Tomemos prestada la contundente frase “la forma estética es contenido sedimentado”, que el filósofo Theodor W. Adorno enunciara en sus reflexiones sobre arte y sociedad. La expresión es breve y certera. ¿Y qué motivo nos lleva a utilizar esta proposición; eje fundamental de la teoría estética de este pensador? No otra cosa que la original y en ocasiones insólita estructura de algunos de los artefactos –objetos, carteles, fotografías, joyas, lámparas, maquetas y muebles– expuestos en la más reciente edición del Design Week, que cada octubre nos obsequia con sendas muestras en galerías, jardines y recintos culturales de la Ciudad de México, como el Museo de Antropología e Historia, el de Arte Moderno o el Rufino Tamayo.
El objetivo fundamental de Design Week México 2019 es promover el diseño para contribuir al desarrollo económico, cultural y social de este país.
No es este el momento para debatir si la arquitectura, las artesanías o el diseño industrial llegan a elevarse a las alturas del arte, o no –no faltarán las posturas dogmáticas al respecto para demeritar el valor estético, la finalidad, o la presencia de este tipo de artefactos en el museo–, pero hay que reconocer que algunos de esos objetos –concebidos y elaborados por las manos exquisitas de diseñadores, ebanistas y orfebres, más allá de la función primordial o el fin mercantil para el que fueron creados– pueden presentar una cualidad que los transforma en piezas de contemplación y goce estético, cuando se les otorga una impronta original. El tiempo confiere a esas piezas una pátina especial, valga la metáfora, para percibir en ellas una especie de aura que les permite entrar a esos recintos que los laicos reconocemos como nuestros templos. Su forma nos cautiva, nos impele. Por estos motivos, y por las historias en torno a estos objetos, que conforman el Design Week Mexico 2019, cuyo objetivo fundamental es promover el diseño para contribuir al desarrollo económico, cultural y social de este país, se impone efectuar una breve reflexión. Vayamos por partes. Dada la magnitud de esta semana del diseño, fue preciso seleccionar algunos de los numerosos acontecimientos que tuvieron lugar bajo este marco.
Visión y tradición
Una pequeña muestra en el vestíbulo que da acceso al auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología e Historia resume uno de los grandes objetivos del Design Week Mexico: establecer vínculos entre los artesanos y diseñadores industriales de nuestro país y de otras latitudes, por medio de programas de residencia que fomentan el trabajo colaborativo. Bajo el decidido apoyo de Arte y Cultura del Grupo Salinas, la exposición Visión y tradición concentra un espíritu de aprendizaje e intercambio mutuo. En esta ocasión, Yucatán fue el estado invitado y Cuba la nación convocada para que presentaran y presumieran su riqueza multicultural, sus costumbres y tradiciones que desde hace tiempo se mezclan en la canción, en la gastronomía y en la vestimenta. En la hoja de sala del recinto se informa que este trabajo se desarrolló durante el mes de julio del presente año y contó con el patrocinio de Fundación Haciendas del Mundo Maya y con la participación de la plataforma Taller Maya, marca de diseño mexicano comprometida con el desarrollo social y económico de las comunidades rurales. Las residencias y el intercambio con 76 artesanos se desarrollaron en las comunidades mayas de San Pedro Ochil, X-Kanchakan, Granada, Yaxunah, Itzincab, Santa Rosa y Santo Domingo. Talleres de telares de cintura, costurado de henequén y jipi japa, así como la confección de la delicada filigrana, se llevaron a cabo con la colaboración de diseñadores mexicanos y cubanos que lograron imprimir otra visión en la tradición. Lámparas de piso y techo, elaboradas con un armazón de hierro y tejidas con hilo, que recuerdan el entramado de las hamacas; originales artesanías y bolsas de henequén raspado, biombos con pequeñas piezas de concha nácar, una hermosa bolsa de filigrana, así como mesas y diseños hechos con cantera, son sólo una muestra de ese trabajo a varias manos.
Para que el visitante observara nítidamente los objetos, los curadores pensaron en una museografía en forma semicircular en distintos niveles; la luz cenital y la emanada desde los exhibidores se concibió para que el público recorriera tranquilamente la muestra y apreciara las distintas cualidades de las artesanías, como la forma, la textura y el color. Tras unos minutos, el público retorna al punto de partida, y allí, en un pequeño espacio diseñado a manera de exhibidor circular, los curadores situaron las piezas resultado de la colaboración de artesanos de Cuba, Taxco y Yucatán, entre los que sobresale una bolsa con motivos prehispánicos. Forma y contenido presentes en estas singulares propuestas con las que se intenta empoderar a ciertas comunidades y sobre todo catapultar su producción artesanal.
