22
Literatura

La abrasiva claridad de Gabriel Zaid

Adolfo Castañón reflexiona sobre el universo poético zaidiano, que es juego del ars vivendi y el ars moriendi; es concisión, agudeza, horizonte filosófico, moral y religioso. Con claridad furiosa, ha alcanzado, en su arte verbal, los consejos de Baltasar Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.


Por Adolfo Castañón

I

 

 

Nacido en Monterrey, Nuevo León, el 24 de enero de 1934, bajo los signos de acuario, en el zodiaco tradicional, y del perro de madera, en el horóscopo chino, Gabriel Zaid comparte con san Francisco de Sales, que no nació ese día, pero cuya festividad se celebra en esa fecha, la veta de un cristianismo jovial y de un humanismo capaz de atravesar las fronteras del tiempo y de los géneros literarios. Su obra poética cuenta relativamente con pocos títulos: Campo nudista (1968), Práctica mortal (1973), Cuestionario (1976) y Reloj de sol (2012). Llama la atención que, a diferencia de muchos otros escritores, al hacer el enunciado final de su obra en 2012, Zaid haya optado por reducir en un porcentaje muy alto su obra, retocándola y modificándola leve pero vertiginosamente.

Cuestionario se inicia con una “Invitación”: una suerte de declaración de principios o manifiesto relacionada con la escritura surrealista y la respuesta a la pregunta “¿Por qué escribe usted?” (p. 7). Zaid sabe que: “Leer es más difícil que escribir. Quién sabe cómo una palabra sigue a la otra”. Me consta que Gabriel es un artista de la lectura. Alguna vez tuve la oportunidad de visitar su casa. No me llamó la atención tanto cómo se encontraban perfectamente acomodados los libros en las estanterías, sino el hecho de que el espacio de ese estudio estuviese sembrado de sillas, sillones, bancos de meditación, atriles y otros accesorios para practicar la lectura. Me quedó claro que para él la lectura era una suerte de gimnasia y que, frente a un poema, había varias posiciones, actitudes o estrategias para leerlo. De ahí que yo haya leído los poemas de Gabriel Zaid acostado o de pie, al aire libre, en un café, en un taxi, en una sala de espera de un aeropuerto, en el metro o en una hamaca…

A veces Zaid es difícil –por exceso de concentración– y otras demasiado simple –por exceso de escrúpulos– pero nunca es cansado”.

 

Cuestionario era una apuesta en torno a la operación de leer y el libro se presentaba con una tarjeta que daba las siguientes instrucciones: “Cada número representa el poema de la página respectiva. Cruce los que no le gustan, circule los que le gustan y deje sin marcar los demás”. Y luego de estas se consignaban los números de las páginas. Esa propuesta heterodoxa no pasó desapercibida a Octavio Paz, quien caracterizó las unidades poéticas del regiomontano como “poemas que principian y terminan en ellos mismos –breves, totales, autosuficientes–, todas las composiciones, incluso las que son en apariencia insignificantes, cumplen una función y tienen un lugar. En un poeta frondoso, suprimir es podar; en un poeta estricto, cercenar. Zaid debe publicar todos sus poemas, sin más orden que el único posible: el cronológico –salvo una sección aparte con los circunstanciales– […] A veces Zaid es difícil –por exceso de concentración– y otras demasiado simple –por exceso de escrúpulos– pero nunca es cansado. Sus lectores jamás sentimos que sobre algo en sus libros”. (Paz, “Respuestas a Cuestionario –y algo más: Gabriel Zaid”, Obras completas, t. IV, México, FCE, 1994, pp. 313-314).

Adolfo Castañón lee un poema de Cuestionario en la XV Feria Internacional del Libro en el Zócalo, Ciudad de México, 10 de octubre de 2014. Crédito: Diario Rotativo / Notimex.

