Alfred Brendel, 1981. Fotografía: John Swannell / Camera Press. Fuente: Galería Nacional del Retrato, Londres.
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Música

La música guarda silencio. Diez mil caracteres para Alfred Brendel

Recordamos a Alfred Brendel, fallecido recientemente, con este homenaje del escritor Héctor Orestes Aguilar. Famoso por sus magistrales interpretaciones de Mozart, Beethoven, Schubert y Liszt, entre otros, así como por su comprensión interdisciplinaria de la música, el pianista austriaco fue una autoridad en materia de tradición musical de los siglos XX y XXI. “El público guarda silencio, pero el piano responde”, escribió Brendel.


Por Hector Orestes Aguilar

Dentro de la cultura austriaca del siglo XX, el “caso” Alfred Brendel (1931-2025) constituye uno de los mayores ejemplos de cómo un artista fuera de serie es canonizado al grado de convertirse en un clásico en vida. Reconocido no solo como uno de los pianistas más influyentes de la era moderna, sino también como un intelectual polifacético, su obra literaria enriqueció profundamente la comprensión de la música y la experiencia humana. A lo largo de su carrera, Brendel interpretó magistralmente las obras de compositores como Beethoven, Schubert, Mozart, Haydn y Liszt, y se dedicó a desentrañar los misterios de la música a través de la palabra escrita, ofreciendo una perspectiva única que combinaba erudición, humor y elegancia espiritual a toda prueba. 

A diferencia de la gran mayoría de los solistas consagrados de su generación, Brendel no provenía de una capital musical ni de un entorno familiar que favorecieran una formación artística temprana: nació en 1931 en Loučná nad Desnou, localidad que, en el contexto del Imperio austrohúngaro, era parte de Moravia, región industrial de habla checa aunque su población era predominantemente germanófona. Su infancia estuvo marcada por desplazamientos debido a la Segunda Guerra Mundial. Primero se trasladó a Zagreb y luego a Graz, donde vivió durante la conflagración bélica. Ahí, a los 17 años, Brendel ofreció su primer recital, titulado “La fuga en la literatura para piano”, que incluía obras de Bach, Brahms, Liszt y tempranísimas composiciones propias. Este debut ya indicaba su inclinación hacia la exploración intelectual de la música, un rasgo que se reflejaría más tarde en su escritura.

Entre 1945 y 1955 se vivió una década de reconstrucción y transformación en Graz, la capital de Estiria, Austria. Los devastadores efectos de la guerra dejaron profundas cicatrices en la ciudad, como la destrucción del 16% de sus edificios, la pérdida de miles de vidas y en especial la devastación de la población judía, que antes de 1938 representaba una minoría sumamente activa en la vida cultural y económica. Miles de judíos fueron deportados a campos de concentración como Mauthausen, situado a unos 150 kilómetros al noroeste, y su comunidad religiosa prácticamente desapareció. La ciudad también fue escenario de trabajos forzados, pues bajo el régimen nazi decenas de prisioneros soviéticos fueron obligados a cavar túneles bajo la célebre colina del Schlossberg para construir refugios antiaéreos, un legado que sobrevive en la infraestructura urbana.

Austria fue dividida en zonas controladas por Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Soviética y Francia. Tras la derrota del Tercer Reich, el 8 de mayo de 1945, las tropas británicas entraron en Graz, ubicada en el sur y la segunda ciudad austriaca más importante, la cual quedó bajo la administración británica como parte de la zona de ocupación del Reino Unido (Estiria y Carintia).

En contraste con Viena, dividida en cuatro sectores al igual que Berlín, Graz fue ocupada exclusivamente por las fuerzas británicas, lo que simplificó su administración. Su entrada fue pacífica, ya que las fuerzas alemanas, debilitadas por la ofensiva soviética en el este y los avances aliados desde el oeste, no opusieron resistencia significativa en Estiria. La población de Graz, agotada por años de guerra, bombardeos y privaciones, recibió a los británicos con una mezcla de alivio y cautela.

