Oh, vosotros los que pensáis o decís que soy malévolo, obstinado o misántropo, cuánto os equivocáis acerca de mí. No conocéis la causa secreta que me lleva a mostraros esa apariencia. Desde la niñez, mi corazón y mi alma desbordaron de tiernos sentimientos de buena voluntad y siempre me incliné a realizar grandes cosas. Pero pensad que ya hace seis años que estoy desesperadamente agobiado, agravado por médicos insensatos, de año en año engañado con la esperanza de una mejoría, finalmente obligado a afrontar la perspectiva de una enfermedad perdurable (cuya cura llevará años o quizá sea imposible).
“Sólo el arte me sostuvo, ah, parecía imposible dejar el mundo hasta haber producido todo lo que yo sentía que estaba llamado a producir, y entonces soporté esta existencia miserable”.
Debo vivir casi sólo, como el desterrado; puedo alternar con la sociedad sólo en la medida en que lo exige la verdadera necesidad. Si me acerco a la gente, un ardiente terror se apodera de mí, temo estar en peligro de que mi condición sea descubierta […] sólo el arte me sostuvo, ah, parecía imposible dejar el mundo hasta haber producido todo lo que yo sentía que estaba llamado a producir, y entonces soporté esta existencia miserable –verdaderamente miserable, una naturaleza corporal hipersensible a la que un cambio inesperado puede lanzar del mejor al peor estado… […] Forzado ya a mis 28 años a volverme un filósofo, ¡oh, no es fácil!, y menos fácil para el artista que para otros.
“Adiós y no me olvidéis completamente cuando esté muerto, merezco eso de ustedes, habiendo yo pensado en vida tantas veces acerca de cómo hacerlos felices, sedlo”.
Ser Divino, tú que miras dentro de lo profundo de mi alma, tú sabes, tú sabes que el amor al prójimo y el deseo de hacer el bien habitan allí. ¡Oh, hombres!, cuando algún día leáis estas palabras, pensad que habéis sido injustos conmigo, y dejad que se consuele el desventurado al descubrir que hubo alguien semejante a él, que a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, igualmente hizo todo lo que estuvo en sus manos para ser aceptado en la superior categoría de los artistas y los hombres dignos.
Con alegría me acerco hacia la muerte –si esta llega antes de que tenga la oportunidad de mostrar todas mis capacidades artísticas, habrá llegado demasiado temprano, obstante mi duro destino, y probablemente desearé que hubiera llegado más tarde –pero aun así estaré satisfecho, ¿acaso no me liberará entonces de mi interminable sufrimiento? Vengas cuando vengas, te recibiré con valor. Adiós y no me olvidéis completamente cuando esté muerto, merezco eso de ustedes, habiendo yo pensado en vida tantas veces acerca de cómo hacerlos felices, sedlo.
Heiligenstadt
Octubre 6, 1802. Ludwig van Beethoven.
Fragmentos tomados de Maynard Solomon, Beethoven, traducción de Aníbal Leal. Barcelona: Javier Vergara Editor, 1984. P. 151 y ss.