Vicente Quirarte, ilustración de Heidi Puon.
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Literatura

LA DECENA CLÁSICA DE VICENTE QUIRARTE

Para festejar los setenta años del escritor Vicente Quirarte publicamos este ensayo del poeta Ernesto Lumbreras, en el que selecciona y postula como clásicos diez libros del homenajeado. La obra de Quirarte, siempre escrita con intuición, orden y lucidez, comprende la poesía, el cuento, la crónica, el ensayo crítico, la novela histórica, la novela autobiográfica, la novela policiaca y el teatro.


Por Ernesto Lumbreras

Un hombre de letras, un hombre de libros. ¿Anacronismos en el tercer milenio? En todo caso, una forma de vida y resistencia en una época en la que los leviatanes del costo-beneficio imponen las reglas. A contracorriente de tales mediciones, la bibliografía de Vicente Quirarte (Ciudad de México, 1954) no ha dejado de crecer desde la aparición de su primer libro de poemas, Teatro sobre viento armado (Universidad Veracruzana, 1978) hasta la publicación del volumen de relatos Un paraguas y una máquina de coser (Editorial, Terracota, 2023). Un académico de larga trayectoria con mucho kilometraje en las aulas, especialmente en las de la UNAM, pero también en las de varias universidades del extranjero, sea participando en congresos nacionales e internacionales; cumpliendo con las encomiendas de las asesorías de tesis y los exámenes profesionales de sus alumnos; desempeñando cargos relevantes en su alma mater… Corroboro que para Quirarte no hay dilema, mucho menos contradicción o impedimento para ejercer su trabajo literario en paralelo y en conjunción con los quehaceres de la academia. La mejor prueba de la felicidad de este matrimonio bien avenido y armónico, longevo, todo bonhomía, disciplinado ante las exigencias particulares de cada esfera laboral, libre de celos y demás patologías, es, precisamente, su fecunda y múltiple obra literaria.

Arturo Ríos y Pedro de Tavira Egurrola, protagonistas de Melville en Mazatlán de Vicente Quirarte, dirección de Eduardo Ruiz Saviñón, Foro Sor Juana Inés de la Cruz, 2015. Fotografía de Andrea López.

La pluma de Vicente Quirarte es versátil, todoterreno, como la de Alfonso Reyes, la de Salvador Novo o la de José Emilio Pacheco. En sus libros coinciden la intuición, el orden y la lucidez. Desde luego que los cuidados del lenguaje que impone a la escritura de sus poemas se extienden a los dominios de su prosa –narrativa, ensayística o dramática–; un rigor que pondera especialmente la orfebrería musical del verso o la frase en sintonía con la arquitectura conceptual de cada una de sus piezas. A la fecha se ha compilado su poesía en dos momentos: en 2000, la UNAM publicó Razones del samurai (1978-1999) y en 2024, bajo el sello de la UAS, comenzó a circular Viento armado (1979-2020). El último título suma casi ochocientas páginas, materia de una veintena de libros. Para una posible, y desde luego, arbitraria y subjetiva antología de su bibliografía, me resulta fundamental partir de su poesía, el género central, el más constante y renovado en su trayectoria. Desde el basamento de tres de sus colecciones de poemas, me permito ordenar y exponer mi muy particular “decena clásica” de obras de diversos géneros literarios que Quirarte ha practicado con singular maestría y aventura. Comienzo entonces mi selección:

Mauricio Davison interpreta a Oscar Wilde en El fantasma del hotel Alsace. Los últimos días de Oscar Wilde, obra en un acto de Vicente Quirarte, dirección de Eduardo Ruiz Saviñón, teatro Juan Ruiz de Alarcón, 2001. Fotograma tomado del video de Luis de la Hidalga, UNAM.
Vencer a la blancura, libro de poesía de Vicente Quirarte. Ciudad de México: Premià Editora, 1982.

 

I

Vencer a la blancura (Premià Editora, 1982). Con este volumen obtuvo el Premio de Poesía Joven de México en 1979. El poema en prosa con el que abre, “Teoría del oso”, se ha convertido con el paso de los años en un texto memorable, especialmente en los talleres literarios, puesto que ofrece luces y sombras, consejos y dudas en torno al oficio de escribir. Hay una simbiosis de espíritus, una posesión entre el plantígrado y el escritor, una confusión de hábitos y manías. Desde luego que el ejemplo del tigre de Eduardo Lizalde sirvió de estímulo, un punto de partida que Quirarte lleva a otros abismos y despertares de las pasiones humanas: “El oso volverá y el bruto habrá de morir, ahogado en esta tinta”.

