La pandemia que enfrentamos a nivel mundial ha puesto en jaque a la humanidad, cuestionando la idea de globalidad y obligando a millones de personas a vivir una larga experiencia de encierro. Para una gran parte de la población, la pantalla se ha convertido en la herramienta más importante a nivel profesional y en vehículo de socialización a nivel personal. Vivimos un cambio de paradigma social.
Como otros sectores de la economía, la cultura se ha visto profundamente golpeada por la crisis. Al ser las instituciones culturales espacios de creación artística, de pensamiento crítico y de debate colectivo, se ha producido, durante estos meses, a través de las plataformas digitales, una enorme cantidad de debates que buscan profundizar sobre la compleja coyuntura a la que nos enfrentamos. Sin duda este acontecimiento mundial representa una oportunidad para cuestionar los modelos sociales que nos han definido hasta ahora; y por ello debe impulsarnos para, desde la creación artística y la producción cultural, plantear las preguntas necesarias para generar un productivo debate de ideas.
Este artículo es el resultado de las conversaciones que mantuve en días pasados con Graciela de la Torre, considerada una de las grandes protagonistas en el quehacer museístico de nuestro país; Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología; Taiyana Pimentel, recientemente nombrada directora del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey; Julián Zugazagoitia, director del Museo Nelson-Atkins en la ciudad de Kansas; Tatiana Cuevas, directora del Museo Carrillo Gil; Patrick Charpenel, director del Museo del Barrio en Nueva York; José Luis Paredes, director del Museo Universitario del Chopo; y Osvaldo Sánchez, actual responsable de un proyecto cultural en Berlín.
Ocho integrantes de la comunidad museística reflexionan sobre las implicaciones del abrupto cierre de los museos y analizan cómo se han enfrentado a la situación. Que tres de ellos desempeñen en el extranjero enriquece la perspectiva de la condición nacional. Nociones como el papel social del museo, la conformación de sus públicos, la mediación, las plataformas digitales y la autonomía, nos permiten entender la compleja coyuntura que viven actualmente los museos. Dichas voces nos dan pautas para entender cómo se ha reaccionado ante la pandemia, cuáles son los pormenores específicos de cada institución y el modo en que es posible vislumbrar el mañana.
Herramienta fundamental para entender desde una perspectiva contemporánea nuestro pasado histórico y nuestro contexto social, los museos enfrentan grandes desafíos que incluso ponen en riesgo la sobrevivencia de varios de ellos. Los museos en México merecen nuestra atención y participación para instrumentar su rescate. Con su desaparición perderíamos espacios importantes de diálogo e intercambio de ideas, fundamentales para la construcción del tejido social.
Los museos como toda institución cultural son entidades en constante evolución. ¿Cuáles consideras que han sido los cambios más significativos que han adoptado los museos en tus años de experiencia profesional?
Osvaldo Sánchez: Un ejercicio que ha sacudido la función del museo en los últimos años ha sido la puesta en cuestión de la persistencia de una óptica colonial en nuestra profesión; sobre todo en relación con la sacralización del coleccionismo como un ejercicio patrimonial-hegemónico preponderante; y con la focalización de la experiencia artística desde el prestigio teleológico de un objeto “sublime”. Creo que las acciones que han tratado de dislocar los lugares comunes del museo, desde una perspectiva sobre todo política, han redefinido al museo esencialmente como un topos para la experiencia de desmontaje/construcción en flujo de la res pública y de sus visualizaciones fragmentarias. Los cambios en términos de visión y de contenido de estas funciones primarias son más importantes que los cambios de tecnología o que los cambios incluso en los instrumentos de traducción/mediación en torno a sus acervos de patrimonio tangible. La manera en que la experiencia artística sucede descentrada (aunque no ajena) del bagaje historiográfico del objeto artístico, nos impulsa a asumir al arte como nuestro mejor antídoto ante la entropía humana. Entender su “puesta en escena” como un dispositivo activo: demoledor en su agudeza crítica ante nuestra vulnerabilidad espiritual y a la vez resiliente de nuestra misión como especie; nos obliga a esmerarnos en la densificación magistral de ese altercado. Me parece el reto más digno.
“Creo que una situación museológica bien armada es una de las plataformas más efectivas en el saneamiento del tejido colectivo cotidiano”. OS
¿Qué sentido tienen las instituciones si no logran garantizar el flujo negociable de lo público, en tanto experiencia colectiva de pertenencia, produciendo a la vez el signo político de su circunstancia? Creo que una situación museológica bien armada es una de las plataformas más efectivas para el saneamiento del tejido colectivo cotidiano. Y el papel de reimaginar el potencial de esa experiencia, rediseñarla sistemáticamente, es una de las encomiendas humanas más creativas, no solamente en el sentido experimental, sino también como la posibilidad de visualizar un cambio.
Tatiana Cuevas: En primer lugar, creo que es relevante la gradual profesionalización de todos los que trabajamos en museos. En los últimos treinta años quizás, se empezó a gestar esta especialización y conocimiento de cada una de las áreas específicas de los museos.
“No se trata de traducir las obras que se exhiben en salas, sino de compartir las líneas de reflexión o de investigación y vincularlas con otras disciplinas”. TC
El acercamiento al público ha cambiado mucho desde la perspectiva de la curaduría, pero también desde los programas de educación.Porque no se trata de traducir las obras que se exhiben en salas, sino de compartir las líneas de reflexión o de investigación y vincularlas con otras disciplinas, desmenuzar conceptos para que los visitantes puedan tener una visión más amplia de los aportes de los artistas.
Patrick Charpenel: Creo que los museos se están acercando a modelos cada vez más flexibles; a modelos en donde la experimentación, la investigación y la educación son el centro de sus actividades, en los que el museo se convierte en una institución que se manifiesta públicamente. Tradicionalmente los museos han sido espacios para conservar y divulgar sus colecciones, pero con mucha frecuencia estos acervos fueron asumidos como trofeos históricos y culturales, que servían para legitimar no solamente un cierto tipo de producción cultural, sino también una perspectiva del mundo que tenía que ver con una ideología. Un cierto tipo de legitimación de valores e ideas. Actualmente creo que estos valores ya no son vigentes, los museos se están convirtiendo en plataformas en donde la investigación, desde una perspectiva crítica, busca nuevas estrategias de diálogo con las comunidades.
