En torno al cine mexicano, la década de los sesenta constituye ante todo una era de transición, que por cierto no ha recibido la atención adecuada de los especialistas. Es sin duda una etapa difícil, compleja y contradictoria que marca el fin de la época de oro: ese glorioso período que llevó al cine mexicano a dominar como industria y espectáculo a todo el mundo de habla castellana. La relación cine-Estado no sólo se hace más compleja, sino que sentaría las bases para los dramáticos cambios conducentes a una enorme y directa participación del Estado en todas las etapas y esferas del cine industrial mexicano en los años siguientes (García y Coria: 1997).
La cinta La sombra del caudillo (1960) del director Julio Bracho ocupa un lugar singular en los anales del cine mexicano, no sólo porque fue la película más censurada en toda su historia, sino porque se trató de una obra maestra del cine político e histórico mexicano merced a su dirección, su guion, sus actuaciones, y, fundamentalmente, a su absoluta fidelidad a la esencia de la novela de Martín Luis Guzmán –una de las obras más sobresalientes de la literatura mexicana.
El proyecto de la película La sombra del caudillo se inició cuando el director de cine Julio Bracho leyó por primera vez la novela en 1936 y su gran sueño fue llevarla a la pantalla. Tuvieron que transcurrir más de dos décadas para que el proyecto de la filmación empezara a materializarse. En 1959, cuando Martín Luis Guzmán recibió el Premio Nacional de Literatura, Bracho le comentó al presidente Adolfo López Mateos su idea de filmar La sombra del caudillo. El presidente, amigo personal de Martín Luis Guzmán desde que ambos fueron militantes en la campaña de José Vasconcelos para la presidencia de 1929, e interesado en el tema del cine, accedió a tal petición. “Ya era tiempo de que se filmara esa película” –le respondería el presidente López Mateos (Luna: 1984)–. Otro hecho favorable para el proyecto fue que México en 1960 celebraba el cincuentenario de la Revolución mexicana y por ende existía mucho interés oficial por apoyar propuestas relacionadas con esta temática.
Para la filmación, se podía acceder a los fondos gubernamentales disponibles. De hecho, el Banco Nacional Cinematográfico, a través de su director Federico Heuer, simpatizó con el proyecto y apoyó la iniciativa de que la Sección de Técnicos y Manuales produjera la película. El banco otorgó 700 000 pesos de anticipo, los cuales fueron íntegramente dedicados a la producción. Por lo demás, los Estudios Churubusco cobraron una cuota reducida por el uso de sus instalaciones y en el material empleado se obtuvo una gran rebaja. En señal de solidaridad, el Sindicato de Actores ofreció una colaboración importantísima: ningún actor cobraría salario de antemano (Ramírez de Aguilar: 1962). El eminente elenco incluía a Antonio Aguilar, Bárbara Gil, Kitty de Hoyos, José Elías Moreno, Miguel Ángel Ferriz, Tito Junco, Carlos López Moctezuma, Ignacio López Tarso y Tomás Perrín, entre otros.
Cuando la Secretaría de Gobernación le dio su aprobación al guion de La sombra del caudillo, se abrió la puerta al inicio oficial de la filmación en febrero de 1960. Durante el rodaje, Bracho recibió ayuda de varias instituciones gubernamentales. Con el fin de crear el mejor realismo posible, el director filmó varias escenas en la Cámara de Diputados, en el Castillo de Chapultepec y en cuarteles militares. La producción se concluyó en cinco semanas y media.
La trama
Construida como un thriller político, La sombra del caudillo retrata la lucha descarnada por el poder en los años de la posrevolución. La trama gira en torno a la pugna entre las facciones políticas y sus abanderados; en ella queda de manifiesto que los ideales de la Revolución mexicana fueron evidentemente traicionados por políticos que sólo mantenían su discurso revolucionario como fachada. La visión crítica que presenta de los principales dirigentes del país era que se enriquecían mientras grandes sectores populares seguían en la pobreza. La película muestra también dramáticamente la intriga, el uso/abuso del poder, la traición, la venganza. También se describe cómo en las contiendas políticas se hace uso de los aparatos coercitivos del gobierno, del chantaje político, y de la manipulación de la opinión pública a través de la prensa. En suma, la cinta subraya el lado oscuro de los orígenes del sistema político posrevolucionario en los años veinte (y de sus fundadores).
