Juan Pablo Contreras, compositor y director de orquesta.
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Música y ópera

Juan Pablo Contreras: historia de un sueño raro y hermoso

Hugo Roca Joglar nos presenta un lúdico texto en el que explora el sentido de la Sinfonía número 1, MyGreat Dream, del compositor y director de orquesta Juan Pablo Contreras. “Quiero escribir obras que enamoren al público, que sean tocables y disfrutables”, declara el músico nativo de Guadalajara, candidato al premio Grammy en varias ocasiones.


Por Hugo Roca Joglar

Esta historia la protagoniza un sueño sonoro. En su desarrollo ocurre de todo: dicha y angustia, resolución, añoranza y drama, obsesión y misterio, dolor, fiesta y la insatisfacción originaria de siempre sentirnos un poco incompletos. 

Leerla, por lo tanto, es habitar una onírica experiencia intensamente humana. También trágica. Cada uno de sus elementos es sometido a conflicto: lo inconsciente busca traspasar el umbral y proyectarse hacia la realidad. Incluso ir más allá: trascender los límites de un mundo secreto para volverse parte importante de la sociedad. 

¿Se trata, entonces, de una narración sobre lo invisible? Solo como gancho inicial. Justo aquí, en el tercer renglón, se comienza a materializar: nos desprendemos del sueño para dirigirnos hacia el soñador:

se llama Juan Pablo Contreras. Tiene un raro y hermoso sueño: vivir de escribir música para orquesta. 

El arte de comenzar en medio 

Juan Pablo Contreras (Guadalajara; 1987) habla. Me encanta inventar palabras. Escribo música de lunes a sábado cinco horas diarias. Estar tan metido en sonidos supongo que me lleva a buscarles nuevas sonoridades a los lenguajes. De pronto me digo: “Esto suena muy chido”. No tengo claro si es principio, final o material para el centro. Nunca he compuesto de forma cronológica; voy y vengo en el tiempo; me salto partes y retrocedo. Me gusta, de hecho, comenzar por en medio. Al final, lo que ocurre es que de ahí voy hacia atrás y hacia adelante. De esta forma, todo en mi música permanece íntimamente conectado. ¿El resultado? Te diría que mis obras suelen transmitir un tipo de energía poco habitual en la música clásica. No me da pena decir que yo busco entretener.

Una realidad injusta y cruel

Como compositor vivo, es probable que nunca se programe tu música. Si eres de la élite con suerte, estás condenado a que ubiquen tu obra al inicio del programa. Por lo tanto, debe ser corta y de preferencia ligera. Nadie está en la sala para escucharla. Si además eres de nacionalidad mexicana, debes insertar elementos exóticos de tu cultura masticados para Occidente. Esto explica el porqué la música para orquesta mexicana escrita durante el último siglo tiende a terminar en dos destinos:

  • El cementerio de partituras olvidadas. Obras que se rebelan contra el sistema e ignoran su propia condena. Long story short: terminan muertas. 
  • Las grandes obras maestras de nuestra historia. Aquí llegan las escasas obras que aceptan su condena, rebosan talento y siguen las reglas de ser cortas (y en cierta medida, exóticas). Nueve ejemplos:
  1. Sensemayá (10 minutos) de Silvestre Revueltas (1899-1940);
  2. Sinfonía india (12 minutos) de Carlos Chávez (1899-1978);
  3. Huapango (10 minutos) de José Pablo Moncayo (1912-1958);
  4. Danzón número 2 (10 minutos) de Arturo Márquez (1950-);
  5. Nocturno violento (15 minutos) de Marcela Rodríguez (1951-);
  6. Encuentros (10 minutos) de Samuel Zyman (1956-);
  7. Zaztun (11 minutos) de Hilda Paredes (1957-);
  8. Breves sombras (7 minutos) de Ana Lara (1959-);
  9. Antrópolis (10 minutos) de Gabriela Ortiz (1964-).

