Teoberto Maler, 'Hombre posando en el Palacio', Xlapak, Yucatán, 1887.
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Artes visuales y diseño

Apuntalamientos fotográficos, pormenores de una colección

Mauricio Maillé, gestor y especialista en la divulgación del arte, nos brinda un recorrido por la colección fotográfica de Ricardo B. Salinas Pliego, en la cual encontramos mucho de la complejidad cultural y arquitectónica de México. En esta primera entrega, aborda las fotografías de Désiré Charnay y Teoberto Mahler que documentan la arqueología, la luz y el tiempo de la cultura mexicana, mientras que las fotografías de Guillermo Kahlo y Henry Greenwood Peabody atestiguan el legado histórico del México colonial.

 

 


Por Mauricio Maillé

Coleccionar fotografías es coleccionar el mundo.

Susan Sontag

El misterio del coleccionismo radica en la combinación única de motivaciones individuales que llevan a cada coleccionista a embarcarse en la búsqueda y adquisición de objetos específicos. Cada colección y cada coleccionista dibujan su propia historia y motivaciones personales convirtiendo al arte de coleccionar en un fenómeno fascinante. La pasión por el objeto, la búsqueda del conocimiento, la conexión emocional y la preservación son algunas de las anclas que dan forma a esta rara avis que es el coleccionista. Ricardo B. Salinas Pliego es uno de ellos, un coleccionista apasionado que ha elegido a México como tema central de su obstinación por descifrar, estudiar y entender un país tan rico y complejo como el nuestro, a través de sus obras de arte y objetos históricos. Su interés por reunir en pintura, gráfica, cartografía, ediciones bibliográficas y fotografías una suma de testimonios sobre la historia de México, define una línea muy clara de su pasión por comprender la manera en que se ha venido construyendo nuestro país a lo largo de los siglos.

 

Tomar la decisión de socializar el patrimonio artístico personal de Ricardo B. Salinas Pliego es resultado de un genuino interés por compartir este legado y el conocimiento que de sus obras emana.

 

Su insaciable curiosidad busca llenar los espacios de una biblioteca con nuevos volúmenes que permitan tener una visión más profunda de nuestro país; ampliar su acervo pictórico lo motiva para entender el modo en que los artistas han representado México; estudiar la evolución de la geografía a través de los mapas le permite entender nuestro territorio, y, finalmente, el tema central de este texto, la colección fotográfica que reúne la mirada de cientos de fotógrafos en miles de imágenes sobre México. Todo ello constituye un rico mosaico iconográfico que representa uno de los acervos privados más significativos del arte y la historia de nuestro país. Años de incansable trabajo por perseguir, rastrear y descubrir aquellos tesoros que se buscan sin tregua, piezas que embonen admirablemente con otras de la colección. Integrar una nueva obra en la colección significa una suerte de renacimiento para ese objeto que así podrá construir diálogos con otras piezas.

Conforme una colección crece y evoluciona a través de los años, su cuidado requiere de mayor rigor en su manejo y administración. Un aspecto fundamental en el proceso, desarrollo y manejo de la colección de Ricardo B. Salinas Pliego es cuando deja de funcionar únicamente en el ámbito de lo privado y comienza su vida en el espacio colectivo. Tomar la decisión de socializar el patrimonio artístico personal es resultado de un genuino interés por compartir este legado y el conocimiento que de sus obras emana.

La claridad en definir el rumbo de las adquisiciones ha permitido ir esculpiendo la propia identidad de la colección. Las colaboraciones que se han realizado a lo largo de los años con diversos académicos y especialistas han contribuido a enriquecer las perspectivas y los campos de conocimiento de la colección en general, y de las obras en particular. Es bien sabido que una colección que no es objeto de investigación termina siendo una colección muerta y, por ello, resulta necesario mantener y fortalecer los proyectos al respecto.

He tenido la oportunidad de trabajar con la colección fotográfica en los últimos tres años y su riqueza y particularidad requieren enfrentar responsabilidades y desafíos específicos. Es necesario continuar explorando los derroteros más apropiados para encontrar y garantizar su debido manejo y desarrollo. A continuación, enumero algunos puntos sustantivos para llevar a buen término las mejores prácticas de gestión de tan significativo acervo.

 

La conservación

 

Las tareas de conservación representan la salvaguarda física e intelectual de este patrimonio. Contar con una buena casa para la colección resulta primordial; un espacio con los requerimientos técnicos que permitan las condiciones físicas y medioambientales apropiadas para una conservación adecuada. El personal responsable debe estar capacitado en el manejo y manipulación de los materiales, conocer las diversas problemáticas de las obras e implementar las mejores prácticas para salvaguardarla.