La visión crítica que presenta de los principales dirigentes del país era que se enriquecían mientras grandes sectores populares seguían en la pobreza. La película muestra también dramáticamente la intriga, el uso/abuso del poder, la traición, la venganza.
El autor
Los protagonistas son los dos principales contendientes a la presidencia de México, ambos secretarios de Estado, uno, el General Hilario Jiménez, Ministro de Gobernación, favorecido por el líder máximo de la Revolución de ese momento –El Caudillo–; y el otro, el General Ignacio Aguirre, Ministro de la Guerra, apoyado por otras importantes facciones políticas. Al enterarse de que El Caudillo ha decidido apoyar a su contrincante (y antiguo compañero de armas), el General Aguirre decide dimitir de su posible candidatura a la presidencia. Así se lo hace saber a El Caudillo y al General Jiménez. Sin embargo, no les convence su ofrecimiento de ausentarse de la contienda política –dado que el General Aguirre contaba con fuertes apoyos, una exitosa trayectoria militar y política, y una personalidad sumamente carismática.
Al percibir que no aceptan su palabra dada de buena fe, el General Aguirre choca fuertemente con El Caudillo y con el General Jiménez. El resultado inmediato es la agresión violenta que se dirige en contra de los colaboradores más cercanos del General Aguirre, ordenada por el General Jiménez. Entonces, como el mismo Aguirre señala enfáticamente en la película, todas las circunstancias lo llevan irremediablemente a aceptar su candidatura y a romper definitivamente con El Caudillo.
Cuando el General Aguirre decide salir de la Ciudad de México para formular una estrategia y reunir aliados para su campaña política, El Caudillo lo “madruga” haciéndolo caer en una trampa en la que interviene la traición de quien creía uno de sus más fieles seguidores: el General Elizondo, quien arresta abruptamente a Aguirre y a sus colaboradores cuando se creían totalmente seguros bajo su protección.
La película concluye con el fusilamiento sin juicio del General Aguirre y del grupo que lo acompañaba por órdenes expresas de El Caudillo. Como justificación de estos sangrientos hechos, la película muestra cómo la prensa –totalmente manipulada– había reportado que el General Aguirre se había levantado en armas en contra del presidente y que había muerto en el intento. La última escena de la cinta revela que hubo un sobreviviente, Axcaná González, el más cercano colaborador del General Aguirre, quien herido recibe auxilio de un carro diplomático y se asume que es trasladado a la capital para convertirse en el único testigo de los trágicos acontecimientos.
Dado que existían rumores de cierta inconformidad, Bracho trató de impedir cualquier situación adversa. Acudió a Martín Luis Guzmán para que filmara
un prólogo a la película. La idea central era resaltar los avances democráticos del país y presentar al caudillaje y al autoritarismo como hechos ya lejanos
al México de los sesenta.
Los desencuentros con la censura
Una vez terminada, La sombra del caudillo logró la autorización de la Dirección General de Cinematografía para su exhibición. Julio Bracho estaba convencido de que era su mejor película y que contribuiría a promover el renacimiento del cine mexicano (Ibarra: 2000). Dado que existían rumores de cierta inconformidad de algunos funcionarios con la temática, Bracho trató de impedir cualquier situación adversa. Para ello, acudió a Martín Luis Guzmán con la idea de que filmara un prólogo a la película. La idea central era resaltar los avances democráticos del país y presentar al caudillaje y al autoritarismo como hechos ya lejanos al México de los sesenta. Martín Luis Guzmán entendió perfectamente la preocupación de Bracho y en su prólogo de siete minutos hace hincapié en que, aun cuando existieron capítulos oscuros en la consolidación de la Revolución mexicana, al paso del tiempo los subsecuentes gobiernos democráticos habrían superado totalmente tales prácticas. Dicho prólogo se añadió a todas las copias programadas para el estreno de la película y se suponía que evitaría las objeciones de funcionarios del gobierno.
Las perspectivas para La sombra del caudillo parecían muy positivas cuando se llevó a cabo su primera exhibición para la prensa e invitados especiales en el teatro Versalles de la Ciudad de México, el 17 de junio de 1960. El periodista Laureano González Porcel publicó una amplia crónica de la cinta:
[…] el público puesto de pie, tributó una emocionada ovación al autor, director y dirigentes del sindicato […] En ese momento, el escritor José Revueltas dijo que La sombra del caudillo es la primera gran película que ha hecho nuestro cine. (Últimas Noticias, 18 de julio de 1960).
