Fotografía: Ah qué hijo de su campana madre. Germán Valdés, Tin Tan. Crédito: Colección Filmoteca UNAM.
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Artes Visuales

GERMÁN VALDÉS, TIN TAN: UNA SEMBLANZA A 70 AÑOS DE EL REY DEL BARRIO

El escritor y crítico cinematográfico Rafael Aviña traza un recorrido por la vida de uno de los iconos más entrañables del cine mexicano: el comediante Germán Valdés, mejor conocido como Tin Tan. La chispa, frescura e ingenio vital convirtieron en una figura atípica a esta gran estrella, elogiada y atacada, cuyo humor extravagante dio color a una pluralidad de tramas y personajes que representaban las distintas caras de la sociedad mexicana de los años cuarenta y cincuenta. Viva el lector de cerca la historia de un transgresor que nunca se detuvo.


Por Rafael Aviña

1. Salto al futuro

A las 8:50 de la mañana de un 29 de junio de 1973 fallecía Germán Valdés Castillo, el hombre al que todos conocemos como Tin Tan. A casi cinco décadas de su deceso, se mantiene como el comediante más completo de nuestro cine, a partir de una carrera fílmica que apostó, sobre todo en sus primeras obras, por una innovación aún incomprensible para la época. En efecto, pocas presencias tan singulares y populares como Tin Tan, quien, sin embargo, en su momento, tuvo que lidiar con los ataques inclementes por parte de intelectuales y columnistas que criticaban su tendencia a deformar el idioma, que lo tachaban de obsceno y cuestionaban incluso su aspecto físico. Embestidas que jamás minaron la gracia de ese gran pachuco, que de manera paulatina se fue transformando en el personaje cosmopolita de barriada popular por excelencia, pero que sí impidieron descubrir en su momento, la originalidad de ese genio de la radio, los escenarios y la pantalla. 

En su momento, Tin Tan tuvo que lidiar con los ataques inclementes por parte de intelectuales y columnistas que criticaban su tendencia a deformar el idioma, que lo tachaban de obsceno y cuestionaban incluso su aspecto físico.

En su excepcional novela corta Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco se sumerge en el México alemanista e inserta en ese ámbito de modernidad la figura de Germán Valdés y sus modismos verbales: 

La cara del Señorpresidente en dondequiera: dibujos inmensos, retratos idealizados, fotos ubicuas, alegorías del progreso con Miguel Alemán como Dios Padre, caricaturas laudatorias, monumentos... Mientras tanto nos modernizábamos, incorporábamos a nuestra habla términos que primero habían sonado como pochismos en las películas de Tin Tan y luego insensiblemente se mexicanizaban: tenquíu, oquéi, uasamara, sherap, sorry, uan móment pliis. Empezábamos a comer hamburguesas, pays, donas, jotdogs, malteadas, áiscrim, margarina, mantequilla de cacahuate...

Antes, en 1946, el cronista y escritor Salvador Novo en su libro Nueva grandeza mexicana comparaba a Mario Moreno, Cantinflas, con los cómicos del momento: 

En entregar a la saludable carcajada del pueblo la esencia demagógica de su vacuo confusionismo, estriba el mérito y se asegura la gloria de este hijo cazurro de la ciudad ladina y burlona de México, que es Cantinflas. Y porque su vinculación orgánica con su ambiente; y su valor catártico, son tan legítimos, no es probable que le destronen del favor popular esos dioses menores de otros más limitados cauces del humorismo que son Tin Tan (válido empero como protesta subconsciente contra el pochismo), Palillo, Resortes o Donato. 

La primera aparición del pachuco: Hotel de verano (1943) de René Cardona. Crédito: Colección Filmoteca UNAM.

