Poetry of Gabriel Zaid: A Bilingual Collection, publicado por Paul Dry Books en 2014.

La segunda parte ofrece poesía del autor de este volumen, permitiéndonos apreciar su dominio de un lado y del otro. Dada su dedicación a la traducción, Zaid gozó de la amistad de colegas de increíble nivel, que vertieron poemas suyos al inglés, al francés, al portugués, al italiano, al checo, al japonés, al holandés, al alemán, al sueco, al griego, y aquí sí la edición se vuelve bilingüe. El acento de los poemas originales de Zaid se ubica en la forma (el soneto, su favorita), desafío mayúsculo para los traductores, más allá de los temas y contenidos. Se trata de poemas juguetones, llenos de sentido del humor, toda una lección de brevedad y ligereza que se ríe de la “seriedad”. En su poema “Teofanías”, Zaid se burla de todo a sus anchas, y las carcajadas resuenan en cuatro versiones al inglés de distintos traductores (lo cual, además, muestra los distintos ángulos de abordaje), aparte de otras lenguas, incluso el japonés (presentado con lujo de ideogramas). En este libro que combina labores de los dos creadores, el que puso por primera vez el poema sobre papel y el que le dio un giro posterior en otra lengua, el autor incluye cantos ópatas y versiones al español. Al hablar de quien lleva a cabo estas últimas, Zaid en realidad se refiere a sí mismo sin querer: “Un sabio a la usanza de Spinoza (que investigaba por su cuenta, no como parte de una institución, y vivía de tallar lentes)”. De igual modo, nuestro autor, supongo, ha vivido de su carrera como empresario. Este muy peculiar ingeniero civil proyecta en Poemas traducidos, aparte del enaltecimiento del quehacer poético, el justo lugar que merecen tanto la literalidad como la creatividad, al lado de un deseo dominante y generoso: agradecer la dedicación irrestricta de sus traductores a distintas lenguas. Ellos son quienes son y él es quien es. Por este motivo esta obra magna no necesita prólogos que la justifiquen, ni explicaciones de más. Es lo que es: una joya, “una carcajada sobre el incierto fin del mundo”. Si para mí sus ensayos y traducciones han sido indispensables desde que comencé a leerlo en Vuelta y Letras Libres, estoy segura de que toda su obra, publicada por El Colegio Nacional, provocará al menos el mismo interés y valoración en nuevos lectores que verán algo en la nada, y nada en algo que resumido queda en el breve poema de Szymborska, “Tres palabras notables”, traducido por Zaid:

Cuando termino de pronunciar futuro

la primera sílaba ya está en el pasado.

Cuando digo silencio

lo desdigo.

Cuando hablo de la nada

se vuelve algo.



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