La vida cultural de Graz, reprimida bajo el régimen nazi, experimentó a partir de entonces un renacimiento gradual. Instituciones como el Museo Universal Joanneum, fundado por el archiduque Johann en el siglo XIX, recuperaron su papel como centros de exposiciones y espacios para las artes escénicas. Los británicos fomentaron acciones culturales para promover la cohesión social, aunque desplegaron una rigurosa censura contra cualquier resabio de propaganda nazi.

 

“Estrictos contemporáneos de Brendel fueron, por citar solo a dos de los más relevantes, René Clemenčič y Nikolaus Harnoncourt, quienes impulsaron, por todos los medios posibles, un renacimiento íntegro, omnipresente, de la acción musical austriaca”.

 

La actividad musical desempeñó un papel central en la recuperación de la identidad graciense y fue un disparador para que muchos artistas en ciernes se decidieran a dedicarle su vida. Esto fue decisivo para Brendel, quien después de ganar el cuarto lugar en la primera edición del Concurso Internacional de Piano “Ferruccio Busoni” de Bolzano, en 1949, decidió continuar su carrera como solista y su formación en Viena. 

Además de pianista excepcional, Alfred Brendel fue un gran lector y escritor. 31 de diciembre de 1967. Fotografía: Getty Images.
Alfred Brendel en Viena, 1969. Fotografía: Franz Hubmann / IMAGNO.

Es muy relevante evocar esa etapa de reconstrucción en Austria porque fue la que aglutinó a una nueva generación de compositores, intérpretes, directores, maestros e investigadores, quienes hicieron de la música un pilar fundamental para restaurar el prestigio cultural de su país y fomentar la cohesión social de una nación profundamente agrietada por las consecuencias de la guerra. Estrictos contemporáneos de Brendel fueron, por citar solo a dos de los más relevantes, René Clemenčič (1928-2022) y Nikolaus Harnoncourt (1929-2016), quienes impulsaron, por todos los medios que fueron capaces de activar, un renacimiento íntegro, omnipresente, de la acción musical austriaca. En ese orden de cosas es que puede entenderse, de manera cabal, lo que significan las contribuciones de Alfred Brendel, sobre todo en su faceta como pensador musical, escritor y poeta, más allá de su incontestable lugar como intérprete del piano. 

En sus escritos, Brendel combinaba el análisis técnico con reflexiones filosóficas y estéticas. En Sobre la música(Acantilado, 2017), explora –entre múltiples temas– la relación entre el intérprete y la partitura, argumentando que el pianista debe ser un mediador entre la intención del compositor y la experiencia del oyente; idea que presentará de manera más concisa, deslumbrante y perturbadora en los microensayos y aforismos reunidos en De la A a la Z de un pianista(Acantilado, 2013), donde expone que, en el proceso de la práctica con el instrumento, a lo largo de las repeticiones, la pieza debe terminar “por interpretar al intérprete”. Por otra parte, sus ensayos sobre Beethoven (el compositor a quien quizá conoció con mayor intimidad, pues fue el primer pianista en grabar la integral del opus pianístico del Sordo de Bonn) destacan la importancia de entender el contexto histórico y emocional de las sonatas, mientras que sus textos sobre Liszt desafían los prejuicios sobre el virtuosismo vacío, defendiendo la profundidad emocional de sus obras. La prosa de Brendel es tan elegante como su enfoque interpretativo, y sus reflexiones sobre el humor en la música, especialmente en Haydn, revelan una sensibilidad única hacia los matices expresivos.