Más adelante, el director Bracho declaró:
Hoy puedo afirmar que he logrado la ambición más grande de mi vida y la culminación de mi carrera de director cinematográfico. Es más, podría morir ahora mismo, porque ya nada me interesa tanto, ni me apasiona de igual modo, ni como hombre ni como realizador cinematográfico ni como mexicano. (Últimas Noticias, 21 de julio de 1960).
En varias revistas de cine, La sombra del caudillo recibió halagos. En Zócalo se subraya que es una cinta de gran valor estético y político por lo que sería sumamente apreciada por el público cuando se exhibiera regularmente (Zócalo, 24 de junio de 1960).
El 29 de junio de 1960, la Dirección General de Cinematografía otorgó la autorización formal número 30268 para la exhibición nacional de La sombra del caudillo, dándole la categoría “C”, sólo para adultos (Ramírez de Aguilar 1962). En la prensa se anunció que la cinta sería proyectada en cuatro importantes salas del Distrito Federal: Chapultepec, Latino, Roble y Variedades, para lo cual se hicieron carteles de publicidad y se llevó a cabo una extensa campaña de promoción (Gurezpe 1972). Al final, el anticipado estreno nunca ocurrió. Como lo anota Ariel Zúñiga: “Ya que muchas de las figuras que participaron en los hechos que narra la novela y que figuraban como personajes clave en la película aún estaban activas políticamente, la solución más eficiente era silenciar el film” (Zúñiga: 1995).
Lo que sucedió posteriormente fue un hecho insólito en la historia del cine mexicano. Con dos días de antelación a su ya programada exhibición pública en una premier de gala, en horas avanzadas de la noche, miembros de las fuerzas armadas entraron sin previo aviso a las instalaciones de la empresa Películas Nacionales encargada de la distribución de la cinta. Por la fuerza, procedieron a apoderarse y a decomisar todas las copias y el material publicitario. Después de la confiscación, el destino de las copias de La sombra del caudillo fue incierto.
Julio Bracho nunca se dio por vencido y emprendió una intensa lucha personal para lograr su estreno. Usó todos los medios a su alcance para lograr la exhibición de la cinta. En su artículo para México en la Cultura en 1962 se refiere, por ejemplo, a la necesidad de que se termine con el “malentendido” sobre su película, que parte de la base de que denigra al país (Bracho 1962). El resultado de sus esfuerzos fue decepcionante. En su lucha de tres décadas recurrió a diferentes oficinas y funcionarios y confrontó enérgicamente a los presidentes López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo. Sin embargo, todo fue inútil (Quintanilla: 2010).
El Estado, al censurarla, cometió uno de sus mayores errores en su rol de promotor y difusor de la cultura nacional.En palabras de Carlos Monsiváis, dicha censura es un ejercicio de “rechazo cultural” a los mitos del México posrevolucionario.
Consecuencias de la cinta “prohibida”
El desastre causado por la censura a esta película tuvo una resonancia histórica tanto para la cultura como para la política. El Estado, al censurarla, cometió uno de sus mayores errores en su rol de promotor y difusor de la cultura nacional. En palabras de Carlos Monsiváis, dicha censura es un ejercicio de “rechazo cultural” a los mitos del México posrevolucionario. La película constituye una búsqueda por una “sentencia condenatoria” a una generación que traicionó los ideales de la Revolución y llevó a cabo una lucha sin cuartel por el acceso al poder. La cinta –continúa Monsiváis– denuncia la corrupción, la represión y la manipulación de los gobiernos, así como el pasmoso cinismo de los políticos frente a su propio discurso (Monsiváis: 1972). Al final, la brutal censura parece responder a la profundidad de su crítica hacia las prácticas antidemocráticas del naciente sistema político posrevolucionario.
La prohibición de La sombra del caudillo demuestra otro hecho poco comentado y analizado a fondo en México: la relación entre el Estado y el Ejército. Si, en efecto, la censura de la película en un primer momento fue iniciativa de la alta jerarquía de las fuerzas armadas de México, es evidente que las autoridades civiles no enfrentaron de ninguna forma esta decisión. Este caso demuestra que el ejercicio del presidencialismo del Estado mexicano de esa época del PRI tenía sus límites, y este fue el caso del presidente López Mateos y de sus sucesores, quienes siguieron el mismo camino.