Mariachitlán: caos sonoro, seductor y ansioso

El ejemplo 10 de esta lista es Mariachitlán (10 minutos) de Juan Pablo Contreras. 

Guadalajara de noche. Plaza de los Mariachis. Decenas de grupos suenan al mismo tiempo. Interrumpirse es parte de su fiesta. La idea es que te metas al local de donde proviene el sonido más atractivo. Aunque resulta más divertido caminar y experimentar cómo todas las obras se colapsan en el aire. Caos sonoro, seductor y ansioso. 

Juan Pablo Contreras dirigiendo Mariachitlán, obra de su autoría.

Hubiera sido más sencillo llevar una grabadora y registrar; como en la obra electroacústica de Manuel Rocha, Tlacotalpan fiesta, en la que la arenga de un merolico de timbre monocromático (“Si me da cuatrocientos, señor, le doy su cobertor, orgullo mismo de Aguascalientes”) se convierte en la canción “Dijiste adiós” de Los Temerarios, que suena desde una bocina lejana. Pero no: aquí la metáfora de la realidad está a cargo del recuerdo; y su recreación, al servicio de una orquesta sinfónica. El compositor, convertido en cronista de una memoria antigua, reconstruye el recuerdo con rigor estructural. Sí: el resultado es barahúnda, pero para lograrlo se necesitan método y cálculo. En la arquitectura de esta música hay tres acontecimientos sonoros cuidadosamente armados: 

Canción ranchera en compás de 2/4 (CHUN-ta CHUN-ta). 

Vals romántico en compás de 3/4 (CHUN-ta-ta). 

Son zapateado en el que se alternan compases de 6/8 y 3/4 (CHUN-ta-ki-ta-CHUN-ta / CHUN-ta-ta). 

El desarrollo implica aparentar descuido: que vayan y vengan, se desfasen y re-ubiquen. Les es permitido trastabillar, balbucear y exagerar. De pronto, efímero drama: silbato de policía. Por un instante, es inminente la destrucción del desmadre. Pero no existe intento de mordida capaz de desvanecer tres chunes simultáneos que al chocar se refuerzan y al cruzar sus “tas” se persiguen de manera escalonada, en canon sin final, hacia la eternidad: CHUN-ta-CHUN-ta-ki-CHUN-ta-ta-CHUN-ta… Que siempre termina cuando alguien, en plena calle, vomita una mezcla de torta ahogada, birria y agave. 

La trampa del exotismo: breve carta a Juan Pablo Contreras

Has heredado a la historia mexicana una gran obra corta y exótica, perfecta para enganchar al inicio del programa a personas que nada saben sobre ti y es por Beethoven que están ahí.

Tu caso, Juan Pablo, resulta extraordinario. Mariachitlán (2016), que nadie te comisionó, ganó el premio a la mejor composición orquestal de Jalisco. Ahí todo normal: éxito local. También fue nominada al Grammy Latino. Entonces, todo adquirió un sesgo atípico: la obra ha sido interpretada en vivo 120 veces, sobre todo en Estados Unidos, incluyendo una con la Filarmónica de Los Ángeles en el Hollywood Bowl. Y te firmó Universal como compositor exclusivo.

 

Mariachitlán ganó el premio a la mejor composición orquestal de Jalisco. Fue nominada al Grammy Latino, y ha sido interpretada en vivo 120 veces, sobre todo en Estados Unidos, incluyendo una con la Filarmónica de Los Ángeles en el Hollywood Bowl”.

 

Recibes constantes comisiones para nuevas obras; dos de las cuales han recibido sendas nominaciones al Grammy Latino en la categoría Mejor composición clásica contemporánea: Lucha libre (12 minutos) en 2023 e Himno a la mujer (7 minutos) en 2024, que se convertiría en el tercer movimiento de tu concierto para violín y orquesta, La Minerva

Este panorama te convierte en una de las personas compositoras para orquesta latinoamericanas más exitosas de la historia. 

