Música

Un himno a la libertad y al amor


Por Juan Arturo Brennan

Obertura Leonora  n.º 1, op. 138

El crítico musical Juan Arturo Brennan nos habla de la obra:

Escuchen en nuestra playlist en spotify Beethoven 250 años, Obertura Leonora n.º 1, op. 138, en la interpretación de CSR Symphony Orchestra (Orquesta Sinfónica de la Radio Checoslovaca)/Bratislava; director: Michael Halász

Una grabación del sello Naxos

 

Séptima sinfonía en la mayor, op. 92                                       

I. Poco sostenuto. Vivace
II. Allegretto
III. Presto
IV. Allegro con brio

El crítico musical Juan Arturo Brennan nos habla de la obra:

Escuchen en nuestra playlist Beethoven 250 años, Séptima sinfonía en la mayor, op. 92, en la interpretación de Südwestfunk Orchester Baden-Baden (Orquesta de la Radio de Alemania del Sudoeste, Baden-Baden); director: Hans Rosbaud

Una grabación del sello SWR Classics

 

Egmont, música incidental, op. 84                                                                     

Obertura

I. Lied: Die Trommel gerühret (Canción: Redobla el tambor)
II. Entreacto I
III. Entreacto II
IV. Lied: Freudvoll und leidvoll (Canción: Llena de alegría y de pesar)
V. Entreacto III
VI. Entreacto IV
VII. Clärchens Tod bezeichnend (La muerte de Clara)
VIII. Melodrama: Süßer Schlaf (Dulce sueño)                                                                 
IX. Siegessymphonie (Sinfonía de la victoria)

El crítico musical Juan Arturo Brennan nos habla de la obra:

Escuchen en nuestra playlist Beethoven 250 años, Egmont, música incidental op. 84, en la interpretación de New Zealand Symphony Orchestra (Orquesta Sinfónica de Nueva Zelanda); director: James Judd; Madeleine Pierard, soprano; Claus Obalski, narrador

Una grabación del sello Naxos

 

Notas al programa 6

El poder es el principio moral de aquellos que superan a otros, y es también el mío.

Ludwig van Beethoven

 

Por lo general, los argumentos de ópera suelen ser asuntos bastante complicados, llenos de sorpresas, vueltas de tuerca y desenlaces inesperados y no siempre muy lógicos. Si bien no es de los más complicados, el argumento de Fidelio, única ópera de Ludwig van Beethoven (1770-1827), también tiene su dosis de enredos, y los enredos empiezan desde la creación misma de la obra. Veamos...

En 1798 apareció una ópera francesa titulada Leonora o el amor conyugal, con música de Pierre Gaveaux (1761-1825) sobre un texto de Jean-Nicolas Bouilly. Más tarde, una versión italiana del mismo texto fue puesta en música por Ferdinando Paër (1771-1839) en 1804 y por Simon Mayr (1763-1845) en 1805. El texto original fue reducido a dos actos por Stephan von Breuning en 1806, y la forma final del drama, fechada en 1814, se debe a Georg Friedrich Treitschke. El libreto utilizado por Beethoven para su ópera Fidelio es, finalmente, la adaptación hecha por Joseph Sonnleithner sobre el texto original de Bouilly. La primera versión de Fidelio fue estrenada en Viena el 20 de noviembre de 1805; una segunda versión, la de 1806, se estrenó el 29 de marzo de ese año, y la tercera, de 1814, el 23 de mayo de ese año. Por cierto, en el estreno de 1805 la orquesta y los cantantes estuvieron bajo la dirección del mismo Beethoven. ¿De qué se trata, pues, el asunto de Fidelio, y qué tienen que ver en él las Leonoras que se mencionan en las diversas oberturas?

Un noble español llamado Florestán ha sido injustamente metido en prisión. Disfrazada de hombre como Fidelio, su esposa Leonora lo ha seguido hasta la cárcel con la intención de rescatarlo. Rocco, un carcelero de buen corazón, le da empleo a Fidelio. La hija de Rocco, Marcelina, se enamora de Fidelio sin saber que es una mujer, lo que provoca los celos de su novio Jacquino. La prisión es gobernada por el villano Pizarro, quien planea matar a Florestán para impedir que sea descubierto durante una inspección. Los prisioneros salen por unos momentos a tomar el sol y cantan a la libertad. Florestán no está entre ellos porque se encuentra encadenado en el calabozo. Rocco baja, acompañado de Leonora-Fidelio, a cavar la tumba destinada a Florestán. Después, Pizarro trata de matar a Florestán pero Leonora se lo impide. Lejanas trompetas anuncian la llegada del ministro que viene a inspeccionar la prisión. Todos los prisioneros son liberados y Leonora se encarga de desencadenar a su esposo Florestán.

