Joseph Conrad (detalle), dibujo al pastel de William Rothenstein, 1903. Galería Nacional del Retrato, Londres.
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Literatura

Aproximaciones a Joseph Conrad

A un siglo de la muerte de Joseph Conrad (1857-1924), el narrador Hernán Lara Zavala le rinde homenaje con este panorama de su vida y su obra. Escritor de mar y de tierra, Conrad expresó el gran renovador de la novela inglesa expresó los conflictos morales, sociales y políticos a los que se enfrenta el ser humano. “Mi propósito, lo que estoy tratando de [buscar], es, [mediante] la palabra escrita, hacerte oír, hacerte sentir, y, antes que nada, hacerte ver. Eso es todo”, afirmaba el autor de El corazón de las tinieblas.


Por Hernán Lara Zavala

Todo lo que un hombre puede traicionar es su conciencia. J. C.

 

I

Joseph Conrad representa un fenómeno singular y sin parangón en el ámbito de la literatura universal, pero muy particularmente dentro de la gran tradición de la literatura inglesa. Se trata de un autor que vivió literalmente tres vidas: anarquista exiliado, marino y escritor; tres lenguas: polaco, francés y finalmente inglés; y tres etapas de existencia vital: juventud rebelde, madurez de formación náutica y plenitud de hombre de letras. Como marino, recorrió los mares de Oriente y Occidente y, como escritor, tuvo la habilidad de combinar las historias de mar y de tierra, de acción y de honor con reflexiones de carácter épico, estético y moral.

Ningún otro escritor inglés –salvo Rudyard Kipling, sir Richard Burton (el traductor de Las mil y una noches al inglés) y tal vez se podría incluir a Vladimir Nabokov– tuvo tal versatilidad, ese manejo de la lengua y la ambición desmesurada dentro de ese universo tan complejo como indescifrable de la lengua inglesa en combinación con otras lenguas.

Józef Teodor Konrad Nałęcz-Korzeniowski (“Joseph Conrad”) nació en Berdichev[1], Ucrania (a la sazón bajo dominio ruso), el 3 de diciembre de 1857. En 1862, su padre, de nombre Apollo Korzeniowski, fue desterrado por razones de orden político junto con su esposa y con Joseph, su único hijo. A los 12 años, Conrad quedó huérfano de padre y madre, pero fue adoptado en Polonia por su benévolo tío materno Tadeusz Bobrowski, que se convertiría en su guardián y benefactor, y por quien Conrad guardaría siempre una enorme veneración. En 1873, durante unas vacaciones en Italia con un tal Mr. Pullman, el joven Joseph Conrad vio, en Venecia, por primera vez en su vida, el mar. Imagínense el efecto mental, psicológico y emocional de esa maravillosa, inesperada e imperecedera revelación.

Tadeusz Bobrowski, tío materno quien fue protector y benefactor de Joseph Conrad. Grabado incluido en la primera edición de Pamiętniki. Leópolis:1894.
Youth (Juventud), primera edición. Londres: William Blackwood & Sons, 1902.

En 1874, huyó de Polonia rumbo a Marsella con la intención de convertirse en marino mercante. En 1877, empezó a contrabandear armas de Marsella a España en apoyo del levantamiento carlista. De acuerdo con Sergio Pitol, “este fue el momento de mayor inestabilidad de toda su existencia”, pero también lo que le permitió viajar por Latinoamérica, por el golfo de México y el Caribe, y ejercer el contrabando de armas tanto en las Antillas francesas como en España hasta que en 1878 sufrió una crisis. No se sabe a ciencia cierta si a causa de una deuda de juego o de un duelo por cuestiones de faldas, pero recibió una profunda herida en el pecho. Algunos biógrafos sospechan que en realidad se trató de un intento de suicidio, aunque otros consideran que fue la consecuencia del duelo que enfrentó contra un norteamericano de nombre J. M. Blunt. Sea como fuere, resultó un momento decisivo en la vida de nuestro autor.

Su azarosa juventud fue importante en la evolución emocional de Conrad. En el relato titulado Youth (Juventud), escrito en 1898, manifiesta la siguiente reflexión en torno a esa importante etapa de la vida: “¡Ah, juventud! Fuerza, fe e imaginación. Para mí nunca significó una triquiñuela del mundo para aliviar su peso: era el placer, el afecto y la nostalgia hacia alguna persona ya fallecida que en su momento llegaste a amar. Nunca la olvidaré…!”.

