El origen de los cuatro temperamentos se encuentra en los escritos de los antiguos griegos, en particular de Hipócrates (circa 469-circa 399 a. C.), el Padre de la Medicina, y de Galeno (circa 130-circa 200 a. C.), el Príncipe de los Médicos, quien se vio muy influido en su estudio de la psicología humana por Aristóteles (384-322 a. C.). Dice Galeno:
El cuerpo vivo está formado por tres órdenes de principios constitutivos: los sólidos, los humores y los espíritus. Los sólidos son: primero, simples, que corresponden a los tejidos, y segundo, compuestos, que tienen el nombre de órganos. Estos sólidos están formados por cuatro elementos: el fuego, el agua, el aire y la tierra. Las cualidades primeras de estos elementos son el calor, el frío, la sequedad y la humedad. Los humores son cuatro: la sangre, la pituita, la bilis y la atrabilis. Los espíritus son de tres especies: naturales, vegetales y animales. Tres facultades corresponden a estos tres espíritus: natural, vital y animal; a la acción de estas tres facultades corresponden tres acciones del mismo nombre. El supremo regulador de este conjunto es la naturaleza, y el equilibrio de estos elementos o el ejercicio libre de estas facultades constituyen la salud, en tanto que las condiciones opuestas forman las enfermedades.
Por su parte, Sócrates enseñaba un axioma a sus discípulos: “Conócete a ti mismo”. Uno de los medios más antiguos y elementales para aprender a conocerse es a través del estudio de los temperamentos. Si un hombre conoce su temperamento, puede aprender a dirigirse y controlarse, y si es capaz de discernir el temperamento de los demás, podrá conocerlos mejor y comprenderlos.
Si evaluamos la actitud de varias personas ante una misma experiencia, encontraremos que cada reacción tiene diferentes matices: puede ser rápida y duradera; o lenta, pero duradera; o puede ser rápida, pero de corta duración; o lenta y de corta duración. Esta manera de reaccionar a los diferentes niveles de excitabilidad es lo que conocemos como “temperamento”. Para los griegos clásicos, existían cuatro: el colérico, el melancólico, el sanguíneo y el flemático.
El temperamento sanguíneo está marcado por una excitabilidad rápida, pero superficial; en el colérico es rápida, fuerte y duradera; en el temperamento melancólico, lenta y duradera; y en el flemático, lenta y superficial. Los primeros dos son llamados extrovertidos y sociables, en tanto que los últimos son introvertidos y reservados.
El temperamento es, entonces, una disposición fundamental del alma, que se manifiesta cada vez que una impresión impacta sobre la mente, ya sea una impresión provocada por el pensamiento –por pensar en algo o por la representación a través de la imaginación– o por estímulos externos. Los temperamentos colérico y sanguíneo son activos; el melancólico y el flemático, pasivos.
Una persona colérica se tranquiliza con la explicación de las razones y los motivos, pero cuando recibe órdenes severas se llena de amargura, se endurece y se apodera de ella una terca resistencia. Una persona melancólica se vuelve suspicaz y renuente ante palabras groseras o descorteses o por un semblante poco amistoso, pero ante un trato amable, se muestra flexible y afectuosa. Se puede confiar en la persona colérica, pero de una sanguínea apenas podemos fiarnos de sus promesas aparentemente serias.
Prácticamente todas las piezas musicales tienen un temperamento, una especie de combinación de sentimientos encontrados, cuyo sustento es la tonalidad, la melodía, el desarrollo, la duración y su significado.
Sin el conocimiento de los temperamentos nos resultaría más difícil comprender a las personas y entender que todas son diferentes; por consiguiente, debemos ampliar nuestros márgenes de paciencia y tolerancia para alcanzar una sana convivencia con los demás. Los temperamentos son sólo un rasgo distintivo de la compleja personalidad humana, es la definición de una característica dominante, pero en ningún caso la agota; no era pretensión de los griegos etiquetar o encasillar a las personas.
Prácticamente todas las piezas musicales tienen un temperamento, una especie de combinación de sentimientos encontrados, cuyo sustento es la tonalidad, la melodía, el desarrollo, la duración y su significado, y, cuando las hay, las palabras que la acompañan. El concepto “temperamento” y sus diversos significados musicales o extramusicales han influido en numerosos compositores, como los dos que aquí comentaremos: Carl Nielsen (1865-1931) y Paul Hindemith (1895-1963).
