Dibujo a tinta de Peter Hoffer para la cubierta del libreto La fanciulla del West, 1954. Archivo Histórico Ricordi. Fuente: Wikipedia.
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Música y ópera

Las tribulaciones de una hija del Oeste en México

Para la inauguración del Palacio de Bellas Artes, prevista para 1910, se había considerado el estreno mundial de la ópera de Giacomo Puccini: La fanciulla del West (La muchacha del Oeste). Sin embargo, se estrenaría en la Ópera Metropolitana de Nueva York. Felipe Jiménez explica las vicisitudes que atravesó esta ópera para representarse en México, y explora el montaje de 2019 bajo la dirección musical de Luiz Fernando Malheiro y con Sergio Vela a cargo de la puesta en escena, para quien este western operístico en tres actos es “la partitura más lograda, madura, audaz y compleja”.


Por Felipe Jiménez

La primera ópera de Giacomo Puccini (1858-1924) estrenada fuera de Italia, la que cuenta con la partitura más lograda de todas en opinión de algunos conocedores, fue también la ópera con la que se pensó inaugurar el Palacio de Bellas Artes en 1910, ello para conmemorar el centenario de la Independencia de México. Justo Sierra, entonces secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, hizo gestiones al respecto; pero la proyectada inauguración no pudo llevarse a cabo y La fanciulla del West (La muchacha del Oeste) se representó por primera vez en México en 1920, con una sola función. El estreno en Bellas Artes tuvo que esperar hasta 2017, fortuitamente también con una sola representación debido al sismo del 19 de septiembre de aquel año. Fue hasta 2019, hace ahora un lustro, cuando el coloso de mármol pudo ofrecer finalmente la totalidad de las representaciones previstas.

Señor Lic. Don José Yves Limantour

Ministro de Hacienda

Presente

Mi querido amigo:

El maestro Gustavo Campa me ha escrito desde Roma y me propone, con motivo de una visita que hizo a Puccini, estrenar una obra de este autor en el centenario de nuestra Independencia. Voy a transcribir a usted varios párrafos de la carta a que me refiero, para que se sirva usted darme su autorización y valiosa opinión acerca de este asunto.

“He tenido el gran gusto de reanudar mis relaciones con Puccini; varias veces he estado con él y ayer aceptó la invitación que le hice para almorzar […] Puccini me había hablado con raro entusiasmo de nuestro nuevo Teatro Nacional, y no sólo con entusiasmo, sino con acopio de conocimientos acerca de su importancia, lujo, decorado, etcétera, que me hicieron creer en una probabilidad de obtener que fuese a estrenarlo en 1910 con su nueva ópera La figlia del West (sic). […]

”Le hice algunas insinuaciones y me contestó que todos los datos acerca del teatro los tenía del arquitecto Boari, quien también le había hecho amplias proposiciones en el sentido del estreno de la ópera; que él no le había resuelto nada porque tenía proposiciones anteriores en Nueva York y Londres, pero sin compromiso formal alguno […].

” ‘Por otra parte’ –me dijo–, ‘en Nueva York me proporcionarán los mejores artistas, con Caruso a la cabeza, y –no se ofenda usted– como México no es una plaza artística de primer orden, temería yo que el mundo musical creyese que, al dar allí mi ópera, no me había guiado más que un interés metálico’. A pesar de todo eso, me parece que Puccini quizás cedería a favor de México, con un poco de insistencia, buenos ofrecimientos y cierta formalidad. El maestro [Giorgio] Polacco me asegura que quizá arrancaría a Puccini su consentimiento, siempre que, aparte de lo indicado arriba, se resolviera pronto…”.

Sabe cuánto lo quiere su afmo. amigo y S. S.

