Chimalli. Tesoro de Moctezuma en Chapultepec es el nombre de la exposición temporal que se presenta en el Museo Nacional de Historia (MNH) desde el pasado 13 de febrero. La selección de piezas arqueológicas, plumarias, zoológicas, botánicas, artísticas, documentales y de armas, que conjunta más de 300 objetos, no podría tener un mejor espacio de exhibición que el castillo del bosque de Chapultepec, pues el emblemático lugar está ligado a la historia del único escudo emplumado de origen mesoamericano que se encuentra en México. Dos emperadores son protagonistas en la biografía cultural de esta excepcional rodela, cuyo nombre náhuatl es cuexyo chimalli, debido a su forma circular y los motivos con figura de media luna que decoran su campo (véase la figura 1).
En 1501, el emperador Moctezuma Xocoyotzin (o Moctezuma II) acudió a Chapultepec para visitar los retratos de sus ancestros labrados sobre las peñas del cerro Del Chapulín (véase la figura 2); tiempo después, su propia imagen sería inmortalizada allí por prestigiosos escultores de su imperio (véase la figura 3). Entre 1864 y 1867, Maximiliano de Habsburgo caminó forjando los sueños de su nuevo imperio mexicano en las estancias del Palacio Imperial de Chapultepec y “Miravalle”, desde donde se dominaba el Valle de México (véase la figura 4).
Hernán Cortés juega el papel de aquel que admira y aprecia la plumaria con la que los indígenas vestían a sus gobernantes, sacerdotes, guerreros y deidades.
Entre ambos personajes, Hernán Cortés juega el papel de aquel que admira y aprecia la plumaria con la que los indígenas vestían a sus gobernantes, sacerdotes, guerreros y deidades (figura 5). El conquistador se refiere en varios escritos a esta expresión como maravillosa, dada su novedad y rareza, ya que ningún príncipe de la época la conocía “ni tenía con tal perfección y calidad.” De la indumentaria y divisas elaboradas con plumas de aves exóticas quedaron registros y escuetas descripciones en las cartas que, entre 1519 y 1534, Cortés envió al emperador Carlos V. En las relaciones de los “bienes enviados a vuestras majestades” correspondientes al quinto real –pago correspondiente al 20% de las ganancias obtenidas en las Indias–, oro, plata, joyas, ropajes y plumajes encabezan los listados; de esos presentes, las rodelas fueron las más abundantes.
Se trata de la única pieza plumaria de manufactura prehispánica que cruzó dos veces el Atlántico.
El cuexyo chimalli de Chapultepec
Pieza excepcional, tanto por su biografía como por su materialidad, en la que se expresa una tradición artesanal altamente especializada. Se trata de la única pieza plumaria de manufactura prehispánica que cruzó dos veces el Atlántico; salió de México en el umbral de la conquista junto con múltiples objetos de pluma y oro, muestra de las riquezas de América. En este contexto se desconocen los nombres de sus propietarios, el puerto al que llegó en Europa o las rutas que siguió antes de arribar a la corte de los Habsburgo en Viena. Por otro lado, la singularidad de su campo ornamentado con una piel de felino con manchas y cuatro medias lunas de oro vuelven especial a este objeto; pues dicha iconografía no es frecuente en los códices precolombinos, los documentos del siglo XVI o la plástica de las culturas mesoamericanas.
Entre 1517 y 1521 la historia de los territorios que hoy constituyen México y España se alteró diametralmente al transformarse la vida política, económica y cultural de los pueblos que ahí habitaban. En 1517 Carlos I fue nombrado rey de los reinos hispanos (España y Flandes) y de sus dominios de ultramar, dando inicio a la casa de Austria o de los Habsburgo españoles. En 1519 subió al trono del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V (figura 6). Conformó un gran imperio que incluía territorios en Europa y América, islas en el Mediterráneo y el Atlántico, ciudades en el norte de África, que al cabo se extendería a las islas llamadas Filipinas.
La lista de Hernán Cortés incluye una cantidad sustancial de escudos decorados con mosaico de oro y turquesa, y se menciona “una rodela grande de plumas y de un cuero de un animal pintado [con manchas], y en el campo rodean en el medio una chapa de oro, con cuatro otras chapas que todas juntas hacen una cruz.”