“Tradicionalmente los museos han sido espacios para conservar y divulgar sus colecciones, pero con mucha frecuencia estos acervos fueron asumidos como trofeos históricos y culturales”. PC
En cuanto a la aproximación de los acervos, ya no se trata de asumir la perspectiva clásica de atesorar, sino de considerar las colecciones como un laboratorio de experimentación curatorial.
Por otra parte, la mediación nos ha obligado a construir estructuras mucho más horizontales que las de antes. Yo creo que tanto los que administramos museos, como el público que lo visita, requerimos de una experiencia de diálogo y aprendizaje. Estoy convencido de que tenemos que descolonizar, construir instituciones que ayuden a reescribir la historia cultural.
“La evolución de los museos requiere de una constante capacitación de los diferentes perfiles que integran la institución museo”. GT
Graciela de la Torre: Esta evolución a la que te refieres de los museos requiere de una constante capacitación de los diferentes perfiles que integran la institución museo. Siempre tuve un interés particular en la profesionalización del gremio y a través de los cargos que he ocupado, he puesto un énfasis particular en la formación. Desde la creación del Programa Nacional de Interpretación en los años ochenta, donde pudimos capacitar a muchísimos profesionales de museos en toda la República mexicana, hasta proyectos como Munal 2000, o la creación de un nuevo museo como lo es el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, que rápidamente se convirtió en un referente museal por sus buenas prácticas.
Julián Zugazagoitia: La frase “Del refrigerador al horno” es el micro-manifiesto de Pedro Reyes con el que captura los cambios en el mundo museal en los últimos veinte o treinta años. En el arco de mi carrera profesional han ocurrido muchos de los cambios para acercar a las comunidades al arte –y por eso me gusta esa metáfora–, que utilicé cuando empecé a dirigir el Museo Nelson-Atkins en Kansas City hace diez años. Aquí me encontré en ese entonces con un museo más a la antigua, lo que sería más un museo como “refrigerador”, es decir, focalizado más en la conservación y preservación de las obras y menos en su activación con los visitantes. El pensamiento era muy cerrado, muy protector de las colecciones, muy del espíritu de que necesitas muchos años de estudio para incluso poder estar en frente de las obras de arte y apreciarlas en su justo valor. Entonces, el polo opuesto sería el “horno”, que es caliente, vibrante e impredecible: a veces las cosas explotan, se queman, a veces salen bien, a veces sale mal… es más experimental, y hay mucho más energía. Una imagen contraria a la de muchas instituciones dedicadas al arte contemporáneo que han ayudado a redefinir todas las actividades museísticas, incluso la de los museos enciclopédicos como el nuestro.
“Un museo ‘refrigerador’ está más focalizado en la conservación y preservación de las obras y menos en su activación con los visitantes”. JZ
“Antes los museos eran un espacio más vertical y hoy son espacios que los visitantes han contribuido a transformar en buena medida, pues sus expectativas son distintas”. AS
Antonio Saborit: Una de las tareas más importantes de los museos consiste precisamente en construir saberes y, por supuesto, en ayudar al visitante a tener experiencias significativas y participativas en su interior. Antes la visita era distinta, el museo era un espacio más vertical y hoy los museos son espacios que los visitantes han contribuido a transformar en buena medida, los han vuelto una referencia esencial, y creo que esto se debe a que las expectativas de los visitantes son distintas y tienen una relación con el espacio museístico mucho más horizontal.
Jose Luis Paredes: Considero que uno de los cambios más significativos ha sido la irrupción de las redes sociales como espacio de comunicación entre los públicos y las comunidades, lo que va de la mano con el declive de los medios de comunicación convencionales. En los ochenta, si queríamos acceder a la cartelera cultural comprábamos una revista o el periódico; el Tiempo Libre, el Uno Más Uno o La Jornada, por mencionar algunos medios. Hoy en día, esos medios ya no tienen la capacidad de convocar y reunir la enorme riqueza de la oferta cultural. Se han diversificado los ámbitos de públicos y de comunidades culturales. Si antes podíamos hablar de la cultura a partir del teatro, la danza, la música, la pintura, el cine, hoy hay muchos más públicos y nichos que tienen inclinaciones hacia distintos aspectos culturales de distinto nivel o perfil, y por ello es muchísimo más difícil alcanzarlos.
“Hoy hay muchos más públicos y nichos que tienen inclinaciones hacia distintos aspectos culturales de distinto nivel o perfil, y es muchísimo más difícil alcanzarlos”. JLP
Taiyana Pimentel: Es impactante la revolución que ha ocurrido desde los tardíos años noventa del siglo XX al presente en los museos en México, pero también en instituciones independientes y en galerías comerciales. Curiosamente, esta sublevación creativa en la creación artística contemporánea no ha estado acompañada, desde mi perspectiva, de una política pública que refuerce a sus instituciones. No ha existido un planteamiento serio desde estas políticas que alimente y desarrolle la filantropía. Pero tampoco –salvo el caso del sistema de becarios, que hasta ahora era ejemplar y con el que no sabemos qué va a pasar– el propio gobierno federal y los gobiernos locales han establecido políticas públicas que acompañen la efervescencia creativa. Viéndolo desde una postura muy crítica, me parece que estamos estancados en viejas políticas públicas que no tienen nada que ver con el estatus creativo en el país.
“Desde una postura muy crítica, estamos estancados en viejas políticas públicas que no tienen nada que ver con el estatus creativo en el país”. TP
Cuando Georges Didi-Huberman insta a que los espacios expositivos no sean territorios neutros sino de políticas definidas, ¿qué me puedes decir al respecto? El montaje según comenta el teórico francés, es un llamado a tomar postura. ¿Cuál ha sido –o es– tu experiencia al respecto?
TP: Yo estoy de acuerdo totalmente con Didi-Huberman, dirigir un museo es también un gesto político. Si algo aprendimos de las posturas posconceptualistas en el arte, y es que la institución misma es un problema contenido en la postura que uno asume como director de un museo. Transgredir al museo en un sentido crítico y constructivo es la primera labor que tienen que llevar a cabo un curador y un director de museo. Y eso lo aprendimos de los artistas que mantuvieron una postura crítica hacia la institución en su práctica creativa. Uno tiene que entender el tiempo en el que vive, ya que somos responsables de los contenidos que transmitimos.