Justo Sierra

De la misiva anterior se desprende que Gustavo Campa, el compositor y crítico musical mexicano que se entrevistó con Puccini en Italia, no estaba al tanto de que el autor de La fanciulla del West ya se había comprometido contractualmente con la Ópera Metropolitana de Nueva York para estrenar ahí su siguiente ópera, explica el director de escena Sergio Vela:

Podemos suponer que la iniciativa de intentar que una nueva ópera de Puccini fuera el espectáculo inaugural del Teatro Nacional de México fue del arquitecto italiano Adamo Boari, arquitecto del Palacio de Bellas Artes, quien puso al tanto al compositor de la importancia del recinto y de sus principales características […] Lo que ni Campa, ni Puccini, ni Justo Sierra sabían en ese momento es que la inauguración del Teatro Nacional, prevista para el centenario de la Independencia en 1910, sería imposible en esa fecha porque desde el comienzo de la obra hubo hundimientos diferenciales en la cimentación de la estructura del edificio. Durante la Revolución mexicana, y tras los trabajos requeridos para estabilizar la estructura, la obra fue interrumpida, y sólo en 1934 se abrieron las puertas del Palacio de Bellas Artes.[1]

La Ópera Metropolitana de Nueva York fue el recinto donde tuvo lugar el estreno absoluto de La fanciulla del West, el 10 de diciembre de 1910. Y aunque se trataba de la primera vez que Puccini estrenaba una obra fuera de Italia, en aquel debut muchos paisanos suyos acompañaron al compositor: Enrico Caruso y Pasquale Amato cantaron los papeles de Dick Johnson y Jack Rance, respectivamente; Arturo Toscanini dirigió la orquesta; y el editor musical Tito Ricordi, quien acompañó a Puccini a Nueva York, fue codirector de la puesta en escena, junto con Giulio Gatti-Casazza, por entonces director general del Met. Colaboró también en la dirección David Belasco, autor de la obra de teatro The Girl of the Golden West, que sirvió a Puccini como punto de partida para su ópera. El trabajo de Belasco ya había inspirado otra obra de Puccini: Madame Butterfly. Hay que decir que La fanciulla fue el primer estreno absoluto de una ópera en el Met, cuyo repertorio hasta entonces había estado compuesto por obras estrenadas previamente en Europa.

“El estreno absoluto de La fanciulla del West tuvo lugar el 10 de diciembre de 1910 en la Ópera Metropolitana de Nueva York”.

 

México, a partir de este momento, entró en una etapa de grandes convulsiones políticas y sociales, incompatibles con todo desarrollo y seguimiento del arte lírico. A los problemas económicos y de orden público se sumó la falta de un espacio apropiado para las producciones operísticas en la capital mexicana. Y es que el gran Teatro Nacional, construido en tiempos del presidente Antonio López de Santa Anna, había sido demolido para ampliar la calle Cinco de Mayo. En cuanto a Bellas Artes, el recinto no estuvo en condiciones de ofrecer una puesta en escena hasta 1934.

En esta escena crucial de La fanciulla del West (1910), ópera de Giacomo Puccini, aparecen Emmy Destinn (Minnie), Pasquale Amato (Sheriff Jack Rance) y Enrico Caruso (Dick Johnson), 10 de diciembre de 1910, Ópera Metropolitana de Nueva York, Nueva York. Fuente: Wikipedia.

La fanciulla del West, ópera de Giacomo Puccini, escena del tercer acto del estreno absoluto, con Enrico Caruso, Emmy Destinn y Pasquale Amato, 10 de diciembre de 1910, Ópera Metropolitana de Nueva York, Nueva York. Fuente: Wikipedia.

Específicamente, respecto a La fanciulla del West, se dice que no se hizo mucho por traerla a México debido a que su argumento no dejaba en buen lugar la imagen de nuestro país, con una banda mexicana de cuatreros y salteadores de caminos. Incluso se afirma que la ópera estuvo proscrita oficialmente, aunque este supuesto veto no está documentado. No obstante, entre los melómanos más instruidos se comenta que los presidentes Victoriano Huerta, primero, y Venustiano Carranza, después, llegaron a condicionar el estreno de la obra en México a cambiar la nacionalidad del personaje de Ramírez, el jefe de la banda de bandoleros, lo que supuestamente habrían comunicado por telegrama a Puccini.

“Finalmente, La fanciulla del West se estrenó en México en el teatro Arbeu, el 24 de febrero de 1920, con un elenco estelarizado por Carmen Melis, Hipólito Lázaro y Taurino Parvis, bajo la dirección de Alfredo Padovani”.

