Música

Variación 22. Notte e giorno faticar: Beethoven y Mozart

Adrián García habla de la presencia de la música de Mozart en las obras de Beethoven; de este modo, advierte que en los tres Cuartetos para piano y cuerdas WoO 361, se encuentran préstamos y copias de las Sonatas para violín K. 296, K. 379 y K. 380 de Mozart; y en el Octeto, opus 103 y el Rondino WoO 25, recogen materiales temáticos e instrumentales de la Serenata K. 388.

Beethoven mostró desde temprana edad un talento especial para la música. Johann, su padre, fue consciente de las aptitudes de aquel niño, al que no obstante había educado con innecesario rigor y a quien presentó en 1778 en un primer concierto público en Colonia. Para 1783, a sus doce años, Beethoven ya tocaba el clavecín en la orquesta de la corte del elector en Bonn, y ello dejaba entrever la oportunidad de tener un prodigio local semejante a Wolfgang Amadeus Mozart, del que tanto pregonaba Salzburgo. Ese mismo año, recibió elogios por su habilidad en el teclado y tomó sus primeras lecciones de composición con Christian Gottlob Neefe, quien también reconoció en aquel niño a un segundo Mozart. Y aunque Bonn no era Viena, era común encontrar en la biblioteca de la corte copias de música sinfónica y da camera de Mozart, así que no debe sorprendernos que Beethoven haya estudiado aquel repertorio. Las primeras aproximaciones de Beethoven a la música de Mozart se revelan en sus tempranos tres Cuartetos para piano y cuerdas WoO 36[1], compuestos en 1785, en donde se advierten préstamos  y copias de las Sonatas para violín K. 296, K. 379 y K. 380; y en el Octeto, opus 103 y el Rondino WoO 25, que recogen materiales temáticos e instrumentales de la Serenata K. 388. 

La admiración que Colonia profesaba hacia Mozart y las cualidades musicales innatas de Beethoven fueron las razones que hacen suponer que el elector Maximilian Franz haya patrocinado la visita del joven Beethoven a Viena en 1787 con el propósito de hacerse escuchar como intérprete y de tocar para el prodigio de Salzburgo, de quien esperaba recibir lecciones. Sin embargo, aunque Beethoven realizó el viaje, no existe prueba de su encuentro con Mozart. Casi al momento de partir, siguieron a Beethoven noticias preocupantes acerca de la salud de su madre, de modo que su estancia fue breve y se vio forzado a regresar sin haber logrado su cometido. Para Beethoven, los años siguientes fueron un tanto caóticos, hasta que en 1792 se presentó una segunda oportunidad para viajar a Viena y estudiar con Franz Joseph Haydn. Esta vez, el viaje fue auspiciado por el conde Ferdinand von Waldstein, amigo y protector de Beethoven, a quien debemos una de las profecías más bellas y elocuentes. El 29 de octubre de aquel año, Waldstein escribió en el libro de dedicatorias de Beethoven:

Querido Beethoven: viaja usted ahora a Viena para ver cumplidos los deseos que desde hace tanto tiempo alberga. El espíritu de Mozart sigue en duelo, llorando el fin de su encarnación. Encontró un refugio en el inagotable Haydn, pero no un quehacer. A través de él desea volver a unirse con alguien. Mediante el trabajo constante recibirá usted el espíritu de Mozart de las manos de Haydn.

Bonn, a 29 de octubre de 1792. Su amigo de verdad, Waldstein OT.[2] 

En efecto, ya en Viena, Beethoven continuó sus distintas exploraciones y apropiaciones mozartianas. Es notable que muchas de ellas hayan provenido del repertorio operístico de Mozart. Tal es el caso de las Variaciones para violín y piano WoO 40, sobre el aria “Se vuol ballare” de Le Nozze di Figaro; de las Doce variaciones opus 66 para violonchelo y piano sobre el aria de Papageno “Ein mädchen oder Weibchen” y de las Siete variaciones WoO 46 –también para violonchelo y piano– sobre otro tema de Die Zauberflöte: “Bei Männern, welche Liebe fühlen”, el conmovedor dúo de Papageno y Pamina en el acto I. Mozart también se asoma, en un genial guiño de humor, en medio de las Variaciones Diabelli, la vigesimosegunda de las cuales utiliza el inicio del aria de Leporello, “Notte e giorno faticar” de Don Giovanni.

Beethoven sintió gran afecto por Mozart hasta sus últimos días. Las cartas a sus editores y a sus rivales en Viena dan cuenta del respeto con el que miró a su predecesor. Y si bien Beethoven no lo conoció en persona, tenemos la certeza de la indiscutible influencia que la música de Mozart ejerció en él, y nos queda el testimonio de que,  mientras escuchaba con atención el Concierto para piano K. 491, exclamó: “[…] ¡Jamás podremos hacer algo semejante!”.[3]

[1] Werke ohne Opus, obras sin número de opus; es decir, partituras que Beethoven escribió pero que no consideró parte formal de su catálogo.

[2] Ferdinand Ernst von Waldstein, Ordo Teutonicus, libro de dedicatorias a Ludwig van Beethoven del 29 de octubre de 1792. Liber agradece al doctor Víctor Herrera la traducción del alemán de esta famosa dedicatoria.

[3] Maynard Solomon,“Vienna: City of dreams”, en Beethoven. Nueva York: Schirmer, 2001. P. 129.

 


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