Las razones expuestas por el autor de Blanco me ayudan a invitar al lector bárbaro a hacer un ejercicio regresivo de restitución de algunos o muchos poemas de Cuestionario en Reloj de sol para obtener de ahí un libro nuevo que podríamos llamar Clepsidra (reloj de agua). El primer poema de Cuestionario se titula “Pecera con lechuga” y fue publicado en 1952 en el suplemento literario de El Nacional, cuando Zaid tenía 18 años de edad. Dos años después, se ganaría un premio en los juegos florales de Tehuacán, Puebla –cuyo jurado estuvo compuesto por Alfonso Reyes, Carlos Pellicer y Salvador Novo–, con la primera versión de “Fábula de Narciso y Ariadna”. En su Diario, Alfonso Reyes no menciona este premio. En cambio, se puede conjeturar que el poeta tabasqueño y el joven regiomontano empezaron a tener amistad a partir de entonces. La obra poética de Carlos Pellicer es, sin duda, una de las presencias que animan la escritura y el proyecto poético de Zaid, quien ha escrito sobre el tabasqueño numerosas y luminosas páginas. El poema “Fábula de Narciso y Ariadna”, híbrido de vanguardia y barroco, tiene ecos de la “Fábula de Equis y Zeda” del poeta español Gerardo Diego, uno de los ascendientes en la obra poética de Zaid. Los casi doscientos poemas que componen Cuestionario son otras tantas piezas para reconstruir lo que podría llamarse la biografía interior del lector omnívoro que es el autor de Los demasiados libros (1972). Paréntesis, este título es por cierto el de un libro abismal que ha ido cambiando con el paso del tiempo para abismarse en la realidad de su propio título.

Cubierta y poemas de Cuestionario de Gabriel Zaid, libro de poesía publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1976. Créditos: Todo Colección e Iber Libro (sitios web).

 

II

Concisión y brevedad, a velocidad de epigrama, la escritura poética de Gabriel Zaid tiene una raíz metafísica –como lo señaló Sergio Mondragón– o aun religiosa, como apunta Octavio Paz, que lo lleva a producir desdoblamientos verbales de lo real, desdeñando la facilidad mecánica. El “aquí” de la escritura es acechado y acosado por la ironía y la mordacidad inteligente del lector, cuya primera dedicatoria sintomática y significativamente no es a una persona sino ¡a un diccionario! “El pequeño Larousse”, al que en la “Fábula de Narciso y Ariadna” compara con un “velero de lejanos días / por islas de papel que se voltean” ante el asombro del “mar que no responde por el puerto” (Cuestionario, p. 14).

Magallanes-Zaid
Ilustración: Alejandro Magallanes.

Hay en la escritura poética de Zaid una caligrafía que nace de la autoconciencia capaz de pasar de la mística al humorismo con la soltura de un malabarista. El lector y editor del Ómnibus de la poesía mexicana (1971) y de Asamblea de poetas jóvenes de México (1980) podría desdoblarse en un alquimista omnisciente que, desde la escritura del poema la “Piedra filosofal”, no incluido en Reloj de sol, hace converger escuadras, reglas de cálculo, gomas y lápices:

Es otro lápiz, otros cálculos.

Otras retortas con ácidos.

Y la úlcera humeante

Y el hígado atormentado.

Y las cábalas y la fe

(noche oscura del alma)

hasta que todo se convierta en oro.

Cada poema parecería erigirse en una fábula, trama o desarrollo novelesco. Como una novela en clave, o roman à clef, el poema se vierte en fábulas que parecen adivinanzas o incluso profecías. Por ejemplo, “Novedad de la patria”, escrito y publicado en 1965, parecería anunciar la muerte de José Carlos Becerra, acaecida en 1970, cinco años después.

La “Piedra filosofal” podría ser esa “máquina de cantar” alimentada por la obsesión de triturar y concentrar bibliotecas enteras en unas cuantas líneas. Un ejemplo admirable de este ejercicio es la composición titulada “Despedida”, uno de los “Sonetos en prosa”, originalmente editado en Sonetos y canciones por El Tucán de Virginia, que cabría leer como un soneto clásico, aunque, como ha señalado Eduardo Lizalde, “no hay versos de la misma medida y sin embargo el poema suena, tiene ritmo, es convincente el ritmo del poema porque hay acentos equilibradamente colocados en cuarta, en sexta, en octava, en décima, y para romper una estrofa, como en una coda en que se rompe el ritmo de la partitura en su conjunto, el poeta cambia el acento a una quinta sílaba”. El autor de Cada cosa es Babel pone de manifiesto una evidencia: Zaid casualmente urde en “Despedida” unas líneas de la “Fábula de Polifemo y Galatea” de Góngora cuando deja caer en la tercera estrofa: “La corza en tierra, salta para ser perseguida / hasta el fondo del mar por el delfín” (Reloj de sol, p. 109).