Ahora bien, por si no fueran suficientes los enredos del libreto de la ópera Fidelio en cuanto a su creación y su contenido dramático, hay más enredos respecto a las oberturas de la ópera. Existen, ni más ni menos, cuatro oberturas para la obra. Una lleva el título de Fidelio y las otras son las famosas oberturas Leonora números 1, 2 y 3. ¿Cómo está este desorden de oberturas? La primera obertura Leonora, en su forma original, fue descartada por Beethoven aun antes del estreno de la ópera. Así, para el estreno de 1805, se utilizó la obertura Leonora No. 2 y para el re-estreno de 1806, la obertura Leonora No. 3. Esta es, sin duda, la mejor de las cuatro oberturas, pero al darse cuenta Beethoven que la calidad de esta obertura podría llegar a opacar a la ópera misma, compuso una cuarta obertura, la que conocemos como Fidelio. Esta cuarta obertura fue tocada en el estreno de la versión de 1814. La pieza que se conoce hoy como Obertura Leonora No. 1 fue escrita por Beethoven en 1807 con la intención de utilizarla en una representación de Fidelio en la ciudad de Praga. Es por ello que su numeración en el catálogo de Beethoven (Op. 138) no corresponde al Op. 72 con el que son conocidas las otras dos Leonoras.

Desde entonces, los directores de ópera han intentado mil y una formas de integrar las oberturas a la ópera. Así, es posible asistir a una función en la que se toca la obertura Fidelio antes de la ópera, y nada más. Otros directores utilizan la Leonora No. 3 por ser musicalmente más satisfactoria que las otras. A veces, se toca la obertura Fidelio antes de la ópera y la Leonora No. 3 como interludio entre las escenas finales del drama musical. Ciertos directores eligen tres de las cuatro oberturas y tocan cada una de ellas antes de cada acto de la ópera. Es claro, pues, que hasta nuestros días no se ha logrado un consenso generalizado sobre qué hacer con cuatro oberturas y una sola ópera.

Para volver al origen del texto de la ópera Fidelio, vale la pena hacer la aclaración de que algunas fuentes históricas afirman que Bouilly basó su drama en un hecho de la vida real, el rescate de  último minuto de un prisionero en Francia durante la Revolución. De hecho, Bouilly afirmaba haber tenido conocimiento personal del asunto, y que había cambiado la acción de París a Madrid para proteger a las personas involucradas en esta historia.

Al parecer, Beethoven era perseguido por las Leonoras. Por si no hubiera sido suficiente el hecho de haber escrito tres oberturas Leonora para su ópera Fidelio, Beethoven compuso en 1814 la música incidental para una olvidada obra teatral de Johann Friedrich Duncker. Esta música incidental contiene la única pieza escrita por Beethoven para la armónica de cristal. La obra de Duncker llevaba por título Leonora Prohaska.

 

Tomaré al destino por el cuello; ciertamente, no me doblará y aplastará por completo.

Ludwig van Beethoven

 

Casi sin excepción, todas las notas que se han escrito respecto a ésta, probablemente la más bella de las sinfonías de Beethoven, citan la famosa frase en la que Richard Wagner (1813-1883) afirma que la Séptima sinfonía es la apoteosis de la danza. Sin embargo, lo dicho por Wagner va más allá de esta categórica definición, y es ciertamente interesante conocer mejor la descripción hecha por el gran compositor de óperas y dramas musicales. En 1850, casi cuarenta años después del estreno de la obra, Wagner escribió esto:

 

La Séptima sinfonía de Beethoven es la alegría, que con una omnipotencia orgiástica nos lleva a través de todos los espacios de la naturaleza, de todas las corrientes y los océanos de la vida, dando voces de alegría y consciencia, por donde caminamos al ritmo audaz de esta danza humana de las esferas. Esta sinfonía es la apoteosis de la danza, la mejor realización de los movimientos corporales en forma ideal.

 

Beethoven inició la composición de la Séptima sinfonía en el año de 1807 y la terminó en el verano de 1812. El estreno se llevó a cabo en la Universidad de Viena el 8 de diciembre de 1813, bajo la batuta de Beethoven mismo. Como solía ocurrir en aquellos tiempos, el concierto fue organizado con un fin especial: recaudar fondos para los soldados austríacos y bávaros heridos en la batalla de Hanau mientras defendían a su patria de las huestes de Napoleón, quien en otros tiempos había sido el héroe de Beethoven. Además de la Séptima sinfonía, Beethoven estrenó en ese concierto una de sus obras más extrañas y menos características: La victoria de Wellington, también conocida como Sinfonía de la batalla o La batalla de Vitoria. Esta especie de poema sinfónico-militar, que hoy es considerado como una de las obras más débiles de Beethoven, inflamó el espíritu patriótico del público y, dadas las circunstancias, su éxito opacó el de la sinfonía. Sin embargo, el segundo movimiento de la Séptima fue muy bien recibido por el público vienés.

Además de la buena acogida que la audiencia dio a la sinfonía, la crítica vio con buenos ojos y escuchó con buenos oídos esta obra maestra. La crítica publicada en el Allgemeine Musikalische Zeitung afirmaba que la Séptima era la más melodiosa, agradable y accesible de las sinfonías de Beethoven. Otro gran sinfonista, Gustav Mahler (1860-1911), después de una ejecución de la Séptima de Beethoven en el año de 1899, afirmó esto:

El último movimiento de la sinfonía tuvo un efecto dionisíaco sobre el público. Todos salieron de la sala de conciertos como embriagados, y así debe ser.