En este libro juvenil hacen su aparición dos autores que estarán presentes en posteriores abordajes literarios, Luis Cernuda y Herman Melville; en el caso del segundo, su ballena mítica le ofrecerá imágenes plásticas, metáforas, recreaciones narrativas, relatos de viaje y avistamientos del gran cetáceo para que, llegado el momento, se configuren como tema de un libro o de un poema. La naturaleza indómita –el mar, las tormentas, la ballena misma– se muestra en estos asedios líricos como una reserva de lo sagrado, un territorio que marca límites a la demencia humana: “ser grumete, fregar cubiertas, / subir en bosques erguidos sobre el agua / y ser por un instante Dios en esa cópula / donde el agua y el cielo se vuelven uno solo”.

II

El peatón es asunto de la lluvia (FCE, 1999) es para mi gusto el libro más libérrimo, desenfadado, donde la imaginación poética se despliega en innumerables paisajes y registros. Tanto en los poemas en verso como en prosa, Quirarte sabe llevar la experiencia de la anécdota –el pretexto vital o literario del texto– desde la corteza sensorial, luces, acordes, sabores, aromas o texturas. Todo un mapa de significaciones para leer y aprehender con los sentidos un mundo en permanente mutación y fuga. Aquí también se dan cita sus obsesiones cardinales y cordiales, la familia de sangre representada en la madre; la Ciudad de México recordada en sus hoy fantasmales cines, sus cantinas o su Plaza Mayor; los encuentros amorosos a ‘tres caídas y sin límite de tiempo’ en hoteles insomnes; las ciudades del viajero que permiten replicar los extravíos y demoras del que sueña despierto: “Soñé que la ciudad nos recibía, palpitante de luces, galanada con lluvia, con su aliento de hielo, para que al abrazarnos la abrazáramos”.

El peatón es asunto de la lluvia, libro de poesía de Vicente Quirarte. Ciudad de México: FCE, 1999. 

En el índice de esta colección se encuentra “Spider Man Blues”, una pieza que alumbra, con seducción y complicidad, una querencia de Quirarte por algunos iconos de la cultura de los mass media que están muy presentes en su literatura. En este poema, las rondas del sorprendente Hombre Araña por la geografía de la Ciudad de México ponen a prueba la vigencia del héroe en nuestros días, el honor y la nobleza de espíritu que la sociedad utilitaria desacredita una y otra vez: “Es otra tu forma de ser héroe. / Si lo dudas, perdido entre los otros, / y te crees expulsado de la altura, / reconoce los rostros de tus hembras: / son la calle, la noche, las estrellas, / claras hadas madrinas del oscuro”.

 

... reconoce los rostros de tus hembras:

son la calle, la noche, las estrellas,

claras hadas madrinas del oscuro.

 

Zarabanda con perros amarillos, libro de poesía de Vicente Quirarte. Puebla: Colibrí / Secretaría de Cultura de Puebla, 2002.

 

Limpiamente. Como quien al usar las palabras desfiladero, navaja, geometría las recorta del cuerpo del lenguaje y las convierte en armas.

 

III

Zarabanda con perros amarillos (Colibrí. 2002) forma parte de la trilogía elegíaca en torno de las figuras centrales de la familia del poeta. Antes había escrito el poema “Razones del samurai ”, reunido en El ángel es vampiro (1991) donde traza el viacrucis de su padre. Muchos años después escribirá El mar del otro lado (2007), poema que rememora la trayectoria luminosa y serena de su madre. Aquí el tema del duelo es la partida del hermano mayor, 29 episodios que alternan la infancia común con el momento cismático, la víspera de las despedida con sus preguntas, conjeturas y el inevitable recuento de daños: “Ese muchacho lóbrego, espigado,/ fantasma de sí mismo,/ que se sienta hasta atrás/ y en la noche se hunde/ a rezar la oración de sus malditos”. El poema como un cable de alta tensión, conductor de luz y muerte, de calor y de incendio. Ese es el sino de esta elegía, los dos movimientos de la marea y del corazón: plenitud y ausencia: “Limpiamente. Como quien al usar las palabras/ desfiladero, navaja, geometría/ las recorta del cuerpo del lenguaje/ y las convierte en armas”.