“El museo es una arena pública, es un espacio de debate y un contenedor ideológico, no únicamente estético”. TP
El museo es una arena pública, es un espacio de debate y un contenedor ideológico, no únicamente estético. El museo influye en la formación de jóvenes generaciones, debate y construye historia. Mi historia profesional, desde la curaduría, ha estado marcada por poner posturas políticas muy transgresoras en el espacio de debate. Por ejemplo, la pieza que hice con Santiago Sierra en el museo Tamayo, sobre 460 personas remuneradas, fue una acción que removió el recinto y que apostaba incluso por hacer temblar al público, además de a la institución misma. Esto ha sido una línea de trabajo mía para entender que el museo es un espacio social, es un espacio que le pertenece a la sociedad civil y por lo tanto es un espacio que tiene que tener una postura frente a la cultura, pero también frente a la política.
AS: Quisiera aportar algunas reflexiones sobre un tema central del museo, la etnografía. Desde el siglo XIX, hay una importante tradición de estudios antropológicos en nuestro país que ha abordado desde diversas perspectivas el análisis y la puesta en marcha de políticas en torno al tema de los indios en México. De incorporar las comunidades indígenas a este Museo Nacional de Antropología.
“¿La antropología necesita museos? Todo esto ha generado, a través de los años, una muy larga discusión a través de los años que ha pasado por la academia”. AS
Algo que se suele ignorar es el modo como fue debatido el tema de integrar a las comunidades indígenas cuando se estaba concibiendo el nuevo Museo Nacional de Antropología. Los documentos históricos dicen claramente que con esta iniciativa se realizaría el rescate material de las comunidades indígenas, toda vez que en 1959/ 60 se pensaba que estas comunidades estaban por desaparecer en México. Eso está por escrito. La política indigenista y educativa del Estado mexicano planteaba que al integrar a las comunidades indígenas al México moderno, estas desaparecerían y por consiguiente, se perdería su cultura material. Entonces, antes de que esto sucediera, había que salir al rescate de su cultura material. Durante la construcción del museo, salen grupos de antropólogos a reunir colecciones para el museo. No son colecciones que surgieran bajo el signo de la colonización, aunque a la postre se pueda decir que todo es colonización. Fueron a buscar objetos que habrían de desaparecer y que al ser integrados al acervo del museo se conservarán por siempre y permitirán explicar en las diversas salas su funcionamiento. Ese fue el origen del primer piso que ha recibido infinidad de críticas. México estrena su gran museo antropológico en 1874 e inmediatamente después se empieza a cuestionar la pertinencia de los museos antropológicos: ¿La antropología necesita museos? Todo esto ha generado una muy larga discusión a través de los años que ha pasado por la academia pero no por el museo. Y mi intención es llevar esa discusión al museo.
Llevamos cerca de un año y medio discutiendo con los curadores de la sección de etnografía la reorganización del primer piso. Es fundamental hacer algo con ese primer piso. Porque la gente piensa que los curadores y la gente que trabaja en el interior del museo son parientes de los Zombis de Sahuayo, que no tienen ninguna visión crítica frente al museo; y creo que están muy equivocados.
Un antropólogo encontrará que el despliegue de las colecciones y su tratamiento son racistas, que las narrativas de las salas son racistas; sin embargo, merece la pena entender la relación que la sala establece con sus visitantes y los visitantes con su sala.
Desde hace tiempo hemos trabajado en una ambiciosa antología para traducirla y ponerla en circulación, que reunirá los principales documentos –básicamente ensayos– que cuestionan y discuten la situación de los museos antropológicos hasta la fecha. El Museo Nacional de Antropología tiene que estar en esa discusión.
JLP: Bueno, claro, el museo como dispositivo no es neutro, definitivamente en sí mismo es un espacio que te presenta propuestas muchas veces fuera de su contexto. El montaje también está sujeto a una sintaxis que condiciona la lectura y la experiencia visual y el conocimiento del visitante.
“El museo no puede ser un territorio neutro, sino una zona de accesibilidad para la diversidad y para la inclusión”. GT
GT: Yo creo que no podría estar más de acuerdo con lo que dice Didi-Huberman. Incluso museos que se dicen neutros y no ideologizados tienen una postura. En la universidad [Universidad Nacional Autónoma de México], en museos como el MUAC, el Chopo y el Eco se tiene una postura muy clara de ser territorios de cuestionamiento, debate y de pensamiento crítico. Afortunadamente el espíritu libertario de la universidad lo permite, el museo no puede ser un territorio neutro, sino una zona de accesibilidad para la diversidad y para la inclusión.
Por ejemplo, la crisis que desató recientemente el proyecto de la artista norteamericana Jill Magid sobre el anillo de Barragán produjo un debate muy rico y con perspectivas en diversos ámbitos: lo religioso, lo jurídico, lo curatorial. De esta forma, en lugar de censurar, el museo detona una discusión que trasciende al museo y a la propia producción de la artista, en la que se integran otros actores que enriquecen la discusión. No censurar, como sucede en muchos ámbitos que quieren que el mundo sea un territorio neutro y que nada más se dedican a exponer cosas que atraigan a la cultura del espectáculo.
JZ: En los museos ha habido una recalibración importante de cómo asumimos e interpretamos la historia del arte; hay una valorización de artistas que vienen de sociedades o de grupos minoritarios o una mayor presencia de mujeres artistas. Si en algún momento creímos que los museos son espacios neutros es una gran ilusión. Siempre ha habido gente que controla las narrativas y eso es un poco lo que hoy, aparte de darle mucho más poder al individuo que visita el museo –para que cree sus propias narrativas–, debemos de trabajar de manera profunda y cuestionar mientras generamos nuevas narrativas que correspondan a nuestro tiempo.
PCH: Siempre he creído que instituciones como las universidades y los museos no pueden ser neutrales, cuando operas una plataforma que genera conocimiento y genera experiencias con la historia y con la cultura. Por ejemplo, en tiempos recientes el Museo del Barrio fue el primer museo que tomó partido y se manifestó ante la necesidad de tomar acciones para erradicar un problema que reaparece incesantemente como el racismo.
El Estado y la economía operan todavía con políticas poscoloniales y yo creo que los museos tendríamos que contribuir a desestructurar este sistema, en función de nuestra historia, de nuestros valores, de los públicos, de las comunidades a las que representamos. Tenemos que tomar postura.
TC: Desde que te planteas un tema de investigación para hacer una curaduría estás tomando una postura; y la lectura que le das a esas obras y el cómo las emplazas hablan de una postura y de cómo quieres transmitir el mensaje. El hecho de que se plantee una postura desde la exposición, desde la selección, desde el emplazamiento y, por supuesto, también desde la programación completa del recinto, es la forma en que se constituye la mirada –o las miradas– que consideras pueden aportar al visitante y así contribuir a la identidad del museo. Asumir una línea, tomar una postura y construir desde ahí.