Arte, diseño e ideología
Design Week Mexico no sólo fomenta y reconoce las producciones contemporáneas sino que celebra a la historia como un valor fundamental en el que es preciso reconocerse. Es por ello que en el marco de los 500 años de la fundación de La Habana, Cuba, y a seis décadas de la gesta revolucionaria, en colaboración con la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, y Arte y Cultura del Grupo Salinas, se decidió montar una muestra significativa que diera cuenta de la amplia riqueza cultural de la nación caribeña en su calidad de invitada de honor. Cuba, la singularidad del diseño se divide en núcleos temáticos, como la educación, la identidad nacional, tradición y vanguardia, entretenimiento e internacionalización, el diseño para el bienestar social, entre otros tópicos.
Quien acuda al Museo de Arte Moderno sabrá del impacto que tuvo la ideología revolucionaria en las artes, la educación o el diseño, que bajo la idea del bienestar social otorgó prioridad a lo funcional
Las transformaciones experimentadas en el campo de la arquitectura y el diseño industrial a partir de la Revolución, son el leitmotiv de la exposición en el Museo de Arte Moderno (MAM). En la hoja de sala que da la bienvenida al visitante se informa del énfasis en “el papel protagónico del diseño en la construcción material e ideológica de Cuba, único en la historia moderna en América Latina”. Quien acuda al MAM sabrá no sólo del impacto que tuvo la ideología revolucionaria en las artes, la arquitectura, la educación o el diseño, que bajo la idea del bienestar social otorgó prioridad a lo funcional, sino que además observará la influencia del arte pop y el diseño escandinavo en los carteles y el mobiliario insular. ¡El sedimento ideológico como contenido de la forma!
Y como no podría ser de otra manera, la muestra es singular. Desde el peculiar anuncio luminoso, –Las Américas. Ferretería–, propio de los comercios populares ubicados en los barrios bulliciosos que otorgan vida a los centros de nuestras urbes, el público recibe una original y cálida bienvenida. Esta pieza, del artista cubano Kadir López, simboliza la solidaridad continental. En la cédula informativa, perdida a un costado de la entrada, casi imperceptible para el visitante, se destaca la semejanza de esta obra con una instalación del artista chileno Alfredo Jaar, en la que se manifestaba la “importancia de mantenernos unidos; pensar en conjunto, pensarnos en las Américas”. Gracias al color negro de los muros y a los títulos en color azul de los núcleos temáticos, el visitante se concentra en las piezas y en la información. En el primer núcleo de la exposición se aborda el tema de la cubanidad, es decir, un concepto de identidad nacional en el que se da prioridad a la cultura afrocubana en oposición al legado español.
Las curadoras Jimena Acosta e Inball Miller ubicaron en esta primera parte carteles elaborados por Antonio Pérez González, Ñiko, y Félix Beltrán, acompañados por dos míticas fotografías de Alberto Korda. En el discurso iconográfico destacan, cómo no, aquel retrato mítico de Ernesto Guevara, Che, así como la intitulada El Quijote de la farola. Bien vale la pena observar detenidamente aquel retrato del Che, que además es la primera impresión; es decir, un vintage, y fue procesada el 1 de octubre de 1960 en los laboratorios de los Studios Korda.
En el siguiente núcleo intitulado Tradición y vanguardia se aborda la irrupción de la modernidad en el diseño cubano. Los carteles de Alfredo Rostgaard dan cuenta no sólo de la renovación creativa sino de cómo la ideología de la época –marcada por la gesta revolucionaria de 1959 y por la guerra en Vietnam–, impactó de manera decisiva en la elaboración de esos manifiestos visuales. Una imagen captada en la Ciudad Universitaria de la UNAM por Manuel Gutiérrez Paredes, Mariachito, fotógrafo de cabecera de Luis Echeverría, sintetiza la influencia de esos carteles en el movimiento estudiantil de 1968 en México.
