Anita Brenner, Tina Modotti, circa 1926.
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Personajes

Anita Brenner

Los textos que la revista Liber presenta a continuación son los que acompañan la exposición Anita Brenner. Luz de la modernidad, que se exhibirá hasta el 23 de febrero de 2020 en el Museo Nacional de Arte (MUNAL). Al primer texto, que es el que recibe al visitante, se le concatena una serie de escritos que explica la impronta que dejó el trabajo de Brenner en la cultura mexicana. Siga la ruta de una compleja identidad.


Anita Brenner (Aguascalientes, 1905-1974). Escritora, antropóloga, periodista y gestora cultural cuya vida transcurrió entre México y los Estados Unidos. Se dedicó a la difusión y promoción del arte mexicano a través de publicaciones, sobre todo en inglés, como vehículo para una mayor comprensión intercultural. En este proceso, la fotografía ocupó un lugar primordial, como registro y encuadre de distintos aspectos del paisaje, personajes, monumentos artísticos, costumbres y transformaciones arquitectónicas, urbanísticas y culturales del país.

La exposición Anita Brenner. Luz de la modernidad es una selección del Acervo Anita Brenner de la colección de Ricardo B. Salinas Pliego, con obras fotográficas y gráficas, además de otros documentos y objetos artísticos que pertenecieron a la autora. En la exposición, más de trescientas piezas se ponen en diálogo con obras del acervo del Museo Nacional de Arte y de colecciones institucionales y particulares.

A través de cuatro núcleos temáticos, la exposición nos invita a conocer la figura de Brenner y a recorrer las diversas visiones de modernidad artística y social que se plasman en su libro Idols behind altars (1929), la revista Mexico/this month (1954-1971) y sus escritos periodísticos; así como a la reflexión sobre las transformaciones culturales y políticas que tuvieron lugar entre los periodos conocidos como renacimiento mexicano y milagro mexicano.

Nueve retratos de Anita Brenner, Tina Modotti, 1925.

En 1925 Tina Modotti retrató a Anita Brenner; la sesión consta de 15 negativos de 3 × 4 pulgadas, la mayor parte de ellos inéditos. La composición y el emplazamiento de la cámara mirando hacia arriba, son típicamente “modernos” con la intención principal de mostrar a la gente y las cosas tal cual son, sin adornos ni amaneramientos. En 1926 Anita escribe en su diario:

Marqué una época al cortar mi pelo, completamente corto, lo que cambió mi rostro y ha sido un alivio. Además, me admití a mi misma que estoy enamorada. Son los dos actos más valientes de mi vida.

El conjunto de fotografías construye un retrato poderoso y profundo de la escritora, las facciones fuertes y el corte de pelo moderno muestran a una mujer dueña de su destino.

Anita bailando con Lowell Houser, 1927. Álbum de Anita Brenner de su viaje a Yucatán.

Mexique [México]. Libro de André Breton con fotografía de Manuel Álvarez Bravo, 1939

Era un gran momento en la vida nacional... una época en que el mundo estaba comenzando... hacíamos lo que hacíamos con la sensación de que “Aquí, por fin, algo se puede hacer, y podemos hacerlo nosotros”. Anita Brenner

Flor de Manita, Tina Modotti, 1925.

Los ídolos tras los altares

A su regreso a México en 1923, Anita Brenner se encontró con un ambiente de efervescencia en el que artistas, escritores, filósofos y antropólogos colaboraban para definir una nueva imagen moderna del país, en términos políticos y estéticos. El arte fue medular en este proceso, a partir de una valoración de las raíces indígenas y aportes europeos a la cultura popular e historia de México, así como a la representación de ese mestizaje con recursos vanguardistas. Cautivada con estas ideas, Brenner elaboró un manuscrito que sintetizaba las ideas que giraban a su alrededor, y que eventualmente se publicaría en Nueva York en 1929 bajo el título Idols behind altars. Con una prosa suelta y apasionada, escribió una de las primeras lecturas interpretativas del arte nacional en el siglo XX, iniciando su relato con la tradición prehispánica y culminando con el muralismo. Asimismo, invitó al fotógrafo norteamericano Edward Weston, quien también formaba parte de su círculo, a documentar, junto con su pareja Tina Modotti, diversos monumentos artísticos y fenómenos culturales del país desde una mirada enfocada en la síntesis formal, para que estas imágenes dialogaran con su texto. La óptica de Anita tuvo un importante papel en la recepción del arte mexicano posrevolucionario en los Estados Unidos, y fue de notable inspiración para la película ¡Qué viva México! del cineasta ruso Serguéi Eisenstein, filmada a comienzos de los años treinta.

