Fotografía de Kristian Schuller, 2017.
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Música y ópera

Celebración de la diva: Sonya Yoncheva en México

El escritor y crítico Mario Saavedra piensa en el armónico canto de Sonya Yoncheva, quien estuvo por primera vez en México el pasado 13 de noviembre en la sala Nezahualcóyotl con la Orquesta Sinfónica de Minería, bajo la batuta de Domingo Hindoyan. Saavedra explora la importancia y legado de Bulgaria a la música al tiempo que ofrece claves para entender por qué esta diva europea es una de las principales voces de la ópera hoy en día.


Por Mario Saavedra

Dentro de los países eslavos de honda tradición musical, Bulgaria se identifica por una francamente milenaria herencia vocal, entre otras razones, por su peculiar manera de entender y asumir el arte del canto. El propio instrumento de la voz humana constituye para ellos, ni más ni menos, un signo nacional de identidad. Sus muchos y estupendos cantantes a lo largo de la historia conforman uno de los grandes tesoros culturales de este maravilloso país de Europa del Este, y es leyenda local escuchar que el mismo Orfeo, el mítico cantante de la antigüedad, había habitado por esas tierras, dominando los montes Ródopes. Sus propios cánticos litúrgicos ortodoxos provenientes de la Edad Media, vinculados a su no menos rico patrimonio folclórico cantado, constituyen un nutrido y variado acervo que tiene en la voz humana, por la misma constitución física de sus habitantes, de raigambre y por herencia, uno de sus mayores atributos de exportación. 

Los más de los compositores búlgaros han cultivado, con pasión y con conocimiento de causa, el género vocálico, y muchos de ellos han sido incluso insignes pedagogos en la formación de ya varias e ilustres generaciones de cantantes líricos, como el egregio Jristo Brámbarov. Desde las primeras décadas del siglo pasado, estupendas voces búlgaras triunfaron en los más exigentes escenarios operísticos del mundo, desde que la gran diva Ljuba Welitsch, la mejor Salomé de todos los tiempos, hizo una versión inigualable de la obra maestra de Richard Strauss. Continuamente presentes en la escena vocal, qué duda cabe que el ya legendario Boris Christoff (el Borís Godunov por excelencia, la propia Unesco conmemoró el centenario de su nacimiento en 2014, y desde entonces lo considera en su lista de personajes ilustres) se convirtió en el mejor bajo de su generación y uno de los más connotados de todo el siglo xx, continuador de esa gran tradición de los bajos profundos heredada por el ya mítico ruso Fiódor Ivánovich Chaliapin, y que más tarde el también muy destacado búlgaro Nikolái Ghiaúrov (quien al casarse con la gran diva italiana Mirella Freni, conformó una de las parejas más célebres del ámbito operístico) continuó sin dilación y no menor maestría, haciendo honor a esa enorme escuela de canto.

El propio instrumento de la voz humana constituye para ellos, ni más ni menos, un signo nacional de identidad.

La gran voz búlgara del momento –en imparable ascenso– es la soprano Sonya Yoncheva, quien a su bello y poderoso registro, a una impecable técnica acorde a tan connotada tradición, suma un desbordado dominio escénico y una enigmática hermosura de llamar la atención. Si bien esta célebre escuela búlgara de canto se ha caracterizado sobre todo por su invaluable aporte en tesituras bajas, a la que también se suma por ejemplo el barítono Evgueniy Alexiev, Yoncheva amplía la nómina, en su registro, de las Raina Kabaivanska, Stefka Evstatieva, Darina Takova y Krassimira Stoyanova, sin olvidar por supuesto a las excelsas Ghena Dimitrova (para muchos, la mejor Turandot de todos los tiempos) y Anna Tomowa Sintow (otra straussiana de abolengo), y claro, la portentosa mezzo Vesselina Kasarova, de quien el propio Herbert von Karajan dijo que representaba “el modelo de artista moderna”. 

La gran voz búlgara del momento es Sonya Yoncheva, quien, a su bello y poderoso registro, suma un desbordado dominio escénico.

Originaria de la que se considera la ciudad más antigua de Europa, Plovdiv, Yoncheva confiesa no haber tenido una infancia convencional ni fácil, pues desde niña se vio en la necesidad de trabajar. Sin embargo, consciente de una vocación tan honda como inaplazable, estudió piano y voz en la Escuela Nacional de Música y Danza de su ciudad natal, bajo la tutela de Nelly Koitcheva, hasta que ya adolescente fue invitada como anfitriona de un programa de televisión sobre música. Ganadora indiscutible de varios concursos de música de su país, junto con su hermano obtuvo el primer lugar en un certamen organizado y producido por la Televisión Nacional Búlgara, donde sus sorprendentes talento y facultades avizoraron ya la gran figura en que tiempo después se convertiría.

