Composición con el grabado de Joseph Haydn, 1880, Biblioteca del Congreso, Washington, D.C., y la Copia autógrafa de la primera escritura del Himno imperial, Biblioteca Nacional de Austria
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Música y ópera

El poder de la música

La música ha dado identidad y conciencia nacional a los pueblos en momentos de fervor patriótico o de crisis. El melómano Fernando Álvarez del Castillo ofrece a los lectores de Liber una semblanza sobre el Himno imperial, compuesto por Joseph Haydn, el cual comenzó siendo un desafío de los vieneses a la ocupación francesa para terminar siendo el himno del nacionalismo alemán. Descubra los hilos históricos de esta obra. 


Por Fernando Álvarez del Castillo

Para mantener vivo el espíritu patriótico de una nación es indispensable contar con la fuerza de un himno nacional; ello quedó demostrado durante la Segunda Guerra Mundial con las transmisiones semanales que la BBC de Londres hacía de los himnos nacionales de las fuerzas aliadas. Hoy día tener un himno nacional propio es un asunto tan importante para la identidad de cualquier país como la bandera o el idioma. Los himnos nacionales son el equivalente en música de la divisa, escudo o bandera. La tradición, por lo menos en Europa, de interpretar el himno nacional en los teatros, como el Drury Lane, data de 1745 donde se dio a conocer el God save the King en versión de Thomas August Arne, que a principios de siglo XX también se interpretaba en las salas cinematográficas.

Muchos de los himnos más antiguos, como el de Francia o los Estados Unidos, se compusieron en períodos de crisis nacional. El primero de todos, el de la Gran Bretaña, se cantó e imprimió en tiempos de la insurrección jacobita, aunque el tema anónimo sea quizás más antiguo. A fines del siglo XVIII, España, Francia y Austria también adoptaron himnos nacionales. La consolidación de naciones más pequeñas, la formación de un sentimiento nacionalista y el crecimiento de la conciencia nacional durante el siglo XIX, llevó a la proliferación de himnos, especialmente en la Europa Central y América Latina.

Muy pocos de los textos de los himnos nacionales poseen valor literario. Su fuerza radica en el fervor patriótico, mientras que las formas e imágenes empleadas para expresarlo varían, pero siempre dentro de esquemas populares que pueden revelar mucho sobre el carácter de una nación y de la época en que versos y música fueron escritos. Las letras de los himnos tienen que revisarse para adecuarlas a las modificaciones que toda nación sufre, ya sea por cambios políticos, geográficos, las relaciones con sus vecinos o sus propias transformaciones sociales.

Muchos himnos son efectivamente plegarias, como Dios salve al rey, mientras que otros convocan a tomar las armas, como La marsellesa de Francia o el himno mexicano.

Algunos países, particularmente aquellos que han gozado de largos períodos de paz y estabilidad política, han elegido himnos que tratan de sus bellezas naturales. Otros se inspiran en un héroe, como el de Dinamarca en el rey Cristián o el de Haití en Jean-Jacques Dessalines. La bandera de la nación también ha motivado la composición de himnos; tal es el caso de Honduras y los Estados Unidos. Muchos son efectivamente plegarias como Dios salve al rey, el himno británico, es el ejemplo más claro, mientras que otros convocan a tomar las armas, como La marsellesa de Francia o el himno mexicano. La lucha por la independencia (o el orgullo de su consumación) ha sido un tema favorito de aquellos países que surgieron a partir de 1945. Pero dentro de todo el género musical del himno nacional, son muy pocos los que se destacan por una gran calidad musical, aunque la mayoría cuenta con melodías dignas y generalmente conmovedoras.