 

Lo cierto es que fue durante la presidencia de Carranza cuando una compañía lírica extranjera finalmente estrenó en México La fanciulla del West en el teatro Arbeu, el 24 de febrero de 1920, con un elenco estelarizado por Carmen Melis, Hipólito Lázaro y Taurino Parvis, bajo la dirección de Alfredo Padovani; pero el apremio con el que debían realizar sus giras las compañías extranjeras limitó su permanencia en cartelera a una sola función. Apenas un año antes, ese mismo recinto había sido el escenario del debut en México de Enrico Caruso, considerado el más grande tenor del mundo, quien visitó nuestro país para realizar varias presentaciones en el teatro Esperanza Iris y en El Toreo, además del Arbeu.

Dice José Octavio Sosa que en 1976 la Compañía Nacional de Ópera del INBA programó “el estreno” de La fanciulla del West, pues ignoraban que se había escenificado 56 años atrás.

Efectivamente, se anunció y se ensayó a conciencia: Alejandro Luna realizó el diseño de escenografía, Claudio Lenk preparó el montaje escénico y se contrató al tenor Giuseppe Vendittelli para uno de los dos elencos; el primero era el tenor David Portilla y, si mal no recuerdo, estaban, además, las sopranos Irma González y Rosa Rimoch, que alternarían funciones; el barítono Marco Antonio Saldaña; y un extenso elenco de cantantes nacionales. La aventura quedó en eso, en ensayos, sin reestrenarse, cuando concluía también el sexenio y el cambio de administración en la ópera de México.[2]

Transcurrieron 41 años más para que el western operístico de Puccini se representara en el Palacio de Bellas Artes, exactamente el domingo 17 de septiembre de 2017, bajo la dirección musical de Luiz Fernando Malheiro y Sergio Vela como responsable de la puesta en escena, la escenografía y la iluminación; pero contra todo pronóstico, la producción, cuidada hasta el más mínimo detalle, tuvo una sola representación. Y es que la siguiente función, programada para el martes 19 de septiembre –y las subsecuentes–, tuvo que cancelarse. Ese día, a las 13:14 horas, un sismo de magnitud 7.1 con epicentro en los límites de los estados de Puebla y Morelos sacudió la Ciudad de México; tendría un saldo de 228 víctimas mortales, centenares de heridos y cuantiosos daños materiales.

Cartel que anuncia el estreno en México de La fanciulla del West el 24 de febrero de 1920 en el teatro Arbeu de la Ciudad de México.

Las cuatro representaciones previstas de La fanciulla del West, finalmente, se llevaron a cabo a partir del 27 de septiembre de 2019, a cargo de la Compañía Nacional de Ópera, con la puesta en escena, escenografía e iluminación a cargo del maestro Vela y la dirección concertadora del italiano Marcello Mottadelli al frente de la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes. El elenco estaba encabezado por la soprano estadounidense Elizabeth Blancke-Biggs en el papel de Minnie; el tenor mexicano Diego Torre como el forajido Ramírez (Dick Johnson); el bajo-barítono de origen moldavo Roman Ialcic como el sheriff Jack Rance.

Portada del programa de mano de La fanciulla del West, septiembre de 2017, Palacio de Bellas Artes. Fuente: INBAL.

“En términos estrictamente musicales, es la partitura más lograda, la más madura y más audaz, la más rica y la más compleja de sus óperas”. 
SERGIO VELA

 

En la puesta en escena participaron también los cantantes Ángel Ruz, Daniel Cerón, Enrique Ángeles​, Andrés Carrillo, Antonio Azpiri, Carlos Arámbula, Ángel Macías, Dante Alcalá​, Alberto Albarrán, Édgar Gil, Carlos Santos, Vanessa Jara, Óscar Velázquez, Emilio Carsi y Rodrigo Petate, así como la actriz Renata Ramos como Nina Micheltorena. Completaron el equipo creativo Stefano Ragusini, dirección huésped del Coro; Violeta Rojas, diseño y realización de vestuario; Ruby Tagle, dirección de movimiento escénico; Ilka Monforte, diseño de maquillaje; y Juliana Vanscoit, diseño de utilería. El responsable de la traducción y el supertitulaje fue Francisco Méndez Padilla. Se saldaba así al fin una deuda, casi histórica, con el público mexicano, dadas las vicisitudes que tuvieron que sortearse para representar la obra en México.

