Portada: fotograma del video "El Encuentro", proyecto de experiencia inmersiva realizado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego.
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Historia

La caída de Tenochtitlan más viva que nunca

El Encuentro es un recorrido virtual por el tiempo y el espacio articulado en torno a seis escenarios de la Conquista de México. El ensayista Felipe Jiménez explica las etapas que vive el espectador en la experiencia inmersiva, guiado por el personaje de Xochiquetzalli, una joven indígena que se une al público para realizar este viaje y conducirlo al presente de los conquistadores. “Busqué crear una ficción que abriera el espacio-tiempo para trasladar al espectador al año 1521”, afirma Álvaro Hegewisch, director artístico del proyecto.


Por Felipe Jiménez
 

Los relatos históricos cobran un interés especial cuando están escritos en primera persona, es decir, cuando se trata de descripciones o crónicas que relatan hechos vividos por quien las escribe. Es el caso de los Comentarios a la guerra de las Galias, obra en seis tomos escrita por el principal protagonista de la contienda narrada: Julio César. Precisamente en esta obra del militar y político romano, los especialistas aseguran que se inspiró Hernán Cortés para escribir su Segunda carta de relación. En ella, Cortés traza el retrato de Moctezuma Xocoyotzin y los mexicas. Y deja constancia ante Carlos V y la posteridad de la magnitud de la Conquista de México-Tenochtitlan, así como de sus adversidades.

En primera persona también está redactada la Verdadera historia de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, que narra el encuentro entre españoles y mesoamericanos de una manera algo tosca, aunque sencilla, ágil y directa. Guardando toda proporción, el Evangelio de San Mateo tiene la particularidad de que la tradición atribuye su autoría al recaudador de impuestos al que Jesús llamó para que lo siguiera, y se convirtió en uno de los apóstoles, es decir, que relata escenas en que él debió estar presente.

La posibilidad de presenciar momentos y recorrer lugares de la mayor relevancia en la historia de México como si fuera algo que hubiéramos vivido es precisamente lo que ofrece “El Encuentro”, experiencia inmersiva de realidad virtual integrada en el Pabellón del Encuentro, desarrollado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego.

El viaje virtual se articula en torno a seis escenarios e inicia y termina en el Zócalo de la Ciudad de México. Se trata de una experiencia completamente individual, pero que cuenta con un cicerone, o compañero de viaje, como Virgilio acompaña a Dante en la Divina comedia. Aquí hablamos de una compañera, Xochiquetzalli, una joven indígena que se nos unirá en este recorrido por el tiempo y el espacio.

Espacio de significado político, religioso y social

Todo inicia con una visión de la actual plaza de la Constitución de la capital mexicana, conocida comúnmente como Zócalo. Se le llama así desde tiempos de Antonio López de Santa Anna, quien proyectó levantar una gran columna en el centro de la plaza. Sin embargo, lo único que construyó fue la base o zócalo de la columna, de donde tomó coloquialmente su nombre.

Alrededor de la plaza se encuentra la sede del poder ejecutivo federal, también la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, y en el costado norte se levanta la Catedral Metropolitana. En el predio contiguo a Palacio Nacional, hacia el sur, está la sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Se trata, pues, de un espacio verdaderamente emblemático, con un claro significado político, religioso y social.

Xochiquetzalli nos invita a caminar hacia la esquina de la catedral. De repente, el espacio se transforma, los edificios comienzan a hundirse para mostrarnos el aspecto que ofrecía este lugar hace quinientos años.

El Encuentro nos invita a viajar en el tiempo, a 1521, año de la caída de Tenochtitlan, gracias a la experiencia inmersiva. Nuestra guía es Xochiquetzalli.

El recinto sagrado de la capital del Imperio mexica como lo vieron los conquistadores hace quinientos años. Fotograma del video El Encuentro, proyecto de experiencia inmersiva realizado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego.

Tras escuchar el ruido del tráfico y la música de un organillero, Xochiquetzalli nos invita a caminar hacia la esquina de la catedral. De repente, el espacio se transforma, los edificios comienzan a hundirse para mostrarnos el aspecto que ofrecía este lugar hace quinientos años, igualmente importante en lo político, religioso y social: es el recinto sagrado de la capital del Imperio mexica, donde desde el aire contemplamos la grandiosidad del Templo Mayor, o distinguimos el Calmécac, la escuela para los hijos de los nobles.