No cabe duda que la Séptima sinfonía de Beethoven aún tiene la hermosa capacidad de producir ese efecto, y es seguro que la noche de su estreno la embriaguez del público fue doble, porque no sólo asistieron al estreno de una obra maestra sino que además, con esa noche de espléndida música beethoveniana, estaban celebrando de algún modo la derrota de Napoleón a manos de Europa.

Al componer para el público, uno compone de la manera más hermosa… y también, la más rápida.

Ludwig van Beethoven

 

He aquí una breve cronología introductoria:

- 1566: Levantamiento en Holanda en contra de la tiranía española, encabezado por los señores Lamoral, conde de Egmont; Felipe de Montmorency, conde de Horn; y Guillermo de Orange

- 1568: Ejecución de Egmont y Horn. A través de la llamada Unión de Utrecht, las provincias del norte se declaran independientes de España.

-  1791: Estreno del drama Egmont de Johann Wolfgang von Goethe

- 1810: Junio 15, estreno de la música incidental para el drama de Goethe, compuesta por Beethoven.

He aquí, de un plumazo, uno más de los muchos ejemplos en los que a lo largo del tiempo la historia se ha convertido en leyenda, la leyenda en drama, el drama en música y la música en historia. Sobre la situación de los Países Bajos hacia mediados del siglo XVI, Goethe escribió un drama de gran magnitud. Hacia 1786, en medio de una tormenta interior en la que se mezclaban los conflictos creativos y las decepciones amorosas, Goethe dejó Weimar y se lanzó a hacer un viaje por Italia. Como parte de su equipaje, el poeta y dramaturgo alemán llevó consigo los manuscritos de cuatro de sus obras más importantes, que por entonces se hallaban en diversos estados de acabado y revisión. Según los estudiosos de sus obras, el contacto que Goethe tuvo durante su jornada italiana con el arte y el pensamiento de la antigüedad clásica le permitieron llegar a asumir un nuevo planteamiento formal para sus obras, planteamiento en el que destaca, entre otras cosas, una aparente contradicción que en realidad es una síntesis: el poder expresar en las mesuradas cadencias del verso temas universales e intemporales, vibrantes y llenos de pasión.

Las cuatro obras que Goethe llevó consigo a Italia fueron Egmont, Fausto, Tasso e Ifigenia. De manera muy sintética, puede decirse que el Egmont de Goethe se desarrolla en Bruselas, durante el tiempo de la Inquisición. Felipe II, rey de España, mantiene dominados a los Países Bajos para impedir, entre otras cosas, el avance de la Reforma iniciada por Martín Lutero. Ante el descontento de los subyugados, el monarca español envía al duque de Alba a reprimir con mano dura los levantamientos encabezados por Egmont y Guillermo de Orange. Ante un posible encuentro con el duque de Alba, Guillermo de Orange huye, pero Egmont permanece fiel a su ideal rebelde y revolucionario, y se enfrenta al represor. Egmont es tomado preso por Alba y condenado a muerte por traición.

La parte política y heroica de la trama lleva paralelamente una historia de amor, centrada en la relación de Egmont con su amada Clara. La familia de Clara pretende obligarla a casarse con un tal Brackenburg, hombre al que no ama. Al ser rechazado por Clara, Brackenburg, despechado, amenaza con envenenarse, pero finalmente es Clara la que se envenena. Los conocedores del drama parecen estar de acuerdo en que Egmont y Clara son los personajes más humanos creados por la pluma de Goethe y, al mismo tiempo, la personificación de una paz interna que es en realidad una forma más elevada de la sensibilidad independiente del pueblo de los Países Bajos, sensibilidad que se rebeló contra el poder español y finalmente lo derrotó.

Por encargo de Joseph Hartl, director del Hoftheater de Viena, Beethoven escribió la música incidental al drama de Goethe entre octubre de 1809 y mayo de 1810. Por la cronología, esta música se coloca entre las sinfonías números 6 y 7 de Beethoven. La partitura original para el drama de Goethe está formada por la obertura y otros nueve números musicales. Cuatro de ellos son interludios orquestales para tocarse entre un acto y otro del drama. Hay también un Larghetto instrumental y tres piezas vocales: dos Lieder y un melodrama. Finalmente, está la pieza que cierra la obra, designada como Sinfonía de la Victoria. Esta pieza no debe confundirse con otra obra orquestal de Beethoven, independiente de Egmont y que es conocida indistintamente como Sinfonía de la batalla, La victoria de Wellington y La batalla de Vitoria.

Es poco usual que se toque entera la música incidental de Beethoven para el Egmont teatral de Goethe, pero su obertura es una de las grandes favoritas en las salas de conciertos. No está de más apuntar que Hartl no cometió ninguna indiscreción al solicitar esta partitura a Beethoven, ya que el mismo Goethe había señalado en el manuscrito de Egmont la necesidad de la música.

Juan Arturo Brennan



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