En el siglo XX encontramos una adaptación musical del concepto tradicional de himno que podría llamarse el himno “internacional” o “supranacional”. La melodía conocida como La internacional (antiguamente himno de la Unión Soviética) fue empleada como una canción revolucionaria de izquierda en muchos países, incluidos Italia y Yugoslavia. Además de ello, en enero de 1972, un arreglo realizado por el director Herbert von Karajan del tema principal de la Oda a la alegría de la Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven fue adoptado por el Comité de Ministros del Consejo de Europa (a pesar de la oposición de numerosos músicos) como el himno de la Unión Europea. Por su parte, la Organización de Naciones Unidas tiene un himno compuesto por Pablo Casals con texto de Wystan Hugh Auden, aunque nunca se adoptó oficialmente. Hay también piezas musicales que no son propiamente himnos pero que reflejan muy cercanamente el sentir de un pueblo y se les considera como un segundo himno: ejemplos de ello son el coro “Va pensiero” de la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi para los italianos; la Marcha Radetzky de Johann Strauss para los austriacos; la canción Alma llanera de Pedro Elías Gutiérrez para los venezolanos; el Rule Britania de Thomas Arne para los ingleses; o el Huapango de José Pablo Moncayo para los mexicanos.

El archiduque Carlos de Austria-Teschen durante la batalla de Aspern-Essling, óleo sobre lienzo de Johann Peter Krafft, 1831, Museo Universal Joanneum, Austria.
El archiduque Carlos de Austria-Teschen durante la batalla de Aspern-Essling, óleo sobre lienzo de Johann Peter Krafft, 1831, Museo Universal Joanneum, Austria.

Sólo un himno nacional ha sido escrito por un compositor de primer nivel: el volks lied (canción del pueblo) Gott erhalte Franz den Kaiser (Dios guarde al emperador Francisco) de Franz Joseph Haydn.

No obstante, por extraño que pueda parecer, sólo un himno nacional ha sido escrito por un compositor de primer nivel: el volks lied (canción del pueblo) Gott erhalte Franz den Kaiser (Dios guarde al emperador Francisco) de Franz Joseph Haydn, pieza de enorme importancia que después de haber inspirado numerosas composiciones cayó en desgracia por los horrendos intereses políticos con los que fue utilizada.

Durante la Revolución, los franceses declararon la guerra al Imperio alemán el 20 de abril de 1792; desde entonces ambos países lucharon con éxitos alternados, principalmente en los Países Bajos austriacos y a lo largo del Rin. A principios de 1796 el ministro de Guerra francés, Lazare Carnot –padre del matemático Nicolás Léonard Sadi Carnot y abuelo del presidente de la Tercera República, Marie François Sadi Carnot–, preparó un plan para un rápido ataque militar contra Viena, corazón de la monarquía de los Habsburgo, con la intención de destruirla. Se confirió entonces al general Bonaparte, a la sazón de 26 años, el mando supremo de las tropas francesas por el flanco italiano para que atacara con mayor eficacia sobre Austria. El plan logró que el ejército francés del Rin se uniera a las fuerzas de Italia en las cercanías de Viena antes de que terminara el año de 1796. En la batalla de Würzburg el 3 de septiembre, el archiduque Carlos derrotó al Ejército del Rin y con pequeñas acciones bélicas evitó que avanzara más allá, pero Bonaparte siempre triunfó en batallas particularmente cruentas en el norte de Italia. Las tropas austriacas fueron obligadas a abandonar una posición tras otra y a replegarse constantemente. El 3 de febrero de 1797 cayó la fortaleza austriaca en Mantua, después de un sitio de varios meses. A principios de marzo, las tropas francesas, en un ataque desde el sur, llegaron a Sterzing en el Tirol, Bonaparte tomó Villach y Klagenfurt e invadió la región de Estiria. El archiduque Carlos convino con Bonaparte un cese de hostilidades en Judenburg. Con ello, no resultaba difícil predecir las concesiones que Austria se vería obligada a hacer en la Paz de Campo Formio el 17 de octubre de 1797: los Países Bajos austriacos, Lombardía y toda la Italia del Norte hasta el río Etsch serían cedidos a la joven república francesa, mientras que Breisgau pasaría a manos del duque de Módena, residente ahí como una imposición de Francia. Austria se encontraba humillada y debilitada, pero obtuvo algunas partes de la República de Venecia, disuelta por Francia; sin embargo, todos conocían la fragilidad de esa paz que no habría de durar mucho tiempo.

