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Historia

La historia de la filosofía en México: un caso de injusticia epistémica

Fanny del Río reflexiona sobre la ausencia de mujeres filósofas en las historias de la filosofía en México. Dichas pensadoras no han sido reconocidas, se les ha negado credibilidad y, en cambio, han sido silenciadas y cosificadas. El vacío que esa omisión representa ha de resolverse, afirma la estudiosa, desde la filosofía misma.


Por Fanny del Río

Desde las guerras médicas hasta nuestros días, por “historia” entendemos una visión objetiva del pasado. Entonces, si en las historias de la filosofía no encontramos mujeres, asumimos que eso debe ser un reflejo de la realidad histórica. ¿Pero lo es?

Al estudiar el periodo entre 1943 y 2018, fechas respectivas de la aparición de Historia de la filosofía en México y de La filosofía en México en el siglo XX, me di cuenta de que no se observa un avance significativo en el número de filósofas incluidas entre un título y otro, lo que parece inconsistente con la emancipación progresiva de la mujer en todos los campos profesionales y académicos en ese mismo margen de tiempo. Señalaré aquí algunas de las posibles causas de la virtual ausencia de mujeres en las historias de la filosofía en México y después examinaré algunas propuestas con el fin de subsanar esa subrepresentación, que ha persistido a lo largo de más de siete décadas.

Hoy tenemos modelos como el de Carol Gilligan (In a Different Voice, 1984), el de Wesley Buckwalter y Stephen Stich (Gender and Philosophical Intuition, 2011) y el de Louise Antony (The Perfect Storm, 2012), que además de intentar dar cuenta de la baja representatividad de mujeres en filosofía nos permiten una aproximación al problema desde distintas perspectivas, ayudan a comprender la atmósfera de opresión hacia la mujer y dan herramientas conceptuales muy valiosas para combatir el sesgo de género. Mi objetivo es menos ambicioso: consiste en reflexionar sobre la historia de la filosofía en México a la luz del concepto de “injusticia epistémica”, acuñado por la filósofa inglesa Miranda Fricker, para argumentar que la discriminación de mujeres en cualquier ámbito, pero quizá de manera especial en filosofía, es un problema que debe tratarse desde dentro de la filosofía misma, por las consecuencias éticas y epistémicas que tiene para la comunidad filosófica en su conjunto.

La injusticia epistémica en las historias de la filosofía mexicana

Miranda Fricker sostiene que la injusticia epistémica se manifiesta de dos formas: la testimonial y la hermenéutica. La injusticia epistémica en su forma testimonial consiste en negarle credibilidad epistémica a una persona con base en un prejuicio contra su identidad: por ejemplo, un jurado blanco en el sur de los Estados Unidos durante los años treinta que antepone un prejuicio racial a la evidencia presentada y condena sin fundamentos a un hombre negro por un crimen que no cometió contra una muchacha blanca. Por su parte, la injusticia epistémica en su formahermenéutica consiste en un prejuicio colectivo que crea una especie de ‘vacío conceptual’ e impide a una persona darle sentido a su experiencia, como el de aquella mujer que en los años setenta padecía una forma insoportable de hostigamiento por parte de su empleador, pero no lograba explicar de manera inteligible su experiencia por carecer del concepto de “acoso sexual”.

Las historias de la filosofía en México han sometido a las filósofas mexicanas a los dos tipos de injusticia epistémica: testimonial y hermenéutica”.

 

La injusticia testimonial se expresa de tres maneras: A) como incredulidad (o déficit de credibilidad); B) mediante el uso de estereotipos, que son un vehículo de los prejuicios, respecto de la pertenencia de una persona a un cierto tipo social (como raza, género o cualquier otra diferenciación no racional); y C) a través de la cosificación epistémica de la persona, a menudo expresada en formas de silenciamiento. Argumentaré que las historias de la filosofía en México han sometido a las filósofas mexicanas a los dos tipos de injusticia epistémica, lo que ilustraré con algunos ejemplos.

Paula Gómez Alonzo en su época de estudiante de la maestría en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en los años treinta. Fuente: Archivo CEFILIBE.
A. Incredulidad (o déficit de credibilidad)

La primera Historia de la filosofía en México, que publicó Samuel Ramos en 1943, no incluyó ni una sola obra de alguna filósofa mexicana. Ignoró, entre muchas otras, a Paula Gómez Alonzo, autora –nada más y nada menos– de la primera tesis de maestría publicada en 1933 por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde ambos eran profesores.