Las tres primeras sinfonías del danés Carl Nielsen fueron compuestas con lapsos de nueve años entre una y otra. La duración de estos intervalos se debió, en parte, a su trabajo como violinista y a que su joven familia le demandaba mucho tiempo. Tres de sus hijos nacieron entre 1891 –durante la composición de la primera sinfonía– y 1895; por otra parte, su esposa Anne Marie Brodersen, notable escultora, se ausentaba con frecuencia. No menos importante era la necesidad que Nielsen sentía de esperar lo que él llamaba “la corriente subterránea”, una especie de arrebato inspirador que le llegó en un encuentro del todo fortuito, y que dio motivo a que surgiera su Segunda sinfonía, llamada Los cuatro temperamentos, compuesta entre 1901 y 1902.
Al respecto, escribió:
Tuve la idea de Los cuatro temperamentos hace muchos años en una posada rural en Zelandia, Países Bajos. De la pared del salón donde bebía un vaso de cerveza con mi esposa y algunos amigos, colgaba una imagen colorida extremadamente cómica, dividida en cuatro secciones en las que aparecían representados los temperamentos. Fue la imagen del colérico la que más me llamó la atención: estaba a caballo, alzaba una espada larga que empuñaba ferozmente; sus ojos sobresalían de sus órbitas, mientras su cabello se agitaba salvajemente; el rostro del colérico estaba tan distorsionado por la rabia y el odio diabólico que no pude evitar estallar en carcajadas. Las otras tres imágenes tenían el mismo estilo. A mis amigos y a mí nos simpatizaba la ingenuidad de las estampas, su expresión exagerada y su seriedad cómica. ¡Pero, cuán extrañamente pueden resultar las cosas a veces! Yo, que me había reído estentóreamente de estos dibujos, volvía constantemente a ellos en mis pensamientos, y un buen día me di cuenta de que estas imágenes de mala calidad contenían una especie de núcleo o idea, e incluso ¡una corriente subterránea musical! Algún tiempo después, con aquellos grabados rondándome en la cabeza, comencé a escribir el primer movimiento de una sinfonía, y esperaba, por supuesto, que mis oyentes no se rieran por la ironía del destino que había golpeado mi alma.
Deliberadamente, la obra no es una descripción de los grabados, sino la representación musical de cada uno de los temperamentos humanos, que no va más allá de una simple alusión al modelo pictórico.
No menos importante era la necesidad que Nielsen sentía de esperar lo que él llamaba ‘la corriente subterránea’, una especie de arrebato inspirador que le llegó en un encuentro del todo fortuito, y que dio motivo a que surgiera su Segunda sinfonía, llamada Los cuatro temperamentos.
Si bien la mayoría de las sinfonías de Nielsen llevan un subtítulo, él mismo declaró que: “La música sólo puede entenderse en términos abstractos, no me gusta la música programática”. Es a partir de su Segunda sinfonía que Nielsen, finalmente, consolida su lenguaje musical mediante el uso de técnicas más modernas, como la modalidad, el atonalismo y la politonalidad. La obra fue estrenada bajo la dirección del compositor el 1 de diciembre de 1902 en Copenhague. Está dedicada al pianista, compositor y gran teórico musical Ferruccio Busoni. Los cuatro movimientos de la sinfonía corresponden a cada uno de los tipos humanos. El inicial Allegro collerico evoca el carácter de un hombre arrebatado y sus diversos estados de humor, que puede también calmarse e incluso emocionarse, pero todo es momentáneo. El segundo movimiento, Allegro comodo y flemmatico, más que un verdadero “flemático”, que generalmente economiza mucho sus palabras, parece proponer la imagen de una persona pasiva, privada de energía, incapaz de tener emociones. Nielsen precisa que se trata de un joven de ojos azules, robusto y confiado… con una expresión serena, pero no satisfecho de sí mismo, sino con algunos rasgos levemente melancólicos. Escucha el canto de los pájaros, la voz de la naturaleza y ama la danza. Más que la actitud flemática, aquí se destaca la tendencia juvenil a ser distraído y olvidadizo. En toda la pieza hay un único forte que perturba pasajeramente un “agua lisa como un espejo”. El tercer movimiento, un Andante malinconico,que abre con acentos dramáticos, retrata a un hombre inclinado a la melancolía, “un tema desconsolado se desarrolla lentamente y termina en una atmósfera dolorosa”, señala Nielsen. La música despierta la idea de alguien que asoma la mirada al fondo de un alma derrotada y completamente dominada por el patetismo, aunque luego llega un episodio con un tono más sosegado y resignado. La resignación se instala transitoriamente para desembocar en un gran episodio estático. El último movimiento, Allegro sanguineo, sugiere las características distintivas de este temperamento, no muy alejado del primero, el colérico, y da lugar a un nuevo despliegue de potentes sonoridades. Nielsen pretendía representar “la imagen de un hombre convencido de que el mundo entero le pertenece y cuya naturaleza es bondadosa, aunque superficial”, según escribió. Pero el sanguíneo, que se aleja a todo galope, es un tanto miope, así que no sabe exactamente a dónde conduce el camino. El movimiento concluye con una marcha alegre e irónica.