Retrato del emperador Francisco I de Austria, óleo sobre lienzo de Joseph Kreutzinger, circa 1815, Museo Universal Joanneum, Austria.
Retrato del emperador Francisco I de Austria, óleo sobre lienzo de Joseph Kreutzinger, circa 1815, Museo Universal Joanneum, Austria.

Era la época de mayor crisis, estaba próximo el mes de febrero, el día 12 se celebraba el cumpleaños del emperador Francisco II de Alemania —y futuro Francisco I de Austria–, quien no sólo era el gobernante de las tierras de la corona de los Habsburgo, sino también el soberano electo del Sacro Imperio Romano. El ataque francés se dirigió primero y principalmente contra Viena, el emperador estaba a la defensiva. Había ascendido al trono en 1792 después de la inesperada muerte de su padre Leopoldo II, pero había sido incapaz de ganarse el corazón de sus súbditos pues constantemente estaba en guerra. Su hermano, el archiduque Carlos, mariscal de campo, gozaba de mayor popularidad. En una época de tanta urgencia y por obvias razones políticas, era necesario que el pueblo era necesario que el pueblo se identificara cabal y confiadamente con su soberano. El 14 de enero de 1797, el periódico Wiener Zeitung informaba a sus lectores:

Su Majestad Imperial y Real ha condescendido en recibir con toda señal de aprobación las muy cuantiosas contribuciones financieras realizadas por el príncipe Nicolás Esterházy von Galantha, consejero, general mayor y teniente primero de los nobles Guardias Húngaros, al esfuerzo bélico realizado desde el año de 1793, por lo que ha considerado justo el conferirle la Gran Cruz de la Orden de San Esteban...

El compositor Franz Joseph Haydn no estaba, por supuesto, en posición de hacer grandes donaciones monetarias en favor de la guerra contra Napoleón, pero hizo una contribución más perdurable, su solemne y hermoso volks lied conocido posteriormente como el himno nacional austriaco y que más tarde se convertiría para su desgracia en el himno alemán. 

Una versión sobre el origen del volks lied proviene de Anton Schmid, guardián de la Biblioteca Nacional Austriaca en Viena, quien escribió en 1847:

En cuanto a los motivos que tuvo Haydn para componer la maravillosa pieza, podemos considerar como probables las siguientes circunstancias, que varios de los mejores compositores en Viena, algunos ya muertos y otros aún con vida, recuerdan de aquellos tiempos y así nos las han transmitido. “Cuando Haydn estuvo en Inglaterra, conoció el popular himno nacional británico, God save the King, y le sorprendió enormemente que una pieza fuera capaz de inspirar respeto, amor y devoción por el soberano”. Una vez que el Padre de la Armonía regresó a su querida Kaiserstadt, relató estas impresiones a su gran amigo Gottfried van Swieten, prefecto de la Imperial y Real Biblioteca de la Corte, protector de los artistas y científicos que en ese momento encabezaba el Concert Spirituel (conciertos realizados en París y financiados por la alta aristocracia). La inquietud que dicha pieza despertó en Haydn lo llevó a pensar que también Austria debería tener un himno nacional capaz de manifestar respeto y aprecio por el soberano, que, al mismo tiempo, sirviera para exaltar el ánimo de los combatientes en las luchas que entonces tenían lugar contra quienes atacaban el Rin; o que de manera noble pudiera encender los corazones de los austriacos por su patria.

Sugestivamente volks lied, puede significar tanto una canción folclórica como una canción popular o nacional. Van Swieten tomó consejo de Su Excelencia, el entonces Presidente de la Baja Austria, Franz Conde von Saurau, quien encontró atractiva la idea e inmediatamente encargó al escritor Lorenz Haschka la poesía y luego pidió a Haydn que le pusiera música… Así nació una sencilla canción que alcanzó la corona de la inmortalidad.