La razón primordial de los museos es crear, a partir de sus colecciones y estrategias de divulgación, de audiencias críticas que puedan enriquecerse con los planteamientos curatoriales que las instituciones producen en diversos ámbitos. Siendo los museos lugares de encuentro social, de intercambio de ideas y de disfrute estético, con su estrepitoso cierre ante la crisis de la covid-19 se ha producido una compleja e inmediata crisis. Desde la subsistencia financiera, la protección de sus colecciones, la garantía de la seguridad de sus trabajadores, y la fractura inmediata de vinculación con su audiencia… ¿Cuál ha sido tu experiencia ante esta nueva adversidad?
JZ: Usar el tiempo en nuestro favor. Ha habido mucha presión por reabrir y yo hice todo un modelo económico –porque también esto nos afecta mucho económicamente–, y pensé cómo podríamos reducir costos y gastos. Cancelamos todas las exposiciones especiales, cancelamos los programas paralelos. Empezamos a hacer un presupuesto casi de cero. Ha habido mucho diálogo con los colegas tanto en Europa como en Estados Unidos, porque cada ciudad lo ve de modo diferente. Yo quería situarnos de manera más cercana a los museos de Nueva York porque ellos lo estaban viviendo más rápido y más urgente y se me hacía una buena medida para ser aún más cuidadosos. Por fortuna, la ausencia de públicos masivos que yo veía con cierta envidia, ahora se convierte en una ventaja. Aprovechar el tiempo para hacer renovaciones que eran necesarias, implementar proyectos que habíamos postergado. Es momento de poner en marcha aquellas ideas que se quedaron en papel y darles forma.
“La doble coyuntura que estamos viviendo ahora tiene que revelar nuevas maneras estructurales e institucionales de generar contenidos en donde habrá que ser más inclusivos, en donde participen más voces y pueda haber un diálogo interno”. JZ
Por otra parte, los equipos empezaron a trabajar en el desarrollo de contenidos para volcarlos de la mejor manera hacia lo digital, no sólo como una solución, sino como una inversión a futuro. Muchas de las iniciativas que hemos emprendido deberán mantenerse una vez que abramos las puertas del museo. La idea no es suplantar uno por lo otro, sino enriquecer los contenidos y tratar lo más que se pueda de llevar el ritmo del museo y tomar en cuenta cómo podemos llevarlo a cabo; por ejemplo, los festivales que hacíamos –que incluían a toda la comunidad–, hacerlos en línea. Quiero invertir en eso, incrementar nuestra colección en línea para darla a conocer resulta fundamental.
La doble coyuntura que estamos viviendo ahora –la covid-19 y las protestas contra el racismo–, tiene que revelar nuevas maneras estructurales e institucionales de generar contenidos en donde habrá que ser más inclusivos, en donde participen más voces y que pueda haber un diálogo interno de los equipos para compartir diferentes perspectivas. El museo se encuentra actualmente en un ejercicio de desaceleración en la producción de contenidos digitales, se requiere de tiempo para que nuestras audiencias tengan la capacidad de digerir la información ante la saturación de información.
Si bien los museos son organizaciones lentas, la coyuntura requiere de respuestas más dinámicas, rápidas. Es necesario discutir cuestiones sobre cómo descolonizar los museos, qué es una colección y a quién le pertenece. Analizar cuáles son las estructuras de poder dentro de los museos, cuál es la legitimidad de una institución. En el contexto actual, el hecho de que se hayan abierto tantas puertas y tantos proyectos que ayudan a la comunidad hace que nos volquemos a pensar cómo el arte puede llegar a contribuir de manera más significativa en la sociedad.
AS: Toda esta situación del covid-19 ha sido mal vista y mal dicha, como diría Samuel Beckett. La única alternativa es el encierro. Se cerraron todos los museos públicos y privados. Unos, curiosamente los menos favorecidos, aquellos que cuentan con un avituallamiento menor, como suelen ser los museos públicos, resulta que son los que pueden sobrevivir. En el caso de los museos privados, enfrentan una situación más compleja, porque si bien ningún museo es autosuficiente, la falta de ingresos obtenidos por taquilla, renta de espacios, tienda, etcétera, los pone en una situación muy vulnerable.
En el caso del Museo de Antropología, esta situación nos ha llevado a implementar algunos cambios, tendremos que realizar recortes en las exposiciones y mejorar los espacios de las salas permanentes. Por otra parte, en este cierre hemos utilizado herramientas digitales para tener reuniones de trabajo que han resultado muy eficientes.
Lo que estamos viviendo dispara la introspección, nos hace cuestionarnos, ver qué es lo que no hemos logrado, lo que no queremos ver y cómo podemos hacer mejor las cosas en el museo, desde plantear posiciones más inteligentes, más agudas, más disfrutables. No venimos de una belle époque inconsciente. Estábamos trabajando ya por algo mejor, apostando por una vida más intensa y plena en los museos.
“México está en una situación muy, muy difícil, están en peligro de desaparecer varios museos y eso es sumamente grave”. GT
GT: Los museos no estaban preparados; ni aun los museos que contaban con tecnología estaban preparados para enfrentar esta crisis que los hizo migrar de un pequeño mundo analógico a un universo digital, un universo donde no hay fronteras, donde no hay un tiempo definido.
Hicimos una encuesta –quizás muy prematura desde mi punto de vista– desde el Instituto de Liderazgo de Museos sobre algunos de los aspectos más relevantes que implica el cierre abrupto de los museos. Un dato particularmente dramático que nos llamó la atención fue que el 40 % de los trabajadores de los museos no tiene acceso a Internet ni computadoras en sus hogares, situación que limita dramáticamente la posibilidad de trabajar vía remota. Por otra parte, muchos museos no tenían la capacidad para desarrollar programas en línea; y desde mi perspectiva estos museos no existen ahora.
Los museos privados en México han sido muy golpeados, tanto los grandes como los pequeños, por dos motivos, primero, porque viven de la taquilla y de autogenerados, y en segundo lugar, porque están sujetos al impuesto sobre espectáculos, lo cual es una aberración porque son instituciones no lucrativas al servicio de la educación y de la sociedad. Entonces, estas dos piezas están ahorcando a los museos privados mexicanos. ¿Qué han hecho mis colegas? Lo que han podido; se han bajado los sueldos para no correr al personal mientras que muchas de las exposiciones previamente programadas deberán cancelarse.