Veinte años más tarde, en 1963, se publicó Estudios de historia de la filosofía en México a cargo de un equipo enteramente masculino: Miguel León-Portilla, Edmundo O’Gorman, José María Gallegos Rocafull, Rafael Moreno, Luis Villoro, Leopoldo Zea, Fernando Salmerón y Abelardo Villegas; en una edición subsiguiente se incorporaría Ramón Xirau. La obra pretendía ser un recorrido exhaustivo por la historia de la filosofía en México, pero no mencionaba más que una sola filósofa: Sor Juana Inés de la Cruz. Más adelante, Xirau incluiría a la filósofa española María Zambrano. Se ignoró por completo a filósofas mexicanas que ya tenían en su haber obras de importancia, como Rosario Castellanos, que en 1950 publicó Sobre cultura femenina, y algunas de las más destacadas alumnas de José Gaos, entre las que estaban Victoria Junco (que en 1944 publicó Algunas aportaciones al estudio de Gamarra o el eclecticismo en México), Monelisa Pérez-Marchand (que en 1945 publicó Dos etapas ideológicas del siglo XVIII), Vera Yamuni (que en 1951 publicó Conceptos e imágenes en pensadores de lengua española), Carmen Rovira (que en 1958 publicó Eclécticos portugueses del siglo XVIII y Algunas de sus influencias en América: México, Ecuador y Cuba), y Rosa Krauze (que en 1961 publicó La filosofía de Antonio Caso, título, por cierto, citado ampliamente en la obra en cuestión).

Rosario Castellanos, una gran escritora, precursora del pensamiento filosófico feminista. Fotografía de Ricardo Salazar. Archivo CNL-INBAL.
Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México a través de los papeles de la Inquisición, de Monelisa Lina Pérez-Marchand, El Colegio de México, 1945

Vera Yamuni Tabush. Fuente: Setenta años de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1994.

Carmen Rovira, pionera de la filosofía mexicana, fallecida recientemente en 2021. Fotografía de Ana Vértiz.

Rosa Krauze, 1957. Fuente: Archivo CEFILIBE.

 

No se trataba de que no hubiera filósofas, sino de que no tuvieron reconocimiento como informantes válidos, ni se les dio credibilidad epistémica a sus obras.

 

Ninguno de estos dos títulos fundacionales de la historia de la filosofía le dio al quehacer intelectual de las filósofas –esto es, a sus investigaciones, sus temas de estudio, sus propuestas y sus reflexiones– un valor equivalente al de sus contrapartes masculinos. Pero, como he señalado líneas arriba con el listado de obras, no se trataba de que no hubiera filósofas, sino de que no tuvieron reconocimiento como informantes válidos, ni se les dio credibilidad epistémica a sus obras como fuentes de información valiosa para la comunidad filosófica. Lo más inquietante es la aparente normalización del hecho: nadie protestó por la injusticia ni siquiera las mujeres excluidas. ¿Se daba por descontado que la filosofía no era un lugar para las mujeres?

B) Uso de estereotipos

Que eso precisamente era lo que se asumía, lo dice expresamente José Gaos en su texto “La mujer en la historia”:

Intentar explicar la situación histórica de la mujer y su ausencia en la historia por su debilidad, es intentar explicar el hecho histórico por la naturaleza, o constitución de la mujer, […] por la incongruencia entre la personalidad de la mujer, lo que se puede llamar más brevemente la feminidad, y la naturaleza de los sectores de la cultura y de la historia en que la mujer no figura. […] Feminidad y filosofía consistirían en cosas exactamente opuestas: nada de extrañar, pues, que la mujer no haya hecho, por no poder hacerla, filosofía.

Hoy, en un buscador tan común como Wikipedia, Gaos hubiera podido encontrar al menos doscientos cincuenta nombres en lo que constituye un continuum histórico de filósofas, desde la Antigüedad a nuestros días, que incluye pensadoras como Hipatia de Alejandría, Diótima de Mantinea, Teresa de Ávila, Sor Juana Inés de la Cruz, Mary Wollstonecraft, Lou-Andreas Salomé, Rosa Luxemburgo, Susanne Langer, Edith Stein y Simone Weil. Como bien sabemos, Gaos no contaba con ese recurso en su tiempo histórico; pero, ¿por qué no pensó en sus contemporáneas y alumnas como ejemplos que contradecían sus opiniones?

Durante mucho tiempo, la única mujer a quien se le reconoció como filósofa fue Sor Juana Inés de la Cruz. Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, fiel copia, óleo de Juan de Miranda, circa 1713. Patrimonio de la UNAM

C) Cosificación epistémica mediante el silenciamiento

Ya vimos que no es que las filósofas no existan en la actualidad o que no hayan existido en el pasado, sino que los estudios históricos de ayer y de hoy en gran parte las han ignorado, lo que a fin de cuentas se traduce en un juicio negativo respecto de la validez epistémica de sus obras.

