Música

Variación 12. Wagner y la Novena sinfonía

Estos son algunos fragmentos del artículo que Manuel M. Ponce entregó en a la revista México Moderno para conmemorar los 150 años del nacimiento de Beethoven, en los que el compositor mexicano reflexiona sobre la aproximación de Richard Wagner a la Novena sinfonía de Beethoven.

Para conmemorar los 150 años del nacimiento de Beethoven, la entonces Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Julián Carrillo, dedicó los conciertos de la temporada 1920-1921 a interpretar el ciclo de las nueve sinfonías. Desde las páginas de la revista México Moderno, Manuel M. Ponce sumó este artículo, del que entresacamos los primeros párrafos.

Wagner pensó en “introducir al auditorio en el sentimiento de la obra”. Y para conseguirlo, escribió un comentario explicativo de la Novena sinfonía, relacionando esta con algunas escenas del Fausto de Goethe. Indudablemente que Wagner no quiso dar en esos comentarios una interpretación literaria de la obra beethoveniana; “no ha pretendido, por consiguiente, indicar en términos precisos el sentido de una creación esencialmente sinfónica”, como hace notar muy juiciosamente Maurice Kufferath. “No; Wagner escribió unas viñetas literarias –dice el distinguido musicógrafo belga– que nos ayudan a determinar el estado de ánimo que parece expresar la Novena sinfonía, así como la atmósfera poética en la cual se mueve”.

Wagner ha sabido expresar, ciertamente, la emoción que las diferentes partes de la sinfonía despiertan en el ánimo del que las escucha. Hay en las palabras del genio de Bayreuth una penetración tan honda del sentimiento beethoveniano, una comprensión tan clara de la obra en su totalidad, que juzgamos no sólo pertinente, sino de positiva utilidad, traducirlas para orientar a los dilettanti que con creciente interés siguen el desenvolvimiento del ciclo beethoveniano…

“La lucha vuelve a comenzar contra el demonio que nos roba la alegría. Opresión, lucha, aspiraciones, victorias incompletas, desfallecimientos, nuevos combates, incesantes vicisitudes; he aquí los elementos de esta admirable página”.

Primera parte. Allegro, ma non troppo.

Una lucha de aspecto grandioso, entre las aspiraciones de nuestra alma hacia la alegría, y la opresión de una potencia enemiga que se interpone fatalmente entre nosotros y nuestra felicidad terrenal, tal parece ser la idea fundamental de la primera parte. El gran motivo principal, que simple y poderoso parece despojarse como de un velo que lo cubría, podría traducirse de acuerdo con el sentido general de todo el poema musical, por estas palabras de Goethe:

Entbehre sollst du, sollst entbehren…

¡Privación! ¡Renunciamiento!, tal es la ley de la vida.

(Gabinete de estudio, escena III)

En la resistencia que el alma opone a su poderosa enemiga, hay algo fuerte, noble y viril; creciendo progresivamente, esta resistencia alcanza su paroxismo hacia la mitad del allegro, donde parece convertirse en una lucha encarnizada entre dos vigorosos contendientes que no ceden sino cuando se ven imposibilitados de vencerse mutuamente. Aquí y allá fugaces claridades como tiernas y pálidas sonrisas de felicidad, cuya posesión es el objeto de todos nuestros esfuerzos y que parece acercársenos a pesar de que nuestra pérfida enemiga nos arroja implacable en la sombra, cubriéndonos con sus alas tenebrosas, ensombreciendo hasta las vanas ilusiones de felicidad que podemos entrever. Caemos entonces en un estado de profunda tristeza. Más tarde, la lucha vuelve a comenzar contra el demonio que nos roba la alegría. Opresión, lucha, aspiraciones, victorias incompletas, desfallecimientos, nuevos combates, incesantes vicisitudes; he aquí los elementos de esta admirable página tan atormentada y movida en ocasiones como lánguida y tranquila cuando expresa ese estado de lasitud del espíritu, esa falta absoluta de alegría que Goethe nos pinta admirablemente:

Nur mit Entsetzen wach’ich Morgens auf…

Nunca me despierto por la mañana sin un secreto terror,

yo no podría derramar amargas lágrimas

al ver de nuevo el día, el día que va a pasar

sin satisfacer ni uno solo de mis deseos, ¡ni uno solo!

Pero marchitará obstinadamente

hasta las vanas esperanzas de felicidad

y hará abortar las concepciones de mi alma delirante

¡presentándome la imagen grotesca de la realidad!

Y cuando, en fin, cae la noche,

vuelvo a mi lecho lleno de ansiedad;

y no consigo ni un instante de reposo,

sueños horribles me asaltan.

(Gabinete de estudio, escena III)

México Moderno, año 1, núm. 4, 1 de noviembre de 1920. P. 235 y ss.


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