Joseph Haydn, óleo sobre lienzo de Thomas Hardy, 1791, Royal College of Music, Londres.
Joseph Haydn, óleo sobre lienzo de Thomas Hardy, 1791, Royal College of Music, Londres.

El 12 de febrero, cumpleaños del emperador, se convirtió en la ocasión propicia para estrenar la pieza escrita por Haydn entre octubre de 1796 y mediados de enero de 1797. El conde von Saurau puso su imprimatur en la copia autógrafa el 28 de enero de 1797, y se llevó precipitadamente a la imprenta. El programa del Burgtheater, con motivo del cumpleaños imperial, consistió del segundo acto de la magnífica ópera cómica Doktor und Apotheker de Carl Ditters von Dittersdorf y después el ballet heroico-trágico-pantomímico Alonzo y Cora, con música del ahijado de Haydn, Joseph Weigl. Probablemente entre esas dos obras tuvo lugar el estreno mundial del volkslied, que posteriormente sería conocido como Himno imperial. En señal de gratitud, Francisco II le regaló a Haydn una caja de oro para rapé. Es difícil precisar si la pieza fue considerada desde su estreno ya como himno oficial o simplemente como una melodía patriótica sumamente popular e importante. La edición salzburguesa señala: “Cantada por primera vez en Salzburgo el 17 de marzo de 1806”. Salzburgo había sido un arzobispado independiente que se volvió parte de Austria por el Tratado de Presburgo del 26 de diciembre de 1805, como compensación por tantos territorios perdidos.

Pocos días antes, recién salidas de la imprenta, se enviaron copias del himno a todos los teatros, casas de ópera e instituciones similares de las ciudades principales de la monarquía, a fin de que pudiera escucharse durante conciertos y representaciones ese 12 de febrero. Se dejó a los teatros decidir cómo habrían de interpretar la pieza, siempre y cuando emplearan los mejores medios que estuvieran a su alcance.

Las cuatro estrofas de Laurenz Leopold Haschka fueron musicalizadas por Haydn,originalmente como una sola línea con acompañamiento de piano y luego para orquesta. El texto original de Haschka, profesor de estética que en su tiempo tenía reputación de poeta, fue pronto traducido y con el paso del tiempo adaptado o reemplazado con otros versos. Las adaptaciones van de variantes menores hasta versos adicionales alusivos a los sucesos del momento o incluso a las últimas esposas del emperador. Francisco II de Alemania y luego I de Austria se casó cuatro veces.

Generaciones enteras de músicos han señalado semejanzas entre el himno y una canción folklórica croata, que se escucha en el “Allelluya” del motete Exsultate, jubilate (K. 165) de Wolfgang Amadeus Mozart; pero lo que estas observaciones revelan finalmente es la habilidad de Haydn para desarrollar un tema cuyas resonancias contribuyeron a exaltar el clamor patriótico del pueblo y a consolidar su permanencia. Con el transcurso del tiempo, la pieza asumió cada vez más el carácter de himno nacional. En 1809, cuando las tropas francesas sitiaron y finalmente tomaron Viena, el himno sirvió para encender la llama de patriotismo y despertar la esperanza de un desenlace favorable ante la crítica situación.

Es difícil precisar si la pieza de Haydn fue considerada desde su estreno ya como himno oficial o simplemente como una melodía patriótica sumamente popular e importante. 

Con el transcurso del tiempo, la pieza asumió cada vez más el carácter de himno nacional. En 1809, cuando las tropas francesas sitiaron y finalmente tomaron Viena, el himno sirvió para encender la llama de patriotismo y despertar la esperanza de un desenlace favorable ante la crítica situación.

