Sor Juana Inés de la Cruz (Juana de Asuaje y Ramírez de Santillana), óleo sobre tela de Nicolás Enríquez de Vargas, circa 1720-1779, Museo de Arte de Filadelfia, Filadelfia. Fuente: Wikipedia.
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Literatura

Una vuelta de tuerca hacia la luz sobre la figura de Sor Juana

El historiador Jesús Joel Peña Espinosa reseña el libro Al amor de Sor Juana, de Alejandro Soriano Vallès, uno de los más grandes estudiosos de la vida y obra de la poeta. Como si fuera una carta escrita a Sor Juana, Vallès presenta novedosos testimonios sobre su origen, la fecha exacta de su nacimiento, el arte y agudeza de su ingenio, sus habilidades como contadora del monasterio de San Jerónimo y la vida conventual. 


Por Jesús Joel Peña Espinosa

El mayor enamorado de Sor Juana Inés de la Cruz en los tiempos liminares del tercer milenio, don Alejandro Soriano Vallès, vuelve sobre la figura y obra de la eximia religiosa con una serie de breves textos concatenados dentro del libro Al amor de Sor Juana, que Bonilla Artigas publicó recientemente el pasado 2023. Repasa seis momentos coyunturales en la vida de la ilustre jerónima, que la describen en su calidad de religiosa y de mujer brillante, naturalezas reunidas en una sola persona sin menoscabo entrambas, como más de una vez ha demostrado el autor.

Como perenne estudioso de la hija de Nepantla, siempre agudo y además beligerante, aprovecha sus nutridas fuentes y conocimiento para debatir las propuestas que durante el siglo XX se han hecho en torno a la destacada monja. Más de alguno levantaría la ceja pretendiendo decir que hay cosas zanjadas, pero no es así y en este libro queda demostrado. Sor Juana es tan inmensa como su legado y hay dichos que aún deben revisarse y discutirse. Cierra el libro con un balance de las luchas emprendidas por el autor para poner luz a la biografía de Sor Juana y los resultados que hasta la fecha ha obtenido.

Fiel a su estilo, a lo largo del texto hace copiosa mención de fuentes contemporáneas y antiguas, que emplea para confrontar los testimonios, analizar las interpretaciones hechas con base en los mismos y ofrecer su propia lectura. El repaso del aparato crítico es un viaje por gran parte de la producción bibliohemerográfica, aderezado con la riqueza de los comentarios de Soriano, que invitan a repensar toda esa tinta regada sobre múltiples aspectos sorjuaninos tanto por su contenido como por las intenciones. Es importante señalar su aportación de nuevas fuentes documentales, que no por breves son irrelevantes, por el contrario, allanan las perspectivas y ponen en tensión muchos asertos montados sobre bases insuficientes. Son estos hallazgos los que dan la puntilla para fortalecer el eje de la interpretación que Soriano sostiene sobre la personalidad de la erudita y el entorno que estuvo relacionado con ella.

“Soriano coloca en el centro los datos proporcionados en 1700 por el jesuita Diego Calleja y reivindica su aserto de que Juana Inés nació en 1651”.

 

La “preocupación por los orígenes” no es ajena a Soriano y abre el libro con la cuestión sobre la fecha de nacimiento. Recupera las dos propuestas que han prevalecido en las últimas décadas para colocar en el centro los datos proporcionados en 1700 por el jesuita Diego Calleja y reivindicar su aserto de que Juana Inés nació en 1651 y no en 1648, como se ha insistido en los últimos años. Vallès se torna en hábil genealogista, apoyado en una partida de bautismo, correspondiente a la parroquia de Amecameca, que le fue compartida por Raúl Gómez Mariscal, la cual estima como el testimonio “más probable” del bautismo –y por ende del nacimiento– de Juana Inés. Con base en desentrañar un tejido de relaciones familiares y de compadrazgo de las familias Asuaje, Ramírez y Caubín, explicados en el entorno regional de los pueblos enclavados en la ladera poniente de la llamada Sierra Nevada, sostiene una pesquisa meticulosa, que inexplicablemente no se había realizado por otros investigadores acuciosos, como Méndez Plancarte. La itinerancia propia de la época y la ausencia por ciertos períodos de los párrocos respecto de sus curatos, por alguna razón extraordinaria o personal, debieron hacer pensar a los pesquisadores sorjuaninos que la búsqueda no podría limitarse a un solo archivo.

