Figura 1. Cuexyo chimalli, escudo mexica con piel de ocelote, siglos XV-XVI, colección del Museo Nacional de Historia, Ciudad de México. Fotografía de Omar Dumaine.
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Historia

Cinco siglos de un escudo entre dos continentes

Las restauradoras Laura Filloy Nadal y María Olvido Moreno Guzmán presentan un trabajo al alimón sobre la única rodela conservada de Mesoamérica, la cual se exhibe ahora en la exposición Chimalli. Tesoro de Moctezuma en Chapultepec, que permanecerá abierta al público del 13 de febrero al 2 de junio de 2019 en el Castillo de Chapultepec. ¿Qué significó para Moctezuma, Hernán Cortés y Maximiliano este maravilloso escudo hecho a base de mil y un plumas finas y oro, sobre una base de pelo de conejo entintado en púrpura y piel de ocelote? Se abre un capítulo de la historia de México, puede usted entrar en el umbral al pasado.


Por Laura Filloy Nadal y María Olvido Moreno Guzmán

Chimalli. Tesoro de Moctezuma en Chapultepec es el nombre de la exposición temporal que se presenta en el Museo Nacional de Historia (MNH) desde el pasado 13 de febrero. La selección de piezas arqueológicas, plumarias, zoológicas, botánicas, artísticas, documentales y de armas, que conjunta más de 300 objetos, no podría tener un mejor espacio de exhibición que el castillo del bosque de Chapultepec, pues el emblemático lugar está ligado a la historia del único escudo emplumado de origen mesoamericano que se encuentra en México. Dos emperadores son protagonistas en la biografía cultural de esta excepcional rodela, cuyo nombre náhuatl es cuexyo chimalli, debido a su forma circular y los motivos con figura de media luna que decoran su campo (véase la figura 1).

Figura 3. Sentado en su trono Moctezuma II supervisa la talla de su propia imagen en las peñas del cerro de Chapultepec, lámina XXXI, Códice Durán.

En 1501, el emperador Moctezuma Xocoyotzin (o Moctezuma II) acudió a Chapultepec para visitar los retratos de sus ancestros labrados sobre las peñas del cerro Del Chapulín (véase la figura 2); tiempo después, su propia imagen sería inmortalizada allí por prestigiosos escultores de su imperio (véase la figura 3). Entre 1864 y 1867, Maximiliano de Habsburgo caminó forjando los sueños de su nuevo imperio mexicano en las estancias del Palacio Imperial de Chapultepec y “Miravalle”, desde donde se dominaba el Valle de México (véase la figura 4).

Figura 4. Maximiliano victorioso se encuentra en una habitación del Castillo de Chapultepec. Por la ventana se divisa el Valle de Anáhuac. Maximiliano de Habsburgo, óleo sobre tela de Joaquín Ramírez, 1866, Museo Nacional de Historia, INAH, Ciudad de México

Hernán Cortés juega el papel de aquel que admira y aprecia la plumaria con la que los indígenas vestían a sus gobernantes, sacerdotes, guerreros y deidades.

Entre ambos personajes, Hernán Cortés juega el papel de aquel que admira y aprecia la plumaria con la que los indígenas vestían a sus gobernantes, sacerdotes, guerreros y deidades (figura 5). El conquistador se refiere en varios escritos a esta expresión como maravillosa, dada su novedad y rareza, ya que ningún príncipe de la época la conocía “ni tenía con tal perfección y calidad.” De la indumentaria y divisas elaboradas con plumas de aves exóticas quedaron registros y escuetas descripciones en las cartas que, entre 1519 y 1534, Cortés envió al emperador Carlos V. En las relaciones de los “bienes enviados a vuestras majestades” correspondientes al quinto real –pago correspondiente al 20% de las ganancias obtenidas en las Indias–, oro, plata, joyas, ropajes y plumajes encabezan los listados; de esos presentes, las rodelas fueron las más abundantes. 

Se trata de la única pieza plumaria de manufactura prehispánica que cruzó dos veces el Atlántico.

 

El cuexyo chimalli de Chapultepec

Pieza excepcional, tanto por su biografía como por su materialidad, en la que se expresa una tradición artesanal altamente especializada. Se trata de la única pieza plumaria de manufactura prehispánica que cruzó dos veces el Atlántico; salió de México en el umbral de la conquista junto con múltiples objetos de pluma y oro, muestra de las riquezas de América. En este contexto se desconocen los nombres de sus propietarios, el puerto al que llegó en Europa o las rutas que siguió antes de arribar a la corte de los Habsburgo en Viena. Por otro lado, la singularidad de su campo ornamentado con una piel de felino con manchas y cuatro medias lunas de oro vuelven especial a este objeto; pues dicha iconografía no es frecuente en los códices precolombinos, los documentos del siglo XVI o la plástica de las culturas mesoamericanas. 

