El 21 de octubre de 2018 me acerqué con curiosidad levemente escéptica al imponente Museo de Antropología. En el vestíbulo, en la plataforma circular ubicada sobre las rampas latelares que conducen a un espacio privilegiado, continuaba en exhibición la pequeña y elocuente muestra Visión y tradición, parte del programa auspiciado por Arte & Cultura Grupo Salinas y otras firmas privadas. ¿Por qué curiosad levemente escéptica? Debo decir que dudaba de la colaboración entre diseñadores alemanes y artesanos de nuestros pueblos indígenas y / o mestizos. Pero me explico. A los primeros los imaginé sumamente eficientes y veloces, precisos en sus decisiones de diseño; a los segundos, los vi como siempre los he visto, desde que realicé labores editoriales en la revista Artes de México: como seres con una inmensa imaginación y “detrasidad” cultural, para acudir a la palabra inventada por María Luisa Mendoza, La China (1930-2018), casi sinónimo del americanísimo, y no por ello bien usado en el marco de nuestro hermoso castellano, término “background”. A nuestros artesanos los veo, pues, como seres llenos de destrezas poéticas y prácticas para ejercer las artes aplicadas. Ahora mismo acude a mi memoria un mantel blanco de rara belleza –adornado por varios artesanos chiapanecos, con figuras esbeltas en colores primarios–, ante el cual, todos los presentes externamos nuestra admiración con un “¡oh!” largo y muy sentido. Ese mantel era verdaderamente un poema.
El encuentro significó una enorme oportunidad para crear un diálogo lleno de matices entre la artesanía mexicana y el diseño de vanguardia.
Justo unos días después de esta visita, Design Week Mexico, nombre del evento que engloba durante una semana más de cien experiencias estéticas alrededor del mundo de diseño, clausuró Visión y tradición, así como Inédito, muestra presentada en el Museo Tamayo. La primera fue el resultado de la colaboración entre artesanos del estado de Jalisco y diseñadores de México y de Alemania; este último el país invitado, como cada año que se celebra el evento. El encuentro –doce residencias de una semana cada una para que diseñadores mexicanos y europeos conocieran e intervinieran en el modo de trabajo de nuestros artesanos–, significó una enorme oportunidad para crear un diálogo lleno de matices entre la artesanía mexicana y el diseño de vanguardia. Sobre todo si tomamos en cuenta este moderno ámbito en que nos movemos en las últimas décadas: un mundo globalizado e uniformado en torno a ideas artísticas, sociales y políticas.
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Visión y tradición incluye todo tipo de objetos, como puede verse en las imágenes que acompañan este texto. Desde el candelabro Resplandor, los tapetes tejidos con motivos geométricos, el frutero Mezcala, las mesas Teci o Xóchitl, las lámparas Paraíso o Elegante, y la banca Cuanajo hasta la colección Mexcaliene, objetos todos inspirados en la artesanía local de diversos poblados.
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Inédito, realizado por arquitectos, se celebró, como se dijo antes, en el Museo Tamayo entre el 10 y el 21 de octubre. Lo interesante aquí, es que la obra se presenta cada año como trabajo en proceso, salvo excepciones, de modo que los espectadores pueden dar indicadores antes de que sea lanzado a la fase de comercialización. Algo fundamental, si se piensa que se trabaja alrededor del diseño utilitario. Forma y fondo son importantes en este concurso con un premio principal. Y los objetos deben distinguirse por la pasión innovadora y experimental de despachos de arquitectos que los generan. Al final, el proyecto elegido recibe un estímulo suficiente para hacer realidad la propuesta.
Piezas realizadas en materiales como piedra, metal, residuos de mármol y otros, pudieron verse como ejercicios de exploración alrededor, no sólo de los materiales, ensambles, tecnologías y procesos de factura, sino, y más que nada, como ejercicios en torno a las experiencias de uso e impacto social. Estudiantes, diseñadores emergentes y diseñadores hechos y derechos tienen aquí un amplio campo de acción.
La piedra, en sus diferentes tipos, resultó, en esta edición, en un aglutinamiento interesante gracias al uso de concreto pigmentado. Asimismo, fueron presentados muebles, joyas, bicicletas tecnológicas, utensilios, etcétera, en donde se propone incluso un uso novedoso de los objetos, una relación distinta entre usuario y pieza. Llama la atención la facilidad con que, gracias a la tecnología, se plasman en la piedra tecnologías imposibles hasta hace poco. Algo tan cálido y volátil como el café y sus residuos pudo convertirse, gracias a Loránd Studio + Muro Blanco en la pieza aglomerada que comentábamos antes.
Además del trabajo presentado en Inédito por despachos consolidados, diseñadores emergentes e incluso estudiantes, se presentó Museo Abierto, de la arquitecta mexicana Fernanda Canales, proyecto que “tiene el propósito de dialogar con el paisaje, los visitantes y la arquitectura del recinto”.