A principios de ese año, Haydn se encontraba casi totalmente inválido. Sus últimos días fueron todo menos tranquilos, pues en la primera semana de mayo, durante el bombardeo francés, una bala de cañón cayó cerca de su casa, el edificio se estremeció y causó pánico entre los sirvientes. Haydn sufría grandemente por los disparos de las armas que mantuvieron el ataque por más de 24 horas. Cuando Viena se rindió a los franceses, Napoleón ordenó que una guardia se colocara a las puertas de la casa de Haydn a fin de que el agonizante artista estuviera a salvo de más molestias. Se dice que casi todos los días, a pesar de su enfermedad, tocaba en su piano el himno nacional austriaco en franco desafío hacia las fuerzas de ocupación.

En las primeras horas del 31 de mayo de 1809, Haydn entró en coma y murió. En una ciudad controlada por soldados enemigos, la noticia de su muerte tomó varios días en ser conocida y por lo mismo su funeral fue poco relevante. El 15 de junio se celebró una misa en memoria del compositor en la que se interpretó acertadamente el Requiem de Wolfgang Amadeus Mozart. Entre los asistentes se encontraban varios oficiales franceses de alto rango. Al principio los restos de Haydn descansaron en un cementerio vienés, pero en 1820 fueron trasladados a Eisenstadt y depositados en la Bergkirche (iglesia en la que se estrenó la Misa en do de Beethoven por encargo del príncipe Nicolás II Esterházy en 1807, dos años antes de la muerte de Haydn).

Haydn retomó el tema del himno en varias ocasiones, la más conocida es en el segundo movimiento de su Cuarteto de cuerdas op. 76 N° 3, llamado Emperador y subsecuentemente transcribió estas variaciones, con ligeros cambios, para piano. Compuestos contemporáneamente al oratorio La creación, los Seis cuartetos op. 76 fueron concluidos en 1797 y publicados después de dos años en Londres por Longman y en Viena por Artaria; esta última edición tiene una dedicatoria al posible comitente, el conde Joseph Erdödy, chambelán y consejero del emperador.

Numerosas obras musicales de otros compositores se vieron influenciadas por la sencilla pero poderosa melodía de Haydn. 

También numerosas obras musicales de otros compositores se vieron influenciadas por la sencilla pero poderosa melodía de Haydn. La marcha patriótica Habsburg hoch! (¡Salve Habsburgo!) op. 408, de Johann Strauss hijo, fue escrita para celebrar el sexto centenario de la Casa de Habsburgo. Su estreno tuvo lugar el 27 de diciembre de 1882 en el Carl-Theater bajo la dirección del compositor. La obra incluye citas del himno austriaco de Haydn, de la canción del príncipe Eugenio y de la famosa marcha Radetzky. El ofertorio de la Sinfonia col tanto applaudito inno populare Gott erhalte Franz den Kaiser, para órgano del padre Davide de Bergamo, está basada en el himno. En su Quinteto para piano y cuerdas, op. 73, Grosse Variationen (Grandes Variaciones), Carl Czerny, utiliza como punto de partida el himno de Haydn. John Knowles Paine, compositor norteamericano (primer maestro de música en Harvard), escribió dos grupos de variaciones mientras estudiaba en Berlín, la primera de ellas basada en el himno. La fama de Henryk Wieniawsky radica principalmente en sus conciertos para violín que son marcadamente románticos. En 1854 compuso unas Variaciones sobre el Himno austriaco, para violín sólo que forman parte de la colección La escuela moderna op. 10. En la ópera Il viaggio a Reims de Gioachino Rossini, compuesta con motivo de la coronación del rey Carlos X de Francia en 1825, los personajes entonan una loa en honor del monarca. El barón Trombonok (nombre que es una deformación de trombón) toma la melodía del himno para resaltar la armonía que reina entre los pueblos y el destino feliz de Europa. Para celebrar el matrimonio del emperador Francisco José con su prima Isabel de Baviera, Bedrich Smetana compuso su Sinfonía triunfal op. 6, en la que aparece la melodía del célebre himno. Tal demostración no era casual, expresaba el sentimiento esperanzado de los checos, que después de varios años de opresión política esperaban una mejora en su situación. También el célebre violinista Niccolò Paganini utilizó la melodía de Haydn en su Maestosa sonata sentimental a fin de agradar a los vieneses con motivo de una visita a la ciudad imperial. Tras la derrota definitiva de Napoleón, en ocasión de la segunda toma de París por las tropas coligadas, el dramaturgo vienés Georg Friedrich Treitschke escribió un singspiel patriótico en un acto, Los arcos triunfales, que se estrenó el 15 de julio de 1815. Beethoven compuso para la ocasión la parte final, el aria para bajo con coro y orquesta Es ist vollbracht (Todo está consumado), en cuya conclusión se distingue una cita del himno austriaco de Haydn.

