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Historia

Ajedrez mundo: Encuentro de Oriente y Occidente

¿De dónde proviene en verdad el ajedrez? ¿Siempre ha tenido las mismas piezas? ¿Siempre han tenido el mismo movimiento? La medievalista Carmen Armijo explica la historia del ajedrez en un completísimo texto que sigue sus orígenes y su evolución desde India, Persia y la antigua Grecia, hasta la conquista de los árabes y su difusión en la España medieval. También recorre las referencias en tratados medievales y en la literatura y el cine, para cerrar con la descripción del programa del concierto Axedrez-Mundo del Grupo Segrel, que se llevó a cabo dentro del Liber Festival el pasado 8 de junio en León, Guanajuato. Siga el rastro de un juego –“ideal para los tiempos difíciles”–, que une inteligencia y azar.


Por Carmen Elena Armijo

Inicio este recorrido del ajedrez mundo con una creencia, una historia entre dos héroes…

I. Grecia antigua

 

Aquiles y Áyax juegan a los dados y quizá a un juego de tablero, ánfora griega (pintor de Andodikes, 525–520 a. C.), Museo del Vaticano, Roma.

Aquiles y Áyax se enfrentan en un juego que algunos expertos han comparado con el backgammon y otros con las damas o el ajedrez. Esta curiosa escena no ha podido ser explicada por los mitógrafos, porque Homero no la describe ni en la Ilíada ni en la Odisea (800 700 a. C.). Se considera, por tanto, un motivo creado posteriormente, que pretendería mostrar tan sólo una escena cotidiana de los guerreros en sus momentos de descanso. También se ha buscado un simbolismo en el hecho de que los dos luchadores encontrasen un destino fatal en las llanuras de Troya (Guerra de Troya, 1194–1184 a. C.). Otra interpretación es que Aquiles y Áyax no están jugando por simple placer, sino que apuestan algo importante; podrían estar decidiendo quién se enfrentará al héroe troyano Héctor.

Encontramos una referencia medieval en la Crónica troyana (siglo xiv), donde se menciona el juego de ajedrez: “E este [Duglast] sabía mejor l’axadrez de todos los otros del mundo que aquel tiempo eran” (líneas 490–491).

 

Krishna y Radha jugando chaturanga en un tablero de 8 × 8 (Ashtapada).
Krishna y Radha jugando chaturanga en un tablero de 8 × 8 (Ashtapada).

II. India, siglo v a. C.

Harold Murray señala en su libro de 1913, Historia del ajedrez (A history of chess), que la mayoría de los expertos concuerdan en que el ancestro más antiguo del ajedrez es el chaturanga –o “juego del ejército”––, que desde el siglo v a. C.[1] designaba a las cuatro partes del ejército indio –carros, elefantes, caballería e infantería.

La referencia más antigua al chaturanga se encuentra en el Majábhárata (texto épico-religioso del siglo iii a. C.). Se cree que el juego se utilizaba para representar una batalla y de esa manera idear estrategias en el campo. Del chaturanga proviene el shatranj, como lo muestra la figura de “Krishna y Radha”, una variante jugada principalmente en Persia que conserva la mayoría de sus características.

 

Conjunto de piezas del shatranj que datan del siglo XII.
Conjunto de piezas del shatranj que datan del siglo XII.

 

Partida de ajedrez de la corte persa. Ilustración del Shãh-nãmeh (El libro de los Reyes) de Abu'l Qasim Ferdousí (935–1020). Museo Meropolitano de Arte, Nueva York.

Partida de ajedrez de la corte persa. Ilustración del Shãh-nãmeh (El libro de los Reyes) de Abu'l Qasim Ferdousí (935–1020). Museo Meropolitano de Arte, Nueva York.

III. Persia antigua

Si bien el origen del ajedrez se sitúa en la India antigua, es en Persia en donde adquiere la sofisticación y popularidad que lo llevan a Occidente a través de los árabes. Los primeros maestros de ajedrez conocidos vivieron en Persia, como Abú-Gafiz, segunda mitad del siglo viii y Zairab, primera mitad del siglo ix.

En el 874 Al Razi escribe Elegancia en el ajedrez y un siglo más tarde Al Suli escribe su Libro de ajedrez (946). En 1140, Rabrab presenta su Libro de problemas de ajedrez, en el que aparece por primera vez un estudio sobre los finales de rey y torre contra rey y alfil.

Omar Khayyam (poeta persa del siglo XI).