Por su parte, Paulita Brook emitía arteros ataques contra Valdés en la revista México Cinema, el 1 de junio de 1950. En un artículo titulado “Tin Tan y lo grotesco” comentaba: 

Sin romperse mucho la cabeza, se llega a la conclusión de que Germán Valdés hace reír porque apela a trucos prohibidos, a golpes debajo del cinturón, que precisamente por ser prohibidos, gustan a la gente más por perversidad que por alegría. Aun en la leperada puede haber categorías, es decir, hay categorías según el grado de gracia y de decoro que haya en ellas. Llega a haber hasta leperadas ‘finas’ y las hay de la más baja estofa. Con tal de complacer al público sin moral, Tin Tan cultiva la más baja de las leperadas, como si gustara de remover el cieno, no con una salvadora varita, sino con las propias y enteras manos… En el rostro, una expresión entre estúpida y pervertida, la boca abierta, y las mandíbulas en constante movimiento de rumiante…Como Tin Tan, está condenado a desaparecer sin dejar huella. Como Germán Valdés, al que no le falta ingenio, puede salvarse.

No es aventurado decir que Tin Tan puede devenir en el cómico más original del cine.”

CAGLIOSTRO

En cambio, el columnista Cagliostro anticipaba el 25 de noviembre de 1945 en el extinto periódico Cine Gráfico que: 

La extraña vis cómica del pachuco y su personal simpatía muy acorde con los tipos que interpreta, lo harán triunfar a pesar de que el pachuquismo le impone restricciones de actuación y de que su lenguaje ha de allanarse un poco para ser comprendido por todos los públicos. Pero no es aventurado decir que Tin Tan, aunque deje en algo de lado la tatacha o el caliche que masca, puede devenir en el cómico más original del cine.

2. Salto al pasado

En sus mocedades fue ayudante de sastre, guía de turistas, trabajó en la Compañía de Luz, también mandadero y barrendero. Su primera oportunidad en la radio surgió imitando a Agustín Lara y más tarde como locutor tuvo su propio programa, El barco de la ilusión.

Germán llegó al mundo un 19 de septiembre de 1915, justo en la zona centro de la Ciudad de México en una vecindad de avenida Hidalgo: actualmente el Hotel de Cortés, enfrente de la Alameda Central, a un costado del templo de San Hipólito, donde hoy se le rinde un culto extremo a San Judas Tadeo y a una cuadra de la calle Valerio Trujano, la misma en la que taloneaban jóvenes prostitutas, como describe Juan Rulfo en su relato Un pedazo de noche. Con todo, hay quienes aseguran que Germán nació en el puerto de Progreso en Yucatán. La verdad es que la Chiva, el Pachuco Topillo o Topillo Tapas, como se le conoció antes de que adoptara el apodo de Tin Tan, pasó su infancia en la Ciudad de México, con breves estancias en Yucatán y en Veracruz, y a los doce años se trasladó para Ciudad Juárez en virtud de que su padre, don Rafael Gómez Valdés, era agente aduanal.

El ceniciento (1951) de Gilberto Martínez Solares. Crédito: Colección Filmoteca UNAM.

El Pachuco Topillo conoce a Marcelo Chávez y al llegar a la capital para debutar en el teatro Esperanza Iris, Jorge Maulmer, empresario de Miller, concuerda con éste en bautizarlo como Tin Tan…

Niño inquieto, aficionado a las imitaciones y la cantada, fue además en sus mocedades ayudante de sastre, guía de turistas, trabajó en la Compañía de Luz, también mandadero y barrendero. Su primera oportunidad en la radio surgió imitando a Agustín Lara y más tarde como locutor tuvo su propio programa, El barco de la ilusión. A principios de los años cuarenta se une a la compañía de Paco Miller, que pasaba por Ciudad Juárez, para sustituir a un comediante. El Pachuco Topillo conoce a Marcelo Chávez y al llegar a la capital para debutar en el teatro Esperanza Iris, Jorge Maulmer, empresario de Miller, concuerda con éste en bautizarlo como Tin Tan