Al respecto de sus Cuatro temperamentos, Hindemith, escribió: “Sin pensar en un escenario o en una danza específica, saboreé la idea de expresar los diferentes humores de los seres humanos: melancólico, sanguíneo, flemático y colérico”.
Junto a Schönberg, Stravinski y Bartók, Hindemith es uno de los cuatro compositores clave del siglo XX que establecieron las bases del modernismo musical.
La forma de la pieza es simétrica, ligada a la creencia medieval de que este modelo es mágico. Cada uno de los cuatro movimientos es una variación sobre un tema en tres partes, en el que el egotismo inicial cede gradualmente su lugar al altruismo. La composición se inicia con un breve scherzo para piano antes de la presentación del tema. Luego siguen las cuatro variaciones con sus humores cambiantes: el melancólico, emocional y romántico, que lleva una vida basada en el sufrimiento y la autocompasión. Sin embargo, también es profundo y contemplativo. El sanguíneo, extrovertido e interesado en todo lo que sucede a su alrededor, es también evocador y muy caprichoso; generalmente creativo, romántico y a veces con inclinaciones artísticas. El flemático es meditabundo, lento y seguro, además de impasible y fiel. Finalmente, el colérico es incondicional y objetivo, lleva la cabeza en alto y los ojos fijos en el futuro. Mentalmente fuerte y obstinado frente a la oposición, por ello es irritable y violento.
Después de la guerra, la influencia de Hindemith decayó considerablemente debido a las corrientes musicales del dodecafonismo y del serialismo impuestas, principalmente, por Schönberg y Webern. Hindemith se opuso fuertemente a la música atonal y se erigió en adversario de Schönberg al defender, en vano, la música tonal con las siguientes palabras: “Durante el tiempo que exista, la música siempre estará basada en la tríada mayor y en encontrar su camino de regreso a esta misma tríada. El compositor no puede prescindir de ello como el pintor no puede evitar los colores primarios o el arquitecto las tres dimensiones”.
Hindemith se sintió cada vez más olvidado aun cuando siguió componiendo obras notables, como su sinfonía La armonía del mundo, inspirada en su ópera del mismo nombre y sobre la base del Harmonices mundi del astrónomo Johannes Kepler, personaje central de la ópera, en la que usa el sistema planetario como una metáfora de sus propios arreglos musicales de la escala cromática.
A diferencia de los griegos de la época clásica, que identificaron algunos aspectos dominantes de la personalidad y la clasificaron en cuatro temperamentos, hoy día existen numerosos estudios que determinan los rasgos distintivos del comportamiento humano y los efectos que la química y la biología causan en él. Sin embargo, irónicamente, se tiende a un reduccionismo cruel y simplista que unifica a las personas y sus conductas bajo premisas y valores muchas veces absurdos; conductas que ya están predeterminadas como buenas o malas y sobre cuya base se juzga a las personas.
Hace algunos meses, el director de orquesta británico John Eliot Gardiner fue protagonista de un incidente bochornoso e inaceptable. El 22 de agosto del año 2023, Gardiner agredió físicamente al bajo William Thomas, de 29 años, detrás del escenario, al término de una representación de la ópera Los troyanos de Berlioz, supuestamente porque el cantante entró al escenario por el lado equivocado. Según el diario The Times, el director cometió la agresión entre bastidores donde estaba el elenco celebrando. Con un vaso de cerveza en la mano, Gardiner les gritó que tenía ganas de tirarlo sobre sus cabezas. Fue entonces que Thomas le dijo que no lo hiciera, lo que provocó la furia de Gardiner, quien le dio un puñetazo en la boca y le gritó varios improperios, al tiempo que le reclamaba haber entrado al escenario por el lugar equivocado. El veterano director de 80 años de edad atribuyó su conducta al excesivo calor. Como consecuencia, el representante de Gardiner y él mismo emitieron sendos comunicados de disculpas por el comportamiento agresivo del director y se anunció la cancelación de todos sus compromisos musicales ya programados.