 

Si Francia fue el país que atrajo a Conrad a sus aventuras marítimas juveniles y revolucionarias, fue Inglaterra la que lo llevó a convertirse en marino profesional y posteriormente en escritor.

El 24 de abril, Conrad abandonó Marsella, y el 18 de junio llegó a Inglaterra por primera vez en su vida. Encontró acomodo en un barco inglés, y dos años más tarde, en 1880, obtuvo su licencia como oficial de la marina mercante; en 1883, el grado de third mate (tercer oficial); en 1883, el de first mate (primer oficial); y en 1886, el de master (capitán).

El 19 de agosto de 1886 se nacionalizó ciudadano británico, y aquí declaró su admiración de toda la vida por Inglaterra y por su historia. Si Francia fue el país que atrajo a Conrad a sus aventuras marítimas juveniles y revolucionarias, fue Inglaterra la que lo llevó a convertirse en marino profesional y posteriormente en escritor.

Joseph Conrad de veinte años, cuando aún se llamaba Jósef Teodor Konrad Nałęcz Korzeniowski, fotografía de Otto Bielfeldt, 1883, Marienbad. Biblioteca Nacional, Varsovia.

Conrad aprendió la lengua inglesa desde niño, gracias a sus lecturas: “Para 1880, ya había yo leído todo Shakespeare”, comentó alguna vez. Las traducciones de Shakespeare al polaco, realizadas por su propio padre, lo ayudaron a enriquecer su vocabulario y a disfrutar la literatura inglesa, leyendo autores como Charles Dickens y John Stuart Mill durante sus años juveniles, así como en sus prolongados viajes por mar. En su memoria A Personal Record (Crónica personal), comenta: “Tengo la extraña y firme impresión de que [el inglés] ha sido siempre parte íntegra de mi persona. La lengua inglesa no fue para mí cuestión de elección o de adopción… bueno, sí, fue una adopción pero el adoptado fui yo por el genio de esa lengua…”.

Conrad era indistintamente escritor de mar y de tierra, pero sobre todo de conflictos morales, sociales y políticos, de aventuras y desventuras físicas, éticas e intelectuales.

Hasta entonces, Conrad había discurrido por las siguientes etapas: el niño exiliado a lado de su padre y posteriormente de su tío Tadeusz de vuelta en Polonia; el aventurero adolescente, contrabandista y revolucionario que viajó a Francia y navegó hasta el golfo de México y las Antillas cuando residía en Marsella; el marino mercante inglés titulado que navegó por Oriente y Occidente; y el distinguido hombre de letras que, en sus postrimerías, se dedicó a escribir cuentos, relatos y novelas que le ganaron fama entre los principales intelectuales europeos.

Conrad tenía 38 años cuando escribió su primera novela, Almayer’s Folly (La locura de Almayer), publicada en 1895 gracias al apoyo del crítico literario Edward Garnett. A partir de ahí nunca dejará de escribir y publicar cuentos, relatos y novelas, muchos de los cuales pueden ocurrir en ríos o en altamar, pero no exclusivamente, pues Conrad era indistintamente escritor de mar y de tierra, pero sobre todo de conflictos morales, sociales y políticos, de aventuras y desventuras físicas, éticas e intelectuales. Su última publicación, póstuma, titulada Last Essays (“Últimos ensayos”[2]), data de 1926

Conrad murió el 3 de agosto de 1924. Fueron casi treinta años de febril actividad literaria en los que publicó más de veinte libros, muchos de los cuales forman ya parte del canon de la gran tradición literaria de Inglaterra.

Almayer's Folly. A Story of an Eastern River (La locura de Almayer), primera edición. Londres: T. Fisher Unwin, 1895.

II

De la vasta obra narrativa de Joseph Conrad sobresalen las novelas breves, Heart of Darkness (traducido como El corazón de las tinieblas, o también como El corazón de la oscuridad), que es, acaso, la obra más reconocida y representativa de nuestro autor, y The Nigger of the Narcissus ( El negro del ‘Narciso’), que muestra a un Conrad ya en pleno ejercicio de su talento marítimo. Se trata de dos novelas breves que ilustran las grandes fortalezas de su narrativa, que, como en otras obras, se centrará en el conflicto de las peripecias del ser humano frente a los retos de la naturaleza, y nos mostrará los riesgos que tiene que enfrentar ante la soledad, la adversidad, el miedo y el peligro, así como su instintiva capacidad de sobrevivencia, que, en ocasiones, puede conducir a la traición, a la cobardía o al heroísmo.