Con su atuendo pachuco y su curioso spanglish que lo caracterizaba, los pantalones aguados de pronunciadas valencianas, saco amplio de grandes hombreras y solapas, reloj de cadena, zapato bicolor y sombrero de ala ancha rematado con una pluma de pavorreal, la cámara lo encuadra por primera vez en 1943, en Hotel de verano, al lado de Ramón Armengod y Janice Logan, donde interpretaba un pequeño número musical, y al mismo tiempo en el corto El que la traga, la paga, que Miller filmó en Tampico con una cámara de 16 milímetros. Es así que Germán llama la atención de los productores y arranca su carrera en plan estelar en 1945 con El hijo desobediente, a la que le seguirán: Músico, poeta y loco, Calabacitas tiernas, El rey del barrio, El revoltoso, Simbad, el Mareado, El Ceniciento, El vizconde de Montecristo y muchas más en una trayectoria que incluye 101 largometrajes, 2 cortos y 3 doblajes para los Estudios Disney.

3. Germán la estrella

Para definir a Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo, Tin Tan, basta un par de palabras: único e irrepetible. Un personaje de enorme impacto popular y riqueza cultural que se adelantó a su momento, no sólo utilizando lo que hoy conocemos como spanglish, sino burlándose de sí mismo y del medio que lo lanzó al estrellato y acabó por devorarlo. Tin Tan se convertiría en el mejor comediante de nuestro cine, un logro compartido quizá con otras enormes figuras, como Mario Moreno, Cantinflas, o Fernando Soto, Mantequilla.

Ya como Tin Tan, triunfó primero en su debut capitalino en el teatro Esperanza Iris… y en la radiodifusora XEW donde fue contratado para animar un programa titulado Bocadillos de buen humor.

 

“Yo soy de los que toman el pie cuando te dan la mano”. Rosita Quintana y Tin Tan en Calabacitas tiernas (1948) de Gilberto Martínez Solares. Crédito: Colección Filmoteca UNAM.

No obstante, en el camino de Germán Valdés se cruzaron personas esenciales para su formación y posterior éxito: su madre, doña Guadalupe Castillo, poseedora de un humor fuera de serie, Pedro Meneses, su jefe en la estación de radio xej de Ciudad Juárez y buen consejero, el empresario y ventrílocuo Paco Miller y su medio hermano Jorge Maulmer, responsables de bautizarlo como Tin Tan; de hecho, el propio Germán, no muy convencido de su nuevo sobrenombre, comentaba que aquello provocaría que le dijeran: “Hijo de tu campana madre”. Con ellos, su inseparable amigo, el estupendo Carnal, Marcelo Chávez, y por supuesto, Gilberto Martínez Solares, realizador con grandes dotes para la comedia social, que lo dirigió por vez primera en Calabacitas tiernas en 1948, y claro está, su formidable equipo de colaboradores, como el dialoguista Juan García, El Peralvillo, y su maravilloso oído para el habla popular, la espiritiflaútica Famie Kauffman, Vitola, el “diantre de tequila chico”, René Ruiz, Tun Tun, el apuesto y atlético villano Wolf Ruvinskis, el atolondrado José Ortega, El Sapo, el bajito y regordete Joaquín García Vargas, Borolas, y el simpatiquísimo chamaco Ismael Pérez, Poncianito, principalmente. 

Ana Bertha Lepe, cuarto lugar en Miss Universo, una auténtica belleza de época. Crédito: Colección Filmoteca UNAM.
A México le debo lo que soy. Rosita Quintana, una de las grandes parejas fílmicas de Tin Tan. Crédito: Colección Filmoteca UNAM.

