¡Pachuco bailarín baila rumba! Tin Tan en una escena de El rey del barrio.
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Artes Visuales

El rey del barrio: una joya de la época de oro

El crítico cinematográfico Raciel D. Martínez Gómez entrega a los lectores de Liber un interesante texto sobre la restauración y digitalización de El rey del barrio, una de las mejores veinte películas del cine mexicano, dirigida por Gilberto Martínez Solares y protagonizada por el legendario Tin Tan. El proyecto de restauración lo llevó a cabo Arte y Cultura del Grupo Salinas Pliego junto con la Cineteca Nacional para proteger el patrimonio fílmico nacional. Recuerde el irrefrenable humor de Tin Tan y este desafiante filme mientras lee.


Por Raciel D. Martínez Gómez

La restauración parcial, digitalización y proyección de la película El rey del barrio (1949), dirigida por Gilberto Martínez Solares, constituye uno de los acontecimientos más importantes para preservar el patrimonio del cine mexicano. Lo es porque fue una cinta innovadora para la industria fílmica del siglo xx, aparte de haber tenido un éxito rotundo en taquilla, al desplegar una fórmula popular infalible para vincularse con una audiencia ávida de experiencias que la conectaran al naciente espíritu nacionalista. En este sentido El rey del barrio refrescó a la comedia con la presencia magnética de Germán Valdés, Tin Tan. En ese tiempo el género era vasto, con grandes actores en el país, sobre todo los surgidos del teatro de la calle, y por ello gozaba de un amplio consenso entre el público, como lo comprobó buena parte de la obra de Ismael Rodríguez. A los cómicos como Mario Moreno, Cantinflas, Manuel Medel, Roberto Soto, El Panzón Soto, Jesús Martínez, Palillo, o Fernando Soto, Mantequilla, la cinta de Martínez Solares sumó al hilarante y desbocado Tin Tan, cuyos personajes contenían, como el pachuco por antonomasia, rasgos del screwball o comedia loca estadunidense –pensemos en los diálogos rápidos y las situaciones chuscas.

Plumas afines a Mario Moreno describían el estilo de Tin Tan como grosero; los conservadores lo vieron como ramplón, trompudo y lépero y hasta de libertinas calificaron sus apariciones con mujeres de poca ropa.

Esa pátina extranjerizante de Tin Tan no fue bien entendida en sus inicios; inclusive su caló, vestimenta y hasta su apariencia fueron vilipendiadas por un periodismo proclive a defender a Cantinflas, en ese entonces capo del humorismo. El biógrafo de Valdés, Rafael Aviña, ha mencionado que plumas afines a Mario Moreno describían el estilo de Tin Tan como grosero; los conservadores lo vieron como ramplón, trompudo y lépero y hasta de libertinas calificaron sus apariciones con mujeres de poca ropa.

“¡Salucita!” Silvia Pinal y Ramón Valdés en una escena de El rey del barrio.

Instauró además un estilo físico para representar el humor, con lo que aprovechó las características propias del lenguaje cinematográfico frente a las limitadas posibilidades de las puestas en escena del teatro. Asimismo, fue prueba de los cambios de una sociedad posrevolucionaria, testigo del crecimiento de la Ciudad de México que mezclaba el modo de vida moderna proveniente de los Estados Unidos. Fue el registro fílmico de cómo se iba transformando el ciudadano, ahora escindido entre lo que se creyó era la esencia del mexicano y los estereotipos del consumo surgidos de la comunicación de masas. Es también un digno reconocimiento a la cultura popular con una de las mancuernas más queridas en la época de oro del cine nacional: el director Martínez Solares y su actor de cabecera, Tin Tan.

El proyecto de restauración y digitalización se desarrolla en el marco de colaboración entre Arte & Cultura del Grupo Salinas y la Cineteca Nacional.

Alianza a favor del patrimonio cultural

El proyecto de restauración y digitalización se desarrolla en el marco de colaboración entre Arte & Cultura del Grupo Salinas y la Cineteca Nacional. Esta relación es un ejemplo paradigmático que muestra resultados positivos de la asociación de una empresa privada, socialmente responsable y comprometida con la cultura, con una institución estatal dedicada a proteger el patrimonio fílmico. La tarea se plasma en el lapso de un año, donde se trabajó en los diferentes aspectos de El rey del barrio.

Qué pachuco y qué chamaco. Tin Tan con Poncianito en una escena de El rey del barrio.

La alianza con la cineteca primordialmente busca preservar el filme, aunque no se remite a establecer un acervo particular, sino también se impulsa su difusión en una tanda de clásicos y en un espacio que por excelencia se dedica a transmitir estas joyas del cine mexicano e internacional a las nuevas generaciones. La restauración de El rey del barrio se agrega a otros ejemplos, como The Film Foundation, organización que preside Martin Scorsese y que ha trabajado con tres películas de México; y también lo hizo, al igual que Arte & Cultura del Grupo Salinas con la cineteca, en coordinación con la Filmoteca de la unam para retocar Enamorada (1946) de Emilio Fernández, Dos monjes (1934) de Juan Bustillo Oro y Redes (1936) de Fred Zinnemann y Emilio Gómez Muriel.