 

La catalogación

 

El extenso número de piezas requiere una base de datos robusta que permita el control intelectual de las imágenes para acceder fácilmente a ellas de manera remota. Una base de datos es un repositorio de información dinámico, en el cual se introduce la información más importante sobre las obras de manera continua: datos de investigación sobre la imagen, el autor, la técnica, el contexto histórico, la ubicación física, los reportes de condición de la obra cuando participa en una exposición, préstamos, restauraciones, medidas y fecha de ingreso a la colección para mencionar algunos de los campos.

 

Désiré Charnay, La Iglesia, Plaza de las Monjas, Chichén Itzá, Yucatán, circa1860.

 

La investigación

 

La investigación detona el conocimiento y las responsabilidades hacia el interior y el exterior de la colección. Hacia adentro, el resultado prioriza las tareas de organización de los acervos de acuerdo con las pautas del trabajo de los investigadores. Hacia fuera, la generación de contenidos permite realizar lecturas críticas en torno a la imagen, así como buscar propuestas innovadoras con temas y autores poco explorados en nuestro país.[1]

 

La divulgación

 

Una colección fotográfica bien conservada, organizada, catalogada e investigada debe también contar con una buena estrategia de divulgación que acerque el trabajo realizado a las audiencias para cumplir cabalmente con la última etapa: el acceso a los proyectos de investigación para el público en general, mediante exposiciones, publicaciones y difusión en medios de comunicación y redes sociales. Una colección dinámica se vincula con las audiencias, lo que le permitirá implementar ejercicios constantes de revisión.

Estas cuatro directrices permiten estructurar el pensamiento y las acciones necesarias para el buen manejo de una colección. Las decisiones colegiadas son relevantes y es recomendable revisar frecuentemente las líneas de investigación para determinar las más apropiadas al fortalecimiento de los objetivos de la colección, así como responder a los proyectos estratégicos de la organización.

 

Désiré Charnay, Plaza de las Monjas, Chichén Itzá, Yucatán, circa 1860.

 

Conformación del patrimonio fotográfico

 

La colección fotográfica reunida por Ricardo B. Salinas Pliego se ha centrado en la imagen de México, salvo algunas obras de otros países que han llegado a lo largo del tiempo por diversos motivos.

Una colección fotográfica bien conservada, organizada, catalogada e investigada debe también contar con una buena estrategia de divulgación que acerque el trabajo realizado a las audiencias para cumplir cabalmente con la última etapa: el acceso de los proyectos de investigación para el público en general.

 

En esta primera entrega, realizaré una descripción de una parte de los acervos más relevantes que define la estructura actual de las obras fotográficas hasta hoy. Esta suerte de taxonomía describe algunos de los principales cuerpos de obra y su importancia dentro de la colección. Asimismo, permite entender cómo se conjugan los autores y sus estilos, técnicas y épocas, y cómo dicho patrimonio adquiere una identidad específica, una fisionomía. Su motivo no es catalográfico sino divulgativo, y busca ofrecer una de las posibles miradas que puede tener un acervo como este.

 

La arquitectura en los orígenes de la fotografía

 

Recordemos a François Arago en 1839, secretario de la Academia de Ciencias de Francia y portavoz del inventor de la fotografía Louis Daguerre, hablar con elocuencia ante el parlamento francés de este invento que cambiaría nuestra manera de ver el mundo. Resulta interesante cómo se expresa de la naturaleza de esta invención, enalteciendo sus virtudes en términos clásicos, refiriéndose a las fotografías como dibujos para convencer a los representantes de la asamblea de su relevancia: “Las pinturas en las que la luz engendra los admirables dibujos del señor Daguerre”. Describe también su rápida y eficaz capacidad para el registro de las antigüedades y considera una de sus bondades la salvaguarda del patrimonio. Y vaya que se cumplió esta promesa; las primeras imágenes de una cámara, más allá de su asombro técnico y exactitud, conservan intactos los objetos retratados, edificios y objetos antiguos, y resultan testimonios invaluables del paso del tiempo.