Estamos en el lugar más sagrado para los aztecas, donde según la tradición encontraron el prodigio anunciado por su dios Huitzilopochtli: un águila sobre un nopal, devorando una serpiente, el lugar donde debían detener su marcha y establecerse. México-Tenochtitlan se levantó a partir de un islote en una laguna hacia 1325. En su libro Historia del nombre y de la fundación de México, Gutierre Tibón explica que esta palabra procede de los vocablos metztli= luna, xictli= ombligo o centro, y co=sufijo de lugar. Así, México podría significar “lugar en el centro (u ombligo) de la luna”, o “en el centro del lago de la luna”.

En este momento, Xochiquetzalli llama la atención del visitante para que escuche algunos de los funestos presagios que convencieron al emperador Moctezuma Xocoyotzin de que no debía enfrentar a los visitantes que llegaban desde el oriente: eclipses de sol, un cometa de larga cauda que esparcía centellas en el firmamento, y un ave del tamaño de una grulla con un espejo en medio de la cabeza, a la que atraparon pescadores en la laguna. Por las noches comenzó a escucharse una mujer que lloraba y gritaba: “¡Oh, hijos míos, ya ha llegado vuestra destrucción!”. Finalmente, la princesa Papantzin, hermana de Moctezuma, que había muerto por causas naturales, resucitó. La princesa pidió ver a su hermano y le refirió que había tenido una visión de hombres blancos y barbudos con estandartes en las manos y yelmos en la cabeza, que se aproximaban en grandes barcos, los cuales “con las armas se harán dueños de estos países”.

Once navíos tocan tierra

El segundo escenario del recorrido nos lleva al momento en que las 11 naves de Hernán Cortés llegan a la playa de Chalchiucueyetl-cuecan, futura Villa Rica de la Vera Cruz. Escuchamos aguas que se agitan, sogas que crujen, chirridos de puertas y el sonido del viento que zarandea mástiles y velas. Los hombres de Cortés desembarcan, y se oyen las olas, insectos que revolotean y aves que graznan, golpes de tambores y el sonido de las caracolas marinas al ser sopladas.

Escuchamos aguas que se agitan, sogas que crujen, chirridos de puertas y el sonido del viento que zarandea mástiles y velas.

El 22 de abril los conquistadores desembarcaron en la Villa Rica de la Vera Cruz. Fotograma del video El Encuentro, proyecto de experiencia inmersiva realizado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego.

La expedición la componen, según Bernal Díaz del Castillo, 508 soldados, cerca de 100 marineros y 16 caballos y yeguas, con 14 cañones, 32 ballestas y 13 escopetas. Habían partido de Cuba el 10 de febrero de 1519 con el propósito original de explorar y tomar posesión de las costas de Yucatán. En ese momento, Cortés está fuera de la autoridad del gobernador de Cuba, Diego Velázquez. El conquistador necesita imperiosamente la aprobación del rey de España, buscando que sea únicamente a él a quien responda de sus actos. Para ello, el 22 de abril funda en la Villa Rica de la Vera Cruz el primer Ayuntamiento de América, que lo nombra Capitán General. Sólo hacía falta dar parte al rey para que ratificara el nombramiento.

Glifos prodigiosos

La tercera parada del recorrido virtual nos introduce de lleno en un mundo onírico de lenguas indígenas y códices prehispánicos, de glifos prodigiosos que dan cuenta de lo sucedido entonces. Descrito por José Luis Martínez como “un hombre grave, melancólico, aprensivo y supersticioso”, Moctezuma Xocoyotzin subió al trono como sucesor de Ahuítzotl; era hijo del también señor Axayácatl y nieto de Nezahualcóyotl. En su juventud había sido un valeroso guerrero y al ser elegido emperador era el sumo sacerdote.

Los españoles y los indígenas que se les unieron cruzan los pueblos ubicados al borde del lago, como Mexicaltzingo, y divisan Coyoacán y Churubusco. Se escucha el aleteo de algunas aves, cantos de pájaros, chapoteo de aguas y el zumbido del viento.

Los españoles emprenden el camino hacia México-Tenochtitlan. Moctezuma está convencido de que no debe enfrentarlos con la fuerza, pero intenta detener su marcha con los medios a su alcance. Recela de que se les comiencen a unir pueblos tributarios de los aztecas. Es en este momento que aparece Malitzin o doña Marina, una de las indígenas que les fueron obsequiadas a los españoles en Tabasco. Hasta entonces, Gerónimo de Aguilar traducía del maya al español y del español al maya para Cortés, pero los mexicas hablaban otra lengua. Entonces Malitzin comienza a traducir del náhuatl al maya; y Gerónimo de Aguilar, del maya al español. Pronto doña Marina pudo traducirle directamente a Cortés, lo que la convirtió en un agente clave para que mesoamericanos y europeos pudieran comunicarse.