En la poesía de Omar Khayyam, matemático, astrónomo y poeta persa (1084–1131), encontramos esta referencia y gusto del ajedrez.

Todo es un tablero de ajedrez de noches y días.

Donde el destino, con hombres como piezas, juega:

Acá y acullá mueve, para y da jaque mate,

Y uno por uno, vuelve a ponerlos en la caja.

Veamos algunas representaciones del juego de ajedrez en dos manuscritos persas de los siglos XIII y XV:

 

Retrato de Shams de Tabriz (tejedor, poeta y filósofo iraní del siglo XIII) en un manuscrito de un poema de Rumi (filósofo y poeta sufí del siglo XIII) dedicado al mismo Shams. Biblioteca Nacional de París (circa 1500).
Retrato de Shams de Tabriz (tejedor, poeta y filósofo iraní del siglo XIII) en un manuscrito de un poema de Rumi (filósofo y poeta sufí del siglo XIII) dedicado al mismo Shams. Biblioteca Nacional de París (circa 1500).
Manuscrito de Haft awrang (Siete tronos) del poeta persa Jami representando a dos jugadores de ajedrez, siglo XV.

Manuscrito de Haft awrang (Siete tronos) del poeta persa Jami representando a dos jugadores de ajedrez, siglo XV.

VI. La conquista árabe

Cuando los árabes dominaron Persia en 651, el profeta Mahoma ya había muerto, lo que provocó un largo debate entre los teólogos islámicos sobre la legalidad del juego. Se permitió si practicaban bajo las condiciones de no apostar, no pelear, no blasfemar y no usar piezas con representación figurativa. Fueron los primeros en estudiar un método de análisis en fases: apertura, medio juego, final.

El juego se hizo popular entre los califas, que patrocinaban a los mejores jugadores de su corte. A comienzos del siglo ix, el célebre califa de Bagdad Harún al-Rashid (766–809) ofrece a Carlomagno (768–814) un ajedrez de mármol, del que sólo quedan algunas piezas en la biblioteca de París. Sin embargo, a Carlomagno le debió interesar tanto que se conservan objetos relativos al ajedrez que le pertenecieron como el relicario.

 

Dos califas jugando ajedrez, detalle, siglo XV.
Dos califas jugando ajedrez, detalle, siglo XV.

 

V. Castilla, siglo XIII

Al final del siglo IX, el ajedrez fue ampliamente aceptado y difundido en el mundo árabe, siendo llevado al norte de África, Sicilia y la península ibérica. Introducido en Europa por los árabes alrededor del siglo x, a través de la conquista de España, rápidamente llegó a ser popular, alcanzando todo el continente europeo a finales del siglo XI.

Alfil ofrecido a Carlomagno por Harun-al Rashid, comienzos del siglo IX, Biblioteca Nacional de París.
El relicario llamado Ajedrez de Carlomagno, siglo XIV, Museo de Roncesvalles, Navarra.

Al respecto, Alfonso X El Sabio, en el siglo XIII, determina en Las partidas que se fomente la práctica del deporte y de los juegos de recreo como descanso de los pesares y preocupaciones de la vida. En la ley XX se nombran las actividades lúdicas a las que un rey debe dedicarse para poder descansar de su trabajo, y entre ellas, junto a la caza y la música se especifican los juegos de ajedrez y tablas. Dice el texto: “E estas son oyr cantares, e sones, de estrumentos, e jugar axedrez, o tablas, o otros juegos semejantes”[2] 

En el prólogo que Alfonso X redactó para su compilación de libros de recreo se insiste en la importancia del ajedrez como actividad recreativa, y se destaca la ventaja de los juegos que se ‘hacen sentados’, frente a los que se hacen cabalgando o a pie, porque todos pueden practicarlos. Versión moderna:

Todos estos juegos [que se hacen sentados] son muy buenos, se hacen de noche como de día, pueden hacerlo las mujeres que no cabalgan y están encerradas, y también los hombres que son viejos y débiles, o los que tienen deseos de tener diversiones apartadamente para no tener enojo ni pesar, o los que son en poder ajeno así como en prisión o en cautiverio o que van navegando en el mar, y comúnmente todos aquellos que pasan tiempos difíciles (Libro del acedrex…).

Ejemplos: en el libro Juegos diversos de axedrez, dados, y tablas con sus explicaciones, ordenados por mandado del rey don Alfonso el Sabio –que conocemos por su códice fechado en Sevilla en 1283–, obra preciosa de Alfonso El Sabio (su última aportación a la cultura occidental que transmite textos árabes sobre el tema de los juegos de mesa), destaca este tratado de ajedrez, el más antiguo de Occidente.