Germán regresó a la capital en noviembre de 1943, justo cuando el llamado Criminal de Tacuba y asesino de prostitutas, Goyo Cárdenas, era apresado. Ya como Tin Tan, triunfó en tan sólo treinta días: primero en su debut capitalino en el teatro Esperanza Iris… “Y conoceremos también a Tin Tan, nuevo as del teatro cómico, que no es igual ni se parece a otros”, y en la radiodifusora xew donde fue contratado para animar un programa titulado Bocadillos de buen humor. A su vez, llamó la atención del realizador René Cardona, que se empeñó en incluirlo en la película Hotel de verano, cuyo rodaje ya había terminado, luego de fascinarse con la actuación de Germán en el cabaret El Patio. En su imparable carrera iniciada como estelar en 1945 con El hijo desobediente de Humberto Gómez Landero –que lo dirigiría en sus cinco primeras cintas como protagonista–, Tin Tan enamoraría en la pantalla a mangazos como Lilia del Valle, Ana Bertha Lepe, Rosita Quintana, Silvia Pinal, a rucailas como María Valdealde o Carlota Solares y a bellezas de una boquita como se la había recetado su compadre el curandero, o sea Thelma Ferriño en Simbad, el Mareado (1950). 

“Aunque Aviña diga que me codeé con las Dolly Sisters aquí más bien nos cadereamos.” Tin Tan con las Dolly Sisters en Simbad, el Mareado (1950) de Gilberto Martínez Solares. Crédito: Colección Filmoteca UNAM.

Asimismo, se codeó con los grandes, medianos y chiquitos del espectáculo: con Pedro Infante en También de dolor se canta, dirigida por René Cardona en 1950, con Agustín Lara, el Chamaco Domínguez, Luis Arcaraz y Miguelito Valdés, los Rufino, los Zavala, los Norton, las Dolly Sisters, Dámaso Pérez Prado, el trío Los Panchos, Armida Herrera, La Caramba, los coreógrafos José Silva, Gloria Mestre o Julián de Meriche y muchos más. A pesar de su galanura, Germán prefería el visaje y la mueca adelantándose a figuras como Jerry Lewis o Jim Carrey y no se amedrentó ante las críticas de periodistas, intelectuales y compañeros, como Joaquín Vargas, Palillo, o Cantinflas, que en su película Si yo fuera diputado (Miguel M. Delgado, 1951), mostraba en el ventanal de su peluquería la frase: “Para pachucos no hay servicio porque me caen gordos”. 

Valdés siempre buscó lo más vital, lo que hay que precisar nomás, tal y como lo propone el personaje del Oso Baloo en voz de Germán en El libro de la selva (Wolfgang Reitherman, 1967).

Tin Tan nunca perdió su inspiración, como lo menciona en uno de los episodios del filme Reportaje (1953), dirigido por Emilio Fernández, El Indio. Valdés siempre buscó lo más vital, lo que hay que precisar nomás, tal y como lo propone el personaje del Oso Baloo en voz de Germán en El libro de la selva (Wolfgang Reitherman, 1967). Y sin duda, lo mejor de su carrera se localiza en aquellos filmes realizados bajo la dirección de Gilberto Martínez Solares, quien tuvo la inteligencia de despojar poco a poco a Germán de esa obsesión por el personaje del pachuco, para trastocarlo en una suerte de antihéroe urbano como emblema de una juventud capitalina envuelta en el relajo y retratada al mismo tiempo por la historieta: ya sean los Pepines y Chamacos, los monos de Audiffred, o los personajes de Bismark Mier, Poca Luz y Huele de noche, en Padrinos y vampiresos

“Híjole, no me dejas respirar.” Tin Tan con Ana Bertha Lepe en El vizconde de Montecristo (1954). Crédito: Colección Filmoteca UNAM.
“Una joven Silvia Pinal amaga con castigar al pachuco casquivano”. Fotograma de El rey del barrio.
“¡No hay que tener uñas largas!” Tin Tan con Poncianito en una escena de El rey del barrio.

Gilberto Martínez Solares, apoyado en buena medida por El Peralvillo, le aportó a Germán otras armas y herramientas para construir no sólo personajes hilarantes y entrañables, sino relatos de enorme conciencia social, tan subversivos como divertidos para mostrar un rostro distinto de la ciudad.