Alejandro Soriano Vallès posa con un ejemplar de Al amor de Sor Juana, libro editado por Bonilla Artigas Editores, Ciudad de México, 2022.

Desde luego, Soriano convoca todas las propuestas de fechas y de hipotéticos asientos bautismales que han sido esgrimidos como el documento primigenio, y enumera los óbices para considerarlos como la fe sacramental del origen de Juana Inés. Apoyado con las fotografías de los documentos, el lector puede seguir con detenimiento los argumentos del autor y al mismo tiempo tratar de construir una percepción propia. Para quienes trabajamos cotidianamente con manuscritos en el afán de hacer historia, sabemos la relevancia que tiene hallar el testimonio y sobre el mismo efectuar el análisis codicológico, método incisivo para determinar la sinceridad diplomática e histórica del mismo. Después, la operación de hacerle las preguntas más que suficientes para obtener “su confesión de parte”. La importancia del asunto rebasa el prurito por el detalle del dato duro; Soriano lo indica desde su particular óptica al plantear que detrás de favorecer una fecha y un documento está la intención de construir una imagen adrede sobre la jerónima, especialmente en aquellas lecturas que buscan demeritar la figura que transmitió el padre Nájera como “primer biógrafo” de la doncella.

Para cualquier individuo que opta por la vida consagrada, como fue el caso de Sor Juana, quien libremente adoptó la clausura para su régimen de estado, la vida en común es tan importante como la vida individual en el interior del convento. El rezo en el coro halla su complemento en la oración íntima dentro de la celda; de manera que Soriano, atinadamente, dedica el segundo capítulo de su obra a la celda de la madre Juana Inés. El tema resulta aprehendido por el autor para destacar la memoria que entre las jerónimas dejó la personalidad de Sor Juana. El abordaje resulta esencial y novedoso en los estudios sorjuaninos porque recurre a la tradición oral, transmitida generacionalmente entre las religiosas y cobijada en algún momento por la escritura. La oralidad adquiere gran relevancia para calibrar algo más que el recuerdo, pues contribuye a mensurar adecuadamente la importancia que un sujeto representa para la identidad de un colectivo a través del tiempo, así lo emplea hábilmente Soriano.

Soriano evoca los enunciados de las jerónimas respecto de Sor Juana, expresados a lo largo de los siglos, demostrando que el recuerdo no descansaba sólo en su fama póstuma, era recordada especialmente por sus virtudes como religiosa, por sus servicios al monasterio y por la caridad ejercida entre sus hermanas de hábito. Contrario a ciertas voces que han pretendido una malquerencia por parte de sus compañeras de clausura propiciada por la envidia, Vallès exhibe una memoria grata por parte de las monjas a lo largo de los siglos, para quienes lo relevante es su virtud y sus servicios a la comunidad conventual; de manera que esas inquinas oreadas por algunos investigadores no son más que fantasmas de una lectura descuidada. El hecho de que siglos después las religiosas tuvieran memoria de la celda refiere el recuerdo feliz de las monjas respecto de quien sirvió como buena hermana.

Dicho sea de paso, el escritor trae a colación los avatares del inmueble que albergó al monasterio jerónimo, los esfuerzos de los eruditos decimonónicos por preservar al menos la celda sorjuanina y la animadversión que desde entonces levantaba la figura religiosa de Sor Juana, como si destruyendo su celda se pudiese aniquilar la realidad de una monja. En términos patrimoniales, es de relevancia lo espetado por Soriano porque recuerda la obligación ética de la preservación patrimonial allende los intereses ideológicos.