Descubrió de igual modo su apasionado gusto por la obra de Georg Friedrich Händel, con la cual se siente muy identificada, porque confiesa “es música del firmamento, que me produce algo único, algo íntimo”.

Invitada en 2007 a formar parte de la academia para jóvenes voces Jardin des Voix que dirige William Christie, dentro del prestigiado gran proyecto de repertorio barroco Les Arts Florissants, Sonya Yoncheva acabó de refrendar aquí sus enormes recursos para abordar una vertiente escuela musical y vocal particularmente difícil y de exigida especialización. En ese mismo año, recibió el premio especial Les Amis du Festival por su actuación como la Fiordiligi en Così fan tutte de Wolfgang Amadeus Mozart (su repertorio incluye también a la Susana de Las bodas de Fígaro y la Doña Elvira de Don Giovanni), en la Academia de Festival d’Aix-en-Provence. Dos años después obtendría la maestría en canto clásico por el Conservatorio de Música de Ginebra, bajo la guía de Danielle Borst. Desde entonces descubrió de igual modo su apasionado gusto por la obra de Georg Friedrich Händel, con la cual se siente muy identificada, porque confiesa “es música del firmamento, que me produce algo único, algo íntimo”. De ello da constancia su hermoso disco Händel, para el sello Sony en 2017, con la Academia Montis Regalis bajo la dirección de Alessandro de Marchi, donde su impecable técnica y su apasionado temple interpretativo se ponen a prueba con tan exigidas heroínas del repertorio barroco, como Alcina, Theodora, Rodelinda, Agripina o Cleopatra de Julio César. Muy estudiosa y dedicada, en el verano pasado interpretó la Poppea de Claudio Monteverdi, en el festival de Salzburgo, de lo cual ya hay vestigio videográfico, así como participó en otra producción de El retorno de Ulises del mismo autor. Acervo con el que se siente como pez en el agua, no menos gozoso es su disco del Stabat Mater de Giovanni Batista Pergolesi, con la destacada mezzo francesa Karine Deshayes y el Ensamble Amarillis, y también tiene en su amplio repertorio barroco, cubriendo diferentes personajes para soprano lírico en otras lenguas, por ejemplo, Las indias galantes de Jean-Phillippe Rameau y Dido y Eneas de Henry Purcell. 

Sonya Yoncheva fue la primer mujer en ganar, en 2010, elconcurso Operalia.

Primera mujer ganadora del concurso Operalia en 2010, su debut en el mismo Metropolitan Opera House de Nueva York tuvo lugar en noviembre del 2013, con una muy bien recibida y aplaudida Gilda de Rigoletto que igual la reveló como una no menos dotada intérprete verdiana. Su de igual modo muy celebrado The Verdi Album de este mismo 2018 (con la Münchner Rundfunkorchester, bajo la batuta de Massimo Zanetti), para el prestigiado sello del que es artista exclusiva, confirma el porqué de su protagónica presencia en importantes teatros del mundo con las trágicas heroínas del gran genio de Le Roncole que mucho han contribuido a extender y fortalecer su prestigio y con quienes además desborda sus muy convincentes dotes dramáticas: la Leonora de Trovador, la Isabel de Valois de Don Carlos, la Desdémona de Otelo, la Luisa Miller, la Doña Leonora de La fuerza del destino, la Amelia de Simón Bocanegra o la Abigail de Nabucco; no figura en este fantástico registro, curiosamente, La Traviata (quizá porque la incluye en su extraordinario primer disco en solitario Paris, mon amour con protagonistas cuyas historias se desarrollan en la capital francesa, de 2015, con la Orquesta de la Comunidad Valenciana), con la que mucho ha acrecentado su reputación, al ser considerada, por méritos propios, la Violetta Valery del momento. Obra con la que también debutó en la Ópera de Berlín, meses después se volvería a hacer notar con la Desdémona con la que abrió la temporada 2015 del Metropolitano de Nueva York, y más tarde con Luisa Miller. Otro muy aplaudido debut verdiano suyo fue con la ya citada Isabel de Valois, de Don Carlos, en la Ópera de La Bastilla de París.