Desnudo (Anita Brenner), Edward Weston, 1925.

Nueva objetividad en fotografía

La nueva objetividad surgió en Alemania a finales de la Primera Guerra Mundial, como un movimiento artístico en reacción al expresionismo. Para la fotografía, implicó el rechazo del uso de filtros y métodos de impresión empleados en el pictorialismo, corriente que buscaba imitar las técnicas y temáticas de la pintura. La nueva propuesta sostenía que la fotografía debía conservar su propia estética y reproducir la forma sin alteraciones. Asimismo, resaltaba temas asociados con la modernidad, como las máquinas y los objetos producidos en serie. En el retrato y el paisaje, mediante el empleo de nuevos ángulos, se registraba lo ya visto desde otra perspectiva. En Europa, Albert Renger-Patzsch, Karl Blossfeldt y August Sanders fueron las figuras más relevantes del movimiento, y en los Estados Unidos, Paul Strand y Edward Weston. En México, con las ideas de la fotografía moderna y la calidad lumínica del altiplano, Weston, Tina Modotti, Agustín Jiménez y otros artistas crearon piezas fundamentales, que llegaron a definir lo mexicano a nivel mundial.

Janitzio, lago de Pátzcuaro, Edward Weston, 1926.

Girasol, Agustín Jiménez, circa 1930.

La Revolución, estudio para el mural La Revolución de David Alfaro Siqueiros, Tina Modotti, circa 1927.

Diego Rivera, Frida Kahlo y Serguéi Eisenstein en un jardín de Coyoacán, circa 1931.

Brenner y Serguéi Eisenstein

Desde que el cineasta soviético leyó Ídolos tras los altares, se identificó con la narrativa, y concibió ¡Que viva México! Compuso dicha película a partir de un concepto de montaje similar al que utilizó Brenner en su texto, y sus tomas combinaban imágenes de personas contemporáneas con sitios antiguos y paisajes icónicos, transmitiendo la sensación de continuidad entre el pasado milenario y el presente. Las secciones del filme se inspiraron en la obra de los artistas perfilados en el libro de Brenner y el cineasta consideró a sus cintas como "frescos en movimiento", reconociendo los puntos que comparte con el muralismo y su influencia. Desafortunadamente debió abandonar su proyecto mexicano sin terminar, aunque varias veces se ha intentado editar y reconstruir el filme inconcluso.

Serguéi Eisenstein filmando con tehuanas, circa 1931.

Política

Entre las pasiones de Brenner se cuentan la historia y el análisis político, particularmente en los años treinta y cuarenta, época en que se polarizó el contexto internacional a raíz de la amenaza del fascismo. Subrayó para sus lectores la importancia de entender la sociedad en términos de relaciones de poder. Desde temprano en su carrera, Brenner trabajó a favor de la migración judía a México y, como escritora, periodista e intelectual pública, abogó por las causas sociales y posturas éticas que le parecían fundamentales. Se acercó a los grupos políticos de izquierda, desde su círculo intelectual mexicano, y como ayudante del historiador y político estadounidense Ernest Gruening, autor de México y su herencia [Mexico and its heritage] (1928). Fue corresponsal para The New York Times y The Nation en la Guerra Civil española, y escribió reportajes para publicaciones trotskistas bajo el seudónimo Jean Mendez. Del mismo modo, jugó un papel activo en el proceso de conseguir que León Trotsky pudiera exiliarse en México.

La silla presidencial, Hermanos Mayo, plata sobre gelatina, circa 1960.

También utilizó su habilidad para construir narrativas que combinaban lo verbal y lo visual, para acercar al público norteamericano a la historia de la Revolución mexicana, con la publicación de El viento que barrió a México [The wind that swept Mexico] (1943), en colaboración con George R. Leighton. En el volumen, además de relatar los sucesos del conflicto armado con la fluidez de una novela, subrayó la interdependencia de los Estados Unidos y México, y el proceso revolucionario mexicano como fuente de aprendizaje para su vecino del norte. Asimismo, defendió en sus artículos al arte como un vehículo de libre expresión y crítica social y política, así como una parte esencial de la educación, la vida pública y la formación de ciudadanos integrales.

Eufemio y Emiliano Zapata. Carteles Serie Tercer Mundo, circa 1930.

El socialisme és l’alliberació [El socialismo es la liberación]. Cartel del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), circa 1935.

Manifiesto del Grupo Revolucionario de Artistas Jóvenes, posteriormente conocido como Artistas Jóvenes Revolucionarios, septiembre de 1946, Ciudad de México.

 

 

 


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