Otra reposición digna de mencionar fue la primera película silente, ahora ya en formato digital: El tren fantasma (1926) de Gabriel García Moreno; de la misma manera, la renovación fue fruto del acuerdo entre la Filmoteca de la unam y la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.

El cine es testimonio del pensamiento moderno. Por ello la labor de rescatar y restaurar películas representativas ha sido una tarea loable que ayuda a construir la memoria de nuestra cultura.

Recordemos que nunca, como en la actualidad, es válida la premisa de Edgar Morin cuando calificó al cine, y a la cultura de masas en general, como el espíritu del tiempo. Su valor radica como registro de un pensamiento contemporáneo y no importa si se trata de una película de ficción o de una cinta documental, porque en cualquier caso el cine es testimonio del pensamiento moderno. Por ello la labor de rescatar y restaurar películas representativas ha sido una tarea loable que ayuda a construir la memoria de nuestra cultura.

La Cineteca Nacional cumple este propósito con un Laboratorio de Restauración Digital, que cuenta con la tecnología adecuada para corregir y matizar la imagen y el sonido, eliminando defectos de los materiales fílmicos originales y estabilizando colores y textura, a nivel general, que se desgastan con el paso de los años. El renuevo no se reduce a esta parte nodal, como sería lo técnico. No, el proceso incluye una ardua tarea de investigación sobre el contexto histórico y, sobre todas las cosas, el conocimiento de la estética del director con el objetivo de salvaguardar fielmente las intenciones de sus creadores.

El reestreno de la restauración de El rey del barrio se programó dentro del ciclo Clásicos en Pantalla Grande de la Cineteca Nacional.

Ya es un clásico en México

El reestreno de la restauración de El rey del barrio se programó dentro del ciclo Clásicos en Pantalla Grande de la Cineteca Nacional, que va en su novena temporada. En la emisión se encuentran películas con diferente grado de contribución en la historia del cine. Se advierten cintas de todos los géneros y de diversos países que representaron a corrientes cinematográficas de enorme trascendencia, como el neorrealismo italiano o el free cinema inglés. Asimismo, concurre la citada época de oro del cine mexicano, periodo que se distinguió por su visión bucólica y exceso melodramático, pero con indiscutible tino narrativo al punto que convirtió al cine en el principal entretenimiento en la mitad del siglo pasado.

La relevancia histórica de El rey del barrio cobra mayor realce cuando se le ubica en este grupo de clásicos. Comparte programa con cintas como Vitaminas de amor (1952) de Howard Hawks, otro versátil director, donde tiene el papel protagónico Marilyn Monroe, o Imitación de la vida (1959) de Douglas Sirk. También está un clásico del humor disparatado como Héroes de ocasión de Leo McCarey, pieza que despliega el genio cáustico de los hermanos Marx con Groucho al frente.

La cineteca a su vez proyecta un documental como El hombre de Arán (1934) de Robert J. Flaherty, obra imprescindible para los estudios de antropología, del autor de Nanook el esquimal (1922). Asimismo, se añaden Bernardo Bertolucci con su portento histórico, 1900 (1976); el prestigioso coreógrafo Bob Fosse y su obra maestra, El show debe seguir (1979); Luchino Visconti y su corrosivo ensayo contra la política, El gatopardo (1963); un cineasta de serie B como Roger Corman y La masacre de Chicago (1967); la cinta Un hombre con suerte (1973) del experimental Lindsay Anderson; y Francis Ford Coppola con su estilizada La ley de la calle (1983). 

Martínez Solares al filmar El rey del barrio desafió un canon en boga. Abordó el género con excepcional soltura, como si se tratara de un veterano.

Cabe resaltar que en esta entrega sólo hay dos directores mexicanos. Uno de ellos es don Gilberto, quien participa del mismo modo con Su última aventura (1946), no tan reconocida dentro de su obra, aunque es sorprendente con Arturo de Córdova en el papel de gánster. El otro director es también un icono, Emilio Fernández, de quien se incluyen dos filmes: Pueblerina (1948), ya en el canon mexicano, y Una cita de amor (1956). 

Desafió el canon fílmico

Martínez Solares al filmar El rey del barrio desafió un canon en boga. Abordó el género con excepcional soltura, como si se tratara de un veterano: innovar la comedia con una larga y fuerte tradición surgida en la carpa con un peladito que se las veía complicadas para sobrevivir. 