Por otra parte, en un conjunto de seis fotografías de Alberto Korda, en las que se documentaron butaques, sillas y sillones, diseñados por Gonzalo Córdoba, se evidencia la modernidad del diseño cubano en el campo mobiliario. Personaje fundamental, de acuerdo con el discurso curatorial, Córdoba extendió el diseño a todas las esferas de la sociedad con el fin de contribuir al desarrollo económico de Cuba y a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. “Creó un diseño industrial acorde con los materiales locales, las condiciones climáticas, la racionalidad económica, el sentido de lo bello y la expresión de códigos y valores de una isla en cuyo destino se entrecruzan culturas provenientes de diversas regiones del mundo”. Sin duda, en la iconografía se percibe que los hábitos y la cultura del pueblo cubano se sumaron con facilidad a la vanguardia, forjando así una suma de experiencias, es decir, una reinterpretación de las tradiciones.
Otros excepcionales trabajos de Gonzalo Córdoba: un elegante butaque de madera con un trenzado firme de líneas horizontales y verticales y una original vajilla de madera también tienen lugar en esta exposición. Junto con su compañera María Victoria Caignet, Córdoba participó en varios proyectos del gobierno revolucionario. En las cédulas, ubicadas a una altura no adecuada para la lectura, hay datos muy interesantes sobre las biografías de él y de Clara Porset, notables representantes del diseño industrial.
Por otra parte, en el núcleo Proyecto educativo se da relevancia a los planes arquitectónicos del gobierno revolucionario, que concibió a las escuelas como espacios prioritarios para el desarrollo de las comunidades rurales. En la muestra se pone énfasis en el mobiliario que Porset creó para la Escuela Rural Camilo Cienfuegos, concebida como una ciudad escolar en la que se ofrecería educación a los niños campesinos. Diseñó unas hermosas y funcionales sillas de bajo costo y con materiales locales; ejemplo de ello es la pequeña mecedora en exhibición. Porset estudió arquitectura y diseño en los Estados Unidos y en París, y como otros tantos creadores, terminó exiliada en México, donde trabajó con Luis Barragán y Mario Pani. A lo largo de su vida mereció varios premios, como el Organic Design for Home Furnishing, del Museo de Arte Moderno (1947) y la medalla de plata de la Trienal de Milán (1957). Sin duda alguna, sus amplios conocimientos fueron fundamentales para que la elegancia y la sutileza del diseño escandinavo influyeran en el diseño cubano. En una pequeña vitrina se exhiben algunas fotografías sobre el trabajo de Porset y el manuscrito original de su conferencia “Espacio Interior para vivir en Cuba. Gestación de síntesis cubana”, que escribió en 1948. Esta parte concluye con la exhibición de 14 copias heliográficas de distintos proyectos que forman parte del acervo histórico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El mítico cartel El Che radiante (1969) de Alfredo Rostgaard abre el siguiente núcleo de la muestra, Años setenta: influencia escandinava y el arte pop, que aborda la iconografía revolucionaria construida por artistas como Félix Beltrán, Helena Serrano, Alfredo Rostgaard, Antonio Pérez, Ñiko, y Eduardo Muñoz Bach, entre otros. Si aquel retrato mítico del Che, elaborado por Alberto Korda, llegó a transformarse en un icono para simbolizar la rebeldía, fue en parte por las apropiaciones que realizaron artistas como Helena Serrano (Día del guerrillero heroico, 1968), y el ya mencionado Rostgaard. Con el fin de subrayar la influencia del arte pop en el diseño cubano se exponen el mobiliario y diversos productos elaborados por los arquitectos y diseñadores Eva Björklund, Heriberto Duverger, María Teresa Muñiz y Reinaldo Togores. En el discurso curatorial se afirma que dichos muebles expresan las formas y la simplicidad del diseño sueco. Un conjunto formado por una silla, conocida con el nombre de Pequeño monstruo, y una luminaria denominada Esferas, diseñada por María Teresa Muñiz, reciben al visitante, que queda intrigado por las formas y por el diseño de aquel mueble de madera ensamblada de Eva Björklund, en la que no se utilizaron ni tornillos ni pegamento.
Más adelante, la insólita butaca-sofá Mondrián de Luis Ramírez demanda la atención por su geometría original y elegante diseño, así como la silla en color rojo de madera ensamblada, diseño de Heriberto Duverger. La confección permite al usuario adaptar el nivel del asiento y el respaldo para una mayor comodidad. Otro hermoso butaque y la silla Luigi, diseñados por Gonzalo Córdoba, sobresalen en este auténtico y novedoso conjunto, así como una silla plegable de Vittorio Garatti y Sergio Baroni y la butaca metálica de Roberto Gottardi. Indudablemente, en gran parte de este mobiliario se advierte la influencia sueca.