Ramírez, Dick Johnson (Andeka Gorrotxategi) y Minnie (Ángeles Blancas), acto II de La fanciulla del West, puesta en escena de Sergio Vela, septiembre de 2017, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Fotografía: Compañía Nacional de Ópera (CNO) / INBAL.

Minnie (Ángeles Blancas) en el acto II de La fanciulla del West, septiembre de 2017, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Fotografía: Compañía Nacional de Ópera (CNO) / INBAL.

El sheriff Jack Rance (Roman Ialcic) y Nick (Ángel Ruz) en el saloon Polka, acto I de La fanciulla del West, puesta en escena de Sergio Vela, septiembre de 2019, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Fotografía: Compañía Nacional de Ópera (CNO) / INBAL.

Riña entre los mineros en el saloon Polka, acto I de La fanciulla del West, septiembre de 2019, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Fotografía: Compañía Nacional de Ópera (CNO) / INBAL.

Sergio Vela, alma y gran promotor de esta producción, consideró entonces: “Estamos frente a una de las partituras más inquietantes de Puccini y, a mi juicio, la mejor de todas. En términos estrictamente musicales, es la más lograda, la más madura y más audaz, la más rica y la más compleja de sus óperas”. Para el también académico:

Puccini fue un maestro de la melodía y la orquestación. Tuvo una aptitud extraordinaria para la agilidad dramatúrgica. Siempre supo orquestar sus óperas de modo admirable, pero pienso que es hasta La fanciulla del West –una partitura rica y perturbadora– cuando llega a la más sublime calidad. En ella encontramos estos golpes brutales de sonido y constantes cambios de métrica con los que el compositor da cuenta del entorno social y de la hondura psicológica de los personajes; Puccini discurre dramáticamente a través de efectos musicales inesperados, suscitados a partir de escenas un tanto elementales, y con la acumulación de pequeños impulsos alcanza, en el transcurso de la obra, una complejidad sin precedentes.[3]

Para Vela, Puccini se acerca con este trabajo a Debussy, Richard Strauss, Alban Berg y Stravinski. Giuseppe Sinopoli, compositor y director de orquesta al que Sergio Vela se refiere abiertamente como su maestro, además de amigo excepcional, realizó un concienzudo análisis de La fanciulla. Sinopoli encuentra elementos del estilo Liberty o floral, variante artística italiana del art nouveau, como la flexibilidad de la forma musical, las curvaturas expresivas y la ambigüedad de los tiempos compuestos. Vela suscribe estos hallazgos y añade el fauvismo, expresión que busca capturar una cierta sinergia entre sonido y visión de manera emotiva y audaz. En esta ópera de Puccini, ello se muestra en una constante fuerza evolutiva, el empleo violento del colorido natural y cierta brutalidad en los momentos exaltados.

El sheriff Jack Rance (Roman Ialcic), Ashby (Daniel Cerón) y los mineros se aprestan a ajusticiar a Ramírez (Diego Torre), acto III de La fanciulla del West, septiembre de 2019, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Fotografía: Compañía Nacional de Ópera (CNO) / INBAL.

Minnie (Elizabeth Blancke-Biggs) aboga por Ramírez (Diego Torre) para salvarlo de la horca; los observan Billy Jackrabbit (Carlos Santos) y su mujer Wowkle (Vanessa Jara), acto III de La fanciulla del West, septiembre de 2019, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Fotografía: Compañía Nacional de Ópera (CNO) / INBAL.

“Se calcula que en 1849 llegaron a California, en busca de fortuna, alrededor de noventa mil personas, de las cuales, entre treinta y cuarenta mil eran extranjeras, la gran mayoría de la más baja extracción, sin estudios y dispuestas a todo con tal de enriquecerse”.