Brendel era un muy singular epistemólogo musical. No se parece absolutamente en nada a quienes se abrieron paso entre los secretos de la producción y la recepción musicales (Adorno, Boulez, Schaeffer, Jankélévitch y tantos más), toda vez que no quiso desarrollar un pensamiento sistemático ni constituir una “escuela” o un modelo teórico, algo a lo que, bien vistas las cosas a la distancia, sí aspiraron otros intérpretes y directores de orquesta, concretamente figuras como Sergiu Celibidache (1912-1996), quien se propuso concebir una fenomenología de la música, centrada en la experiencia inmediata del sonido en el momento de la interpretación. Si uno vuelve a las páginas de Brendel al respecto, sobre todo a las de la segunda de sus obras, citada previamente, se encontrará con muy agudas y provocadoras “iluminaciones” respecto al mismo tema. El sonido –dice Brendel, por ejemplo– debería ser producido para ser experimentado como algo tridimensional por el auditorio. Vale decir: el campo sonoro de cualquier instrumento puede ensancharse, cobrar un volumen y un peso específico y ser sensible táctilmente. El pianista austriaco pensaba, por supuesto, en las capacidades de su propio instrumento al respecto, pues él las exploró continuamente, sobre todo en lo que se refiere a los múltiples recursos que ofrecen los pianos de nueva generación. 

 

“Brendel combinaba el análisis técnico con reflexiones filosóficas y estéticas. En Sobre la música, explora la relación entre el intérprete y la partitura, argumentando que el pianista debe ser un mediador entre el compositor y el oyente”.

 

Alfred Brendel, 1981. Fotografía: Alecio de Andrade.
En los últimos años, Alfred Brendel se dedicó a dar conferencias y ofrecer lecturas de su obra. El 20 de abril de 2022 impartió una conferencia sobre Goethe y la música en la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa. Fotografía: Vojtch Havlík.

Brendel comenzó a escribir como reacción a los escritos de otros músicos y con ánimo polémico. Así lo cuenta en su delicioso libro de conversaciones con Martin Meyer Ausgerechnet ich (que me aventuro a traducir como Excepto yo), publicado por la Carl Hanser Verlag en 2001. Ahí, confesaba: 

Empecé con la escritura como reacción a los ensayos de otros. Recuerdo los dos primeros impulsos. El primero fue un ensayo de Friedrich Gulda sobre jazz en un periódico amarillista de Viena; el segundo, un ensayo de Hans Swarowsky sobre la interpretación en la Österreichische Musikzeitschrift (Revista musical de Austria), en la que se planteaba que realmente era solo cuestión de encontrar el “tempo adecuado”, que después de eso todo fluía por sí mismo. Eso me llevó a objetar […] Y luego hubo otro impulso muy distinto: el hecho de que Edwin Fischer también hubiese escrito ensayos y que Busoni como escritor me había impresionado fuertemente. Luego vino la Music or the Line of Most Resistance, de Schnabel; y, como ejemplo de espiritualidad y elegancia, los escritos de Donald Francis Tovey […] 

El impacto de Brendel como ensayista radica en su capacidad para hacer que temas complejos sean comprensibles para músicos y no músicos por igual. Su interés por la literatura, la filosofía y las artes visuales enriquece sus textos, ofreciendo una perspectiva interdisciplinaria que trasciende el ámbito técnico del piano. Su legado como escritor es tan duradero como sus innumerables grabaciones, y sus ensayos seguirán siendo una referencia para estudiantes y amantes de la música clásica. A pocas semanas de su muerte, me queda recordarlo en sus últimas apariciones frente al público vienés, cuando ofrecía memorables conferencias apostilladas por extractos hipnóticos de la música de Haydn y Mozart al piano: sonriente, bonachón y con el espíritu de ligereza que siempre le acompañó. Y con este fragmento de uno de sus poemas más conocidos: En el escenario:

Los dedos bailan, la mente se pierde,

el sonido se eleva, el tiempo se detiene.

¿Es música o es magia?

El público guarda silencio, pero el piano responde.

Alfred Brendel, circa 2021. Fotografía: Ralf Dombrowski.


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