La noche del estreno de Turandot, tras el suicidio de Liù, mientras el coro cantaba “Liù, bontà, perdona! Liù, dolcezza, dormi! Oblia! Liù! Poesia!”, Arturo Toscanini girando su torso desde el podio, anunció a la audiencia congregada en el teatro de La Scala: “Aquí termina la ópera porque en este punto murió el maestro”. El gran director aludía a que su íntimo amigo, Giacomo Puccini (Lucca, 1858–Bruselas, 1924), sorprendido por la muerte, había dejado dicha obra sin concluir. Con el tiempo, sin embargo, esa declarativa frase adquiriría visos de sentencia oracular: con Puccini había muerto la ópera. Aunque apocalíptica, esa interpretación entraña una verdad: Puccini fue el último operista cuyas melodías arraigaron en el gusto público.
Para conmemorar su centenario luctuoso, abrimos nuestro número 26 con un ensayo que perfila la tortuosa vida sentimental del creador de varias de las heroínas más memorables del arte lírico. Luis de Pablo Hammeken nos recuerda que muchas de las protagonistas de Puccini, como la desventurada Liù o la aventurera Minnie, se inspiraron en complejas personalidades femeninas del mundo real. Por su parte, Felipe Jiménez relata las peripecias que La fanciulla del West afrontó antes de representarse en México, desde que se le postulara para inaugurar el Palacio de Bellas Artes, en 1910 –lo cual no ocurrió debido a la Revolución–, hasta que, finalmente, en 2017, se programó una temporada en dicho recinto. Curioso destino en nuestro país de la que, de acuerdo con Sergio Vela, director escénico de las representaciones de 2017 y 2019, es la ópera de Puccini más profunda y visionaria, musicalmente, pero asimismo por el trazo y el ritmo dramáticos.
La otra magna efeméride es el bicentenario de Anton Bruckner (Ansfelden, 1824-Viena, 1896). Considerado el mayor sinfonista después de Beethoven por Herbert Blomstedt, director de una integral de sus sinfonías con la Gewandhaus de Leipzig, sus composiciones sufrieron no sólo la incomprensión de la crítica de sus contemporáneos, sino también por las vacilaciones de él mismo. Los motivos de esta inseguridad constituyen “una de las grandes incógnitas en la historia de la música”; por ello, el escritor y melómano Hugo Roca Joglar plantea una serie de hipótesis para comprenderla.
Si estas celebraciones pautan el ciclo musical, en las artes y la literatura ninguna fecha es tan axial como el centenario del primer manifiesto del surrealismo. Aquella promulgación de André Breton, publicada en la revista Révolution Surréaliste el 15 de octubre de 1924, transformó nuestras construcciones culturales y consolidó el anhelo rimbaldiano de cambiar la vida a través del arte. Un ensayo panorámico de Erika Madrigal indaga en la génesis, el desarrollo y la repercusión de tal movimiento, cuya corriente alcanza incluso nuestro siglo.
En el campo dramático, revaloramos la dramaturgia de Sergio Magaña (Tepalcatepec, Michoacán, 1924-Ciudad de México, 1990), de quien el pasado 24 de septiembre conmemoramos el centenario natal. Maestro indudable del neorrealismo mexicano, sobre su legado escribe el también dramaturgo David Olguín, quien sentencia que la figura de Magaña “se agiganta con el tiempo y a los 100 años de su nacimiento, volvemos a leerlo con asombro”.
Durante décadas, la trascendencia de Anita Brenner (Aguascalientes, 1905- Aguascalientes, 1974), quien fue escritora, editora y promotora cultural, permaneció soterrada. A medio siglo de su fallecimiento, la crítica y académica Dafne Cruz Porchini nos recuerda que “la poderosa y energética personalidad de Brenner favoreció la difusión del arte nacional”, además de moldear “la representación de la imagen de México en el extranjero”.
Considerado el festival musical más longevo de México, el de Morelia ha tenido, a decir de Lorena Díaz Núñez, cinco movimientos. La especialista en la obra de Miguel Bernal Jiménez, fundador de esta celebración de la música de concierto, nos ofrece una informada recapitulación de este festival que abarca ya más de medio siglo, aunque no de manera continua.
En junio, el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde, que el Gobierno del Estado de Zacatecas y el Instituto Zacatecano de Cultura otorgan a escritores y académicos que han enaltecido y difundido el legado del poeta, galardonó ex aequo al director y dramaturgo Luis de Tavira, y al actor Arturo Beristain. El primero es el artífice de la memorable Novedad de la Patria, donde los versos posmodernistas de López Velarde se concilian con las lecciones de la vanguardia escénica; mientras que el segundo, partícipe asimismo del elenco de esa puesta en escena multipremiada, es el director y protagonista de Retrato hablado, pieza teatral en la que Juan Villoro evoca el fantasma del jerezano. Ofrecemos los discursos de Tavira y Beristain; sendas recapitulaciones de la importancia del teatro y la poesía en la esfera pública.
Esta entrega de Liber se completa con una reseña de Jesús Joel Peña Espinosa sobre Al amor de Sor Juana; compilación de ensayos en los que Alejandro Soriano Vallès aborda seis momentos decisivos en la vida de la ilustre poeta y religiosa; una reflexión en la que Raúl Falcó discurre sobre los límites del lenguaje y las afinidades entre el habla de la desolación y la efusividad amorosa; y concluimos nuestro acopio otoñal con una exploración de Fernando Álvarez del Castillo sobre los vínculos entre la doctrina de Jean-Jacques Rousseau y la ópera Los portentosos efectos de la madre naturaleza (1752).
Con la evocación de los portentosos efectos de esta colaboración entre Giuseppe Scarlatti y Carlo Goldoni, la cual privilegia la educación y la cultura –una pareja que en Liber consideramos esencial para la plenitud humana– sobre la doctrina de la bondad innata, les invitamos a leer nuestra edición de otoño y a disfrutar de los frutos del espíritu; deleite que en estos días en que el polvo de oro en el aire flota –parafraseamos a Rubén Darío– se convierte en la justa recompensa de un año de laborioso afán.