“Dos árabes jugando ajedrez”, Alfonso X, Libro de los juegos, dados y tablas, biblioteca del Monasterio de El Escorial, ms T. I 6. España.
“Dos templarios disputando una partida de ajedrez”, Libro de los juegos, dados y tablas, biblioteca del Monasterio de El Escorial, ms T. I 6, fol. 25. España.
“Mujer y hombre árabes jugando ajedrez”, Alfonso X, Libro de los juegos, dados y tablas, biblioteca del Monasterio de El Escorial, ms T. I 6, fol. 40v. España.

Entre las legendarias versiones sobre el origen de estos juegos del ajedrez, dados y tablas, el monarca castellano decide relatar un apólogo de procedencia oriental, en el que El rey les concedió un plazo para que le dieran una prueba fehaciente de estas respectivas maneras de usar la inteligencia y el azar. Al cabo de dicho plazo, ellos le presentaron tres libros: el primero, el de “acedrez con sus juegos, mostrando que el que mayor inteligencia oviese … podríe vencer al otro”; el segundo, el de los dados, señalando que en este juego “non valíe nada la inteligencia sino la suerte”, pero no por ello dejaba de interesar a muchos; el tercero, al presentar “el tablero con sus tablas … e con sus dados” (bagamon), que explica como jugando con inteligencia se puede evitar “el daño quel puede venir por la suerte de los dados”[3].

“Tres sabios presentan al rey de la India, el ajedrez, los dados y las tablas” Ms.T4–6 RBME, fol 2r.

Palacio de la Aljafería, construido por órdenes de Al Muqtadir en la época taifa, siglo XI.

VI. Transformación de la nomenclatura arabopersa del ajedrez y reglas

No sólo los caballeros juegan al ajedrez, sino que muchas damas también lo hacían. A pesar de la clara conciencia que tienen los cortesanos españoles del origen musulmán del ajedrez, este juego, complejo por definición, sufrió una transformación en cuanto llegó a las costas occidentales. Las piezas originales del juego arabopersa se adaptaron a las realidades sociales europeas: el alférez o fiz, el elefante o alfil y el roque o carro darán lugar en Occidente a la reina o dama, al obispo y a la torre respectivamente[4].

Ángel Luis Molina señala que de los 97 folios que contiene el códice sobre los juegos alfonsí del siglo XIII, el tratado de ajedrez ocupa los 64 primeros. En él se describe la composición de los dos ejércitos enemigos que se enfrentarán en el tablero, formado cada uno por 16 trebejos o fichas de distinto color.

En primer término se colocan los ocho menores o peones. Hechos a semejanza del pueblo, son los representantes de la infantería en el ajedrez. Es la única pieza que puede ser coronada e intercambiada por cualquier otra pieza que el jugador haya perdido durante la partida (reina, torre, alfil, caballo).

Los demás se conocen como los mayores. En una de las casillas del centro está el rey, que es el señor de todos ellos. El nombre de la figura más importante del juego proviene de la palabra persa sha, cuyo significado es rey o emperador. La expresión “dar jaque”, amenazar al rey, viene de sha, rey de los persas; sha mat significa “el rey ha muerto” (al maut: árabe = muerte).

A su lado está el alférez (del árabe andalusí alfariz: jinete, caballero, derivado de farís, caballo, por ser costumbre confiar el estandarte real al jinete más diestro y valiente). Tenía el papel de consejero del rey y se coloca a su lado. Es la pieza que más cambios ha experimentado, pues no sólo ha cambiado su nombre (dama o reina), sus movimientos igualmente se han transformado sobre el tablero, que hasta finales del siglo xv no fueron los que tienen hoy y que le hacen ser una verdadera reina, reuniendo movimientos de la torre y el alfil.

Mujeres acompañadas del laúd, miniatura, Libro de los juegos, dados y tablas, de Alfonso X, El Sabio, biblioteca del Monasterio de El Escorial, Madrid.
Esculturas del rey y la reina; piezas del ajedrez histórico de los reyes católicos del siglo XV, Melilla, África.
Ajedrez histórico de Melilla del siglo XV. Reproducciones.