El 11 de agosto de 1922 se convirtió en el himno nacional oficial de la república alemana, con las palabras “Deutschland, Deutschland über alles”, escritas en 1841 por August Heinrich Hoffmann von Fallersleben.

Después de la muerte del emperador Francisco José durante la Gran Guerra, se pensó en añadirle una quinta estrofa que hiciera referencia al nuevo emperador Carlos I y quizás a la emperatriz Zita. El conde Friedrich von Toggenburg, Ministro del Interior, citó a varios poetas para que presentaran un borrador y recomendó al emperador que se adoptaran las palabras de Franz Karl Ginzkey. Unos meses más tarde llegó el fin al imperio para el que el himno de Haydn había sido un lazo tan importante de unidad. El 12 de noviembre de 1918 se proclamó la República de “Austria Alemana”, pues anteriormente Hungría y Checoslovaquia habían declarado su independencia. La melodía de Haydn sobrevivió pero el 11 de agosto de 1922 se convirtió en el himno nacional oficial de la república alemana, con las palabras “Deutschland, Deutschland über alles”, escritas en 1841 por August Heinrich Hoffmann von Fallersleben. Esto obligó a los austriacos a adoptar un nuevo himno escrito en 1920 por Wilhelm Kienzl con palabras de Karl Renner, pero no alcanzó popularidad, así que nueve años después Sei gesegnet ohne Ende, con texto de Ottokar Kernstock, fue designado como himno nacional de la República de Austria. Los gobiernos de Alemania y Austria negociaron la posesión de la importante pieza de Haydn, pero su elección fue una decisión política que sembraría semillas de conflicto en el futuro. Por desgracia, el texto de Hoffmann von Fallersleben transformó el himno de la comunidad de pueblos de los Habsburgo en el himno del nacionalismo alemán asociado a muy trágicos momentos de la historia. Las palabras de von Fallersleben están tomadas del poeta medieval Walther von der Vogelweide, que vivió hacia el año 1200. Todo esto no tiene nada que ver con el llamado Himno imperial, el volkslied de Joseph Haydn que dio a los pueblos de la monarquía austriaca su conciencia nacional y su sentimiento especial de unidad hasta principios del siglo pasado. La historia de la melodía de Haydn concluyó en 1918.

Land der berge, land am strome (Tierra de montañas, tierra sobre el río), o, simplemente, Bundeshymne (Himno federal), es hoy el himno nacional de Austria. Fue escrito por Paula von Preradovic, adaptando la melodía de la “Laßt uns mit geschlung’nen Händen”. K. 623a (Pequeña cantata masónica), compuesta probablemente por el músico checo Paul Wranitzky, contemporáneo de Mozart, al cual algunos atribuyen la autoría de la música. Se declaró oficial en 1946.

Referencias bibliográficas

Biba, Otto. Gott Erhalte. Joseph Haydns Kaiserhymne, Viena: Doblinger. 1982. 

Robbins Landon, H.C. Haydn. A documentary study. Londres: Thames and Hudson, 1981.

Hadden, Cuthbert. Haydn. Cambridge: Cambridge University Press, 2014.

Grove Dictionary of music and musicians. Vol, 13. 1980.



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