En palabras de Salvador Rueda Smithers, director del MNH, 500 años atrás, en la semana del 11 al 18 de febrero, se abrió el “umbral de la historia” cuyo toque cambiaría el rumbo del mundo…
En un día cualquiera, un audaz español llamado Hernán Cortés, encargado de organizar una expedición exploratoria y de rescate –o lo que hoy entendemos como incursión en parte depredadora y en parte descubridora– aprovechó un descuido del gobernador Velázquez y partió de Cuba hacia el poniente, con rumbo a las apenas conocidas costas de la tierra firme.” En abril del mismo año, Cortés se reunió con los emisarios de Moctezuma en Veracruz y recibió los primeros presentes, que más tarde enviaría a su emperador (figura 7).
En julio de 1519, Hernán Cortés transmitió a su emperador el quinto real de los tesoros, que, en parte, había obtenido como regalo de Moctezuma II. La lista incluye una cantidad sustancial de escudos decorados con mosaico de oro y turquesa, y se menciona: “una rodela grande de plumas y de un cuero de un animal pintado [con manchas], y en el campo rodean en el medio una chapa de oro, con cuatro otras chapas que todas juntas hacen una cruz.” Podría tratarse del escudo que actualmente alberga el castillo de Chapultepec.
Carlos V fue el único emperador europeo americano. Entre 1518 y 1524, gran parte de los objetos elaborados con materiales preciosos que se enviaron al Viejo Continente arribaron a su corte. De aquellos elaborados con plumas, como penachos, abanicos, mantas y divisas, cerca de 184 eran escudos; esta suma es aproximada ya que es posible que otras rodelas hubieran viajado a Europa. Además, en la Nueva España este tipo de armas defensivas decoradas con plumas anudadas y pegadas en mosaicos, con las técnicas tradicionales, se siguieron elaborando al menos hasta 1550.
Es difícil imaginar esta combinación de materiales procedentes del mar y la tierra en un solo objeto.
En distintos documentos se menciona que las rodelas, con el campo y los rapacejos emplumados, estaban ricamente decoradas con elementos de oro, plata, perlas, conchas, cascabeles y cuentas de piedras semipreciosas. Es difícil imaginar esta combinación de materiales procedentes del mar y la tierra en un solo objeto. En el repertorio de escudos que Hernán Cortés recolectó y envío a monasterios, templos y autoridades civiles de España –además de a su emperador–, se describe el campo ornado con figuras de mariposas, abejas, felinos, serpientes, garras, monstruos, cráneos, grecas, espirales o motivos geométricos (figura 8). Destaca una descripción, la de “un escudo con el campo rojo y un monstruo de oro y plumas”; probablemente sea la del objeto denominado “escudo del cánido emplumado” (figura 9).
El cuexyo chimalli pertenece a un excepcional corpus de cuatro escudos prehispánicos con formatos y estructuras similares, que han logrado conservarse hasta nuestros días. Todos miden cerca de 70 centímetros de diámetro y por la parte frontal presentan distintos motivos simbólicos. Dos xicalcolihuqui chimalli, con diseños de greca (figura 10), se encuentran en Stuttgart, Alemania; y el del cánido azul emplumado actualmente se resguarda en el Museo del Mundo de Viena, Austria. Con el paso del tiempo han perdido ornamentos y sus componentes orgánicos se han deteriorado.
Del corpus de escudos es el único que tiene piel de ocelote, “un felino con manchas”. En su confección se emplearon más de 26 000 plumas de guacamaya roja, loros, quetzal, patos, cotinga azuleja, posiblemente espátula rosada y otras aves de plumaje negro y amarillo.
En la decoración del escudo de Chapultepec, o cuexyo chimalli, sobresalen cuatro medias lunas, que originalmente estuvieron cubiertas con láminas de oro y reposaban sobre una capa de pelo de conejo teñido con grana cochinilla. Del corpus de escudos es el único que tiene piel de ocelote “un felino con manchas”. En su confección se emplearon más de 26 000 plumas de guacamaya roja, loros, quetzal, patos, cotinga azuleja, posiblemente espátula rosada y otras aves de plumaje negro y amarillo. Cientos de metros de fibras de algodón, agave y yuca se usaron de manera diferenciada en sus componentes y sistemas de sujeción. Aproximadamente 700 varillas de otate, el bambú mexicano, conforman el soporte1. Es importante considerar que varios de estos materiales proceden de regiones distantes a la capital del imperio de Moctezuma y que estaban a disposición de los plumajeros, gracias a las controladas redes de tributo y comercio (Figura 11). Para satisfacer la demanda de los plumajeros –o amantecas, en náhuatl–, de Tenochtitlan, las plumas debieron colectarse por millares para ser cuidadosamente transportadas por los comerciantes o pochtecas, a través del amplio territorio mesoamericano y allende sus fronteras.
