Héctor García retrató la vida social, cultural y política de México en la segunda mitad del siglo XX. Nacido el 23 de agosto de 1923 en la Ciudad de México –el presente año se celebra el centenario de su nacimiento–, su trabajo más representativo abarca la producción de más de cuarenta y cinco mil rollos fotográficos que realizó a lo largo de cincuenta años hasta que enfermó, siete años antes de su muerte, la cual acaeció el 2 de junio de 2012. Algunas de las imágenes de este fotorreportero, o reportero gráfico, como él mismo se llamaba, forman parte de nuestro imaginario colectivo.
Héctor fue un niño inquieto, como relató en diversas entrevistas que le hicieron a lo largo de su vida, en las que abordó su infancia: cuando su madre tenía que salir a trabajar lo amarraba a la pata de la cama, y fue en ese cuarto, donde la luz entraba por una pequeña rendija, que vio reflejada la imagen invertida de lo que pasaba en la calle. Sin saberlo, experimentar el principio de la cámara oscura –dispositivo que condujo al desarrollo de la cámara fotográfica– sería su primer acercamiento a la fotografía.
Con tan sólo siete años, terminó viviendo en las calles del centro de la Ciudad de México, por lo que su madre lo llamaba “pata de perro”, apelativo con que le gustaba describirse a sí mismo. Sin embargo, acabó en la correccional para menores por robar comida. Es ahí donde conoció a Gilberto Bolaños Cacho, quien se volvería su protector y le regalaría su primera cámara. Mientras Héctor se encontraba recluido, falleció su madre, pero logró obtener un permiso para ir al funeral a despedirla.
Al cumplir la mayoría de edad, inició sus estudios en el Instituto Politécnico Nacional, gracias a las personas que conoció en el tribunal, pero permaneció poco tiempo en el instituto. En 1944 decidió irse a Estados Unidos para trabajar como bracero. En aquel viaje tuvo una experiencia que despertó su curiosidad por la fotografía, cuando registró con su cámara el accidente de uno de sus compañeros de trabajo en las vías del tren. Al revelar el rollo, descubrió que ninguna de las imágenes era visible, debido a que la película se había sobreexpuesto a la luz que reflejaba la nieve. Ese hecho lo frustró tanto que decidió aprender el oficio fotográfico en una pequeña escuela en Nueva York.
Años más tarde, tras ser deportado, regresó a la Ciudad de México donde comenzó a trabajar en la revista Celuloide, apoyado por el doctor Bolaños, que le presentó al director, Edmundo Valadés. A partir de entonces, se fue abriendo camino como fotógrafo, y a lo largo de su vida trabajó en distintas publicaciones como Mañana, Siempre!, Revista de América, Mexico / this month, Time, Life, Cruceiros, Novedades, Excélsior, Unomásuno, entre muchas otras.
En 1950, García instauró la agencia Foto Press. Las únicas agencias de fotografía que existían en ese momento eran la de Enrique Díaz, el Gordo, la de los Casasola y la de los hermanos Mayo. Foto Press se ubicó en tres direcciones distintas: primero en Reforma 12, después se mudó a Rosales 28, y finalmente a la calle de Morelos, en donde permaneció hasta 1985. El temblor que cimbró la Ciudad de México el 19 de septiembre colapsó el edificio, por lo que todo el material tuvo que ser trasladado a la casa de la familia García, situada en la Segunda Colonia del Periodista en la Ciudad de México, en donde permanece hasta ahora.
En 1954, Héctor García se casó con María Sánchez, quien adoptó su apellido y se convirtió en su colega, primero apoyándolo con el envío de fotografías, después con el revelado y más tarde como fotógrafa. Como cuenta la propia María, fue Elena Poniatowska quien la alentó una vez que Héctor no estaba disponible para acompañarla a una entrevista. Como necesitaba un retrato para ilustrar su nota, la escritora animó a María a tomar la cámara y hacer sus propias tomas. Al principio, sus imágenes aparecieron publicadas bajo el nombre de Héctor García, pero más adelante se consolidó como autora y desarrolló una carrera paralela a la de su esposo, que incluye una experimentación muy acertada en el laboratorio.
Las imágenes icónicas que han generado muchos fotógrafos terminan siendo apropiadas por la sociedad en que se producen; parecen tener vida propia, y en muchas ocasiones, la autoría se desdibuja. Es el caso de la imagen que Héctor García tomó de David Alfaro Siqueiros en el Palacio Negro de Lecumberri, como se conocía entonces a la penitenciaría, cuyo edificio resguarda actualmente el Archivo General de la Nación.