Con la ampliación de su repertorio, reafirmó su extraordinaria versatilidad. En 2016 debutó como Norma, de la célebre ópera homónima de Vincenzo Bellini (este año cantó la Imogene de El pirata, del mismo autor, en La Scala de Milán, donde no se montaba desde la legendaria puesta de 1958 con Maria Callas), en el Covent Garden de Londres, donde poco después cantó con no menor buena fortuna la Antonia de Los cuentos de Hoffmann, de Jacques Offenbach, para confirmar así que el repertorio francés decimonónico se ha venido convirtiendo en otra de sus especialidades; tiene de igual modo en su repertorio, por ejemplo, la Margarita de Fausto de Charles Gounod, que ha cantado en la Staatsoper de Viena y el Covent Garden de Londres, y la Léïla de Los pescadores de perlas de Georges Bizet, con la que triunfó en la Ópera Cómica de París. En el terreno belcantístico en el cual de igual modo ha incursionado de manera más esporádica, cantó el protagónico de Lucia di Lammermoor en la Ópera de La Bastilla parisina, donde igual interpretó ya la Iolanta de Piotr Ilich Chaikovski. 

Y así lo ha hecho notar en su reciente visita a México, donde acaba de ofrecer un apoteósico recital con la Orquesta Sinfónica de Minería (osm), en la sala Nezahualcóyotl. Toda la primera mitad ha sido precisamente con varias de las arias incluidas en su otro ya citado registro discográfico de antología, Paris, mon amour, donde destaca además la elegancia de su canto en un idioma que aprendió muy bien en su larga estancia de especialización en Francia. Declarada admiradora de igual modo de la obra de Jules Massenet, del autor de Werther incluyó cuatro aires donde pudimos admirar y disfrutar sus pulcros fraseo y técnica de respiración donde parecieran no existir interrupciones y todo fluyera en una sola y diáfana línea impecable de canto armónico y seductor, pletórico de matices y amplísimos registros entre las notas agudas y graves que de su emisión emanan con sorprendente naturalidad: “Il est doux, il est bon” de Herodías, “Pleurez, pleurez, mes yeux” de El Cid, “Adieu, notre petite table” de Manon (con toda justicia, incluida nuevamente los encores) y “Dis-moi que je suis belle” de Thaïs

En su reciente visita a México, ofreció un apoteósico recital con la Orquesta Sinfónica de Minería (OSM), en la sala Nezahualcóyotl.

De igual manera una muy seria pucciniana desde que en 2014 había cantado en el mismo Met la moribunda Mimí de La bohemia (con dicha obra hizo su debut en La Scala de Milán, en 2017), toda la segunda parte estuvo conformada con aires de obras del compositor de Lucca. De quien ha confesado igualmente tener entre sus autores de cabecera, lo cierto es que le viene muy bien a su declarado registro de también soprano lírica con muy buena factura y sólida pasta, con notable cuerpo vocal, como varias de sus citadas colegas búlgaras de generaciones precedentes. De hecho, otro de sus más sonados éxitos en el Met, donde tanto se le quiere y respeta, ha sido precisamente con la Floria Tosca que la misma Callas tenía entre sus roles de mayor estima, y con la que la ya consagrada cantante búlgara encendió a los siempre difíciles público y crítica neoyorquinos, que con este paradigmático rol pucciniano han aplaudido a muchas otras grandes sopranos ya sea lírico-spinto o dramáticas.

Estableció un récord como la primera cantante en aparecer en los papeles principales en tres transmisiones del Metropolitano en una sola temporada (2017-2018), en Tosca, La bohemia y Luisa Miller.

De hecho, y por tratarse de tres grandes éxitos suyos en cadena, estableció un récord como la primera cantante en aparecer en los papeles principales en tres transmisiones del Metropolitano en una sola temporada (2017-2018), en Tosca, La bohemia y Luisa Miller; de hecho, fue artista destacada en el Concierto de Gala del propio Met, en la celebración de su cincuenta aniversario. Así lucieron su bello y robusto timbre en arias tan característicamente puccinianas como “Se come voi piccina” de Le villi, “Oh mio babbino caro” de Gianni Schicchi (éxito de muchísimas prime donne, sustituyó a la originalmente programada “Il quelle trine morbide” de Manon Lescaut), “Donde lieta usci” de La bohemia y “Un bel di vedremo” de Madama Butterfly, conmoviéndonos por igual tanto en los pasajes de poder como con los aterciopelados pianos que en otros abordajes equivocados de Puccini pareciera hacernos suponer que nunca existieron en la partitura. De hecho, la Ana de Le villi y la Mimi de La bohemia por supuesto de igual modo figuran en el muy celebrado y ya referido Paris, mon amour, antología de sufridas heroínas cuyo trágico infortunio sucede en la capital francesa. 