The Encyclopedia of Philosophy, editada por Paul Edwards en 1967, que contenía artículos sobre más de novecientos pensadores, dejó fuera a filósofas de la talla de Hannah Arendt, Ayn Rand, Simone de Beauvoir o Elizabeth Anscombe.

 

En su artículo sobre la historia de las mujeres en filosofía, Linda López McAlister relata que, en los años sesenta, al terminar su doctorado en Filosofía, se dio cuenta de que nunca había oído mencionar el nombre de ninguna filósofa en ninguna de sus clases. Por eso, esperó con ansiedad la aparición en 1967 de The Encyclopedia of Philosophy, editada por Paul Edwards, que contenía artículos sobre más de novecientos pensadores y prometía ser quizá la más completa recopilación filosófica hasta el momento… Pero no encontró en ella un solo artículo dedicado a una filósofa. El mensaje era claro: no había filósofas en el pasado; no al menos alguna que valiera la pena incluir ahí. La verdad es que, además de cientos de filósofas de épocas previas, Edwards había dejado fuera a contemporáneas suyas de la talla de Hannah Arendt, Ayn Rand, Simone de Beauvoir o Elizabeth Anscombe, cuya influencia y aportación al campo de la filosofía era imposible ignorar.

El testimonio de López McAlister representa una poderosa analogía con lo que ocurre aún hoy en nuestros días en las aulas universitarias de México, en las que no se incluye el estudio sistemático de filósofas prácticamente en ningún curso de la academia y tampoco figuran equitativamente en las historias de la filosofía.

Así, a pesar de la incorporación masiva de la mujer a la universidad a partir de los años sesenta, del movimiento estudiantil de 1968, de la lucha por la igualdad de salarios en la década de los ochenta, de la tercera ola del feminismo en 1990, de la irrupción ‘revolucionaria’ del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional a partir de 1994, y de la llegada al poder de la llamada 4T, la práctica de injusticia epistémica en México apenas ha cambiado. Esto se confirma en el listado cronológico que veremos a continuación:

1. Samuel Ramos. Historia de la filosofía en México, 1943. En el índice: filósofos: 10; filósofas: 0.

2. Mario De la Cueva (comp.). Estudios de historia de la filosofía en México, 1963. Específicamente en la entrada “Los filósofos mexicanos del siglo XX”: filósofos: 36; filósofas: 0.

3. Antonio Ibargüengoitia. Filosofía mexicana en sus hombres y en sus textos, 1967. En el índice: filósofos:16; filósofas: 0.

4. Francisco G. Díaz Lombardo. Historia de la filosofía en México, 1972. En las secciones específicas (Siglo XX): filósofos: 44; filósofas: 0.

5. Carmen Rovira (coord.) Una aproximación a la Historia de las Ideas Filosóficas en México. Siglo XIX y principios del XX, 1997. En las secciones específicas (siglo XX): Filósofos: 32; filósofas: 0.

6. Gabriel Vargas. Esbozo de la filosofía mexicana (siglo XX) y otros ensayos, 2005. En el índice: filósofos: 7; filósofas: 0.

7. Mauricio Beuchot. Filosofía mexicana del siglo XX, 2008. En el índice: filósofos: 12; filósofas: 0.

8. Enrique Dussel (et al). El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” [1300 – 2000], 2009. Específicamente en el capítulo “Filósofos de México” (siglo XX): filósofos: 22; filósofas: 2.

9. Margarita Valdés (comp.). Cien años de filosofía en Hispanoamérica (1910-2010), 2016. En el capítulo dedicado a México: filósofos: 5; filósofas: 0.

10. Gustavo Leyva. La filosofía mexicana en el siglo XX, 2018. En el índice: filósofos: 15; filósofas: 1.

​La injusticia testimonial resulta clara: sólo hay tres mujeres filósofas en total, mencionadas en dos de las diez obras, cuando los filósofos hombres suman ciento noventa y nueve.

 

La injusticia testimonial resulta clara: sólo hay tres mujeres filósofas en total, mencionadas en dos de las diez obras, cuando los filósofos hombres suman ciento noventa y nueve. Omitir a las filósofas es una forma de cosificarlas para negarles validez epistémica: no cuentan como sujetos de conocimiento. Pero también queda en evidencia la injusticia hermenéutica: el prejuicio colectivo ha creado esa especie de ‘vacío conceptual’ que impide a las filósofas comprender y luego expresar de manera adecuada –ante sí mismas y ante los demás– la mordaza epistémica: nos ha faltado precisamente el concepto de injusticia epistémica, que nos habría permitido apoderarnos de la experiencia.