¡Cuidado, hay trampa! La misma que asfixia el destino de las tesituras. Comienzas tu carrera como soprano coloratura; cautivas al público; el tiempo pasa: tu voz se ensancha, arriba a territorios cromáticos más oscuros; pierdes elasticidad, ganas en profundidad emocional. Estás lista para roles de soprano dramática. Nadie te contrata. ¿Por qué? Casas de ópera y audiencias te metieron en el cajón de los roles ligeros y quedaste encerrada dentro. 

Ocurre lo mismo con los compositores mexicanos vivos. ¿Cómo demuestras que tu imaginación sonora es mucho más que una corta obra exótica?

Está la parte política, que ya resolviste: cinco organizaciones binacionales se unieron (Orquestas Juveniles de Fresno, Orquesta Sinfónica de Minería, Festival Bach de Victoria, Orquesta Latino Mexicana y Orquesta Sinfónica de Pasadena) para que crees tu primera obra extensa: ¡una sinfonía!

Juan Pablo Contreras ya llegó al Disney Hall.

Pero es la superficie del problema. El fondo es más complejo y resulta siniestro. ¿La tradición de la música occidental, qué espera de ti? De preferencia, que no existas. Es un peso milenario integrado por racismo y desprecio. Busca hacerte sentir inferior. Si no resistes, te despedaza. Si insistes, te da la oportunidad de crear tu obra corta y exótica. 

Sinfonía india, Sensemayá, Huapango, Danzón número 2 o Antrópolis… las grandes obras maestras orquestales de tu tierra no superan los 15 minutos. De ahí vienes. De ahí piensas. Mariachitlán, Lucha libre o Himno a la mujer… las grandes obras maestras de tu catálogo no superan los 15 minutos. 

Tu idiosincrasia está educada para aglutinar en menos de un cuarto de hora lo más brillante (muy fuerte/muy rápido), lo más dramático (muy lento/muy suave) y lo más extravagante (guiños a tu cultura local por todas partes). Frenetismo. Ansiedad. Prisa. Es una condena mental que nada tiene que ver con el afuera. Puedes vivir de componer y ser maestro en Viena, Londres, California o Salzburgo. Se trata de un mal que existe en el inconsciente. En tu ascendencia musical está la sentencia del collage, de ser un prodigio de la aglutinación y el pastiche. Una falta emocional. 

Juan Pablo Contreras, tú abres y cruzas la tercera puerta. Avanzas hasta tu piano y te sientas. Quedas cara a cara ante el papel pautado vacío, salvo por el título: 

Sinfonía número 1. 

¿Qué sonidos hay en ti para activarla?

El laberinto de la identidad

Juan Pablo Contreras habla:

Me tomó un año escribir mi primera sinfonía. Un arco narrativo de más de 25 minutos me permitió desarrollar los materiales con calma. Quería decir algo importante, contundente. Lo primero que escribí fueron riffs cromáticos para guitarra eléctrica, en medios tonos. De adolescente amé el heavy metal. Así que el sentido de mi sinfonía fue desde el principio profundamente íntimo. No es una obra académica. Cambio de géneros drásticamente. La cohesión está en mis sentimientos. Hay, por ejemplo, un tema para trompeta fuera de escena en el primer movimiento, muy a lo Mahler, cuya melodía replica la primera obra que escribí (El arca de Noé), la que me dio la beca de admisión para estudiar Composición en Estados Unidos, lo cual me llenó de excitación, pero también de nostalgia. En algún lugar del tercer movimiento un trombón solo interpreta un huapango. En Nueva York y luego en California, descubrí que mi mexicanidad no solo era bienvenida, sino aplaudida. Mi primer premio internacional fue el BMI William Schuman, en 2013. Compitieron 730 compositores. Gané con una obra sobre qué significa ser mexicano. Se llama El laberinto de la soledad(duración: 8 minutos) en alusión al ensayo homónimo de Octavio Paz, del que me conmovió la idea de que a la salida de este laberinto todos anhelamos encontrar la felicidad. 10 años después, cuando comencé a escribir esta primera sinfonía, mi laberinto ha cambiado. Al decidir narrarme, lo primero fue aceptar que soy un personaje nuevo. La mitad de mi vida ya la viví en Estados Unidos, donde nació mi hijo. Mi vida ahora también es jazz y big band, por eso las incluyo en varios lugares de esta obra como muestras de mi compleja identidad. Están ahí también mis recuerdos como niño corista. Pero el canto operístico lo quise distorsionado, no impostado, así que a los músicos de la orquesta, al final de algunas frases, los pongo a cantar “hahahahaha” y “uuuuuuuu” con la boca cerrada. Mi Sinfonía número 1 es una obra libre que me representa: accesible, emocionante, frontal. Siento que muchos compositores mexicanos veían y ven a Europa como su modelo expresivo; yo soy más de la escuela estadounidense. Una filosofía más directa, no tan abstracta. Cuando estaba por terminar mi primera sinfonía, quise subtitularla con algo que expresara un gran sueño, al mismo tiempo que una gran añoranza y una gran energía comunal. Uní “My Great Dream” como “MyGreat”, para que suene “migrate”. Me encanta inventar palabras. 

​​Juan Pablo Contreras, un buen director de su propia música.

Los cronistas musicales somos parte del problema

Si la música mexicana contemporánea es escasa y su destino suele ser el olvido, se explica, en cierta medida, porque quienes escribimos no tomamos riesgos. Somos predecibles y aburridos: enciclopedias bien escritas, lo cual en tiempos de la inteligencia artificial es poco menos que ser inútiles. 

Cuando la música es directa y arriesgada, tenemos la obligación estética de imitarla con nuestras palabras. 

Así que ahora, en tiempo real, para ensayar en torno a la Sinfonía número 1, MyGreat Dream, de Juan Pablo Contreras, voy a aplicar algo muy gringo: un framework de marca, y le voy a dar un uso inédito en la crítica musical: aplicarlo para narrar sonido. 

Framework de marca aplicado al sonido

ATRIBUTOS: ¿qué define esta obra? Es:

  1. LA AUTOBIOGRAFÍA DE UN MIGRANTE 
  2. ENTRETENIDA
  3. ARRIESGADA

FUNCIONES: ¿qué hace esta obra de forma única?

  1. Explora a fondo el concepto de identidad individual 
  2. Desea divertir 
  3. Asume peligros formales

RECOMPENSAS EMOCIONALES: ¿qué siente el oyente al escucharla? 

  1. Reflejos tiernos, reflejos siniestros
  2. Agradecimiento por referencias populares 
  3. Asombro, perturbación, inquietud

VALORES: ¿qué valores deposita el compositor en esta obra? 

  1. Honestidad emocional 
  2. Identidad binacional 
  3. Trabajo riguroso

PERSONALIDAD: ¿cómo se comporta esta música?

  1. Introspectiva
  2. Juguetona
  3. Rebelde

Por lo tanto, la Sinfonía número 1 de Juan Pablo Contreras es:

  • La autobiografía de un migrante 

Explora a fondo el concepto de identidad individual. Ofrece reflejos tiernos y reflejos siniestros impulsados por una honestidad emocional de personalidad introspectiva

  1. Entretenida

Desea divertir. Incorpora referencias musicales populares que nacen del orgullo binacional de un espíritu profundamente juguetón.

  • Arriesgada

Asume peligros formales que provocan asombro, perturbación, inquietud. Los sostiene el trabajo riguroso de un pensamiento musical rebelde. 

