Tres bagatelas, op. 126
Bagatela en sol mayor, op. 126 n.º 1
Andante con moto: Cantabile e compiacevole
Bagatela en sol menor, op. 126 n.º 2
Allegro
Bagatela en mi bemol mayor, op. 126 n.º 3
Andante: Cantabile e grazioso
El crítico musical Juan Arturo Brennan nos habla de la obra:
Escuchen en nuestra playlist en spotify Beethoven 250, Tres Bagatelas op. 126 n.os 1, 2 y 3, en interpretación de David Fung, piano.
Una grabación del sello Steinway and Sons
Sonata para piano n.º 32 en do menor, op. 111
I. Maestoso. Allegro con brio ed appassionato
II. Arietta: Adagio molto semplice e cantabile
El crítico musical Juan Arturo Brennan nos habla de la obra:
Escuchen en nuestra playlist Beethoven 250, Sonata para piano n.º 32 en do menor, op.111, en interpretación de Gabriel Chodos, piano
Una grabación del sello Fleur de Son
Sonata para piano n.º 27 en mi menor, op. 90
I. Mit Lebhaftigkeit und durchaus mit Empfindung und Ausdruck
(Con vitalidad y siempre con sentimiento y expresión)
II. Nicht zu geschwind und sehr singbar vorgetrage
(No demasiado rápido y muy cantable)
El crítico musical Juan Arturo Brennan nos habla de la obra:
Escuchen en nuestra playlist Beethoven 250, Sonata para piano n.º 27 en mi menor, op. 90, en interpretación de Victor Rosenbaum, piano
Una grabación del sello Bridge Records
Sonata para piano n.º 31 en la bemol mayor, op. 110
I. Moderato cantabile molto espressivo
II. Allegro molto
III. Adagio ma non troppo
IV. Fuga (Allegro ma non troppo)
El crítico musical Juan Arturo Brennan nos habla de la obra:
Escuchen en nuestra playlist Beethoven 250, Sonata para piano n.º 31 en la bemol mayor, op. 110, en interpretación de Jonathan Biss, piano
Una grabación del sello Orchard Classics
Notas al programa 4
Para nosotros los músicos, la obra de Beethoven semeja los pilares de humo y fuego que guiaron a los israelitas a través del desierto; un pilar de humo para guiarnos de día, y un pilar de fuego para guiarnos de noche, de modo que podamos marchar de día y de noche.
Franz Liszt
Es interesante notar que, de manera general, el término “bagatela” tiene una cierta connotación peyorativa; la definición más directa y escueta alude a una cosa de poca sustancia y valor, a algo frívolo, a una menudencia o una nadería. La definición de la bagatela como género musical es igualmente económica: se trata de una pieza instrumental breve y sin pretensiones, casi siempre para el teclado. En el artículo correspondiente, el Diccionario Oxford de la Música ofrece dos referencias particulares: por una parte, las piezas tituladas Les Bagatelles en el 10e ordre (o décima suite) de piezas para clavecín de François Couperin (1668-1733); y por la otra, las veintiséis bagatelas para piano compuestas por Ludwig van Beethoven (1770-1827), de las cuales la más famosa es Für Elise (‘Para Elisa’).
La primera serie de piezas de este tipo en el catálogo de Beethoven son las Siete bagatelas Op. 33 que datan de 1801-1802. Sigue la bagatela titulada Lustig-Traurig (‘Alegre-Triste’) WoO 54, de alrededor de 1802 y enseguida la ya mencionada Für Elise WoO 59 de 1808 o 1810. Ocho años después, Beethoven redactó la Bagatela WoO 60, y entre 1820 y 1822 terminó la composición de las Once bagatelas Op. 119. Sus últimas piezas de este género son las Seis bagatelas Op. 126 (1823-1824), que pertenecen a la región más tardía de su catálogo.
El posible espejismo de que se trata de obras menores fue desmentido por el propio Beethoven, quien llegó a afirmar que las Bagatelas Op. 126 eran lo mejor que había compuesto. El caso es que en estas obras que nada tienen de sencillas ni triviales, es posible percibir algunos elementos que están presentes también en algunas de sus sonatas tardías para piano e, incluso, en la Novena sinfonía, obra contemporánea de las bagatelas. Beethoven, quien desde el inicio consideró a las Bagatelas Op. 126 como un ciclo unitario e indivisible, dedicó la partitura de esta piezas (publicada en Mainz en 1825) a su hermano Nikolaus Johann.
No puede haber un nuevo Beethoven, de la misma manera en que no puede haber un nuevo Cristóbal Colón.