En el juego moderno que se desarrolla a finales del siglo xv, se introduce un cambio fundamental: desaparece el alférez[5], sustituido por la dama poderosa o reina. Se ha creído que el origen de este cambio pudo efectuarse en Francia o en Italia, pero Govert Westerveld, maestro internacional de ajedrez e historiador holandés de este juego, defiende que esta modalidad data de 1497 siendo de origen español. Afirma que esos poderes se refieren a Isabel de Castilla, quien tuvo mayor poder efectivo que su marido y a quien le encantaba jugar ajedrez[6].

En las casillas de los lados del rey y del alférez se colocan dos fichas llamadas alfiles. La palabra alfil (1283) deriva del árabe fil, ‘elefante’, y este, del persa pîl, que significa asimismo ‘elefante’. Los alfiles representaban una de las cuatro armas del ejército índico, las tropas montadas en elefantes,[7] como los que llevaban los reyes en las batallas, dos al menos, por si moría uno que le quedase otro. Queda el nombre de alfil, pero no la figura del elefante. Se trata de un confidente y la figura puede ser un obispo, ya que esta figura tenía una gran influencia militar en la antigüedad –juez, un obispo, un bufón.

A ambos lados de los alfiles se sitúan los caballos. Esta figura representa al ejército de la caballería. Su movimiento de L está justificado en que el caballo puede saltar obstáculos.

El origen del nombre de la ficha roque –o carro– es rukh (del árabe y persa), representando a un carro de guerra. El término para llamar a una torre en castellano antiguo es roque, palabra que ha dado lugar a uno de los movimientos más peculiares del ajedrez, el enroque.

Escena con una partida de ajedrez; ilustración en Liber de moribus hominum et officiis nobilum sive ludum scaccorum (El libro sobre las costumbres de los hombres y los deberes de los hombres nobles o sobre el juego de ajedrez) de Jacobo de Cessolis, Biblioteca Nacional de España, cod. vitr. 25–6, f. 6r.x

La gran transformación de las reglas del juego llega al término de la Edad Media. Estimuladas por el desarrollo de la literatura que se escribía acerca de los “problemas del ajedrez”, influidas por el desarrollo de las nuevas técnicas de combate y como reacción al tedio que suscitaban las partidas tradicionales, las reglas serán sometidas a una modificación que las aproxima a las reglas modernas. Con excepción del rey y el peón, todas las piezas aumentan su capacidad de movimiento, y la reina, combinando las virtudes ofensivas del alfil y de la torre, se convierte en la pieza esencial en la dirección de la batalla. El juego alcanza su madurez ganando en complejidad, es decir, en interés, mientras que los antiguas maneras de jugar desaparecen. El ajedrez ha dejado de ser táctico para convertirse en juego estratégico. Su práctica, e incluso su nomenclatura, queda prácticamente uniformada en toda Europa.

VII. El ajedrez en los libros de ejemplos moralizantes medievales

Entre 1300 y 1330, Jacobo de Cessolis, dominico lombardo, compuso en latín Ludus scacchorum –o “Juego del ajedrez”–, especie de Libro de los Estados, que a través de las piezas del ajedrez examina las distintas clases sociales de su época.

Así invita a un rey tirano a aceptar sus consejos:

Ah, mi señor rey, deseo que tu vida sea gloriosa, lo cual por desgracia no es lo que veo. Si enseñando con justicia y buenas obras no eres amado del pueblo, ruégote, señor, que seas otro del que has sido, para que tú que te enseñoreas de los demás, pero no con justicia sino con violencia, seas dueño y señor de ti mismo. Pues ciertamente es injusto que quieras mandar sobre otros cuando ni siquiera mandas sobre ti mismo, y recuerda que al violento y tirano el imperio no le puede durar mucho tiempo. Esta invención [el ajedrez] se hizo para tu enmienda, pues los reyes han de sufrir con paciencia las correcciones de sus sabios, y oírlas de buena gana[8].

El juego del ajedrez de Jacobo de Cessolis, siglo XIV, traducción al castellano de Martín Reina en el siglo XVI.
Le jeu des échecs moralisés de Jacobo de Cessolis, traducción de Jean de Vignay, Bibliothèque de l'Arsenal, ms-5107, f. 87r. (circa 1375–1400).

VIII. Pasatiempos corteses: el ajedrez y los cortejos amorosos

El refinamiento en las relaciones sociales y la adquisición de buenos modales eran tan importantes para la educación del caballero como el entrenamiento militar[9].