La censura también tuvo consecuencias para quienes participaron en la cinta. El caso de Julio Bracho fue particularmente dramático, ya que nunca pudo sobreponerse totalmente al hecho de que la película que él consideraba la mejor lograda de su distinguida trayectoria fuera censurada durante toda su vida. Además, a consecuencia de la censura de La sombra del caudillo y por temor a las represalias del Estado, se fueron generando actitudes de alejamiento, rechazo, indiferencia y hasta de boicot hacia este director. Su hija Diana Bracho da cuenta de que, por temor al gobierno, se llevó a cabo un tipo de “macartismo” por parte de la industria cinematográfica hacia su padre. Le dieron una “muerte civil”. “A causa de esto –señala Diana Bracho– mi padre tuvo una depresión muy profunda” (entrevista con Diana Bracho, 2012).
A modo de conclusión
No fue sino hasta 1990, durante el régimen de Salinas de Gortari, cuando empezó a cambiar la suerte para esta obra maestra del cine mexicano. Por fin, después de décadas de presión anticensura por parte de la opinión pública, en especial de los sectores de la comunidad cinematográfica, y por el hecho de que el Estado se encontraba a la defensiva por otros casos de censura cinematográfica, se permitió una breve exhibición al público general de la cinta. Inicialmente, se planeaba incluirla en la Muestra Internacional de Cine, pero se le excluyó y se adelantó su estreno en la sala Gabriel Figueroa, el 25 de octubre de 1990. Posteriormente, el 12 de noviembre de ese mismo año, se proyectó también en la Cineteca Nacional. Sin embargo, la copia de 16 mm en poder de la Filmoteca Nacional que se exhibió era de mala calidad debido a la falta de fondos para su restauración (entrevista con Ernesto Román).
En 1991 la Academia de Artes Cinematográficas de México llevó a cabo un muy retrasado pero sumamente merecido reconocimiento a La sombra del caudillo al otorgarle su máximo honor: el Ariel de Oro (Quintanilla: 2010). El Ariel fue recibido por dirigentes del STPC en su papel de productores de la cinta.
Se puede decir que por fin se cierra el capítulo más negro de la censura cinematográfica en México.
A través de las batallas en contra de la censura ejercida por el Estado mexicano y ciertamente por el auge de las nuevas tecnologías, se rompió en gran medida el cerco a esta joya del cine político mexicano.
Posteriormente, la sección del STPC logró vender los derechos de la película (en DVD). La empresa Zima Entertainment la distribuyó en México y Centroamérica. Asimismo, por primera vez en la historia de la televisión mexicana, cadenas de televisión de cable han incluido La sombra del caudillo en su programación.
Con estas medidas, se puede decir que por fin se cierra el capítulo más negro de la censura cinematográfica en México. A través de las batallas en contra de la censura ejercida por el Estado mexicano y ciertamente por el auge de las nuevas tecnologías, se rompió en gran medida el cerco a esta joya del cine político mexicano. Ahora existe acceso (y oportunidades de análisis) a La sombra del caudillo para más sectores de la sociedad mexicana actual y las generaciones futuras, así como para espectadores fuera de las fronteras de México.
Referencias bibliográficas
- Entrevista con Diana Bracho por Daniela Pastor en la Ciudad de México, 29 de enero de 2012.
- Entrevista con Ernesto Román por David Maciel desde Los Ángeles, California, 1 de junio de 2012.
- García, Gustavo y José Felipe Coria, Nuevo cine mexicano, México: Clío, 1997.
- Gurezpe, Agustín, “Hablan [sic] un grupo de trabajadores del cine”, Excélsior, 16 de junio de 1972.
- Ibarra, Jesús, Los Bracho: tres generaciones de cine mexicano, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.
- Luna, Andrés de, La batalla y su sombra: la Revolución en el cine mexicano, México: Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, 1984.
- Monsiváis, Carlos, “Notas sobre la novela de la Revolución”, Siempre!, 17 de mayo de 1972.
- Ramírez de Aguilar, Alberto, “Agenda de un reportero”, Excélsior, 22 de marzo de 1962.
- Quintanilla, Susana, “La película que usted no pudo ver”, en “Libros, cine y televisión. Mecánicas de la censura”, Proceso bicentenario, octubre de 2010.
- Últimas Noticias, 18 de junio de 1960.
- Últimas Noticias, 21 de julio de 1960.
- Zócalo, 24 de junio de 1960.
- Zúñiga, Ariel, “Roberto Gavaldón”, en Paulo Paranaguá (ed.), Mexican Cinema, México/Londres: The British Institute, 1995.