Las sutiles y distinguidas formas de las piezas de porcelana que forman parte del conjunto Giro, diseñadas por Luis Ramírez, sorprenden gratamente al público, que no duda en expresar su agrado por ese diseño modernista. Ingvar Kamprad, fundador de IKEA, quedaría fascinado por las formas y el diseño de estos artefactos.
Tras otro notable conjunto de fotografías relacionadas con la arquitectura de distintos edificios y conjuntos isleños, como la famosa heladería Coppelia, cadena estatal que abrió sus puertas en 1966 y que aún sigue siendo referencia para el turista, así como el famoso y deslumbrante cabaret Tropicana, y el imponente hotel Habana Libre, antes Havana Hilton, el visitante del MAM llega a un espacio en el que se proyecta el largometraje animado Vampiros en La Habana de Juan Padrón, coproducido por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos y Radio Televisión Española. Al final regresa al punto de partida, y si decide desandar sus pasos y recorrer de nuevo la exposición, notará que estaba a punto de perderse algo muy importante: el video Unfinished spaces, documental canadiense de Alysa Nahmias y Benjamin Murray, de 2011, en el que se rescata una historia que atrapa y cautiva, que concentra el vínculo estrecho entre la estética, el diseño arquitectónico y la ideología en turno. Hablamos de las famosas escuelas de arte de Cuba, concebidas en los primeros años de la Revolución por los talentosos arquitectos Ricardo Porro, Roberto Gottardi y Vittorio Garatti, y que por motivos económicos e ideológicos pasaron mucho tiempo abandonadas, hasta transformarse en ruinas contemporáneas que no obstante eran visitadas por los jóvenes que buscaban espacios para expresarse.
Conocedores e iniciados quedan sorprendidos por los objetos, por sus historias, por la originalidad del diseño insular y por las influencias de las que se ha nutrido.
Cuenta la historia que un día Fidel Castro y Ernesto Guevara llegaron al exclusivo y aristocrático Country Club de La Habana. Mientras aparentaban jugar al golf, Fidel le comentó al Che: ¡imagina si pudiéramos reunir en este magnífico paisaje a cientos de estudiantes de arte! Fidel le encargó a Selma Díaz, revolucionaria y genial arquitecta, la concepción de las “mejores escuelas de arte del mundo”. Ella buscó al arquitecto Ricardo Porro para que dirigiera el proyecto en el que de inicio no había límites de dinero. Porro aceptó y se encargó de reunir los talentos de Gottardi y Garatti. En aquel entonces, pensaba que la Revolución era una bella idea para cambiar todo, para combatir a la dictadura… Otra fue la historia para las escuelas de arte. La ideología y el bloqueo económico orillaron al abandono del proyecto y las cinco escuelas devinieron en ruina.
Arte, diseño e ideología se integran, se funden y mezclan en esta relevante muestra del MAM enmarcada en el Design Week Mexico 2019. Los conocedores y los iniciados quedan sorprendidos por los objetos, por sus historias, por la originalidad del diseño insular y por las influencias de las que se ha nutrido. La exposición permite ampliar nuestros conocimientos sobre la entrañable Cuba y sobre el vínculo estrecho entre ideología y diseño.
Arch Days en El Tamayo
Uno de los más bellos museos de la ciudad de México, el Rufino Tamayo, fue también sede del Design Week. En sus jardines se edificó la insólita estructura llamada Pabellón arch days, que se integra con prestancia al espacio natural que circunda al recinto diseñado por Teodoro González de León. El visitante se sorprende por la originalidad de las formas que se integran al edificio, pues recuerdan las piezas de un rompecabezas reunidas para dar sentido, totalidad. El arquitecto Gerardo Broissin colocó en los costados y en la parte superior de la estructura unas ventanas y cúpulas formadas por pequeños círculos. Hay otra sorpresa más, cuando el público accede al interior de la estructura se encuentra con un bello jardín de helechos que recibe luz por los costados y por el techo.
Otros eventos más formaron parte del Design Week Mexico 2019, que con estas muestras celebró su décimo aniversario por todo lo alto.