Sin hacerlo renunciar por completo al lenguaje y el vestuario del pachuco, Gilberto Martínez Solares, apoyado en buena medida por El Peralvillo, le aportó a Germán otras armas y herramientas para construir no sólo personajes hilarantes y entrañables, sino relatos de enorme conciencia social, tan subversivos como divertidos para mostrar un rostro distinto de la ciudad que nada tenía que ver con los crudos y sensacionales dramas sociales de barrio bajo propuestos por Ismael Rodríguez y su estrella Pedro Infante, o aquellos relatos del héroe urbano visceral y comprometido con su clase social, como lo era David Silva, imaginados por Alejandro Galindo. Y menos aún con las sutiles historias ambientadas en altas esferas sociales donde se desplazaban esas otras figuras de una urbe cosmopolita que retrataba Roberto Gavaldón apoyado en la imaginación de los escritores Luis Spota o José Revueltas, o las delirantes historias de cabaret que lanzaran a Ninón Sevilla a las alturas al lado del director Alberto Gout. Tramas y relatos que sin embargo se complementaban entre sí, para ofrecer un amplio espectro de esa sociedad mexicana que se precipitaba hacia la vorágine de la modernidad alemanista, en el interior de una ciudad capital que se transformaba día a día, descrita por el cine de su momento…

Al pachuco que hacía Tin Tan lo convertí en un personaje de ciudad, de barrio, y Juan García que tenía la capacidad de decir en tres palabras lo que yo escribía en veinte, le daba el toque a los diálogos… El rey del barrio es una comedia con profundidad y tuve que batallar con Juan García cuando estábamos escribiendo y luego durante el rodaje, como que no le gustaba o no estaba muy convencido del tratamiento. Aquí se tomaron los episodios de un maleante frustrado al que todas las cosas le fallaban a pesar de que las planeaba. El rey del barrio es en realidad la historia de un hombre bueno que desea ser malo.

(Entrevista a Gilberto Martínez Solares por Juan Jiménez Patiño, Pantalla, no. 9, publicación trimestral de la Coordinación de Difusión Cultural de la unam, junio de 1988).

Y es que sin lugar a dudas, tanto Alejandro Galindo con David Silva como Gilberto Martínez Solares con Germán, fueron cineastas que conectaron con antihéroes capaces de moldear los mil rostros de la metrópoli, convirtiéndose en esos años cuarenta y cincuenta principalmente, en cronistas de una ciudad pulsante y contradictoria en vías de expandirse brutalmente, como lo mostraba ya Mientras México duerme (1938) de Galindo. La posibilidad de un México nocturno de alcohol, himeneo y delincuencia: historias que también se envolvían en el desahogo humorístico y la crítica social a través de la comedia que proponía Tin Tan; un humor refrescante y espontáneo sin el mínimo asomo de sentimentalismo y moralina que caracterizaba a los comediantes de la época, sello del cine de Germán y de Gilberto y que alcanzaría su mayor punto de esplendor en obras como: El rey del barrio, El ceniciento y El revoltoso.

Germán Valdés en su madurez, años sesenta. Crédito: Colección Filmoteca UNAM.

Yo al principio no tenía mucha confianza ni grandes deseos de trabajar con él (Germán), porque era un poco corriente tanto en los personajes que representaba como en los lugares donde trabajaba ¿no? carpas, teatros… un poco se debió a que mi señora me empujó ya que lo había visto no sé si en alguna película que hizo antes, el caso es que decidí laborar con él y poco a poco me fui dando cuenta de que era un hombre sumamente inteligente, muy gracioso y dotado en todos los sentidos y, con todo, lo mismo hacía cosas de agilidad que cantaba, bailaba, ponía caras, en fin, era sensacional… Tin Tan se transformó en una estrella en grande, cobrando mucho dinero, teniendo participación en las cintas, sólo que le entró la ambición y comenzó a hacer cinco o seis, a aceptar partecitas bien pagadas y eso, como se dice vulgarmente, lo quemó… 

(Entrevista realizada a Gilberto Martínez Solares por Ximena Sepúlveda el 27 de enero de 1976 para Cuadernos de la Cineteca: Testimonios para la historia del cine mexicano, no. 4, coordinado por Eugenia Meyer, dirección de Cinematografía de la Secretaría de Gobernación).



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