La imagen del perro amarillo, perro entre perros, el más invisible por común entre los perros, aparece en el libro como símbolo de fatalidad, de profecía maldita. También hay otras muertes y otros abismos que tratan de iluminar el único problema serio de la filosofía, a decir de Albert Camus, el suicidio, la encrucijada que desconecta de pasado y futuro a su oficiante colocándolo en la versión más intensa del presente: “Es del linaje nuestro, es carnal, / es un perro amarillo con estrella”.

IV

El cuaderno de Aníbal Egea (Cuadernos de Malinalco, 1990) hace gala de la vena aforística de Vicente Quirarte. El aforismo, decía José Bergamín, es poesía en estado sólido. En la creación de este heterónimo, el poeta, el ensayista y el narrador sumaron sus recursos literarios para construir un espíritu insumiso y disidente; un escritor que posee todos los atributos para pertenecer a la compañía de Bartleby. En este Aníbal Egea veo también un parentesco, especialmente, con Maqroll, el personaje trotamundos de Álvaro Mutis, y, en algunos rasgos, con Juan de Mairena, el maestro de liceo inventado por Antonio Mairena, y con Blas Coll, el lingüista canario imaginado por Eugenio Montejo.

La obra de Egea compilada en este cuaderno, a la que se sumarán nuevas piezas y anécdotas en su actualización aparecida en Razones del samurai, bajo el título “En ausencia de Aníbal Egea”, concentra una visión nihilista de la vida, a veces mordaz y cáustica, producto del desencanto y la sabiduría del que viene de regreso de las fuentes del dolor. Taimado, escéptico, este ser de ficción nacido en Colombia en 1924 es también un sibarita de la belleza y del deseo erótico, ferviente entusiasta de sus avistamientos y de sus posesiones a pesar de los estragos que desencadena la separación o la pérdida de tales prodigios momentáneos: “Cuando el amor nos hace falta como el agua, estamos pisando arena movediza. La vida es una cosa; otra, el amor y su aliento de agonía”.

El cuaderno de Aníbal Egea, libro de aforismos de Vicente Quirarte. Toluca: Instituto Mexiquense de Cultura, 1990.
El azogue y la granada: Gilberto Owen en su discurso amoroso, ensayo de Vicente Quirarte, Ciudad de México: UNAM, 2000.

V

El azogue y la granada: Gilberto Owen en su discurso amoroso (UNAM, 1990) obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas de 1990. Después de los estudios de Tomás Segovia y Jaime García Terrés, este acercamiento de Quirarte vuelve a colocar la obra de Owen en un estatus de clásico moderno de la poesía mexicana. Se trata de una revisión a dos bandas, el apartado biográfico y el tema del amor, enfocado especialmente en la bitácora del poema Sindbad el varado (1948). El historiador, el crítico y el ensayista trabajan en equipo para levantar, pesquisa a pesquisa, revisión tras revisión de textos, la trayectoria vital y poética de un autor escurridizo e intermitente, a menudo fantasmal.

Vicente Quirarte incorpora a sus indagaciones testimonios de primera mano de personas cercanas a Gilberto Owen, documentos oficiales de sus años en el servicio exterior en Perú, Colombia y Estados Unidos, así como papeles personales del escritor. Con esos materiales esboza una biografía que le permite establecer las coordenadas espacio-temporales en las que el poeta sinaloense escribió su poema mayor; a partir de tal contexto histórico, se adentra en las 28 estancias o fechas de Sindbad el varado estableciendo correlatos con otras obras literarias, proponiendo una estructura de composición en tres grandes apartados, Separación, Iniciación y Retorno; esquema que volverá a utilizar en la edición de la obra dispersa de Aníbal Egea. Concluida la travesía crítica, Quirarte concluye que este poema “es la prueba mejor de esta aventura: hacer de las vivencias de un hombre el retrato de esta humanidad doliente y luminosa”.