La nobleza hallaba en el juego un medio de distinción; el juego le servía para hacer alarde de su poder, de su riqueza, de su esplendor. Ya la educación caballeresca concedía un amplio lugar para el aprendizaje de los juegos de tablas y de ajedrez, situados en el mismo nivel de importancia que la caza, el mantenimiento de las armas, el servicio de la dama y la defensa del débil, diferente a los dados y naipes que se juegan en las tabernas[10].

Nada tiene de extraño que los motivos de la cetrería y del juego de tablero hayan sido tomados como prólogo de un encuentro amoroso (aunque sea forzado): ambos aparecen en la iconografía medieval vinculados a la edad de la adolescencia, dominada por el influjo de Venus y la tendencia amorosa (así, por ejemplo, en la rueda de las edades del sepulcro del rey Pedro I de Portugal en Alcobaça, en donde aparecen en escenas sucesivas los amantes jugando al ajedrez y los amantes sentados juntos, él con un brazo extendido que debía de sostener al halcón). Recuérdese también que el juego del ajedrez como trasunto del juego amoroso aparece en romances como el de “Moriana y Galván”[11].

Moriana en un castillo

juega con moro Galvante.

Juegan los dos a las tablas

por mayor placer tomare:

Cada vez qu’el moro pierde

él perdía una ciudade,

cuando Moriana pierde

la mano le da a besare;

del placer qu’el moro toma

adormescido se cae.

Seguramente ese juego de tablero simboliza otro juego menos inocente: la relación sexual que menciona explícitamente Moriana en la reelaboración erudita del romance. Evrat de Conty apunta que el ajedrez simboliza las vías hacia el amor mismo, las combinaciones y los obstáculos, el placer que procura el triunfo después de una calculada estrategia y una táctica adecuada. Según Camille la decoración representa el último movimiento de una partida con victoria masculina, un combate erótico, en el que ella ha de otorgarle un galardón. “Las artes plásticas y literarias medievales abundan en la idea de que el ajedrez era un juego que, como el amor, se podía practicar entre los dos sexos con reconocidas intenciones de seducción erótica”[12].

La miniatura “Juego de ajedrez”, en el manuscrito del Libro del caballero Zifar (siglo xiv), primer libro de caballerías castellano, ilustra el momento en que Zifar, desde los muros de la villa Galapia, evalúa las fuerzas de la hueste con la que se ha de enfrentar. Este hecho resalta la alta consideración que el hombre medieval tenía de este juego como entretenimiento adecuado para los caballeros, ya que el miniaturista ha representado de forma muy destacada la escena ajedrecística en un momento crucial de la trama de la novela: justo cuando están a la espera para entrar en batalla.

IX. Ajedrez viviente

Plaza A. Quintana en Santiago de Compostela, España, 1993.
Cartagineses contra romanos.

El ajedrez viviente es una variación que data desde la Edad Media, cuando los nobles realizaban grandes festejos y, generalmente, un grupo de vasallos se disfrazaban de pieza de ajedrez sobre un patio con baldosas blancas y negras.

X. La literatura y el ajedrez (siglos XVII al XXI)

Las siguientes obras tienen como personajes al ajedrez o a un ajedrecista en su argumento.

Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra atribuido a Juan de Jáuregui.

Miguel de Cervantes (Alcalá de Henares, 1547–Madrid, 1616), en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha hace mención de este juego en boca de Sancho:

Brava comparación –dijo Sancho–, aunque no tan nueva, que yo no la haya oído muchas veces, como aquella del juego de ajedrez, que mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.

Stefan Zweig, 1941, fotografía de Suzanne Hoeller.

Stefan Zweig (Viena, Austria-Hungría, 1881–Petrópolis, Brasil, 1942), por su parte, apunta que el ajedrez:

Es un pensamiento que no conduce a nada, una matemática que no establece nada, un arte que no deja obra, una arquitectura sin materia. Pero ha demostrado, sin embargo, ser más perdurable, a su modo, que los libros o que cualquier monumento.

Jorge Luis Borges, fotografía de Richard Avedon, cortesía de Avedon Foundation.

A Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1889–Ginebra, 1986) el ajedrez le permite reflexionar sobre el tiempo, pues el rito del tablero del juego tiene una dimensión histórica y otra metafísica.

En su grave rincón, los jugadores

rigen las lentas piezas. El tablero

los demora hasta el alba en su severo

ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores

las formas: torre homérica, ligero

caballo, armada reina, rey postrero,

oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,

cuando el tiempo los haya consumido,

ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra

cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra,

como el otro, este juego es infinito.