Sonetos_y_canciones
Portadilla de Sonetos y canciones de Gabriel Zaid, libro de poesía publicado por El Tucán de Virginia en 1992.

El pulso o la veta religiosa, metafísica o mística de Zaid se infiere de la subversiva e irónica constancia con que afloran y se reiteran claves conceptuales como “Dios”, “Semana Santa”, “Koan”, “Prójimo”, “Señora de las Lágrimas”, “Nacimiento de Eva”, “Nacimiento de Venus”, “Luz”. La búsqueda, la sed de claridad, lleva al poeta a salir de sí y a dejarse invadir por una “claridad furiosa”, luz abrasiva y corrosiva que diluye lo abstracto, reduce al absurdo mediante el humor y vuelve invariablemente al cuerpo, al aquí, como en “Koan”:

Peregrino que vas

Buscando ser sin más

Y es el burro en que vas…

Hay en Cuestionario un conjunto de diez “Poemas novelescos” que no van a sobrevivir en Reloj de sol. Son: 1. “Difícil epojé”, 2. “Y esquivar a tu prójimo como a ti mismo”, 3. “Novum organum”, 4. “La isla y las tinieblas”, 5. “El lugar del encuentro”, 6. “Espejismo noético”, 7. “Noche transfigurada”, 8. “Fidelidad a las hipótesis”, 9. “La sandalia de Empédocles”, 10. “In memoriam”.

Este vaivén entre lírica y prosa muestra la afición y acaso la necesidad del poeta y ensayista por el juego y el haz de ideas que lo lleva a una “práctica mortal”, la del Gran Juego que es la poesía entendida como un arte de vida... y muerte, un ars moriendi a orillas del silencio.

 

Pueden ser leídos como viñetas poético-narrativas que hubiesen podido ser escritas por Juan José Arreola o Alejandro Rossi, aun por el Tomás Segovia de Trizadero o el Gerardo Deniz de Alebrijes. Comparten con ellos un horizonte filosófico, religioso y moral, y en ellos se advierte la tensión de una búsqueda que hace recordar ciertos cuentos de Giovanni Papini o de Jorge Luis Borges o aun ciertas narraciones del español Rafael Dieste, quien fuera maestro de Gabriel Zaid en Monterrey.

Este vaivén entre lírica y prosa, entre poesía y narrativa, a orillas de la “varia invención”, muestra la afición y acaso la necesidad del poeta y ensayista, editor de Cri-Cri, José Gabilondo Soler, por el juego y el haz de ideas que lo lleva a una “práctica mortal”, la del juego, la del Gran Juego que es la poesía entendida como un arte de vida... y muerte, un ars moriendi a orillas del silencio. No deja de ser significativo que gran parte de los escritos por “Quince poetas” –traducidos por Zaid e incluidos en Poemas traducidos– tengan que ver con el tema de la muerte.

III

Un cuestionario a Cuestionario sería el de preguntarse cuántos poemas se repiten en el libro, a veces modificados. La respuesta no es sencilla, algunos de los poemas más repetidos en Cuestionario son: “Nacimiento de Venus”, “Nacimiento de Eva”, “Nocturno sobre Atenas”, “Nocturno abandonado”, “Reloj de sol”, “Prueba de Arquímedes”, “Koan”, “Circe”, “Semana Santa”, “Cuervos”, entre otros… Reiteraciones capciosas para despertar al lector y lanzar un guiño hacia el interior del libro a fin de revelar su arquitectura secreta.

Otra consideración que viene al comparar Cuestionario con Reloj de sol es que de la sección “Sonetos en prosa” de este último libro sólo uno aparece en el primero: “Inminencia”. En cambio, no figuran en Reloj de sol las diez composiciones agrupadas en el capítulo VIII “Circunstanciales [1951-1974]”. Me permito transcribir sólo cuatro para salvarlas de la amnesia documental.