Figura 5. Exposición temporal Chimalli. Tesoro de Moctezuma en Chapultepec, abierta al público del 13 de febrero al 31 de mayo de 2019, Museo Nacional de Historia. Fotografía de MNH-INAH.

Entre 1517 y 1521 la historia de los territorios que hoy constituyen México y España se alteró diametralmente al transformarse la vida política, económica y cultural de los pueblos que ahí habitaban. En 1517 Carlos I fue nombrado rey de los reinos hispanos (España y Flandes) y de sus dominios de ultramar, dando inicio a la casa de Austria o de los Habsburgo españoles. En 1519 subió al trono del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V (figura 6). Conformó un gran imperio que incluía territorios en Europa y América, islas en el Mediterráneo y el Atlántico, ciudades en el norte de África, que al cabo se extendería a las islas llamadas Filipinas. 

La lista de Hernán Cortés incluye una cantidad sustancial de escudos decorados con mosaico de oro y turquesa, y se menciona “una rodela grande de plumas y de un cuero de un animal pintado [con manchas], y en el campo rodean en el medio una chapa de oro, con cuatro otras chapas que todas juntas hacen una cruz.”

Figura 6. Plus ultra, “ir más allá”. Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, apoya un cetro sobre el mundo como símbolo de la extensión de sus dominios; en el fondo la corona de la casa de los Habsburgo. Retrato alegórico de Carlos V como gobernante de los vastos reinos, óleo sobre tela de Peter Paul Rubens, 1604, Resindezgalerie, Salzburgo, Austria.

En palabras de Salvador Rueda Smithers, director del MNH, 500 años atrás, en la semana del 11 al 18 de febrero, se abrió el “umbral de la historia” cuyo toque cambiaría el rumbo del mundo…

En un día cualquiera, un audaz español llamado Hernán Cortés, encargado de organizar una expedición exploratoria y de rescate –o lo que hoy entendemos como incursión en parte depredadora y en parte descubridora– aprovechó un descuido del gobernador Velázquez y partió de Cuba hacia el poniente, con rumbo a las apenas conocidas costas de la tierra firme.” En abril del mismo año, Cortés se reunió con los emisarios de Moctezuma en Veracruz y recibió los primeros presentes, que más tarde enviaría a su emperador (figura 7). 

En julio de 1519, Hernán Cortés transmitió a su emperador el quinto real de los tesoros, que, en parte, había obtenido como regalo de Moctezuma II. La lista incluye una cantidad sustancial de escudos decorados con mosaico de oro y turquesa, y se menciona: “una rodela grande de plumas y de un cuero de un animal pintado [con manchas], y en el campo rodean en el medio una chapa de oro, con cuatro otras chapas que todas juntas hacen una cruz.” Podría tratarse del escudo que actualmente alberga el castillo de Chapultepec.

Figura 7. Hernán Cortés se reunió en abril de 1519 con los emisarios de Moctezuma II en Veracruz y recibió presentes que después enviaría al emperador Carlos V. Presentes de los indios de Moctezuma a Hernán Cortés en San Juan de Ulúa, óleo sobre tela de autor desconocido, siglo XVIII, colección del Museo Nacional de Historia, INAH, Ciudad de México. Fototeca del MNH-INAH.

Carlos V fue el único emperador europeo americano. Entre 1518 y 1524, gran parte de los objetos elaborados con materiales preciosos que se enviaron al Viejo Continente arribaron a su corte. De aquellos elaborados con plumas, como penachos, abanicos, mantas y divisas, cerca de 184 eran escudos; esta suma es aproximada ya que es posible que otras rodelas hubieran viajado a Europa. Además, en la Nueva España este tipo de armas defensivas decoradas con plumas anudadas y pegadas en mosaicos, con las técnicas tradicionales, se siguieron elaborando al menos hasta 1550. 

Es difícil imaginar esta combinación de materiales procedentes del mar y la tierra en un solo objeto.

En distintos documentos se menciona que las rodelas, con el campo y los rapacejos emplumados, estaban ricamente decoradas con elementos de oro, plata, perlas, conchas, cascabeles y cuentas de piedras semipreciosas. Es difícil imaginar esta combinación de materiales procedentes del mar y la tierra en un solo objeto. En el repertorio de escudos que Hernán Cortés recolectó y envío a monasterios, templos y autoridades civiles de España –además de a su emperador–, se describe el campo ornado con figuras de mariposas, abejas, felinos, serpientes, garras, monstruos, cráneos, grecas, espirales o motivos geométricos (figura 8). Destaca una descripción, la de “un escudo con el campo rojo y un monstruo de oro y plumas”; probablemente sea la del objeto denominado “escudo del cánido emplumado” (figura 9).

Lámina con múltiples escudos representados en los manuscritos antiguos mexicanos, tomada del libro On ancient mexican shields. An essay de Zelia Nuttall, 1892.