Visión de la gran Tenochtitlan

El siguiente momento del recorrido virtual recrea la visión que tuvieron los españoles y los pueblos indígenas que se les unieron el martes 8 de noviembre de 1519, en la mañana de un día probablemente fresco y luminoso cuando los viajeros hicieron su entrada en la gran Tenochtitlan. Cruzan los pueblos que se encuentran al borde del lago, como Mexicaltzingo, y divisan Coyoacán y Churubusco. Se escucha el aleteo de algunas aves, cantos de pájaros, chapoteo de aguas y el zumbido del viento.

La ciudad en el centro del lago de la Luna. Fotograma del video El Encuentro, proyecto de experiencia inmersiva realizado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego.

Fotograma del video El Encuentro, proyecto de experiencia inmersiva realizado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego.

 

El asombro de los visitantes debió ser inmenso. La mayoría de los soldados de Cortés no conocía una ciudad tan grande. Tenochtitlan estaba cruzada de lado a lado por tres amplias y largas calzadas que se extendían hasta tierra firme: al norte, la que iba a Tepeyacac y que iniciaba en la puerta Cuauhquihuac; al poniente la que iba a Tlacopan y que comenzaba fuera del islote, en el puente conocido como Chichimecapan; la calzada al sur iba a Iztapalapa y atravesaba la puerta Tepantzinco, que la dividía del Templo Mayor. Al oriente no existía calzada, ya que el límite era el embarcadero Texcoco, que comunicaba dicha ciudad con la ribera oriente.

A pesar de que el lago de Texcoco era salado, la ciudad estaba rodeada de agua dulce, gracias a los diques construidos por los mexicas, que permitían concentrar el agua que desembocaba de los ríos que alimentaban al lago. La ciudad contaba con dos acueductos que tenían dos canales, y que Díaz del Castillo describe como “del ancho de un buey”. Esto permitía mantener un canal en operación en tanto se le daba mantenimiento al otro. Esta agua era principalmente usada para el lavado y aseo.

El hombre/dios muere para que el dios/hombre viva

La quinta parada del viaje nos devuelve al recinto sagrado de la ciudad –que tenía más de setenta edificios de gran altura–, el más venerado de ellos, el Templo Mayor. En su cima estaban los adoratorios a Tláloc y a Huitzilopochtli, dioses de la lluvia y de la guerra, opuestos complementarios. A sus pies se alzaba el tzompantli, plataforma y altar donde se exhibían los cráneos de los guerreros sacrificados como retribución a los dioses que se inmolaron para que brillara el sol cada mañana, y asegurar así la continuidad de la vida misma.

En su libro El pueblo del sol, Alfonso Caso explica uno de los rasgos característicos del culto religioso de los aztecas, que son los sacrificios humanos. Caso señala que se trataba de un rito verdaderamente sagrado para los mexicas. Y es que en su cosmogonía, en su concepción del mundo, el hombre muere para que el dios viva.

Es esta creencia, precisamente, enraizada en su organización religiosa y social, la que es primero objetada y después derribada con la llegada de los españoles. Porque los evangelizadores lo que hacen es decirle al pueblo: no es el hombre el que tiene que morir para que dios viva, sino que es dios el que muere para que el hombre viva, es Jesús el que muere, en la cruz, para que el hombre tenga vida eterna.

Así, vemos que el ceremonial de ambos credos es consecuente con el principio que cada uno propugna: en los sacrificios humanos, los aztecas alimentaban a los dioses con la carne y la sangre de los sacrificados, con su corazón. Y en la comunión cristiana, durante la misa, son los fieles los que se alimentan, de manera hipotética, del cuerpo y la sangre de Cristo.

Los aztecas alimentaban a los dioses con la carne y la sangre. En la comunión cristiana son los fieles los que sealimentan del cuerpo y la sangre de Cristo.

Una valentía inobjetable

El último escenario de la experiencia inmersiva de realidad virtual inicia con la caída de Tenochtitlan. Los españoles armaron 13 bergantines para sitiar por agua la ciudad, los cuales permitieron destruir las estacadas construidas por los mexicas para su defensa. También cortaron el flujo de agua potable de Chapultepec y bloquearon el abasto de alimentos. Además, la epidemia de viruela que había llegado con los conquistadores terminó diezmando a la población originaria.

El tzompantli era una plataforma y altar donde se exhibían los cráneos de los guerreros sacrificados como retribución a los dioses. Imagen del video El Encuentro, proyecto de experiencia inmersiva realizado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego.

 

La resistencia de los mexicas fue insuficiente, pero de un inobjetable valor. En su Tercera carta de relación, Hernán Cortés no escatima elogios hacia la valentía de los aztecas y de su último emperador, Cuauhtémoc: “Llegose a mí y díjome en su lengua –escribió– que él ya había hecho todo lo que de su parte era obligado para defenderse a sí y a los suyos hasta venir en aquel estado, que ahora ficiese del lo que yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenía, diciéndome que le diera de puñaladas y le matase”.