Cuarenta años antes de esta declaratoria de la invención de la fotografía, Alexander von Humboldt en su viaje por América utilizó el dibujo como método de registro y documentación de sus hallazgos. A partir de esta experiencia, estableció rigurosos lineamientos que determinaron la forma en que los futuros viajeros documentarían e ilustrarían “el nuevo mundo”. Ejemplo de ello es el viaje que realiza a mediados del siglo XIX el fotógrafo húngaro Pál Rosty, quien como tantos otros aventureros retomaría parte del itinerario de Humboldt, y viajó con cartas de recomendación del humanista prusiano, realizando anotaciones de su propia experiencia de viaje. De vuelta en Europa, le obsequió el álbum fotográfico de su viaje que registra, entre otras cosas, un monumental árbol fotografiado en Venezuela, sobre cuyo testimonio surgiría una hermosa reflexión de Humboldt sobre el paso del tiempo:

    El 1 de noviembre de 1858 tuve la gran suerte de poder entregarle personalmente –a modo de homenaje– a Alejandro de Humboldt, lamentablemente ya desaparecido, la copia de mi mencionada colección [que incluía una foto del samán]. Para mi gran contento, el glorioso anciano reconoció al instante el gran samán, que en su juventud, hace ya casi medio siglo, vio y describió; tan viva fue la impresión que causó en el alma del entonces viajero el hermoso árbol, tan admirablemente fiel la memoria del famoso hombre –que ya estaba tan cerca de la tumba– y tan mínimo el cambio experimentado por el árbol gigantesco en cincuenta años.[2]

La relación entre la fotografía y el tiempo es compleja, y ha sido objeto de innumerables disertaciones por historiadores y académicos. Se podría decir que la fotografía es una tecnología que permite registrar la luz y el tiempo en un momento específico, lo que hace que sea una herramienta con propiedades para capturar y documentar la realidad. Esta capacidad para capturar instantes específicos suscita reflexiones sobre la temporalidad de la existencia humana y nuestra relación con el pasado. La fotografía es una suerte de máquina del tiempo que nos permite viajar y acercarnos a cosas o situaciones que de otra manera se habrían perdido. La documentación fotográfica del siglo XIX de la arquitectura del pasado posee una aura particular, donde tanto la memoria de estas edificaciones como las técnicas fotográficas y las copias que han sobrevivido muestran envejecimiento y desgaste. Se crea una suerte de reliquia fotográfica en la que la imagen es la salvaguarda de la arquitectura antigua.

 

Apuntalamientos fotográficos

 

La arquitectura ha definido rasgos fundamentales del devenir humano. A través de estos registros documentales, la fotografía ha ejecutado una suerte de apuntalamiento de la memoria arquitectónica. Las imágenes son portadoras de memoria al revelar edificios que se han transformado, destruido o han sido saqueados a lo largo del tiempo.

Las obras de la colección fotográfica de Ricardo B. Salinas Pliego que responden a esta premisa arquitectónica han aumentado de manera constante. En ocasiones, la adquisición de una colección de imágenes (previamente constituida) de un autor o un tema fortalece significativamente los acervos existentes. Por otra parte, se van sumando obras individuales que enriquecen áreas de la colección de manera específica.

La fotografía de arquitectura se convierte en una de las columnas vertebrales de la colección. En esta primera entrega, veremos el trabajo de cuatro fotógrafos imprescindibles para la cultura visual y la historia de la fotografía de arquitectura en México: Désiré Charnay, Teoberto Maler, Guillermo Kahlo y Henry Greenwood Peabody.

 

El México antiguo

 

En orden cronológico empezaré con una breve descripción de los acervos de dos fotógrafos viajeros que recorrieron nuestro país en los albores de la fotografía en pleno siglo XIX, llevando a cabo la complejísima empresa, física y técnica, para documentar la arquitectura prehispánica en zonas remotas de nuestro país. Las más de doscientas treinta imágenes en diversas técnicas y formatos constituyen dos de los acervos más relevantes de estos autores en nuestro país.

Désiré Charnay (Fleurie, 2 de mayo de 1828-París, 24 de octubre de 1915) es considerado uno de los grandes pioneros de la fotografía en México. Su proyecto fotográfico por el territorio nacional implicó grandes esfuerzos en el despliegue de equipos de trabajo e insumos para llevar a cabo su ambiciosa tarea. Incansable cronista de sus aventuras, escribió varios libros y artículos en revistas europeas y norteamericanas de gran difusión, en los que narró sus periplos por tierras mexicanas. Tuvo una clara conciencia de las virtudes de la fotografía y los medios impresos en el mundo moderno para difundir sus crónicas viajeras y lograr un impacto mediático.