El gremio cultural y de museos va a tener muchísimos problemas con esta situación, con esta pandemia, con esta crisis política, económica y social. México está en una situación muy, muy difícil; están en peligro de desaparecer varios museos y eso es sumamente grave. Los museos del INBAL, INAH y UNAM finalmente están respaldados por una institución. Pero los museos privados tendrán muchos problemas para subsistir. La ausencia de una ley de mecenazgo que permita el aliento a la filantropía o a la procuración de fondos, limita mucho la capacidad para recaudar fondos desde lo privado. Entonces, ¿de dónde van a sacar dinero?
PCH: El distanciamiento social tiene implicaciones muy, muy complejas, y los museos, que son instituciones que tienden a congregar públicos, que tienden a ser espacios de encuentro, se han visto directamente afectados por las medidas de salud que tuvimos que tomar todos.
En el caso del Museo del Barrio, que es un museo comunitario y una plataforma que le da vida y representación a los latinos de Nueva York, en el momento en que nos vemos obligados a aislarnos, se fractura de forma rápida ese vínculo comunitario. Sin embargo, ha sido una oportunidad para ver cómo reconectar con nuestras audiencias. Hemos mantenido nuestros programas en línea. Estamos por abrir proximamente nuestra primera exposición concebida cien por ciento para experimentarse en una pantalla, y nuestro curador en jefe del museo tomó la decisión de adaptar la próxima exposición a estas nuevas plataformas digitales.
Entonces, lo que pasó con la covid-19 es que es una metáfora: el mundo dejó de girar, el globo terráqueo se detuvo durante un momento y quedó suspendido. Ante este dilema, se ha abierto un espacio de reflexión muy rico para repensar todo. El mensaje que nos ha enviado la naturaleza con esta situación ha sido sorprendente.
TC: Ahora tenemos la ventaja de que podemos planear cómo volver y no someternos al periodo de cierre, que fue muy abrupto y muy complejo. La semana previa al cierre fue una semana eterna en donde todos ansiábamos cerrar por la urgencia de la situación. Pero fue una semana fundamental, ya que nos permitió elaborar en equipo las estrategias que consideramos más adecuadas para enfrentar el cambio y empezar a implementar cómo serían los procesos de trabajo a distancia.
Más bien lo que tenemos que hacer todos es ser solidarios y entender que sí va a haber recortes, estos serán en todos lados y tenemos que ser creativos con lo poco que hay y seguir adelante. Espero que los procedimientos para ejercer los recursos sean más eficientes, y será necesario seguir trabajando con el INBAL en mejores prácticas de gestión, para determinar colectivamente y mediante un debate constructivo cuáles son las necesidades específicas. No sólo adaptarse a los recursos asignados, sino trabajar de manera más profunda en la mejora de la gestión de las instituciones. Entender que los museos son nodos de encuentro de distintas comunidades, de distintos grupos, de distintos estratos y de distintas mentalidades.
OS: Los retos del museo apuntan sin ambages a los retos que enfrentamos como sociedad. Las pandemias han sido siempre puntos de giros para un reordenamiento social necesario, y no sólo de escalas de valores. En momentos así es común obnubilarse con sus efectos, confundiendo o desatendiendo las causas. Esta pandemia nos recuerda que nuestra emergencia no implica solamente el desmontaje del pensamiento hegemónico, colonialista y patriarcal, o de la ineficacia probada de los sistemas disponibles de representación y de gestión política. Creo que hoy es más evidente que tenemos una confrontación definitiva como civilización: el reto ecológico del especismo y de nuestra agonía antropocéntrica. Es en efecto un momento histórico para repensar nuestro lugar en el tiempo de la vida. Y para ello, para pensar nuestro lugar en el tiempo, nada mejor que el arte.
“Esta pandemia nos recuerda que nuestra emergencia no implica sólo del desmontaje del pensamiento hegemónico, colonialista y patriarcal. Hoy es más evidente que tenemos una confrontación definitiva como civilización: el reto ecológico del especismo y de nuestra agonía antropocéntrica”. OS
De acuerdo a la Unesco, los museos no son espacios dedicados exclusivamente a la salvaguarda de nuestro patrimonio común, sino que también son lugares idóneos para la educación, la inspiración y el diálogo. Cumplen una función esencial para la cohesión social y el aprovechamiento compartido de referencias colectivas. ¿Cómo suplir en estos tiempos ese rol tan fundamental que juegan las instituciones en la construcción de colectividades? ¿Cómo cuidar a las comunidades construidas? ¿Acaso las tecnologías digitales pueden sustituir la experiencia del museo?
GT: Ahorita vamos a hacer otra encuesta, desde el Instituto de Liderazgo en Museos, sobre el consumo de contenidos digitales que han generado los museos en esta pandemia, qué está pasando detrás de la pantalla ahora que los museos están cerrados. Porque los museos, que estaban acostumbrados al mundo presencial, a desarrollar la experiencia estética, el conocimiento, el pensamiento crítico…, de repente migran a la pantalla. ¿Qué ha pasado? Me interesa mucho reflexionar y entender de manera más compleja las implicaciones de este cambio de paradigma. Saber si esta oferta digital es capaz de desarrollar la experiencia estética, de generar conocimiento, de fomentar la experiencia perceptivo y sensorial, que es lo que hacía el museo antes –el museo presencial–, y claro, si hay cohesión social y fidelización hacia la institución, o si nada más se trata de una Second Life, como de entretenimiento.
“Interesa saber si esta oferta digital es capaz de desarrollar la experiencia estética, de generar conocimiento, de fomentar la experiencia perceptiva y sensorial, que es lo que hacía el museo antes”. GT
Si bien los contenidos digitales tienen la capacidad de complementar y enriquecer en muchos aspectos la oferta del museo, la experiencia física es insustituible. El proyecto arquitectónico del MUAC se concibió teniendo en cuenta la experiencia del visitante como un viajero dentro del espacio del museo, con una serie de vías de comunicación que da acceso a diversos espacios. Esta experiencia de transitar por los espacios no es posible brindarla en una pantalla. Inicialmente las visitas virtuales a los museos llamaron la atención pero rápidamente perdieron interés para parte de la audiencia.