 

Circunstanciales

[1951-1974]

 

Relación de los hechos

[José Carlos Becerra, 1936-1970]

Todo es lentísimo a cien kilómetros por hora. ¿A ciento veinte? ¿A ciento cincuenta? El beso cálido se vuelve tenue, la presión disminuye, el contacto se adelgaza. El coche, como un amante, se desprende. Va en el aire, levísimo. Lleva una inclinación de nave pensativa.

Hay tiempo para todo. El sol de pie, como un árbol, al final de la loma, contempla el ave cuyo vuelo cumple por un momento la forma de la tarde. El día es inmenso. Al separarse, la carretera y el auto se enlazan en una nueva medida de tiempo. La eternidad de la mirada abre de par en par los brazos para recibir el paisaje.

Pero es inútil, en el paisaje hay algo de mirada, algo también con los brazos abiertos. Vuela a quedarse fijo eternamente. Se estrella en nuestro afecto. Nuestra piedad le aplasta el tórax. Se desnuca. Por la boca echa sangre de la angustia de todos. Le estalla el cráneo de la fuerza con que estamos pensando en él. Se desperdiga en los recuerdos. Se desfigura en nuestros homenajes. Está irreconocible. No es él.

 

Transformaciones

1

Me contaron que estabas enamorada de otro

y entonces me fui a mi cuarto

y escribí ese artículo contra el Gobierno

por el que estoy preso.

(Ernesto Cardenal, Epigramas)

2

Me dijiste que amabas a Licinio

y escribí ese epigrama contra César

por el que voy camino del destierro.

(José Emilio Pacheco, Irás y no volverás)

3

Me dijiste que ya no me querías.

Intenté suicidarme gritando ¡muera el PRI!

Y recibí una ráfaga de invitaciones.

(Gabriel Zaid)

 

Poema pedagógico

Jira se escribe con jota.

Nada tiene que ver con tour,

aunque hay jiras turísticas.

Ni con tour de force

aunque hay jiras de fuerza.

Ni con tourne-disque

aunque hay jiras que giran

como un tocadiscos.

Girada: movimiento de danza.

Giralda: veleta de torre

en figura humana o animal.

Girándula: rueda que gira

despidiendo cohetes.

Girar: moverse alrededor o circular-

mente, hacer operaciones

mercantiles, expedir

órdenes de pago.

Girasol: su nombre lo indica.

Ópalo girasol: persona servil

que procura granjearse

el favor de un poderoso.

Giratorio: que gira o se mueve alrededor.

Gerifalte: ave rapaz.

Girino: renacuajo.

Giro: acción y efecto de girar,

vuelta, frase, dirección o aspecto

que toman los asuntos, conjunto

de operaciones y negocios

de una casa comercial,

traslación de caudales

por medio de libranzas,

letras de cambio, etcétera.

Giro: aplícase al gallo.

Gira, por extensión: ¿aplícase

a las gallinas?

Girómetro: instrumento

para medir la rapidez de giro.

Girondino: partido de la Revolución

francesa, que aspiraba a la República,

quería conservar la propiedad

y condenaba el terror. […]

 

No hay que perder la paz

¿Sigue usted indignado,

Señor Presidente?

Mala cosa es perder

por unos muertitos,

que ya hacen bostezar

de empacho a los gusanos,

la paz,

Todo

es posible en la paz.

 

IV

Cabría apuntar que de hecho el poema “No hay que perder la paz” ya había sido objeto de rescate por José Luis Martínez al recordar que “el 10 de junio de 1971 se produjo otra masacre de estudiantes. Esa ocasión ocurrió en condiciones aún más confusas que la anterior. Fue una prueba en contra de un gobierno que había anunciado una apertura democrática y que se lavó las manos liquidando administrativamente a algunos funcionarios” (La literatura mexicana del siglo XX, José Luis Martínez, Christopher Domínguez, Dirección General de Publicaciones, Conaculta, 1995, p. 224).

Otra consideración es que el autor juega y se la juega con estas incursiones civiles y literarias que lo mismo subvierten el orden que el canon literario. El último poema “Deshoje deshomenaje” es un ejercicio vanguardista que recuerda las propuestas de la poesía futurista y por supuesto ciertas composiciones del último Octavio Paz. El “Poema pedagógico” es un guiño irónico a los críticos y filólogos, pero también a los académicos y universitarios. Más allá de la poesía, cabría apuntar que Zaid ha sido un crítico sistemático de la academia y de la universidad, como muestra El progreso improductivo o El secreto de la fama. El “Poema pedagógico” es también, de nuevo, un ejercicio lúdico que podría parecer cercano a la publicidad tanto como a la música.