En El corazón de las tinieblas, el autor se sirve de un alter ego, el capitán Marlow, para narrar en primera persona la historia del viaje que realizara durante su juventud por el río Congo. Como Marlow, Conrad no lograba encontrar trabajo como capitán hasta que se vio súbitamente al mando del barco de vapor Otago para realizar un viaje al Congo Belga y comerciar con marfil. Este sombrío relato le sirvió a Conrad para ilustrar de manera puntual el conflicto que se da en varios lugares del mundo entre la civilización y la barbarie. Tan es así que, narrando su historia frente a sus amigos desde la desembocadura del río Támesis, Marlow comenta:

Y pensar que éste [Inglaterra] fue también uno de los lugares más oscuros de la Tierra […] Cuando yo era joven tenía una gran pasión por los mapas. Me pasaba horas mirando mapas de América del Sur o África o Australia y me perdía en gloriosas exploraciones. En esa época todavía existían muchos espacios vacíos sobre la Tierra, y cuando yo veía alguno particularmente atractivo en el mapa (todos me lo parecían), ponía mi dedo en él y me decía “cuando sea grande voy a ir ahí” […] Pero es verdad, pasado el tiempo ya no había demasiados espacios vacíos. A partir de mi infancia el mundo se había poblado de ríos, lagos y nombres. Habían dejado de ser espacios en blanco de tentador misterio, el reducto para que un niño soñara sus glorias. Pero era un lugar oscuro donde había un río en particular, un enorme y poderoso río, que se podía observar en el mapa y que parecía una gran serpiente con la cabeza en el mar y el resto del cuerpo extendiéndose zigzagueante sobre el extenso territorio, la cola perdida en las profundidades de la tierra… Esa serpiente me había embelesado.

Tres barcos de vapor amarrados en Léopoldville, el de la derecha es el Roi des belges, el cual Conrad capitaneó en 1890, en una travesía por el Congo que inspiraría El corazón de las tinieblas. Fotografía de autoría anónima, 1889, Leopoldville (hoy Kinhasa), Congo.
Heart of Darkness (El corazón de las tinieblas) se publicó por entregas en la Blackwood’s Magazine, la primera parte apareció en el número 1000, en febrero de 1899. Fuente: Wikipedia.

Dicha ensoñación infantil era ni más ni menos que el río Congo donde Conrad ubicaría su famoso relato El corazón de las tinieblas. No tiene demasiado caso parafrasear aquí la anécdota de esta historia alegórica en la que Marlow, a medida que se interna en las profundidades del río, contratado por la Sociedad Anónima Belga para comerciar con marfil en el alto Congo, irá descubriendo el horror del mundo civilizado frente al mundo aborigen, para enfrentarse a las más bajas pasiones de los colonizadores frente a los desprotegidos nativos.

Simbólicamente, el viaje que emprende Marlow va en sentido contrario al de la “historia”, como si los personajes se estuvieran transportando a través del tiempo del presente al pasado. “Sentí que en lugar de ir al centro del continente [africano], iba yo hacia el centro de la Tierra”.

Antes de ese viaje, Marlow escuchó por primera vez el nombre de Mr. Kurtz, encargado del comercio de marfil en la estación central del Congo, el cual, a partir de ahí, se convertirá en un auténtico enigma, en un villano, en un explotador y en una obsesión. Marlow escucha diversos y variados comentarios sobre este controvertido y excéntrico personaje que ha logrado acaparar y comercializar la mayor parte del marfil del Congo y que tiene sometidas a todas las tribus de los alrededores. Finalmente, llega a conocer a Kurtz, a quien Sergio Pitol definió como “el apóstol de la civilización que termina sucumbiendo después de luchas interiores, seguramente tan inesperadas y oprimentes como el terror que desencadena entre las tribus del interior y las horrendas orgías de sangre a las que se entrega”.

Marlow tenía un enorme interés por conocer y hablar con Mr. Kurtz: “Me di cuenta de que lo que yo quería era tener una conversación con Mr. Kurtz…”, y añade “toda Europa contribuyó a forjar la personalidad de Mr. Kurtz…”, implicando la responsabilidad de Occidente ante la explotación del marfil en África. Pero cuando Marlow se acerca a la estación donde vive Kurtz, se sorprende al ver que alrededor de la construcción hay una serie de estacas en cuya parte superior se encuentran clavados los cráneos de los aborígenes de la zona sacrificados y vueltos hacia la casa, lo cual llena de pavor a Marlow.