TC: Consideramos las actividades en línea y todo lo digital, como una línea paralela y no como un sustituto de la experiencia en el museo. Claro que al inicio nos preguntamos cómo debíamos de comunicar todo lo que estaba en salas, y no hacerlo de una forma plana y narrativa sino entender los nuevos lenguajes. Creo que tenemos un camino enorme por explorar.
Con relación a los contenidos en línea que hemos producido, ha resultado un aprendizaje para todos y sin duda definirá una parte sustancial de nuestras tareas a futuro para buscar el incremento de nuestras audiencias con contenidos propios. Pensamos desarrollaralgunos talleres educativos para enviar a museos o casas de cultura que nos permitan dar a conocer más ampliamente la colección del museo.
“La tecnología bien lograda amplifica el placer de ver las obras en vivo, y viceversa, ver las obras en vivo te dará curiosidad de continuar explorando más en el mundo virtual”. JZ
JZ: Cuando los museos empezaron a cerrar, Google hizo un llamado para que la gente accediera a través de su plataforma a los recorridos virtuales de importantes museos del mundo. Los primeros días la noticia generó mucho tráfico, pues resultaba atractivo visitar el Louvre, el Hermitage desde la comodidad de tu casa, pero al poco tiempo, la novedad y curiosidad pasaron pues la virtualidad resultó la menos satisfactoria de conocer un museo o de experimentar el arte. Es importante darse cuenta de que hay muchas maneras de consumir arte, y lo virtual tiene su potencial pero también sus limitaciones. Veo un gran valor en tener acceso a las colecciones digitalmente, especialmente para la investigación, o para los que quieren explorar más. Muchos museos tienen sus colecciones en sus páginas web, y eso ha permitido a un app como Smartify de facilitar el recorrido de las galerías de un museo en persona. Con tu teléfono frente a la obra, la aplicación recupera la cédula y mucha información de la obra. Puedes guardarla, compartirla y seguir explorando fuera del museo, también. O puedes usar la app para escuchar desde tu casa un recorrido y así preparar una visita futura. Creo que las tecnología bien usada amplifica el placer de ver las obras en vivo, y viceversa, ver las obras en vivo te dará curiosidad de continuar tu exploración en el mundo virtual.
Creo que todos los esfuerzos con el tema digital deben de ser cosas importantes, profundas y relevantes para que se integren al museo cuando vuelva a abrir.
“Las generaciones de quienes actualmente tienen veinte años –o menos–, son ya todas tecnológicas pero también vienen al museo. Así que se tiene que encontrar el equilibrio adecuado entre la experiencia presencial y los contenidos digitales”. TP
TP: El Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco) es un museo de grandes públicos, así que verlo vacío, completamente vacío, esta mole sin seres humanos, es desgarrador. Nos fuimos a casa y a la semana ya teníamos talleres en línea –que Marco ya tenía, pero los crecimos, los alimentamos–… Lo que sí hemos hecho es crear un programa de charlas que aborda el tema de la pandemia específicamente desde diversas perspectivas. Por ejemplo, el programa con el que abrimos esta serie –que fue un programa fascinante–, sobre los niveles de representación en la literatura de las pandemias históricamente hablando. Fue una clase magistral verdaderamente impactante. Yo di una charla sobre los museos en época de pandemias; hablé de cómo en Alemania la Segunda Guerra Mundial dejó una devastación, en términos humanos e institucionales muy fuertes en Alemania; de las políticas públicas que implementó este país para enfrentarla; y de cómo creyó en el arte contemporáneo para hacerlo. La documenta de Kassel es el resultado de una de esas políticas. Analicé todo este momento de la cultura occidental del siglo XX, para pensar e imaginar un posible futuro después de la pandemia.
TP: Tengo que hablar desde dos perspectivas: en lo personal soy un poco pesimista porque pienso que una exposición observada digitalmente es una exposición huérfana en casi todos los sentidos; y sin embargo, creo que tenemos que reconocer que el uso tecnológico nos está permitiendo sobrevivir a la pandemia y culturalmente se ha convertido en la plataforma más importante de consumo estético. Yo te diría que he aprendido algo de esta experiencia. Por tanto, a futuro, cada muestra de Marco, cada programa educativo, los debates presenciales..., deberán tener su contracara en nuestras redes y en nuestra página web. Todo ello soportado en las herramientas tecnológicas. Esto es algo que una curadora que tiene 52 años no lo hubiese pensado si no hubiese venido esta crisis de la pandemia. Aprender de estas experiencias límites que nos está tocando vivir resulta muy positivo. Las generaciones de quienes actualmente tienen veinte años –o menos– son ya todas tecnológicas pero también vienen al museo. Así que se tiene que encontrar el equilibrio adecuado entre la experiencia presencial y los contenidos digitales. Sin embargo, creo que ellos están muy hechos a esta manera y pueden disfrutar mucho más una exposición de forma virtual que nosotros.
JLP: En el Museo del Chopo bajamos bastante el ritmo de la programación en línea, que pasó de ser una programación por día a dos programaciones por semana, pero acompañadas con actividades con valor curricular y talleres. Paralelamente, desde el momento del confinamiento migramos nuestros talleres en línea y sumamos conferencias, mesas de reflexión, el ciclo de Rompiendo el tiempo, que son mesas de reflexión en torno a la práctica de las artes vivas. Convocamos a distintos practicantes y teóricos de estas artes vivas en distintos lugares del mundo a que se grabaran en un video a partir de un cuestionario común, reflexionando en torno a la pandemia y a su propia práctica en estas nuevas condiciones. Las participaciones son muy interesantes, sobre todo porque creo que existe la tendencia a pensar en torno a políticas o acciones culturales de manera universal o genérica, y creo que las artes vivas de origen, por definición, nos hablan de la práctica situada, de las prácticas singulares, que justamente no tienen un nuevo nombre –más allá del de artes vivas–, porque están rompiendo con lenguajes anteriores y están en nuevas búsquedas difíciles de clasificar.
Hoy en día el problema no es el acceso a la información, sino al revés, la abundancia de esta, con lo que se genera una competencia tremenda con toda la información que circula en las redes, donde el reto es cómo obtener visibilidad y cómo acceder a las subredes desde estos distintos nichos de grupos. Tienes que combinar estrategias de trabajo presencial o de encuentro físico con las comunidades en cuestión, acompañando el trabajo de difusión en redes informáticas.