 

Por último, cabe preguntarse ¿verdaderamente Puccini ofrece una imagen despectiva de México o de los mexicanos en su obra? Al respecto, es inobjetable que los personajes de origen mexicano que transitan en el argumento son forajidos y bandoleros; pero conviene hacer algunas precisiones: en primer lugar, así es como son vistos en el género westernporque México representa un pasado de anquilosamiento social, político y económico. California se anexionó a Estados Unidos en 1847; pero ya había dejado de ser territorio mexicano un año antes, al fundarse la República de California. El personaje de Nina Micheltorena, la encargada del prostíbulo local, toma su apellido del odiado general Manuel Micheltorena, quien fue gobernador de California bajo el dominio mexicano. Por otro lado, no debe soslayarse que cuando tiene lugar la narración California está inmersa en el fenómeno social de la fiebre del oro. Se calcula que en 1849 llegaron a California, en busca de fortuna, alrededor de noventa mil personas, de las cuales, entre treinta y cuarenta mil eran extranjeras, la gran mayoría de la más baja extracción, sin estudios y dispuestas a todo con tal de enriquecerse. Ello hizo de California, en la práctica, un lugar sin ley donde había que tomarse la justicia por propia mano.

Finalmente, un comentario en torno al personaje de Ramírez, el jefe de la banda mexicana de salteadores de caminos; es un truhan, pero cuando se encuentra con Minnie sólo muestra buenos sentimientos. La candidez y fortaleza extraordinaria de esta mujer lo conmueven hasta hacerse el sincero propósito de enmendarse. Es un hombre verdaderamente afortunado porque se enamora de Minnie y este amor es correspondido, lo que será su salvación. Al final, logra la redención al tener la oportunidad de iniciar una nueva vida al lado de la mujer que lo deja todo por él.

 

Ilustración de Giuseppe Palanti para la edición de la partitura de La fanciulla del West, publicada por G. Ricordi en Milán, 1910. Fuente: Wikipedia.

 

Sinopsis argumental de La fanciulla del West

La acción transcurre en California, en tiempos de la fiebre del oro: 1849 o 1850

Acto I

Minnie es la joven propietaria del Polka, un saloon cercano a los montes de la Sierra Nevada, donde los buscadores de oro acostumbran reunirse al final de cada jornada. El establecimiento es atendido por Nick, camarero de la confianza de la muchacha. Para los esforzados y nostálgicos gambusinos, Minnie es su confidente y consejera, una figura familiar, idealizada por la mayoría de ellos. La joven tiene una antagonista: Nina Micheltorena, la seductora encargada de Las Palmas, el lupanar de la comarca.

Cada atardecer, los mineros le entregan a Minnie los escasos hallazgos de oro de la jornada, que ella guarda en un barril vigilado por turnos por los hombres. Ha empezado a correr el rumor de que merodea por el lugar una banda de mexicanos salteadores de caminos, comandada por el galante y temible Ramírez. Míster Ashby, representante de la compañía de transportes Wells Fargo, sigue el rastro de Ramírez y sus secuaces.

Cada uno de los mineros conserva sus rasgos de personalidad y temperamento; pero juntos son un grupo tan pintoresco como melancólico, que acompaña cada noche el canto triste de Jake Wallace, el trovador vagabundo. Todos aguardan recibir noticias de sus familias, mientras esperan que la buena suerte los sorprenda en cualquier momento.

El responsable de hacer respetar la ley es el sheriff Jack Rance, un hosco y amargado tahúr, cuyo ánimo habitual, seco y frío, contrasta con la ardiente pasión que siente por Minnie, pero la muchacha no le corresponde.

De improviso, aparece un forastero que se presenta como Dick Johnson, procedente de Sacramento. Minnie y el recién llegado recuerdan haberse conocido fugazmente tiempo atrás, y este rencuentro despierta en ambos –para enojo del sheriff y sorpresa de los demás hombres– una evidente atracción mutua. En realidad, Dick Johnson no es sino el forajido mexicano, examante de Nina Micheltorena. Esta, despechada por su galán, facilitará a Ashby la información necesaria para la captura del bandolero. Ramírez, por su parte, se enamora de Minnie y abandona su plan original de robar con su banda el oro custodiado en el saloon, con tal de permanecer junto a ella.

Acto II

La conversación íntima entre la muchacha y Ramírez continúa esa noche en la cabaña de las montañas donde ella vive, atendida por Billy Jackrabbit y su mujer, Wowkle. Ahí, durante una tormenta de nieve, se produce una genuina pasión amorosa entre Minnie y Ramírez. Cuando llega Jack Rance en compañía de Nick, míster Ashby y el minero Sonora, Minnie pide al cuatrero que se oculte para evitar una escena de celos del sheriff. Rance y Ashby, sin saber de la presencia del mexicano en la cabaña, ponen sobre aviso a la muchacha y le revelan que el supuesto caballero de Sacramento es, en realidad, Ramírez, a quien Nina Micheltorena, repudiada, acaba de delatar.