La escena del encuentro final entre Kurtz y Marlow se lleva varias páginas, pero la más memorable de la novela, la que corresponde a la muerte de Kurtz, marca definitivamente el tono moral de la historia. Una noche, Marlow escucha a Kurtz balbucear: “Heme aquí recostado en la oscuridad en espera de la muerte”, y Marlowe comenta:

Vi en esa cara de marfil la expresión de un orgullo sombrío, de poder inmisericorde, de terror acobardado: de un intenso e irreprimible desprecio. ¿Acaso volvió a vivir su vida otra vez hasta el más mínimo detalle del deseo, de la tentación y de la caída durante ese supremo instante de conocimiento total? Exhaló un suspiro hacia una imagen o alguna alucinación y gritó dos veces, en un grito que no era más que una exhalación: “¡El horror, el horror!”

*

La madurez de Conrad como autor de novelas marítimas ocurrió cuando escribió El negro del ‘Narciso’, barco que lleva a bordo, entre su tripulación, a un hombre de color (de las Indias Orientales) que cae enfermo de tuberculosis y queda inhabilitado para ejecutar sus labores a bordo. Esto suscita una serie de conflictos entre la tripulación; algunos ven con simpatía a Jim, mientras que otros lo acusan de ave de mal agüero: “Jimmy es la causa de los vientos huracanados”, dice uno de los tripulantes. Los problemas se agudizan por el tormentoso estado del tiempo en alta mar y esto crea la confusión entre los marineros. Pero alguien de la tripulación aclara, “los marinos moribundos cuando avizoran tierra se dejan morir”. Esta situación refleja, de algún modo, el microcosmos que evoca el barco Narciso ante los peligros de la naturaleza acaso lastrada por la presencia de James Wait, que necesita morir para restablecer el orden en el barco. Antes de que sea depositado en las profundidades del mar con los debidos honores, uno de los tripulantes afirma: “Ha desaparecido un vínculo común: el fuerte, efectivo y respetable vínculo de una mentira sentimental”. Y es hasta entonces que se restablece el orden en el barco. Tal vez por eso el título original de El negro del ‘Narciso’, tuvo que cambiarse, en los Estados Unidos, por cuestiones de corrección política, al de Los niños del mar.

La madurez de Conrad como autor de novelas marítimas ocurrió cuando escribió El negro del ‘Narciso’, barco que lleva a bordo, entre su tripulación, a un hombre de color (de las Indias Orientales) que cae enfermo de tuberculosis y queda inhabilitado para ejecutar sus labores a bordo

El mar, su imprevisible estado y la indomable furia de su naturaleza, se convertirá en un tema clásico de la obra marítima de Conrad. Este será el caso también de la novela Lord Jim, en la que su protagonista, en su calidad de chief mate (primer oficial) que comanda el buque, Patna, transportaba a un grupo de ochocientos peregrinos –hombres, mujeres y niños– rumbo a La Meca. Jim, que simbólicamente viste siempre de blanco –desde los zapatos hasta el sombrero– refleja en su vestimenta la pureza, la ingenuidad y en parte también, esa cobardía agazapada que puede surgir en cualquier ser humano en el momento más inesperado. Eso ocurre cuando el capitán y sus oficiales detectan una fractura en el casco del barco y deciden abandonar la nave dejando a los peregrinos al garete. No obstante, en el caso de Lord Jim, una vez que rescatan al Patna –contrariamente al resto de la tripulación–, se presenta a comparecer ante la ley para ser juzgado por abandono de la embarcación, lo cual da por resultado que la corte revoque su certificado de navegación.

El Otago era un pequeño velero de tres mástiles construido en 1869 por Grierson & Company de Adelaida, el cual tuvo a su mando Józef Korzeniowski, posteriormente afamado como escritor bajo el nombre de Joseph Conrad. Museo Marítimo Nacional, Londres
The Nigger of the “Narcissus” (El negro del ‘Narciso’) fue publicada por primera vez en EE. UU. con el título de The Children of the Sea. Nueva York: Dodd, Mead and Company, 1897.
Lord Jim, primera edición. Londres: William Blackwood & Sons, 1900.
Joseph Conrad, fotografía de Malcolm Arbuthnot, bromuro de plata, circa 1921. Galería Nacional del Retrato, Londres.

Esto deja a Jim en el más completo abandono pues tiene que renunciar a trabajar como marino, cambiar de oficio y trasladarse a tierras malayas donde, en la segunda parte de la novela, se integrará a un grupo de nativos con quienes luchará y peleará hasta alcanzar su redención mediante su propia muerte. Reconocido como Tuan Jim entre los naturales de Indonesia, rescatará el honor perdido. Resarcirá sus errores del pasado para redimirse mediante la entereza y el valor ante la sociedad, y sobre todo ante sí mismo.