“La producción exacerbada de contenidos en línea ha sido parte de una dinámica ansiosa de sobreoferta de marcas (también de sujetos-marcas) y de un tipo de práctica cognitiva extractivista. Una compulsión tóxica”. OS
OS: No soy muy entusiasta de las extensiones tecnológicas, aceptadas como una situación humana potencialmente trascendente. La producción exacerbada de contenidos en línea ha sido parte de una dinámica ansiosa de sobreoferta de marcas (también de sujetos-marcas) y de un tipo de práctica cognitiva extractivista. Una compulsión tóxica. Si el museo puede desempeñar un papel en esta crisis, no será manteniendo su espacio como marca, sino pensando de qué manera la crisis presente pudiera generarle al museo otras funciones. Distintas a la de estar presente en casa de la gente, como si fuera un regalito sorpresa que te llegó por Amazon.
Debemos preguntarnos sobre la recolocación del ser humano al seno del Bios, empezando por un reordenamiento de la experiencia pública en la que hay muchos interlocutores, no todos humanos. ¿Dónde está el papel del museo en esto? Creo que la perspectiva cultural debe ser repensada en su totalidad, asumiendo la obsolescencia de no pocos intercambios humanos y de sus patrones antropofágicos de consumo cultural.
El museo tiene que ver más con la ecología de lo público como construcción de pertenencia, y en cómo entendemos los datos científicos que están disponibles, desde una perspectiva más compleja, interdependiente y empática. Una postura así nos obligaría a dislocar nuestro protagonismo “creativo” y lo que hasta hace poco asumíamos como la cultura.
AS: Las redes sociales por activas que sean, son redes sociales, no son el museo, de ninguna manera sustituyen la visita al museo. En este momento no podemos producir materiales audiovisuales con los recursos que tenemos; y no estoy hablando de recursos económicos monetarios, sino de un tema de movilidad, la gente no debe andarse moviendo de un lado para otro. Estamos ahora con semáforo rojo.
Paralelamente en lo académico, el encierro nos ha permitido invitar colegas a participar en en reuniones de trabajo de manera muy productiva.
Ante esta compleja coyuntura que nos ha tomado a todos por sorpresa, ¿cuál es el papel que debe y puede desempeñar el museo? ¿Cuáles son los cambios que deberán de implementarse cuando vuelvan a abrir sus puertas? ¿Cuál es tu análisis del modo como el museo deberá de adaptarse y quizás estar más preparado para el cambio?
OS: La actual situación nos lleva a cuestiones que tienen que ver también con un reordenamiento de todas las economías; de entenderlas como un subsistema dentro del macro orden ecológico. De inmediato todos nos fijamos sobre todo en la tensión económica, evidenciada por la vulnerabilidad laboral, en la devaluación de ciertos perfiles laborales. Las pandemias siempre han sido catalizadoras de cambios drásticos de los modos de producción. Quizá la emergencia de un cambio de paradigma implica que seamos menos apegados a nuestra trayectoria, menos apegados a nuestra formación, menos apegados al poder o al crédito que detentamos socialmente. Quizá sea hora de pensar desde lo más básico, qué sentido tiene lo que hacemos, cómo reinventarnos y cómo construir herramientas que nos saquen del hoyo en el que estamos.
“Los museos hoy, siendo potencialmente un territorio de intercambios complejos, exigen un nivel de colaboración transdisciplinaria mucho más constante y abierta”. OS
Desde mi perspectiva, hay que pensar ese diálogo desde fuera del marco del museo. De qué manera, en términos disciplinarios, el diálogo exige otro tipo de conocimiento, otras experiencias de compartir saberes. Los museos hoy, siendo potencialmente un territorio de intercambios complejos, exigen un nivel de colaboración transdisciplinaria mucho más constante y abierta; donde los profesionales nos enfoquemos en articular contenidos que no necesariamente se produzcan como una hermenéutica, cuyas estrategias de inscripción social se apoyan sobre todo en el crédito de sus acervos, sino en pensar la experiencia del museo como una heurística, como una gestación protopolítica.
Yo me pregunto realmente si el museo, a pesar de todo el ruido que somos capaces de hacer como voceros de algún tipo de advenimiento, no se está convirtiendo en un aparato retardatario..., retardatario de la experiencia de lo público y retardatario en alimentar con nuevas herramientas la manera en que un grupo –en una circunstancia precisa– es capaz de consensuar o de visualizar la posibilidad de un cambio.
“Los museos son plataformas culturales para reconectarnos y abrirnos a la discusión y el diálogo y así construir sociedades y comunidades más integradas”. PCH
PCH: Creo que los museos son espacios idóneos, espacios que pueden contribuir de diversas maneras a fortalecer la discusión y tocar temas de relevancia… Debemos pensar el museo como plataforma cultural para reconectarnos y abrirnos a la discusión y el diálogo, y así construir sociedades y comunidades más integradas. Tengo total fe en la importancia del arte, en la importancia de los museos y en la capacidad de transformarnos y reconectarnos de una nueva manera. Dentro del ecosistema cultural, los museos cumplen una función muy importante al ser plataformas que concentran, analizan, estudian, investigan y divulgan la producción cultural, lo que es el horizonte cultural de todas las comunidades y todas las sociedades.
OS: Es evidente que todo el aparato institucional, con sus estructuras inamovibles que heredamos de la modernidad, debe rediseñarse.Debido a su prestigio mistificador, su complacencia acumulativa y su glorificación de un orden hegemónico disfuncional, los museos necesitan reimaginarse acorde a funciones más restaurativas y más empáticas ante el orden de vulnerabilidad imperante.
No podemos subsanar un momento de crisis sin pensar realmente cuáles son las causas de la crisis y de qué manera las dinámicas productivas son sustentables; incluyendo las economías del sistema del arte y las economías de la experiencia museal. Nos toca evidenciar cómo ciertas narrativas institucionales no son viables y cómo a veces no queremos ver que no son viables. No es viable la compulsión de consumo (ni siquiera cultural), no es viable el turismo masivo, no es viable la mistificación del sujeto-marca. Hay muchas cosas que ya no son viables en el modelo cultural que los museos endosan. Debemos reinventarnos. Ser capaces de articular de forma colectiva las preguntas más pertinentes y sus posibilidades de implementación, pero sobre todo, de debatir y acordar cuáles son las plataformas disponibles o todavía por inventar para hacer productivo ese diálogo.