El tan llevado y traído tema de la biblioteca es tomado por Vallès para remachar su afirmación, colocada ya en otros trabajos suyos, de que la ilustre religiosa no fue obligada a desprenderse de ese tesoro, sino que en un acto de amor sublime decide transformarlo de “alimento de conocimiento” a “pan para los pobres”. Trabajos anteriores de Soriano refuerzan el breve apartado que hace en este libro, insistiendo en la decisión libre de Juana Inés para desprenderse de su amada librería. Retoma argumentos sólidos que ya ha presentado en otros textos, pero que hallan necesario sentido en este elenco de momentos primordiales en la vida y las decisiones de la amiga de mentes como la de Sigüenza y la de Fernández de Santa Cruz. El testamento y su cumplimiento por parte del albacea, así como el destino final de los libros, según lo determinado por la legítima propietaria, nuevamente son esgrimidos para demostrar el equívoco rotundo de la ya insostenible sentencia paciana que pretendía acusar a los prelados mexicano y angelopolitano de bloquear el desarrollo intelectual de aquella a quien Santa Cruz reconocía como potencial teóloga. El autor contemporáneo, como todos, lamenta que no haya el menor atisbo de un inventario sobre aquellos libros, y sugiere los títulos documentados o factibles que poseía la religiosa.

“Soriano nos muestra una mujer redonda, de un perfil completo. La oportunidad se la brinda el papel que jugó la literata como contadora de su monasterio. Su aguda inteligencia la llevó a poner orden en la contabilidad del convento, sanear las finanzas y administrar adecuadamente”.

 

Gacetilla en la primera plana de El Tiempo, domingo 11 de enero de 1885, Ciudad de México.

El ingenio de Sor Juana no sólo era para la abstracción y la contemplación. Soriano aprovecha para mostrarnos una mujer redonda, de un perfil completo. La oportunidad se la brinda el papel que jugó la literata como contadora de su monasterio. Su aguda inteligencia la llevó a poner orden en la contabilidad del convento, sanear sus finanzas y administrar adecuadamente en aquel contexto novohispano donde muchas casas religiosas contrataban mayordomos, dados los impedimentos del manejo pecuniario frente a los rigores de la clausura. Ciertos tratos y contratos le ayudan al autor para hincar más la mirada en la venta de los bienes particulares de Juana Inés y las decisiones que adoptó para asegurar que sus albaceas cumplieran con su voluntad.

Esa labor con los libros de cuentas monacales, que sus hermanas insistían en confiarle debido a sus buenos resultados, condujo a la religiosa a pedir la intervención de la Santa Sede para mitigar dicho servicio. En estas escenas emerge el tema de su salud, que, a decir de los biógrafos, era bastante frágil. Soriano presenta una misiva, hasta ahora inédita, suscrita en 1694 por Sor Juana en la que pide a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares la dispensa en el ejercicio del economato. Hallado por el padre Giovanni Brambilla, quien lo entregó a Vallès, el pequeño documento resulta relevante para comprender con mayor amplitud la toma de decisiones en la erudita monja; pero suscita más interrogantes que las que resuelve el autor o las que se pudiesen satisfacer con lo hasta ahora escrito sobre la suscriptora. ¿Cómo llegó la carta hasta Roma? ¿Quién fue el portador? ¿Por qué no hizo Sor Juana antes una petición a la Corona en el mismo sentido? ¿Acaso pudo azuzarla a redactar esta carta su amigo el prelado Manuel Fernández?