Visión focus:

  • Autobiografía orquestal divertida y audaz
    O
  • Sueño migrante entre mariachi, heavy metal y jazz

Sinfonía número 1, MyGreat Dream, de Juan Pablo Contreras*

Primer atributo: autobiografía migrante. Obra que explora a fondo el concepto de identidad individual. Se descubre ambiciosa (Sí, quiero brillar en Estados Unidos creando música sinfónica). Se descubre añorante (Sí, extraño mi casa en Guadalajara). Esta honestidad musical ofrece dos recompensas emocionales inmediatas a quien la escucha: reflejos tiernos (Yo también tengo grandes sueños), reflejos siniestros (Yo también a veces me pongo chípil). 

Música de naturaleza introspectiva. Pero su segundo atributo es que resulta entretenida. Entonces todo comienza a confundirse. Porque sí: la reflexión es íntima. Aunque también desea divertir. Juan Pablo Contreras es el primer compositor mexicano en ganar el premio Vilcek porque no está dispuesto a mentir: a los 13 años formó parte de una banda de heavy metal

Esta historia sonora la protagoniza un adolescente jalisciense que hace covers de Metallica y le canta a su tía El son de la negra con voz de mariachi en la fiesta familiar, en la que los shots de tequila comparten bandeja con los highballs de bourbon de Tennessee. 

20 años después, en su primera sinfonía, le asigna al fagot la encomienda de cantar un bolero. Afina las cuatro cuerdas más graves de su guitarra eléctrica como violonchelo (do–sol–re–la). Coloca una batería a la izquierda de los últimos violines. Escribe un vertiginoso arpegio para clarinete y anota en la partitura la nota de carácter: “Referencia: Kirk Lee Hammett”.

Juan Carlos Contreras tiene un singular estilo como director de orquesta.

El tercer atributo de esta música es que se arriesga: asume peligros formales. Degeneración sonora cuidadosamente estructurada. Asombra, perturba e inquieta. Big band sierreña que colapsa en jarabe que colapsa en free jazz. La estabilidad liminal del discurso proviene de un trabajo estructural riguroso, cuya articulación no sirve a patrones formales, sino sensuales: angustia, curiosidad, desamparo y la necesidad de triunfar.

Al construir cualquier tipo de identidad, es necesario establecer un tagline (nunca más de 50 caracteres). El de la primera sinfonía de Juan Pablo Contreras puede ser: “autobiografía orquestal divertida y audaz” o tal vez “sueño migrante entre mariachi, heavy metal y jazz”. 

Al final, por lo menos en apariencia, se trata de celebrar: “You’ve achieved your Great Dream, carnal!”. 

Y de pronto… el miedo. 

¡Advertencia! 

Hay que leer las letras pequeñas: el subtítulo de la obra es “MyGreat”, escrito así junto, para que suene “migrate”. 

Entonces descubres que el juego ya no es tan divertido. 

Podrás haber logrado algo importante, pero para un migrante no existe tal cosa como la tranquilidad. 

Hagas lo que hagas, del sueño cumplido vas a despertar hacia una nueva dificultad.

Sábado 16 de agosto de 2025

El joven compositor y director de orquesta Juan Pablo Contreras se presenta esta noche al frente de la Orquesta Latino Mexicana para dirigir un concierto compuesto en exclusiva por su música. 

El concierto comienza a las 19:30 h en la Sala Plácido Domingo del Conjunto Santander de Artes Escénicas, ubicado en el municipio de Zapopan, en la zona metropolitana de Guadalajara. 

La primera parte del programa se compone de las obras La silla (2022), MeChicano (2022) y Alma monarca (2025); la segunda, de la Sinfonía número 1, MyGreat Dream (2025), y Mariachitlán (2016). 

Es la primera vez, en el siglo XXI, que un compositor mexicano dirige un concierto monográfico en Guadalajara. El último había sido José Pablo Moncayo (1912-1958), hace 75 años. 

Nos da miedo la encarnación del sonido

Se supondría que lo invisible debe permanecer invisible. Por eso nuestra literatura de terror está llena de fantasmas. 