En la última escena del recorrido, vemos la transformación de la capital mexica en una ciudad de trazado renacentista europeo. Tuvo que ser muy difícil decidir construir algo nuevo, pero el diseño urbanístico basado en templos y construcciones sagradas relegaba los espacios habitables a un segundo plano, con lo que no se podrían cumplir los requisitos de una ciudad europea. Lo más interesante de todo es que el espacio que ocupó el recinto sagrado de los mexicas conservó todo el protagonismo. La residencia que fue de Hernán Cortés se convirtió en el palacio virreinal, el edificio que hoy es Palacio Nacional.

En la actual Plaza de la Constitución se mezclan nuestro pasado indígena, virreinal y contemporáneo, y es el lugar donde el pueblo de México históricamente se ha reunido para celebrar todo tipo de acontecimientos o para hacer oír su voz. Por ejemplo, desde 1896 se colocó sobre el balcón central la campana de Dolores, que la tradición asegura fue la que hizo repicar Miguel Hidalgo y Costilla la madrugada del 16 de septiembre de 1810, llamando a la población de Dolores a levantarse en armas contra las autoridades de la Nueva España. Hasta hoy, la ceremonia del Grito sigue siendo la expresión popular más auténtica y multitudinaria de cuantas tradicionalmente se celebran en el Zócalo capitalino.

Enlazar tiempos históricos con el presente

La idea original y el diseño artístico de la experiencia inmersiva e instalación artística del Pabellón del Encuentro son de Álvaro Hegewisch, Director Ejecutivo de Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego. Hegewisch explica que se buscaba “generar una producción virtual, una experiencia inmersiva que nos hablara del encuentro del mundo mesoamericano con el europeo. Para ello utilizamos tecnología y visores de realidad virtual que permiten al púbico adentrarse en sitios y sucesos significativos, en este caso relacionados con la caída de Tenochtitlan en 1521”.

“La propuesta prosigue fue crear una experiencia diferente que nos transportara al lugar de los hechos para que, desde esta perspectiva, el espectador pudiera imaginar el deslumbrante encuentro que tuvieron mexicas y españoles. No queríamos ‘narrar e ilustrar’ la historia. Para ello nos centramos en los lugares físicos. Había que hacer un recorrido por esos sitios en aquella época, y evitar la voz de un narrador, anónima e impersonal. Había que hacer una puesta en escena del viaje en el tiempo. Es aquí donde nos apoyamos en el personaje de Xochiquetzalli; desde el inicio, ella se presenta y nos invita a acompañarla, se crea una convención, una complicidad. Se buscó crear una ficción en la que esta joven mujer abre el espacio-tiempo y convierte el pasado en presente para que el espectador habite el presente en 1521”.

Créditos

Destaca el equipo interdisciplinario que se integró para la creación del Pabellón del Encuentro. La idea original y dirección artística son de Álvaro Hegewisch, Adriana Konzevik, que aportó la asesoría histórica y el texto literario, y María Morett, el guion audiovisual.

El desarrollo en realidad virtual es de Guillermo García, Jonathan Hernández y Tecnologías Visuales de TV Azteca. Diego Lozano estuvo a cargo del diseño sonoro, e Ishbel Bautista interpretó el personaje de Xochiquetzalli; también se utilizó un fragmento musical de la serie Hernán, del compositor argentino Federico Jusid. El asistente de dirección fue Antonio Mariscal. La pieza sonora 1521 es del compositor mexicano Antonio Fernández Ros.

La instalación artística del Pabellón del Encuentro es obra del Despacho C Cúbica, con Emilio Cabrero, Andrea Cesarman y Marco Coello. La producción ejecutiva estuvo a cargo de Antonio Mariscal y Renata Bravo, en una producción de Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego con la colaboración de Dopamine.

Álvaro Hegewisch.
Fotografía de Diego Velázquez.

 

 

 

 

 

Referencias bibliográficas

CASO, Alfonso. El pueblo del sol. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2012.

CORTÉS, Hernán. Cartas de relación, nota preliminar de Manuel Alcalá. Ciudad de México: Porrúa, 1979.

DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Ciudad de México: Editorial Pedro Robredo, 1939.

MARTÍNEZ, José Luis. Hernán Cortés. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México/Fondo de Cultura Económica, 2015.

PRESCOTT, William H. Historia de la conquista de México, trad. de Juan Bautista Beratarrechea. Madrid: Imprenta de la Publicidad, 1847.

TIBÓN, Gutierre. Historia del nombre y de la fundación de México. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1980.



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