El comunicado del representante dice:
Tras reflexionar sobre lo sucedido, John Eliot Gardiner lamenta profundamente el incidente ocurrido en el Festival Berlioz en La Côte-Saint-André el martes por la noche y se disculpa sin reservas por haber perdido los estribos inmediatamente después de la función. Cabe señalar que recientemente se han hecho ajustes en su medicación.
Por su parte, el mensaje del director subraya:
No pongo excusas por mi comportamiento y me he disculpado también personalmente con Will Thomas, por quien tengo el mayor respeto; reitero mis disculpas tanto a él como a los demás artistas por el malestar que esto ha causado. Me doy cuenta de cuánto ha afectado mi conducta a todos los participantes en este gran proyecto. He regresado al Reino Unido y he decidido dejar de dirigir todas las presentaciones restantes de Los troyanos. Le deseo a Dinis Sousa [director suplente] y a todos los músicos mucho éxito en los conciertos que quedan de la gira. Sé que la violencia física nunca es aceptable y que los músicos siempre deben sentirse seguros. Les pido paciencia y comprensión mientras me tomo el tiempo para reflexionar sobre mis acciones.
Con los años, las personas tomamos conciencia de que las horas y los minutos se van agotando; hay una necesidad imperiosa de no perder el tiempo y cuando lo perdemos sentimos una mayor carga de culpabilidad; ello produce cierta angustia, una especie de malestar que apremia y estresa. También, con los años, se presentan problemas inevitables de salud; el gran médico mexicano Guillermo Soberón decía, no sin cierto humor, que si después de los sesenta años uno se despierta y no le duele nada es que ya está uno muerto. Esas dolencias matutinas a menudo son permanentes, lo que necesariamente reduce los márgenes de paciencia y tolerancia de las personas mayores; si a ello sumamos el perfeccionismo que todo director profesional busca para lograr la excelsitud en una interpretación y si además se tiene que trabajar bajo las extenuantes condiciones de un clima caluroso, el coctel para un mal rato está más que servido. Es inadmisible la conducta de Gardiner, pero la dimensión, las consecuencias y la divulgación mediática que esto tuvo también fueron exageradas. Cabría preguntarse si, antes de recluirlo en la depresión y mandarlo a terapia psicológica en el ocaso de su brillante carrera, se tomaron en cuenta estos y otros elementos que aquejan y determinan la conducta de los ancianos.
Lamentable es su conducta como lamentable es la reacción de los aparatos moralistas de las buenas conciencias, pero quizás dejar una enorme y brillante carrera en manos de la severa crítica de los jueces de la moral contemporánea resulta más oprobioso que un bofetón que, al parecer, hizo menos daño.
Sin duda transitamos por una época de soberbia, arrogancia y, sobre todo, de enorme hipocresía.
Referencias bibliográficas
Abraham, Gerald. Historia universal de la música. Madrid: Taurus Ediciones, 1986.
Caron, Jean-Luc. Carl Nielsen: Les Six symphonies [CD]. Hamburgo: Deutsche Grammophon, 1993.
Fanning, David. The Symphonies of Carl Nielsen [CD]. Hamburgo: Deutsche Grammophon, 1993.
Kruse, Bjorn. The Four Temperaments [CD]. Lerum, Suecia: Intim Musik, 2000.
Morris, Mark. The Pimlico Dictionary of Twentieth Century Composers. Londres: Pimlico, 1996.
Nörenberg, Hayo. Carl Nielsen. Ein Musikalischer Tausendsassa [CD]. Hamburgo: Deutsche Grammophon, 1993.
Rincón, Eduardo. Guía de la música sinfónica. Madrid: Alianza Editorial, 1989.
Savage, Mark. “Sir John Eliot Gardiner: Famed conductor pulls out of the Proms after alleged assault”, BBC. En línea: <https://www.bbc.com/news/entertainment-arts-66604555>. [Consulta: 24 de agosto de 2023].
Schubert, Giselher. Ein Komponist als Dirigent [CD]. Hamburgo: Deutsche Grammophon, 2023.
The New Grove Dictionary of Music and Musicians, ed. de Stanley Sadie, vols. 8 y 13, Londres: MacMillan, 1980.
Para conocer algunas de las obras comentadas, recomendamos a nuestros lectores los siguientes videos:
Carl Nielsen, Sinfonía n.º 2, Los cuatro temperamentos, Op. 16, FS 29 [Video]. En línea: <https://www.youtube.com/watch?v=YG2nU0au34w>.
Carl Nielsen, Symphony n.º 2, The Four Temperaments, Op. 16. En línea: <https://www.youtube.com/watch?v=NN0Z2-TVPsI>.
Olivier_Messiaen