*

Entre las novelas mayores, aquellas que no ocurren en altamar, sobresale particularmente Nostromo (ubicada en Costaguana, país imaginario que intenta reflejar los conflictos políticos y sociales de América Latina por sus constantes luchas revolucionarias). En palabras de Sergio Pitol, “Nostromo es la historia de un hombre unánimemente considerado como modelo de honradez e integridad, quien durante una revolución logró robar un tesoro de plata sin que nadie nunca llegara a sospechar de él. Nostromo describe una revolución a finales del siglo XIX, en Costaguana, un país imaginario de la América del Sur. Costaguana es una república en la que impera la brutalidad y la más absoluta corrupción política, en que la tragedia y la farsa no son sino caras diferentes del mismo fenómeno. Costaguana es, nos guste o no, nuestro mundo. El de ayer, el de hoy”. Para no hacer una síntesis de lo más destacado de Nostromo, he considerado más conveniente dejar que sea el propio Conrad quien nos explique cuál fue la génesis de su novela:

El hecho es que en 1875 o 1876, siendo todavía muy joven, y hallándome en las Indias Occidentales, o más bien en el golfo de México, pues mis contactos con tierra eran breves, pocos y pasajeros, oí la historia de un individuo al que se atribuía haber robado por sí solo una gabarra llena de plata en un punto del litoral de tierra firme, durante los trastornos de una revolución.

El caso presentaba a primera vista cierto carácter hazañero. Pero no recogí pormenores y, no inspirándome especial interés el crimen en cuanto a crimen, no era probable que lo conservara en mi memoria. Y en efecto lo olvidé hasta que, veintiséis o veintisiete años más tarde, acerté a dar con el mismo asunto en un mugriento volumen, cogido al azar en una librería de viejo.…

El episodio entero [robar una gabarra cargada de barras de plata] no me interesaba, pero al repasar su contenido, la curiosa confirmación de las pocas palabras, oídas casualmente en mi primera juventud, evocó los recuerdos de aquella época lejana, cuando todo era tan nuevo y sorprendente, tan romántico, retazos de costas extrañas a la luz de las estrellas, sombras de montañas en pleno sol, pasiones en la oscuridad, charlas olvidadas, semblantes tétricos… Quizá aún me quedaba algo sobre qué escribir…

Tales son en puridad los oscuros orígenes de la novela Nostromo. Desde ese momento, a lo que, supongo, quedó decretado que había de existir.… La ejecución del proyecto me llevó la mayor parte de los años 1903 y 1904… Mas en general, como he dicho antes, mi permanencia en el continente de la América Latina, famosa por su hospitalidad, duró cerca de dos años… La principal autoridad que he utilizado en la historia de Costaguana es, por supuesto, mi venerado amigo, el difunto José Avellanos… en su imparcial y elocuente Historia de cincuenta años de desgobierno…

Acerca de Nostromo, me creo obligado a decir algo más. No he vacilado en hacer que esa figura central fuera un italiano. En primer lugar, los italianos hormigueaban a la sazón en la Provincia Occidental… en segundo lugar, no había otro tipo que pudiera figurar mejor al lado de Giorgio Viola, el garibaldino, el idealista de las viejas revoluciones humanitarias… Pero Nostromo no aspira a ser un líder en la lucha entablada entre personalidades que se disputan el predominio; no quiere elevarse sobre la masa, está contento con sentirse con poder dentro del pueblo.

Joseph Conrad como primer oficial a bordo del buque Otago.
Nostromo, primera edición. Londres: Harper & Brothers, 1904.

Las otras dos novelas de largo aliento son The Secret Agent (El agente secreto) y Under Western Eyes (Bajo la mirada de Occidente), cuyas principales motivaciones son también de carácter político y social, aunque en diferentes entornos del mundo.

El agente secreto, publicada en 1907, es casi una parodia de una historia de espionaje, llevada a cabo por el protagonista, un tal Mr. Verloc, fanático terrorista que, junto con un grupo de anarquistas, intenta bombardear el observatorio de Greenwich en la ciudad de Londres en 1866, como parte de un complot en favor de los exiliados partidarios de la revolución. Por otro lado, muy cercana a la temática política de Conrad, Bajo la mirada de Occidente parece ser una reflexión sobre los antecedentes del escritor antes de exiliarse a Marsella; una recreación sobre la vida en Rusia entre 1905 a 1917, pero es una novela, fundamentalmente, de carácter ideológico.

