Música

Variación 28. El mito de Prometeo y la Tercera sinfonía

Adrián García escribe sobre el único ballet de Beethoven: Las criaturas de Prometeo, y sobre La Heroica, tercera sinfonía de Beethoven, ambas obras relacionadas con el mito de Prometeo. Beethoven se concibió a sí mismo como Prometeo, al igual que el personaje mítico, estaba condenado por los dioses, pero le daría a la humanidad su música, como Prometeo había dado el fuego.

En el año 2003 la BBC estrenó la película Eroica. La cinta está ambientada en el palacio del príncipe Lobkowitz para escuchar la primera interpretación pública de la Tercera sinfonía de Beethoven, el 9 de junio de 1804. En los primeros minutos, el espectador puede mirar la portada de la partitura de la sinfonía y el enfoque de la cámara muestra el título de la composición: Buonaparte. Mientras el filme sigue su curso, los músicos e invitados al “ensayo” están sorprendidos por aquella nueva composición, porque ha corrido el rumor en el salón de que Beethoven ha escrito una música “violenta”, casi “demoníaca” y que sus pautas evocan a Napoleón, por aquello del título de la partitura.

“El compositor se vio a sí mismo como el dador de la llama de su música a los hombres”.

Unos años antes de las escenas en el palacio Lobkowitz, en 1801, Beethoven había trabajado en la música para el ballet Las criaturas de Prometeo y estaba familiarizado con la narración mitológica: Prometeo sufre un cruel castigo a manos de Zeus por haber robado el fuego divino de Hefesto para ser entregado a los hombres. Lo que la película no le dice al televidente –hasta este punto–, es que la Tercera sinfonía fue el resultado de un proceso que Beethoven desarrolló durante su encierro en Heiligenstadt y que asoció con el mito de Prometeo. El compositor se vio a sí mismo como el dador de la llama de su música a los hombres, y fue muy provechoso relacionar el diagnóstico de su inevitable sordera con la condena que Zeus le impuso al titán. Entre la escritura del ballet y la Tercera sinfonía existen dos ciclos de variaciones para piano, los opus 34 y 35, que Beethoven trabajó en Heiligenstadt, después de haber descargado su infortunio en el testamento dirigido a sus hermanos. Estas variaciones son testimonio de la relevancia que Beethoven le dio al mito y a la música, que después trasladaría al significado de la sinfonía: el héroe que asume su condición como mortal pero que surge victorioso gracias a su arte. El mito de Prometeo, reflejado en la Tercera sinfonía, representó para Beethoven el avance que la humanidad podía lograr con su propia música. Sus cuatro movimientos pueden narrar a la perfección el camino que Beethoven siguió desde el desconsuelo hasta liberarse como un héroe, en el allegro con brio. Prometeo roba el fuego de los dioses para los hombres y huye de Zeus y sus relámpagos; acto seguido, en la marcia funebre, Melpómene hiere de muerte al titán y cae mientras sus criaturas desconsoladas lo acompañan en el lecho; en el scherzo, Talía, la musa de la comedia, le muestra a las criaturas que Prometeo no ha muerto y juntos bailan a su alrededor para reanimarlo; por último, en el finale, todos los dioses junto a la humanidad y Prometeo celebran su ascenso en igualdad.

Portada del manuscrito de la Heroica, con la dedicatoria a Napoleón tachada violentamente, 1804. Fuente: The Cleveland Orchestra.

 

Entonces, cabría cuestionarse ¿qué tiene que ver Napoleón en todo esto? En realidad, poco y nada. Si bien es cierto que Beethoven sintió una gran admiración por Bonaparte, no existió un propósito real por enaltecer al enemigo de Viena. Beethoven era un fiel creyente de los ideales republicanos que por entonces se pregonaban en Francia, y el entorno ilustrado de la corte para la que trabajó le permitió expresar su afinidad política, pero nada más. Cuando Beethoven tuvo lista su sinfonía en 1804, el título de la partitura era, en efecto, Buonaparte, al que le seguía el nombre del compositor, Louis van Beethoven–¡sí, en francés!– y lo hizo más bien por razones comerciales. Beethoven vio la oportunidad de ser reconocido en París, y el utilizar el nombre de quien enaltecía los valores revolucionarios como título, podía ser el vehículo del éxito al que aspiraba. Sin embargo, Beethoven bien pudo utilizar como título el de Sinfonía Prometeo, con el inconveniente de que sólo él habría entendido la referencia[1]. Pero no contaba con que su ídolo se había proclamado emperador. Allan Haley resume a la perfección la pataleta que vino después: “Beethoven reaccionó de la única forma que su alma republicana le permitió, tachar el título de la partitura”[2]. En el impreso de 1806, Beethoven adoptó el título de Gran Sinfonía Heroica. A la memoria de un gran hombre, tal vez como una forma de reconciliación consigo mismo, con un hombre que murió en Heiligenstadt para después renacer en su Tercera sinfonía, un Prometeo encarnado en una obra que profetizó su ascenso y el de la humanidad para caminar juntos por la eternidad.

 

[1] Allan Haley. Beethoven Unbound: The Story of the Eroica. Ciudad de Nevada: Eroica Press, 2018. 67-69.

[2] Ibid.


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