Mercados y los lugares imperiales de cautiverio de fauna fueron otras fuentes de abastecimiento de materias primas a disposición de los amantecas. Otra fuente de abastecimiento de las materias primas que tenían a su disposición los amantecas eran los mercados y los lugares imperiales de cautiverio de fauna. En la Segunda carta de relación, Cortés dedica varios párrafos a la descripción de Tenochtitlan (figura 12) y del mercado de Tlatelolco, ubicado en una plaza enmarcada por portales, cuyo tamaño duplicaba el de la ciudad hispana de Salamanca, en donde las actividades comerciales se desarrollaban cotidianamente y al que acudían cerca de “sesenta mil ánimas”. En sus ricas descripciones, el conquistador refiere que los materiales y productos se situaban de manera ordenada para su intercambio. En la sección de los animales de caza había todo tipo de aves: patos, pavos, codornices, tórtolas, palomas, papagayos, águilas, halcones y gavilanes, entre otras, además de sus pieles con plumas, cabezas y picos. Las plumas finas se ofrecían junto con ejemplares de orfebrería y lapidaria; y las comunes, con los pigmentos y las yerbas.
Cortés describe con gran asombro y admiración los jardines de la casa de Moctezuma. Da cuenta de los estanques de agua dulce y salada; de los 300 hombres que se dedicaban exclusivamente al cuidado, cura y alimentación de cada género de aves.
En la carta, Cortés describe con gran asombro y admiración los jardines de la casa de Moctezuma. Este texto es uno de los más descriptivos y elocuentes. Da cuenta de los estanques de agua dulce y salada; de los 300 hombres que se dedicaban exclusivamente al cuidado, cura y alimentación de cada género de aves. Relata que por los corredores y miradores, construidos entre los estanques, el tlatoani paseaba recreándose en la observación de los ejemplares (figura 13). Una edificación especial para las aves de rapiña se había construido separadamente.
En su Tercera carta, Cortés reseña la destrucción de estos jardines como un acto supremo de terror, lo cual lamenta, aunque nunca más que los naturales de estas tierras:
Y porque lo sintiesen más, este día hice poner fuego a estas casas grandes de la plaza, […] que eran tan grandes, que un príncipe con más de seiscientas personas de su casa y servicio se podían aposentar en ellas; y otras que estaban junto a ellas, que aunque algo menores eran más frescas y gentiles, y tenía Montezuma todos los linajes de aves que en estas partes había; y aunque a mí me pesó mucho de ello, porque a ellos les pesaba mucho más, determiné las quemar…
Un equipo interdisciplinario de biólogos, químicos, físicos y restauradores estudió en fechas recientes el cuxyo chimalli, mediante distintas técnicas con lo que se identificaron las materias primas provenientes de tierras cercanas, como el bambú, la piel de venado o el ixtle; y sobre todo de regiones distantes, como el algodón de tierra caliente; los felinos o las aves que habitan las costas del Golfo de México y los bosques de niebla de México y Guatemala.
La observación detallada de los elementos decorativos y estructurales, acompañada de la arqueología experimental, permitió la comprensión de sus técnicas de manufactura y reproducir, en escala 1:1, los componentes del escudo de Chapultepec2. La experiencia nos llevó a reconocer las dificultades implícitas en el acopio, traslado, almacenamiento, selección y preparación de los materiales; y a reflexionar sobre el trabajo colaborativo al interior de los talleres especializados, en los que la coordinación entre plumajeros y orfebres fue fundamental para el ensamble, con precisión milimétrica, entre las capas de mosaico de plumas y las láminas de oro.