En primer lugar, es de suponerse que debió recurrir a la autoridad episcopal y posiblemente a la Corona; no es descabellado pensar que aún no se han encontrado esos documentos y pueden estar en algún repositorio. Sabiendo que la contadora del convento de San Jerónimo tenía buenas relaciones con ciertos sectores cortesanos, resulta de perplejidad una petición a la curia romana. Considerando su escrupulosidad para cumplir con las normas propias de su hábito y su impoluta visión religiosa, es plausible que decidiera caminar el sendero estrictamente legal y administrativo para el referido menester. Amén de localizar los otros documentos, en caso de haber existido, es necesario un análisis desde la perspectiva del Ius Canonicum que ayude a comprender esta acción. Soriano en su texto anda por la explicación sobre su frágil salud y su heroísmo, que hizo creer a las demás religiosas que Sor Juana podía mantenerse en el puesto de contadora. Busca salir al paso de alguna interpretación que conduzca a imaginar una acción insidiosa por parte de las monjas o del arzobispo Aguiar; sin embargo, los elementos son insuficientes para establecer respuestas plenamente sólidas. Este capítulo del texto de Soriano deja varias tareas para interpretar el paso dado hacia la licencia romana, que, por cierto, obtuvo.

En la secuencia de su libro, el autor pasa al último momento en la existencia de su querida biografiada. Refiere diversos aspectos que envuelven los últimos instantes de la poetisa, que conducen al lector a percibir que Sor Juana, consciente de su resquebrajada salud, sabía que el fin estaba cerca; no en balde había leído tanto de ciencia y filosofía natural. Es probable –esto es un apunte mío– que su petición a Roma esté relacionada con su necesidad de aprovechar con tranquilidad sus últimas energías para dedicarse a la teología mística, como se lo sugiriera su amigo el obispo de Puebla; y el oficio contable le impedía ese espacio de tiempo en la celda. Si estimaba que sus fuerzas llegaban al límite, para una monja que vivió con cabalidad su vida religiosa y leyó su fe con tanta inteligencia resultaba indispensable agotar los últimos talentos que la Providencia le había obsequiado. Más allá de esta disquisición, el escrito de Soriano empuja a entender las expectativas espirituales que tuvo Juana Inés en el umbral que cruza del mundo a la eternidad.

Al amor de Sor Juana es como un epistolario que Alejandro Soriano Vallès hizo para entender su fascinación por la ilustre religiosa novohispana”.

 

El último capítulo de este libro es una reseña de la “cruzada sorjuanina” que desde hace años emprendió Alejandro Soriano. Desde su particular punto de vista, ofrece al lector la manera en que se acercó al personaje y decidió nadar en las aguas tempestuosas del sorjuanismo. Refiere sus luchas y en cierto momento exhibe la actitud de un sector de la academia especializada actuando mediante intrigas, lo que no resulta sorprendente, pues en estos tiempos de comunicación en redes se han puesto en evidencia actitudes antiéticas por parte de algunos sectores académicos en casos que atañen a diferentes disciplinas del conocimiento. Muy puntual, Soriano marca como un hito en sus innegables aportaciones a los estudios sorjuaninos la publicación de Doncella del verbo, tanto en su primera edición como en los avatares de la segunda. Es de admirar su tesón para difundir con tanta inteligencia su lectura de la jerónima, su agudeza para salir al paso del manoseo ideológico y la terquedad de varios investigadores; aunque, dicho sea de paso, tampoco Alejandro esconde su perspectiva íntima, pero al leer sus libros es manifiesto que prevalece la acuciosidad y la seriedad en la investigación por encima de sus convicciones personales.

Al amor de Sor Juana es como un epistolario que Alejandro Soriano Vallès hizo para entender su fascinación por la ilustre religiosa novohispana; para recordar que la búsqueda de las certezas sólidamente fundamentadas debe ser el guion que dirija la mirada sobre las evidencias. Nuevamente el autor ofrece novedades testimoniales que las nuevas generaciones puedan analizar, así como su propuesta interpretativa. Es deseable que suceda, al paso de poco tiempo, el ocaso de las necedades de quienes hicieron a la jerónima rehén de entuertos ideológicos o simplemente para medrar. Seguramente, pronto veremos nuevas cosas de la pluma de Soriano con más aportes documentales, pues tal parece que Sor Juana Inés de la Cruz le responde bien a ese tanto amor que le tiene.



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