Cuando una persona compositora crea una obra, tiende a desvincularse emocionalmente una vez que la firma. Suspira y encomienda a alguien más el destino de su música: a quien la vaya a dirigir, a quien la vaya a interpretar, a quien la vaya a programar. 

Su conexión puede ser intensa… de una forma abstracta. Pocas veces regresa a una relación física. Dirigir la música que se compone no es un acontecimiento frecuente. 

La causa de este fenómeno de alejamiento es, en parte, el miedo. 

Cuando Chaikovski dirigía su música, de acuerdo con sus cartas y múltiples biografías (como la de Galina Sizko), sufría ataques de pánico sobre el pódium. Brazos rígidos. Dedos agarrotados. Entradas falsas a los instrumentos de lo mucho que temblaba. 

“Juan Pablo Contreras es un performer nato. Usa el cuerpo para que su música cobre vida. Y antes, la activa”.

La música de Chaikovski sonaba brillante y conmovedora… excepto cuando la dirigía Chaikovski. 

Encarnar el propio sonido puede sumir a una persona en un terror cerval.

Juan Pablo Contreras se sitúa en las antípodas de Chaikovski: es un performer nato. Usa el cuerpo para que su música cobre vida. Y antes, la activa. Rompe el umbral de silencio que separa al público de la orquesta. Se asegura de que nadie desconozca lo que está a punto de ocurrir. 

Basta verlo ahora mismo, que su concierto monográfico comienza con La silla

Sueños secretos

Juan Pablo Contreras dice: “Es una obra sobre un viaje a caballo”.

Inclina las rodillas, permanece como montado sobre el aire, y solicita a las percusiones que interpreten durante 10 segundos el ritmo del galope ecuestre. 

Dice:

“Y luego, la sensación de libertad que transmite cabalgar”. 

Levanta las manos hacia los músicos y una fanfarria comienza a ir y venir entre los alientos: del oboe a la flauta, donde la retoma el piccolo, que se la lleva al corno inglés, y ahí se apaga. 

Cuando los ejemplos sonoros didácticos finalizan y la obra comienza, nuestra imaginación ya conoce el propósito del sonido. Esta dinámica algo tiene de hechizo. 

Juan Pablo Contreras dice:

“Para describir una lancha deslizándose en el mar de Janitzio, sumerjo un platillo en agua”. 

Y el sonido que sobreviene es burbujas y metal. 

Su forma de dirigir es libre y extraña. El atril no sobrepasa sus rodillas. Para cambiar de hoja debe agacharse. Prefiere realizar ese esfuerzo cada medio minuto, durante dos horas, antes de tener un obstáculo visual hacia sus músicos. 

Dice:

“Le pido un glissando al chelo para trazar el vuelo de gaviotas michoacanas”. 

Y el sonido que sobreviene deja muy claro que ese nombre raro significa pasar de una nota a otra en un instrumento de cuerda, haciendo sonar todas las intermedias, como en un juego de alas.

Esta vocación performativa tiene un compromiso con el misterio. No abre todos los accesos. Descubre las formas. Del fondo solo insinúa sombras. Deja claros los elementos del sonido, aunque sus verdaderas intenciones permanezcan ocultas. Corresponderá a cada quien entenderlas. 

Sucede, por ejemplo, a mitad de Alma monarca, que desaparecen las mariposas. Han volado lejos de cualquier memoria. Lo que era colorido revolotear se ha convertido en un aterrador espacio vacío, como si el pedal de un órgano se hubiera quedado trabado después del rito, cuando ya todos se han ido. 

Al sonido siempre es posible volverlo íntimo. Entonces Juan Pablo Contreras ya no tiene ninguna influencia. Se desmaterializa. Y el sonido queda libre para revolvernos entre nuestros sueños secretos.

Juan Pablo Contreras es un performer nato.


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