La historia reciente. El retorno a Chapultepec
En 1864 Maximiliano concibió la apertura de un Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia en México, con sede en la antigua Casa de Moneda, contigua al Palacio Nacional. La colección incluiría, entre otros objetos, antigüedades egipcias y, de manera especial, piezas mexicanas que se encontraban en Austria. En una carta fechada el 29 de noviembre de 1865, en el castillo de Chapultepec, Maximiliano expresó:
Antes de mi salida de Viena, el Emperador mi hermano me ha prometido enviarme dos cosas de suma importancia para México que se hallan en la biblioteca Imperial de Viena y que son propiedad particular de nuestra familia; la una es el informe original de Cortés a Carlos V sobre México, la otra es un manuscrito jeroglífico de los Aztecas, pintado sobre piel y perfectamente bien conservado3. Estas dos cosas serían en México joyas de primera clase mientras que en Viena tienen una importancia secundaria.
Párrafos más adelante, refiere que:
en la colección de armas que se hallan en el palacio de Belvedere […] se hallan también algunos objetos de armaduras e insignias del Emperador Moctezuma […] También estos serían de suma importancia para el museo que estoy formando en el palacio y que se refieren a nuestra historia nacional; en Viena no son más que curiosidades, aquí serían objetos de suma importancia y hasta de valor político, no pudiendo negarse el gran efecto que haría sobre los indios el saber que su nuevo Emperador trajo estas insignias de soberanía de los emperadores indios de su antigua patria.
El interés de Maximiliano por los vestigios prehispánicos fue grande. En discursos y acciones hacía referencia a la grandeza de las culturas anteriores a la Conquista, a las que comparó con las civilizaciones antiguas del Mediterráneo. Era intención del emperador austriaco dotar de legitimidad a su gobierno al presentarlo como una continuación del azteca. En este contexto el retorno de “las armas de Moctezuma” formó parte de su estrategia política.
Gregorio Barandiarán gestionó en Austria la devolución de los tres objetos, pero sólo consiguió el regreso del cuexyo chimalli.
El diplomático mexicano Gregorio Barandiarán gestionó en Austria la devolución de los tres objetos, pero sólo consiguió el regreso del cuexyo chimalli, que en enero de 1866 ingresó a las colecciones del museo y se convirtió en un icono del patrimonio de México. Desde entonces, el chimalli de piel con felino se incorporó al conjunto de símbolos que representan la identidad nacional y del repertorio de la plástica de corte nacionalista que hunde sus raíces en el México prehispánico.
Se exhibió por primera vez colgado y protegido dentro de un marco de madera dorada en la sala del Museo Nacional de la calle de Moneda dedicada a los documentos pictóricos indígenas. A partir de 1944, con el establecimiento del Museo Nacional de Historia en el castillo de Chapultepec, la pieza se resguarda en condiciones que permitan su conservación.
La biografía cultural de un objeto que ha sobrevivido cinco siglos y transitado entre dos continentes, nos habla de los diferentes significados que se le han atribuido. Primero como una insignia de alto rango, en la que la riqueza y abundancia de sus materiales, como su compleja y fina manufactura, nos lleva a pensar que no fue concebida para exponerse como arma defensiva en un campo de batalla. Cinco siglos atrás fue muestra de la excelsitud del trabajo de los artesanos de las tierras conquistadas, ejemplar digno de ser enviado a Europa, que pasó posiblemente de los almacenes del emperador Moctezuma a las colecciones del emperador Carlos V, quien la consideró una demostración irrefutable de la riqueza que significaba la expansión de los territorios anexados más allá del Atlántico. Fue un talismán para Maximiliano, por medio del cual pretendía la continuidad y enlace con una dinastía local interrumpida hacía más de tres siglos. Y a su retorno a México a finales del siglo XIX, pieza de un museo público que se expuso junto con documentos “de su época”, concepto que en el siglo XXI nos resulta adecuado si consideramos que el cuexyo chimalli es como un códice cuya valiosa información hemos develado.
1 La identificación de las especies animales y vegetales presentes en el cuexyo chimalli se realizó con el apoyo de laboratorios y centros de investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
2 Los trabajos experimentales se desarrollaron en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, La Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, y por artesanas mexicanas.
3 Probablemente se trate de la Segunda carta de relación de Cortés y del Códice Vindobonensis o Códice Viena, manuscrito que posiblemente el conquistador remitió como regalo a Carlos V .