Acompañado por una optimista y brillante música de perfiles ostensiblemente nacionalistas, aparece en pantalla un montaje realizado con algunos de los espléndidos grabados de Leopoldo Méndez. A la imagen se sobreponen estas palabras:
Esta historia no se refiere precisamente al México de hoy, ni ha sido nuestra intención situarla dentro de él. Aspira a simbolizar el drama de un pueblo que, como todos los grandes pueblos del mundo, ha surgido de un destino de sangre y está en marcha hacia superiores y gloriosas realizaciones.
El drama de un pueblo… Los grabados de Leopoldo Méndez, artista de corte revolucionario, se utilizaron para el montaje de la secuencia de inicio de Río Escondido.
Tal es el arranque de la película Río Escondido, producida por Raúl de Anda y dirigida en 1947 por Emilio Fernández, El Indio, en el contexto del punto más álgido de aquello que se ha dado en llamar la “época de oro del cine mexicano”. Como muchos de los filmes más prestigiosos del período, Río Escondido ostenta una lista de créditos que, tanto en lo artístico como en lo técnico, representa un “quién es quién” del cine nacional de entonces. En el reparto, encabezado por María Félix como la heroína indomable, se encuentra el eterno villano Carlos López Moctezuma como su adversario, y les acompañan figuras como Fernando Fernández, Columba Domínguez, Roberto Cañedo y Domingo Soler. El guion fue elaborado por El Indio con la colaboración de Mauricio Magdaleno, pluma de importante presencia en la cinematografía mexicana de aquel tiempo. En los rubros técnicos destacan, sobre todo, la fotografía de Gabriel Figueroa, colaborador frecuente del director, y la edición de la legendaria Gloria Schoemann. La música, intencionadamente mexicanista a lo largo de todo el filme, la compuso Francisco Domínguez, y en este rubro aparece el importante nombre de Luis Sandi como director coral.
El tránsito ciudad-campo es un elemento narrativo fundamental en el imaginario del cine nacional.
Fotogramas de la escena donde la joven maestra Rosaura Salazar (María Félix) acude a Palacio Nacional para entrevistarse con el presidente.
María Félix encarna a la joven maestra Rosaura Salazar en Río Escondido.
Una revisión atenta de Río Escondido permite definirlo como un melodrama campirano redentor de tintes patrióticos con pinceladas lacrimógenas, emparentado claramente con muchos otros filmes mexicanos de la época. No sólo eso: la peripecia de la trama comienza en el centro de lo que entonces era el Distrito Federal, y más tarde se traslada al ficticio y lejano pueblo de Río Escondido; este tránsito ciudad-campo es, también, un elemento narrativo fundamental en el imaginario del cine nacional. En el primer tramo de la película, la campana de la Libertad y el patio central de Palacio Nacional hablan, y ofrecen, tanto al espectador como a la protagonista, una breve y compacta lección de historia patria, con énfasis particular en la figura de Benito Juárez y su ideario. En una parte del discurso se hace una abierta glorificación del magisterio, y es ahí donde se plantea el centro narrativo de Río Escondido. Citada por el presidente de la República en persona, la joven maestra Rosaura Salazar (María Félix) es enviada a Río Escondido para realizar su esforzada labor educativa. En el miserable y abandonado pueblo, vivirá en carne propia los problemas, rezagos, lacras y atavismos que el mandatario le ha descrito en su discurso motivacional. La sustancia ideológica del guion de Fernández y Magdaleno incluye una recia diatriba contra los gobernantes abusivos, así como un encomio del nuevo presidente de ideas populistas y progresistas. Y como para reforzar la evidente actualidad de varios de los temas tratados en el filme, la joven maestra se enfrenta en Río Escondido a la urgente necesidad de vacunar al pueblo entero contra una epidemia de viruela.
Esta es, a grandes rasgos, la sustancia argumental de Río Escondido, objeto de una restauración integral como parte de un proyecto más amplio impulsado por la Cineteca Nacional y Arte & Cultura Grupo Salinas. En entrevista realizada ex profeso habla Edgar Torres, Subdirector de Preservación de Acervos y encargado del Laboratorio de Restauración Digital de la Cineteca Nacional. 1
ET: El trabajo que se ha hecho sobre Río Escondido forma parte del proyecto continuo de restauración de cine mexicano emprendido desde la llegada del doctor Alejandro Pelayo a la dirección de la Cineteca Nacional. De hecho, un poco antes se había elaborado, con el consejo de algunos especialistas en la materia, una lista de cintas mexicanas importantes y susceptibles de ser restauradas, y en esa lista se incluían títulos de todas las décadas transcurridas desde los inicios del cine hasta el año 2000. Esa lista contenía originalmente un centenar de películas, y a la llegada del doctor Pelayo se fue enriqueciendo hasta rebasar los trescientos títulos. Y, obviamente, Río Escondido está en esa lista como un hito importante del cine mexicano. En una primera fase del proyecto, en el laboratorio hemos digitalizado 134 largometrajes, que incluyen 102 filmes de esa lista, y de ellos hemos restaurado ya 27 títulos.