VI

Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de México 1850-1991 (Cal y Arena, 2001) es, no solo por su extensión, la opera magna de Vicente Quirarte. Si la ciudad en general es tema y variación en su poesía, la Ciudad de México se convierte en obsesión y memoria, escenario que gradualmente deviene en personaje protagónico de las creaciones y recreaciones literarias compiladas y estudiadas en este volumen. Se trata de una mirada de gran angular en torno de la capital del país, de los románticos del siglo XIX a la literatura mexicana que se preparaba a dar el salto al tercer milenio. Gran conocedor de las obras y los autores decimonónicos, Quirarte hace la historia y la crónica de los escritores que fundaron y fundamentaron la expresión nacional en un siglo de violentas confusiones y dolorosas pérdidas.

Elogio de la calle : biografía literaria de la Ciudad de México: 1850-1992, ensayo de Vicente Quirarte. Ciudad de México: Cal y Arena, 2001.

Llevado del encanto de una narrativa que alterna eficazmente un rico anecdotario con la argumentación, todo rigor, del crítico literario, el libro aborda movimientos, manifiestos, polémicas, enclaves de la vida literaria, revistas y editoriales que tuvieron a la Ciudad de México como sede y caja de resonancia. Los modernistas de cisne y búho, la generación del Ateneo, los escritores de la Revolución, los estridentistas y los contemporáneos, los de la generación de Taller, los de Tierra Nueva y los de Medio Siglo, capítulo a capítulo salen a escena en estas páginas, pieza imprescindible para reconocer el corpus de letras de México, un posible retrato de familia con la otrora Ciudad de los Palacios como telón de fondo.

VII

Con Enseres para sobrevivir en la ciudad (Conaculta-ICA, 1994), Vicente Quirarte muestra su faceta más acabada del cronista del día a día. El ejercicio de divagación a partir de un objeto, un oficio, un lugar o un hábito le permite abordar la fugacidad de la vida por unos cuantos minutos, los suficientes para que el lector de ese artículo participe de tales indagaciones en calidad de pasajero de primera clase. Por la temática de lo cotidiano y el tratamiento de liviandad y divertimento, este libro me recuerda a En defensa de lo usado de Salvador Novo; en ambos, la crónica y el ensayo intercambian materiales y métodos para discurrir con argumentos en torno del tópico en cuestión, el cual, en varios casos, sirve de pretexto o metáfora para derivar en asuntos circunstanciales y personalísimos de cada autor.

De nueva cuenta, el ámbito de la enunciada sobrevivencia es la Ciudad de México, sobre todo el perímetro del denominado Centro Histórico y que Quirarte llama “la ciudad antigua”, aquí en estas páginas y repetidamente en sus otros libros, aunque también, el nombre de Distrito Federal sale a relucir en estos textos que en su primera aparición se leyeron en periódicos. Los títulos de cada crónica son anzuelos con mosca premium; agudos e irresistibles, anticipan el viaje con su carga de seducción y expectación, véase si no esta breve muestra del índice: “Anatomía del cuaderno”, “Bondades de la gabardina”, “Sacerdotisas del café con leche”, “En defensa de la solapa”, “Retrato de la lluvia” o “La muerte del superhéroe”. En esta última, su autor concluye con esta evocación: “Cómo éramos cuando éramos el Hombre Araña, cuando queríamos a todas las mujeres y no teníamos a ninguna, cuando la ciudad nos habitaba y todo estaba en nuestra contra y todo nos esperaba sin saberlo”.

Enseres para sobrevivir en la ciudad, libro de crónicas de Vicente Quirarte. Ciudad de México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Instituto Cultural de Aguascalientes / Coordinación Nacional de Descentralización, 1994.

 

Cómo éramos cuando éramos el Hombre Araña, cuando queríamos a todas las mujeres y no teníamos a ninguna, cuando la ciudad nos habitaba y todo estaba en nuestra contra y todo nos esperaba sin saberlo.

 

VIII

Desde luego, primero asistí al montaje en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, una tarde-noche de 2001, de El fantasma del Hotel Alsace. Los últimos días de Oscar Wilde (UNAM, 2001 / 2010), que dirigió Eduardo Ruiz Saviñón. Este fue el debut de Vicente Quirarte como dramaturgo, un inicio prometedor, con más de ciento treinta representaciones, comentarios muy favorables de la crítica especializada y algunos premios para su elenco. La obra cuenta la etapa final de Oscar Wilde en París, después del infame juicio y la temporada en el infierno de la cárcel de Reading. La actuación de Mauricio Davison en el papel del envejecido y delirante Wilde me resultó prodigiosa. A partir de este montaje, la mancuerna Quirarte-Ruiz Saviñón llevaría a escena otras piezas con parecida fortuna, Yo es otro (Sinceramente suyo, Henry Jekyll), Retrato de la joven monstruo. Mary Shelley y compañía y Melville en Mazatlán.