René Leonormand
Al decir de los expertos, las 32 sonatas para piano de Ludwig van Beethoven siguen siendo, a dos siglos de distancia, el paradigma contra el cual se miden y se comparan las demás obras del género. Como en el caso de la sinfonía y del cuarteto de cuerdas, Beethoven heredó la sonata para piano de Franz Joseph Haydn (1732-1809) y Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), y construyó un imponente edificio musical sobre los sólidos cimientos que habían puesto sus ilustres predecesores. Y, también como en el caso de sus propias sinfonías y cuartetos de cuerda, las 32 sonatas de Beethoven pueden servir como una hoja de ruta para trazar algunas de las líneas más importantes de su desarrollo musical a través de los años. En efecto, las sonatas cubren una amplia cronología que va desde 1793, cuando el compositor inició la creación de la Sonata No. 1, Op. 2 No. 1, hasta 1822, año en que concluyó la última obra de la serie, la Sonata No. 32, Op. 111. Es poco conocido el hecho, sin embargo, de que existen cuatro sonatas más, previas a la Sonata Op. 2 No. 1; se trata de un grupo de Tres sonatas WoO 47, que datan aproximadamente de 1783, y una Sonata WoO 50 creada antes de 1793. Las tres primeras fueron dedicadas por Beethoven al arzobispo Maximilian Friedrich, elector de Colonia, y la cuarta está dedicada a Franz Gerhard Wegeler. De ahí en adelante, abundan en las sonatas de Beethoven las dedicatorias a toda clase de personajes (casi todos miembros de la nobleza) cuyos nombres y apellidos están sólidamente unidos a la biografía del compositor: Haydn, Breuning, Lichnowsky, Braun, Browne, Liechtenstein, Guicciardi, Sonnenfels, Waldstein, Brunswick, Brentano.
Cualquier revisión de las 32 sonatas para piano de Beethoven tiene que partir, casi por fuerza, de la consideración de la figura del compositor como uno de los más notables pianistas de su tiempo. En este sentido, es posible decir que si las sonatas permiten seguir de cerca el desarrollo de Beethoven como compositor, no son menos importantes para dilucidar sus habilidades crecientes como ejecutante.
En la última de sus sonatas para piano, la Sonata No. 32, Op. 111, Beethoven retoma el plan estructural en sólo dos movimientos que había aplicado antes en sus Sonatas Nos. 19, 20, 22, 24 y 27. En el caso particular de la Sonata No. 32, esta estructura binaria expone de manera muy clara el gran contraste que hay entre los dos movimientos de la obra. Después de un movimiento inicial tormentoso y lleno de fuego, Beethoven ofrece una arietta con variaciones de carácter lírico y delicado. El equilibrio por oposición que el compositor logra con esta sencilla estructura parece indicar que su famosa afirmación de que no había tenido tiempo de escribir el tercer movimiento no fue más que una gracejada de su parte. No está de más recordar que, en su enorme novela Doctor Fausto (1947), el gran escritor alemán Thomas Mann se refirió al movimiento final de esta obra como “el adiós a la sonata”.
Caso curioso: la Sonata No. 32 fue editada de manera casi simultánea en París, Berlín, Viena y Londres en el año 1832. Más curioso aún: Beethoven dedicó originalmente la partitura de la obra al archiduque Rodolfo, pero en la edición londinense aparece una dedicatoria a Antonie Brentano, amiga de Beethoven a quien están dedicadas también sus Variaciones Diabelli Op. 120.
Además de estar escrita en sólo dos movimientos la Sonata No. 27 Op. 90 tiene la característica inusual de que la designación de esos movimientos está en alemán, y no en italiano. El analista Michael Steinberg afirma que esta sonata que data de 1814 fue escrita en un período que marca la transición hacia la madurez absoluta de los poderes compositivos de Beethoven, y que fue especialmente bien recibida por los conocedores, debido a que el compositor llevaba algunos años de no producir obras importantes para el piano. Hans von Bülow, al referirse a esta sonata beeethoveniana, hizo un comentario ciertamente interesante en el sentido de que su primer movimiento parece pertenecer al lenguaje hablado, mientras que el segundo está más cerca del lenguaje cantado.
Beethoven dedicó la Sonata No. 27 al conde Moritz Lichnowsky, aristócrata austriaco y amigo del compositor, a quien también están dedicadas las Variaciones y fuga Op. 35 y el Rondó Op. 51, ambas obras para piano solo.
Parece haber un consenso en el sentido de que las tres últimas sonatas de Beethoven, las Opp. 109, 110 y 111, forman un tríptico unitario debido a la coherencia de su concepto y a las similitudes en su realización. Estas tres obras, redactadas entre 1820 y 1822, resultaron de un encargo/contrato del editor berlinés Moritz Schlesinger, que también incluyó algunas canciones. La Sonata No. 31, Op. 110 presenta algunas características ciertamente interesantes, algunas de las cuales tienen que ver con la estructura misma de la pieza. Hay quienes señalan que la sección Arioso dolente y la fuga final constituyen un movimiento único, mientras que otros afirman que se trata de dos movimientos claramente separados. Más aún: estrictamente, este movimiento contiene dos secciones arioso y dos secciones fugadas, lo que ha llevado a algunos comentaristas a decir que este movimiento se toca dos veces. Por otra parte, las investigaciones más serias sobre la materia musical de esta sonata apuntan al hecho de que, en el segundo movimiento, el equivalente al scherzo, Beethoven adornó su propio y peculiar sentido del humor con citas a dos canciones populares alemanas, cuyos títulos son en sí mismos muy indicativos de ese humor: Nuestra gata ha tenido gatitos, y Soy un patán disoluto, y tú lo eres también.
Algunos autores, al referirse al tríptico postrero de las sonatas de Beethoven arriba mencionado, suelen decir que, de las tres, la Sonata Op. 110 es la que más se acerca a una expresión cabalmente romántica. Dato interesante: la Sonata Op. 110 no lleva dedicatoria alguna.
Juan Arturo Brennan