Cantinflas era el referente con su espléndido humor dialogado, largas parrafadas cuya confusión era columna vertebral para vencer al poder y a las clases altas, lindaba entre el albur soez –porque la pantalla grande aún no lo permitía–, la estocada verbal que sustituía la violencia y la esgrima retórica en la que se regocijaba como simulando que nada ocurría (claro, el oponente quedaba todavía más en ridículo en tanto no se enterara de su derrota lingüística). Tin Tan fue eso, como Cantinflas, y más: contribuía a la comedia, basándose indudablemente en esas maromas que burlaban cualquier principio de autoridad con la labia, pero también añadía el gag, la secuencia física en donde daba la sensación de no frenar, siempre en un estado continuo de movimiento que en sí era una parodia –emulando de alguna forma a la comedia del cine mudo: de Charles Chaplin a Harold Lloyd.

Tin Tan fue eso, como Cantinflas, y más: contribuía a la comedia basándose indudablemente en esas maromas que burlaban cualquier principio de autoridad con la labia, pero también añadía el gag.

La modernidad que encarnaba fue la transformación en pleno de las ciudades que se debatían en el progreso que ahondaría la desigualdad social y la innovación de estilos de vida, en este caso, las modas del extranjero, la lengua ajena, un otro que surgía de esta paradoja. Tin Tan, así era el pachuco y, en efecto también, el pícaro del barrio, perfilando el más simpático contrasentido.

Fue Tin Tan un cosmopolita incómodo. Por ello el escritor Carlos Monsiváis lo definió como “el primer mexicano del siglo xxi”. La creación de situaciones físicas definió un singular modo de hacer comedia. Tuvo la destreza de montar sin ningún problema coreografías musicales. Martínez Solares propone un ambiente fílmico propicio para el encuadre de la cámara, sus desplazamientos y lucimiento de los sets e interiores con un actor que se devora el encuadre. Pero no conforme con beneficiarse de una estrella que despunta suficiente para la comedia, el guion compone una cuadra de personajes que en El rey del barrio son patiños encantadores.

La pandilla del rey del barrio es entrañable. No falta el motivo amoroso con Silvia Pinal, correcta, estupenda en más de un sentido; pero, insistimos, la banda de ladrones de cuarta funciona como puntuación perfecta en la actuación de Tin Tan. Tiene don Gilberto a Juan García, Peralvillo, a Joaquín García Vargas, Borolas, Ramón Valdés, José René Ruiz Martínez, Tun y Tun, y Fanny Kauffman, Vitola, así como un contrapunto ideal que es el policía: Marcelo Chávez, pareja de Tin Tan en un sinfín de películas.

Entre las más importantes de la historia 

El rey del barrio (1949) se menciona, junto a otra película notable en el cine mexicano, Ahí está el detalle (1940) de Juan Bustillo de Oro, como las únicas comedias consideradas entre las veinte cintas más importantes de la historia del cine mexicano. Es una distinción para Martínez Solares que su nombre desfile con directores de la talla de Fernando de Fuentes, Luis Buñuel, Alberto Gout, Alejandro Galindo, Arcady Boytler, Arturo Ripstein, Emilio Fernández, Felipe Cazals e Ismael Rodríguez, al igual que el mencionado Bustillo Oro.

Otra de sus películas, Calabacitas tiernas (¡Ay qué bonitas piernas!) (1948), también es considerada como una de las cintas más ilustrativas del discurso de Martínez Solares. Don Gilberto fue un prolífico director y productor de cine, lo mismo trabajó detrás de la cámara como fotógrafo y en el escritorio como guionista, que frente a la cámara como actor. En su haber se registran más de 140 películas que tocan una diversidad de géneros, aunque consideramos que la comedia fue realmente su fuerte destacando lo que hizo con Tin Tan en La marca del Zorrillo (1950), Simbad, el Mareado (1950) o El Ceniciento (1951).

Aunque no están jugando dominó, este quinteto tiene pura fichita. De izquierda a derecha: Joaquín García, Borolas, José Ortega, El Sapo, Germán Valdés, Tin Tan, Juan García, Peralvillo, y Ramón Valdés.

En fin, este proyecto de restauración que se da entre Arte & Cultura del Grupo Salinas y la Cineteca Nacional abona a la memoria visual de México, a resguardar lo que hoy es ya patrimonio fílmico. El rey del barrio enseña calidad en su pericia sintáctica y maña para sortear el tiempo que distinguió a los géneros populares de la época de oro. Tin Tan, el inasible pachucho y peladito inatrapable, ¡quién iba a imaginar que este Robin Hood se volvería un clásico! Por todas estas razones, esta joya dirigida por don Gilberto Martínez Solares merece que la conozcan las nuevas generaciones en el mejor lugar para apreciarla: en una sala de cine.

Podemos decir entonces que el cine mexicano está de manteles largos para disfrutar las puntadas de El rey del barrio.



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