 

Para los desesperados, todas las horas del día son la madrugada.

 

La invencible, ensayo autobiográfico de Vicente Quirarte. Ciudad de México: Joaquín Mortiz, 2012.

Con esta obra de justicia poética al infortunado Oscar Wilde, Vicente Quirarte obtuvo el Premio Sergio Magaña para autor nacional en 2000. Al comienzo de la misma, el dramaturgo pone en boca del autor de El retrato de Dorian Grey estas palabras calcinantes: “Para los desesperados, todas las horas del día son la madrugada”.

El fantasma del Hotel Alsace. Los últimos días de Oscar Wilde, pieza dramática de Vicente Quirarte. Ciudad de México: UNAM, 2001.

IX

Ensayo autobiográfico, a ratos novela de no ficción, La invencible (Joaquín Mortiz, 2022) es un viaje de reconocimiento de la figura paterna, una conversación con su fantasma a partir del día de su muerte violenta. Pero también en esa travesía Vicente Quirarte lleva a la superficie su infancia, sus años de niño en el centro de la Ciudad de México, sus ritos de paso, sus encuentros y desencuentros con su padre, sus complicidades con su hermano mayor, trágica y dolorosa pérdida en la edad adulta.

A partir de la desazón de no poder escribir, angustia terrible de su padre –el historiador Martín Quirarte–, el autor de este volumen se demora en el sino de la escritura repasando una galería de novelistas y poetas que padecieron la sequía con resultados funestos. En esta misma revisión, indaga los mecanismos de la escritura, los fetichismos y las imposturas en torno de la página en blanco. Sin abandonar al protagonista de la trama, Vicente Quirarte comparte los encuentros con presencias tutelares que en cierta forma tomaron el relevo paternal, Rubén Bonifaz Nuño, entre otros, compañía que sumó humor y desenfado para enfrentar a la Invencible, a la escritura y a la vida, posibles símiles del tequila y la cerveza que se sirven en La Invencible, la heroica cantina contigua al Mercado de San Ángel.

X

La isla tiene forma de ballena (Seix Barral, 2015) es una novela histórica con todo el rigor de sus fuentes documentales, que se deja seducir por los móviles, las coartadas y los enigmas propios de una novela policíaca. El escenario es Nueva York, entre 1864 y 1867, años que coinciden con el Segundo Imperio y la República itinerante de Benito Juárez. Gracias al capitán Arístides Bringas y su auxiliar Sebastián Casanueva, un dúo dinámico decimonónico, Vicente Quirarte construye una trama de peligros y misterios que asechan a la esposa del presidente de México, Margarita Maza, y a sus hijos, exiliados en la urbe escoltada por el río Hudson y por el porvenir.

La novela es un homenaje al siglo XIX mexicano en un momento axial de nuestra historia, a sus escritores uniformados de soldados o funcionarios: Ignacio Mariscal, Manuel Bolbotín, Francisco Zarco y tantos más. Asimismo, el autor se permite la confluencia en este drama nacional a la orilla del Hudson de los espíritus de Edgar Allan Poe y de Herman Melville, celebrados también en estas páginas al igual que Nueva York. Entre asesinatos y emboscadas, Bringas y Casanueva salen adelante de su misión manteniendo al lector en vilo mientras se extravían y reencuentran en el laberinto de una ciudad siempre inquietante.

Postcriptum: Apenas concluía la décima reseña cuando me asaltaron –culpas y dudas juntas– otros libros de Vicente Quirarte que, desde luego, poseen los méritos suficientes para estar en este top ten. Pienso en Sintaxis del vampiro (1997, 2003, 2019), uno de sus títulos con una legión de lectores, pero también en Peces del cielo altísimo (19993, 2020), en su colección de relatos reunidos en Morir todos los días (2010) o en El fantasma de la prima Águeda (2018), su tributo a la obra de Ramón López Velarde. La esclavitud del sistema decimal hizo de las suyas en mi repaso por la bibliografía de un escritor de referencia en la literatura mexicana actual. Frente a tal limitación, quede mi lista como una primera avanzada.

La isla tiene forma de ballena, novela de Vicente Quirarte. Barcelona: Seix Barral, 2015.


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