The Secret Agent (El agente secreto), primera edición. Londres: Methuen & Co, 1907.
Under Western Eyes (Bajo la mirada de Occidente), primera edición. Nueva York y Londres: Harper & Brothers, 1911.

*

Para concluir, me gustaría referirme al estilo literario de Joseph Conrad que ha sido tan celebrado por críticos y lectores, y que resultó tan importante para la consecución de su carrera y para fijar las bases de su “arte poética” .

En el prefacio a su novela El negro del ‘Narciso’, Conrad planteó algunas de las principales ideas en las que se basó para escribir su obra de ficción. He aquí sus principales razonamientos:

Una obra que aspira, por modesta que sea, a la condición de arte, debería implicar su justificación en cada uno de sus renglones. El arte en sí mismo puede definirse como el intento de otorgarle la más alta justicia al universo visible, iluminando la verdad, por variada que resulte, en cada uno de sus aspectos… El intelectual, obsesionado por el devenir del mundo, se adentra en las ideas, como el científico en los hechos, para señalar aquellas cualidades de nuestra naturaleza que mejor nos sirven para entender el complicado oficio de vivir… El artista apela a aquella parte de nuestro ser que no depende de la sabiduría, sino de aquello que es un don no adquirido y por consiguiente mucho más duradero. El artista se remite a nuestra capacidad para sorprender y causar placer, a la sensación de misterio que rodea nuestras vidas, a nuestra disposición para conmovernos, sufrir y admirar la belleza, a nuestra latente capacidad de identificarnos con la creación entera así como con la sutil pero invencible convicción de solidaridad que nos permite unificar la soledad de un sinnúmero de corazones, compartir los sueños, el placer, las penas, las aspiraciones, las ilusiones, las esperanzas y los miedos que [integran] a todos los hombres y que comparten con toda la humanidad: con los muertos y con los vivos, y con los vivos y los nonatos…

Y cuando una narración aspira a convertirse en arte, se basa sobre todo en el temperamento. Y debe ser como en la pintura, en la música, o en otras artes, el atractivo de un temperamento hacia otros, cuyo sutil e irresistible poder les insufla a las actividades cotidianas su verdadero sentido para crear la atmósfera moral y emocional tanto del lugar como del tiempo. Y para que ese poder resulte efectivo, debe darse a través de los sentidos y no por otros medios ya que el temperamento –sea individual o colectivo– no está sujeto a persuasión. Todo arte, por lo tanto, atrae principalmente a los sentidos, y para que el anhelo artístico pueda expresarse mediante las palabras, debe también apelar a las emociones…

Mi propósito, lo que estoy tratando de [buscar], es [mediante] la palabra escrita, hacerte oír, hacerte sentir, y, antes que nada, hacerte ver. Eso es todo. Si acaso lo logro, también encontrarás, según tus propios intereses, valor, consuelo, miedo, goce… todo lo que buscas y tal vez también un destello de verdad que […] habrías pasado por alto. (Prefacio a El negro del Narciso).

Esta poética narrativa, que constituye la base del oficio novelístico de Conrad, ha sido identificada por la crítica como “impresionismo”, término semejante al de las artes plásticas, pero más complejo, más profundo y más relacionado con la ética que con la mera estética, más comprometido, por decirlo de alguna manera, con la conciencia artística y moral del individuo que con un mero efecto de colorido visual y de efectos formales.

Joseph Conrad, fotografía de International Newsreel, bromuro de plata, mayo de 1923. Galería Nacional del Retrato, Londres.

[1] Situada al suroeste de Kiev, Berdichev es una ciudad de Ucrania. Como parte de la mancomunidad polaca-lituana, estuvo integrada al Reino de Polonia desde 1569 hasta finales del siglo XVIII; periodo durante el cual el polaco fue impuesto como idioma oficial. En 1786, el ejército ruso tomó la ciudad y, en 1793, toda la región ucraniana situada al oeste del río Dniéper, quedó sometida al Imperio ruso. (N. de la r.).

[2] No existe en español una traducción del libro completo. Siruela editó en 2009 la una compilación Fuera de la literatura, preparada por Miguel Martínez-Lage, con ensayos espigados de este libro y de Notes on Life and Letters (1921). De este último sí existe una versión castellana, intitulada Notas de vida y letras, publicado por Editorial Juventud en 2008. N. de la r.



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