Miranda Fricker observa que, pese a que la tradición desde Aristóteles nos ha hecho creer que la injusticia es una anomalía ética, una anormalidad en nuestras relaciones todas –incluyendo las epistémicas–, cotidianamente vivimos casos de injusticia epistémica. Esta realidad se refleja de muchas maneras y una de ellas es la dificultad que experimentan las estudiantes que ingresan a la carrera de Filosofía de permanecer en ella. De acuerdo al Portal de Estadísticas de la UNAM, la población de mujeres en Filosofía está por debajo de muchas otras carreras equivalentes y el nivel de egreso por género ha ido decreciendo rápidamente: de 52.78% en 2012 bajó a 23.88% en 2017. Parece difícil no sostener que está operando el estereotipo según el cual la filosofía es un ámbito de hombres. Las mujeres que hoy ingresan a la licenciatura en Filosofía en la UNAM se enfrentan a cursos que mayoritariamente ignoran los aportes de las filósofas del pasado y del presente y, lo que no es menor, a un vacío de herramientas y modelos metodológicos que les permitirían luchar contra la discriminación por género que sufren en la carrera.

No está a discusión que hay filósofas mexicanas: la subrepresentación a la que se ven sometidas resulta imperdonable al considerar sus méritos académicos, profesionales y bibliográficos. Pero si casi se ignora su obra en los cursos que se imparten en la academia y tampoco se las incluye en las historias de la filosofía en México, ¿cómo podemos probarlo?

Si queremos incorporar a nuestra historia intelectual también la diversidad de género, los vacíos epistémicos respecto de la producción intelectual de las filósofas mexicanas deberán llenarse buscando en medios alternativos, tales como testimonios, obras de arte, artículos periodísticos y entrevistas, cuando no se encuentre la información en los recursos tradicionales.

 

Retomo la Historia de la filosofía en México de Samuel Ramos para exponer, con una analogía, un caso similar de injusticia epistémica. En su libro, Ramos negó que los pueblos indígenas hubieran aportado algo al desarrollo de la filosofía universal. En reacción a esa visión eurocéntrica, el filósofo Miguel León-Portilla publicó en 1956 su tesis doctoral intitulada La filosofía náhuatl: estudiada en sus fuentes, y con ello dio inicio a un movimiento de revalorización de nuestras raíces prehispánicas que mostró la importancia de incorporar esa forma de riqueza intelectual a la historia de nuestro pensamiento. Pero es de notar que tuvo que buscarla “en sus fuentes”, pues las fuentes tradicionales silenciaban su importancia. De manera similar, si queremos incorporar a nuestra historia intelectual también la diversidad de género, los vacíos epistémicos respecto de la producción intelectual de las filósofas mexicanas deberán llenarse buscando en medios alternativos, tales como testimonios, obras de arte, artículos periodísticos y entrevistas, cuando no se encuentre la información en los recursos tradicionales, como el currículo académico y las historias de la filosofía en México. En este sentido, un ejemplo de aproximación no ortodoxa a la obra filosófica de las mujeres es la serie “Entrevistas a filósofas mexicanas”, que publiqué en el periódico Milenio entre 2015 y 2018, recogidas en 2020 en un volumen publicado en Siglo XXI Editores con el título Las filósofas tienen la palabra.

Conclusión

Las historias de la filosofía –y la academia, que las continúa empleando como material curricular– han sometido a las mujeres a una injusticia epistémica, negándoles lo que Fricker denomina la capacidad esencial del ser humano: ser reconocidas como interlocutoras epistémicas válidas, ante sí mismas y ante los demás.

En la comunidad filosófica de México, tenemos hoy una visión parcial de la historia del pensamiento y las ideas; para cambiar, debemos enfrentar el desafío de efectuar una toma de conciencia crítica de nuestra “socialización ética”, que nos permita conducirnos de acuerdo a lo que Fricker denomina nuestra “responsabilidad ética”.

La propuesta de llevar a cabo una revisión de criterios en las historias de la filosofía a la luz del concepto de injusticia epistémica permite alcanzar dos objetivos: por un lado, comenzar a producir historias de la filosofía que reflejen con verdadera objetividad la participación y la aportación de las mujeres en filosofía en México, y por otro, que trabajemos de manera conjunta para demandar que la academia incorpore a la carga curricular una representatividad equitativa de las mujeres en filosofía, con el fin de reparar la injusticia y de rectificar una visión distorsionada de nuestra historia del pensamiento, que no sólo empobrece nuestra autoconciencia histórica, sino que no muestra con justicia el papel que han desempeñado las mujeres en la filosofía en México.



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