“Las Nenúfares de Monet fueron pintados durante la Primera Guerra Mundial, en un contexto social muy dramático y sin embargo lo que transmite la pintura es lo opuesto, tranquilidad. Mediante este tipo de reflexiones el museo puede contribuir al diálogo durante este periodo de covid-19”. JZ
TC: Lo que necesitamos es este despertar, en el sentido de contribuir desde la institución museo a quitar el miedo a estar en lugares públicos. Los museos deben de ser lugares seguros y ante la incertidumbre no tenemos aún claro cómo será, nos tocará construirlo paso a paso, con sensibilidad y con atención, y sin perder la vinculación con nuestra audiencia.
JZ: El acceso al arte es esencial para una sociedad equilibrada. Tengo ganas de que el museo reabra y que el público redescubra las colecciones, que su mirada nos guíe, que vengan a visitar sus obras favoritas. Habrá menos exposiciones especiales por el momento. Siento que saliendo de esta pandemia, lo importante será restablecer la confianza y regresar a reconquistar lo que has extrañado.
Recientemente hicimos una cápsula en donde hablamos de las Nenúfares de Monet que están en nuestra colección. El contexto que nos pareció importante resaltar es que se pintaron durante la Primera Guerra Mundial, en un contexto social muy dramático; y sin embargo lo que transmite la pintura es lo opuesto, tranquilidad. Mediante este tipo de reflexiones el museo puede contribuir al diálogo de este periodo de la covid-19.
En el Nelson Atkins no tenemos prisa por abrir. Tenemos el próximo mes, mes y medio para repensar cómo vamos a reinterpretar algunos contenidos, cómo vamos a utilizar este momento bien, con todos los eventos que están sucediendo a raíz de la atroz matanza de George Floyd y de muchos otros afroamericanos a manos de la policía. Cómo usar los contenidos del museo para que sirvan también para contextualizar y poner en la mesa ideas relevantes para lo que estamos viviendo; desde la noción de confinamiento, la noción de pérdida y temas de racismo y equidad.
TP: Regresando al punto, creo que el espectáculo cederá frente a la experiencia estética; al menos en estos primeros tiempos, la posibilidad de disfrutar de las obras de forma individual será trascendental. Marco ya tiene una estrategia de regreso a sus labores y esto contempla el disfrute individual del público o de una familia que ha estado encerrada junta para disfrutar obra a obra. Estamos pensando que no habrá más de cincuenta personas en el museo por hora y media. Las citas serán primordialmente por Internet y el público deberá someterse a todas las medidas sanitarias que impone el estado de Nuevo León, así como la federación. Estamos proponiendo un protocolo muy didáctico para aquellos que quieran disfrutarlo. El público pasará a nuestro auditorio, que tiene normalmente capacidad para 300 personas –ahora sólo recibirá 50–, y tendrán una introducción a la exposición de Melanie Smith, Farsa y artificio, y a partir de ahí irán marchando de uno en uno o en familia, hacia la muestra. Esto permitirá una cercanía mucho más personalizada con cada obra. La toma de temperatura, el uso de gel antibacterial y cubreboca son obligatorios para acceder al museo. Miremos a futuro, abramos con toda precaución y estemos atentos a las exigencias del público. Tendremos que reinventarnos en esta crisis pandémica y económica. Nuestros discursos curatoriales abrirán nuevas puertas al debate.
“Tiene que ser una reapertura muy festiva, hemos vivido tiempos difíciles y los museos deben de recibir con los brazos abiertos a sus visitantes”. GT
GT: Yo pienso que tiene que ser una reapertura muy festiva, hemos vivido tiempos difíciles y los museos deben de recibir con los brazos abiertos a sus visitantes. Expresar al público: “Aquí estamos, aquí está tu patrimonio, parte de ti se alberga en el museo”. Tenemos que reflexionar sobre qué nos enseñó la pandemia, cómo nos afectó, y que sea posible encontrarse en un ámbito seguro desde el punto de vista emocional, intelectual y físico.
Los programas pedagógicos deben de integrar un proceso de acompañamiento para todos aquellos que han sufrido pérdidas. Es una tarea que tienen nuestras instituciones y que los museos pueden hacer.
“Todo el mundo está viviendo sin arte. El abrir las puertas va a ser como quitar los envoltorios y volver a ver lo que creías que ya habías visto”. AS
AS: La pandemia ha sido como si el artista Christo, recientemente fallecido, hubiese envuelto todos los museos y estuviéramos viviendo en un mundo sin arte. Todo el mundo está viviendo sin arte. El abrir las puertas va a ser como quitar los envoltorios y volver a ver lo que creías que ya habías visto.
Creo que hay cohesión en los equipos del museo. Puedes estar seguro de que los más contentos de abrir la puerta del museo seremos los que estamos al frente. Pero es importante sobrevivir juntos. Después de la pandemia, la única evidencia de que el mundo cambió, será que habrá muchos que ya no estarán.
Tatiana Cuevas es directora del Museo Carrillo Gil. Ha sido curadora en las siguientes instituciones: Sala de Arte; sala de Arte Contemporáneo del Museo de Arte de Lima, Perú; y curadora asociada del Museo Tamayo Arte Contemporáneo en la Ciudad de México.
Patrick Charpenel es director del Museo del Barrio en Nueva York. Ha presentado un número importante de exposiciones: Gabriel Orozco, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México; Paseos/Walks de Francis Alÿs, Museo de Arte Moderno, Ciudad de México; Franz West, Museo Tamayo Arte Contemporáneo, Ciudad de México.
Graciela de la Torre fue directora del Museo Nacional de San Carlos, el Museo Nacional de Arte y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM, todos en la Ciudad de México. Asimismo fue directora de Artes Visuales de la UNAM.
José Luis Paredes es músico, investigador, escritor y promotor cultural. Dirigió la Casa del Lago Juan José Arreola y actualmente dirige el Museo Universitario del Chopo, ambos de la UNAM.
Taiyana Pimentel es directora del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. Fue directora de la Sala de Arte Público Siqueiros/La Tallera. También fue curadora del Museo Tamayo Arte Contemporáneo.
Antonio Saborit es historiador, ensayista, traductor y editor mexicano. Actualmente dirige el Museo Nacional de Antropología del INAH.
Osvaldo Sánchez es director del proyecto inSite Casa Gallina. Fue director del Museo Rufino Tamayo y del Museo de Arte Carrillo Gil, así como del Museo de Arte Moderno.
Julián Zugazagoitia es director del Museo de Arte Nelson-Atkins en Kansas, EE. UU. Dirigió el Museo del Barrio en Nueva York y colaboró en el Museo Solomon R. Guggenheim en la misma ciudad.