La serie “Homenajes y calaveras”, junto con “Calaveras y epigramas”, tiene que ver con las fiestas en honor de los difuntos. Zaid, en el primer caso, no dedica las calaveras a nadie en particular, sino a ciertas partes del cuerpo como la clavícula, la nariz, el hombro, etcétera. Otros son epigramas y epitafios. El “Homenaje a las margaritas” es un brindis festivo que habla del conocimiento que tiene este guardián de la ciudad literaria de las residentes escritoras llamadas Margaritas. El texto “Relación de los hechos”, dedicado a la muerte accidental de José Carlos Becerra, amigo cuya poesía reunió póstumamente con José Emilio Pacheco, es una inquietante viñeta del lugar donde tuvo lugar ese accidente. Más inquietante aún resulta cotejar este texto con “Novedad de la patria”, escrito cinco años antes como una especie de involuntaria profecía. La “Lectura de Shakespeare” del Soneto 66 del poeta inglés remite a la presencia del mismo poema en el volumen Poemas traducidos (p. 18), pero también abre el horizonte a la conciencia de que Zaid es también el traductor de “Quince poetas” (Voltaire, Po Shu Yi, Geoffrey Hill, Paul Celan, János Pilinszky, Richard Garcia, Georges Bataille, Jan Zych, Fouad el-Etr, Dorothy Parker, Gérard de Nerval, Safo, Wisława Szymborska, Zbigniew Herbert y William Shakespeare), además de las catorce “Canciones de Vidyápati” y de las “Coplas al gusto popular de Fernando Pessoa”, para no hablar del vasto repertorio de la “Poesía indígena del norte de México” que se ha empeñado en restituir (apaches, cucapás, kikapú, kiliwa, kumiai, mitoteros, navajos, ópatas, pápagos, seris, tarahumaras, yaquis, zuñis), presentes en el volumen VI de sus obras, Poemas traducidos.

V

No deja de suscitar cierta perplejidad que el poeta Gabriel Zaid parezca eclipsarse detrás del traductor. Entre ambos se da una vertiginosa y acaso furiosa “práctica mortal”.



Continúa leyendo esta edición de Liber

Literatura

Zaid para ciudadanos. Elogio de la razón pública

El escritor Jesús Silva-Herzog Márquez cavila sobre las meditaciones de Gabriel Zaid acerca de la ciudadaní...

Por Jesús Silva-Herzog Márquez

Te podría interesar

Zaid y el liberalismo: el heterodoxo

El politólogo José Antonio Aguilar Rivera desmonta el prejuicio de Gabriel Zaid como un pensador neoliberal. Un l...

Por José Antonio Aguilar Rivera

Zaid para traductores. Aproximaciones a Poemas traducidos de Gabriel Zaid

La poeta y traductora Pura López Colomé dilucida sobre la libertad en el arte de la traducción poét...

Por Pura López Colomé

Zaid para poetas: Especie de inmensidad

 “Ya es tópico referirse a la singular lucidez zaidiana”, expresa Tedi López Mills en homenaje a...

Por Tedi López Mills

El autor y sus fantasmas

Raúl Falcó discurre alrededor de los juegos que existen entre la propiedad intelectual y las obras de arte. Esos ...

Por Raúl Falcó

Tetraedro: Cuatro décadas de ausencia.

A 40 años de la partida de Julio Cortázar, y 110 años de su nacimiento, el crítico literario Alfred...

Por Alfredo Barrios

Zaid para editores . Lecciones no dictadas

Tomás Granados diserta sobre la panoplia editorial de Gabriel Zaid. El poeta regiomontano, al indagar en el “probl...

Por Tomás Granados Salinas

Gabriel Zaid, 90 años

Los ensayistas Enrique Krauze y Christopher Domínguez festejan los noventa años de vida del “intelectual p&...

Por Christopher Domínguez Michael

El milagro Zaid

Los ensayistas Enrique Krauze y Christopher Domínguez festejan los noventa años de vida del “intelectual p&...

Por Enrique Krauze