Cuando vuelve a quedarse a solas con Ramírez, Minnie lo confronta. Él admite su verdadera identidad, pero aclara a la joven que, al reconocerla, prefirió no robar el oro del Polka. Más que la vida de delincuente de Ramírez, a Minnie le duele que el hombre que creyó suyo, a quien entregó su primer beso, sea el amante de la Micheltorena, y lo despide de la cabaña.

Al salir Ramírez, se escucha un disparo y Minnie esconde al forajido, que ha resultado herido. Sin embargo, una indiscreta gota de sangre le revela su escondite al sheriff. Minnie le propone entonces apostar el futuro de Johnson al póquer. Jugarán tres manos: si Rance gana, podrá disponer del bandolero y de Minnie; pero si ella vence al sheriff, este aceptará que Ramírez quede libre y se lo entregará a la muchacha. Al final, Minnie gana la partida haciendo trampa con una carta marcada. Rance se retira como buen perdedor.

Acto III

Ramírez permanece oculto en la cabaña de Minnie, convaleciente. Sólo Rance sabe dónde se encuentra el perseguido; pero mantiene su palabra con caballerosidad, y no revela nada. Nick, por su parte, intuye la verdad, pero guarda silencio por lealtad a Minnie.

El forajido es capturado por los hombres que, con Ashby a la cabeza, han continuado la búsqueda. Ashby entrega a Ramírez al sheriff que, fiel a su palabra, no juzga al bandolero, sino que lo abandona a su suerte ante la turba que pretende lincharlo. Ramírez pide un último deseo: que Minnie no sepa que fue capturado y ejecutado, sino que le hagan creer que logró escapar en busca de una nueva vida.

Nick avisa a Minnie de la captura de su enamorado; ella irrumpe, armada y a caballo, y se interpone para impedir el linchamiento. Minnie reclama a los hombres que le entreguen al forajido que ama; pago al que tiene derecho por los desvelos y los cuidados que ella ha prodigado a cada uno de los mineros. Poco a poco, los hombres del campamento van cediendo a las pretensiones de Minnie, quien se muestra cada vez más persuasiva. Al final, Minnie y Johnson abandonan el lugar para comenzar una nueva vida, lejos de allí.

 

Referencias bibliográficas:

Anónimo, “Después de 99 años, La fanciulla del West de Giacomo Puccini realizará temporada completa en un escenario mexicano” [en línea]. INBAL Prensa. Boletín 1488. 27 de septiembre 2019. Disponible en: <https://inba.gob.mx/prensa/13050/despues-de-99-anos-la-fanciulla-del-west-de-giacomo-puccini-realizara-temporada-completa-en-un-escenario-mexicano>.

Anónimo, Puccini. La fanciulla del West [en línea]. Programa de mano. Ópera de Bellas Artes. Instituto Nacional de Bellas Artes. Septiembre de 2017. Disponible en: <https://inba.gob.mx/multimedia/agendarte/galeria/201709/2468/JdhZXSEHm9-2468-FILE-prog_fanciulla_imprenta_ok.pdf>.

Haas, Ingrid. “Sergio Vela: La fanciulla del West, la mejor partitura de Puccini” [en línea], Pro Ópera (revista), septiembre de 2017, pp. 10-15. Disponible en: <https://proopera.org.mx/wp-content/uploads/2019/11/10-escena-sep17-%E2%88%9A_compressed.pdf>.

Martín Triana, José María. El libro de la ópera. Madrid: Alianza Editorial, 1992.

[1] Ingrid Haas, “Sergio Vela: La fanciulla del West, la mejor partitura de Puccini”, Pro Ópera (revista), septiembre de 2017, pp. 10-15.

[2] Puccini, La fanciulla del West, programa de mano, Ópera de Bellas Artes. Instituto Nacional de Bellas Artes. Septiembre de 2017.

[3] Ingrid Haas, “Sergio Vela: La fanciulla del West, la mejor partitura de Puccini”, op. cit.



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