Su propio esposo, el conductor venezolano Domingo Hindoyan (otra realidad de ese admirable e influyente gran proyecto que ha sido el Sistema Nacional de Coros y Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela –hasta antes de que este hermano país se convirtiera en lo que ahora tristemente es–, como la del actual titular de la Orquesta Sinfónica de los Ángeles, el también violinista Gustavo Dudamel), fue en esta ocasión el director huésped al frente de la osm. Conociéndola a la perfección, nos sorprendió su conducción a la vez emotiva y mesurada, inteligente y consciente de que la estrella es la diva, y en su provecho asume que su tarea primordial es cuidarla y facilitar que luzcan sus enormes potenciales tanto vocales como interpretativos. Tratándose de una de nuestras instituciones musicales más confiables, con atrilistas de probados talento y oficio en otras orquestas, la osm lució en todas sus secciones –incluso en la de alientos, donde suelen trastabillar las más de las orquestas–, siempre al servicio profesional de la estrella invitada, y la propia batuta contribuyó con una dirección meticulosa y atenta a que así fuera. 

Sin tampoco opacarse ni mucho menos, las partes de solo fueron las de más notable brillo para la orquesta, por ejemplo, en los cuatro movimientos de la suite de la ópera El Cid (“Castellana”, “Alborada”, “Aragonesa” y “Madrileña”), donde rebosa el talento orquestador y melódico de un Massenet, que como otros franceses contemporáneos suyos se sentían tan atraídos por España y sus tan característicos ritmos. Ese avasallador influjo hispánico se notó de igual modo en uno de los encores de la cantante, la celebérrima habanera de Carmen (ha cantado la Micaela en el Covent Garden de Londres) de Georges Bizet, “L’amour est un oiseau rebelle”, que aunque escrita para mezzo, muchas notables sopranos de amplio registro se han sentido tentadas a interpretar al menos en su más lucidas y siempre esperadas arias, como con sobrados garbo y solvencia lo hizo ahora –y sabemos acostumbra hacerlo– Sonya Yoncheva. Además de con la inicial obertura de la ópera L’étoile, que resalta el gran colorido de la obra de Emmanuel Chabrier, la orquesta destacó de igual modo a plenitud en el poético e inspirado gran pasaje que es el intermezzo de la mencionada Manon Lescaut, sin duda una de las más bellas páginas del genio orquestador y poético de Puccini, y del que Domingo Hindoyan acentuó la participación protagónica aquí de las cuerdas. Otro tanto habría que decir con uno más de los generosos agregados por parte de la diva, “Je soupire et maudis destin… O Paris, gai séjour de plaisir”, de la opereta del francés Alexandre Charles Lecocq, número incluido en su exquisito y ya mencionado disco Paris, mon amour, donde la soprano terminó de encender al público con sus adicionales dominio escénico, chispa, coquetería y hasta sentido del humor.

El haberla podido oír ahora en México, en el mejor momento de su carrera que sigue ascendiendo como la espuma, ha sido posible gracias a los esfuerzos compartidos de Pro Ópera, la propia Orquesta Sinfónica de Minería y Arte & Cultura Grupo Salinas.

Invitada otra vez a la Ópera de Berlín para cantar ahora el protagónico de Medea (otro de los grandes éxitos de la Callas) de Luigi Cherubini, y programada para volver con la Desdémona de Otelo de Verdi a la Metropolitan Opera House de Nueva York, sabemos que de igual modo retomará la Iolanta de Chaikovski, triunfo de esa otra monumental gran soprano eslava que es la rusa Anna Netrebko y con quien por muchos atributos suele comparársele. Continuamente presente en los más importantes teatros del mundo donde ya goza de un prestigio que se ha ganado a pulso y por méritos propios, el haberla podido oír ahora en México, en el mejor momento de su carrera que sigue ascendiendo como la espuma, ha sido posible gracias a los esfuerzos compartidos de Pro Ópera, la propia Orquesta Sinfónica de Minería y Arte & Cultura Grupo Salinas. Ella vino con mucho gusto a nuestro país, donde dice tener varios y muy buenos amigos, y sería una verdadera fortuna adicional poderla volver a escuchar y ver con una de las tantas y tan distintas obras con las que sigue triunfando por el mundo.



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