Por último, es importante señalar que el Premio Inédito 2018 fue para la pieza Recybloq de Alejandro Martínez Jaime, arquitecto que recicla residuos de construcción para hacer nuevos bloques de construcción.
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Volviendo a Visión y tradición, el documental dirigido por Diego Velázquez y su equipo sobre este proyecto de interacción entre artesanos y diseñadores, se grabó durante los dos meses que duraron las residencias. Visual y humanamente es un documento importante porque registra el vínculo establecido participantes de tan diversos orígenes.
Cito a Diego Velázquez:
Nuestra experiencia fue casi abrumadora, no encuentro otra forma de describirlo. El estar con comunidades tan de la mano, darte cuenta de la humanidad que tienen, marcó un contraste con nuestra vida. Desafortunadamente, en la ciudad perdemos la perspectiva de la vida real. Estar de la mano con los artesanos, que te adopten, porque realmente te adoptan durante una semana, es demasiado bello. Me refiero a ese contacto, al aprendizaje. Fue un proyecto de dos meses pero pareciera que son más porque viajamos a muchos estados de la República.
Él, muy humildemente, dice que uno no puede sentirse creador de algo único porque la inspiración viene de muchas partes.
Velázquez, documentalista muy joven, cuenta que la Design Week proporciona una de las experiencias más increíbles que le ha tocado vivir. El documental comienza con una toma de un artesano de Taxco, de nombre Rafael, relacionado con la obra de William Spratling, considerado el padre de la plata mexicana porque fundó su taller de plata y trabajó en el México de los años treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado en Guerrero. Lo que Rafael cuenta, señala Velázquez, es un resumen muy apropiado del proyecto porque habla de la inspiración y de la creación. Él, muy humildemente, dice que uno no puede sentirse creador de algo único porque la inspiración viene de muchas partes.
—Ahora mismo a ti se te puede ocurrir algo a partir de lo que me preguntas. Y ese algo desata tu mente. Esa parte del documental, la apertura, se refiere a uno de los momentos más fuertes del proyecto.
Lo que esta cronista vio y escuchó durante la transmisión del documental puede sintetizarse con las palabras de la artesana Josefina Ruiz:
“(Es) hacer algo nuevo en todo, una idea, con un poquito de cada quien. (Esto) no sería de uno solo, sería de todos.”
Unos minutos antes de esta intervención, una de las organizadoras, cuyo nombre no registré, explicó su experiencia:
Yo no creo que el artesano sea un artista. Somos un país de artistas y hay que reconocerlo como tal. Entender esta cosmovisión de los artesanos. Consideramos que las técnicas de los artesanos son conocimiento que va trascendiendo el tiempo, el espacio. De alguna manera el proyecto está concebido para que los artesanos conserven su trabajo como una forma de vida y puedan seguir heredando el oficio a las siguientes generaciones.
Es cierto, pero hasta donde pude ver, se parte de un respeto riguroso por esta cultura comunitaria tan ajena a la occidental. Aquí no vemos el viejo esquema “hombre blanco salva hombre primitivo”, sino gente verdaderamente interesada en aprender de otra cultura, en convivir y conocer nuevas formas de relación creativa.
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Alan Favero, coordinador del proyecto Visión y Tradición, me contó brevemente que estuvo casi un año trabajando en el desarrollo de todo el proyecto. El programa se desarrolló en el Despacho de Diseñadores Mexicanos, cuyos miembros trabajan de manera constante con grupos de artesanos. Desde ahí se invitó a diseñadores externos. Eso hizo mucho más rica la conversación: “Los artesanos ya tenían relaciones de tiempo y una vez que entra un diseñador invitado, lo hace como pez en el agua. Hemos tenido gente de Francia, Lisboa, Portugal, Canadá, Alemania, Italia, Australia, Yugoslavia y de Estados Unidos. Esta muestra es la culminación del programa. Y después va a presentarse en otras sedes, como Espacio cdmx, un espacio de Design Week para el fin de este año”, explica Favero. Además, relata que estuvo acompañando a los equipos en varias residencias. En Teotitlán del Valle, Oaxaca, le tocó convivir con Pedro Cerisola; en la sierra norte de Puebla con Sam Barok.
La relación entre artesanos y diseñadores fue mucho más profunda y eso se reflejó en piezas impecables y de gran presencia estética.
En especial, Favero se sintió muy impactado por el nivel de creatividad y manejo de materiales alcanzado en todas las residencias, algo que no se había visto en años anteriores porque los periodos de residencia eran más cortos. Varios diseñadores coincidieron con el hecho de que el ritmo y el tiempo que se le dedicó al proyecto fue mayor. Gracias a eso, la intimidad y la relación que los grupos de artesanos sostuvieron con los diseñadores fueron muchos más profundas y eso se reflejó en piezas impecables y de gran presencia estética, como podrá constatar el lector cuando Visión y tradición empiece a itinerar por el país.