(Ajedrez)

Fernando Pessoa, 1928, fotografía tomada de Wikipedia.

Fernando Pessoa (Lisboa 13 de junio 1888–30 de noviembre de 1935), escritor portugués, especialmente reconocido por sus heterónimos: Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis, escribió en “Una oda de Ricardo Reis”:

Oí contar que antaño, cuando Persia

estaba en no sé qué guerra,

cuando la invasión ardía en la Ciudad

y las mujeres gritaban,

dos ajedrecistas jugaban

su juego continuo.

A la sombra de un amplio árbol interrogaban

el tablero antiguo,

y al lado de cada uno, esperándolos,

a sus movimientos más reposados,

cuando había movido la pieza, y ahora

esperaba al adversario,

un búcaro de vino refrescaba

sobriamente su sed.

Juan José Arreola, fotografía de Ricardo Salazar, cortesía del Fondo Ricardo Salazar/UNAM.

El escritor Juan José Arreola (Zapotlán el Grande –hoy Ciudad Guzmán– Jalisco, Guadalajara, 1918–Guadalajara, Jalisco, 2001) observó:

El ajedrez es la forma de conformarse del hombre para saciar su sed, su nostalgia de infinito, conformarse en hacer la guerra allí en un espacio limitado pero al mismo tiempo capaz de alojar al infinito. ¿Cuál es el infinito? Las infinitas complicaciones que crean entre sí las piezas del ajedrez.

XI. El séptimo sello (1957)

El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957).

No quisiera obviar una referencia clásica en la historia del cine: El séptimo sello (1957) de Ingmar Bergman. En el filme, ambientado en la Europa medieval durante la peste negra, la Muerte llega para llevarse a un caballero, y este, para tratar de alargar su vida, la reta a una partida de ajedrez.

XII. Programa Axedrez-mundo

Manuel Mejía Armijo, laúd renacentista. Mehdi Moshtagh, setar iraní. Casilda Madrazo, danza. Fotografías: Ghazal Rezvaní.

Siguiendo la alegoría de la partida de ajedrez, el programa fluye alternando las propuestas musicales de cada uno de los músicos. En un primer turno, el laúd occidental –Manuel Mejía Armijo– propone una cantiga de Alfonso X El Sabio; en el siguiente turno es el setar iraní –Mehdhi Moshtang– quien propone una improvisación al estilo clásico sobre uno de los modos de la música persa, obligando al laúd renacentista a escuchar. En un tercer turno, el laúd renacentista vuelve al repertorio alfonsí pero ahora reta al setar a ensamblarse. Acentuando la alegoría del juego, la bailarina –Casilda Madrazo– llena de movimiento el espacio del tablero, materializando la unión de dos mentes musicales de hemisferios distintos, dando expresión a la belleza plástica del ajedrez.

[1] La palabra ‘ajedrez’, h. 1250. Del árabe šitránŷ íd., y este del sánscrito čatur-anga ‘el cuatro cuerpos’.
Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, 3a ed., Madrid, Gredos, 1980 (Biblioteca Románica Hispánica, 2).

[2] Alfonso X, El Sabio, Partida II, tit. V, ley XX.

[3] Veáse Libro de ajedrez, dados y tablas de Alfonso X El Sabio, estudio de Pilar García Moreno, Patrimonio Nacional, Madrid, 1987, p. 23.

[4] Diccionario razonado del Occidente medieval, Jacques Le Goff y Jean-Claude Schmitt (eds.), Madrid, Akal, 2003.

[5] La denominación primitiva de esta ficha es alfereza, así llamado a semejanza del alférez.

[6] La influencia de la reina Isabel la Católica sobre la nueva dama poderosa en el origen del juego de las damas y el ajedrez moderno. Literatura española. Años 1283–1700, Beniel (Murcia), 1977, intr. pp. IX–XII.

[7] Corominas, op. cit.

[8] Jacobo de Cessolis, El juego del ajedrez (siglo xiv), traducido al castellano por Martín Reina en el siglo xvi, Madrid, Siruela, 1991.

[9] Andrea Hopkins, La Edad Media de la caballería. Historia y leyenda, Madrid, Celeste / Raíces, 2001 p. 103.

[10] Diccionario razonado, op. cit., p. 429.

[11] Romancero, ed. de Paloma Díaz-Más, Barcelona, Crítica, 1994.

[12] Michelle Camille, The medieval art of love. Objects and subjects of desire, Nueva York, Harry N. Abrams, Inc., Publishers, 1998.



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