14
Música y ópera

Treno a Mario el Magnífico

Sergio Vela, director de Arte & Cultura Grupo Salinas, pronuncia una oración fúnebre dedicada a Mario Lavista (1943-2021), elogiando su inmenso corpus creativo, su lúcido y sensible pensamiento sobre la música y la luz que brindó a tantos de sus discípulos. “Mario danzará (huelga decir cuánto amó la danza) en el cielo a partir de hoy”.

Este panegírico fue leído en la ceremonia solemne de cuerpo presente en homenaje al gran músico en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México el jueves 4 de noviembre de 2021.


Por Sergio Vela

¿Qué se hizieron las llamas

de los fuegos encendidos

d’amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

Jorge Manrique, Coplas por la muerte de su padre

La condolencia –la participación en el pesar ajeno– es uno de los más acabados signos de la vida civilizada, y es también un inequívoco gesto de amor entre las personas. Agradezco de todo corazón a mi queridísima Claudia Lavista por haber pensado en mí para pronunciar unas cuantas palabras en este homenaje luctuoso a nuestro imprescindible Mario, cuya vida iluminó a tantos, que sumamos legión quienes nos dolemos por su partida.

Mario Lavista. Cortesía de El Colegio Nacional.

Pronuncio estas palabras en el recinto en que conocí a Mario, cuando yo era apenas un adolescente. La recurrencia de nuestros encuentros y la generosidad de Mario con todo mundo –y con los jóvenes en especial– propició un diálogo que paulatinamente fue cada vez más hondo y que jamás se interrumpió. La amistad de Mario me enriqueció durante décadas, y mi deuda de gratitud a su memoria durará toda mi vida.

En febrero de 1883, tras recibir la noticia de la muerte de Richard Wagner en Venecia, su exacto coetáneo e involuntario rival, Giuseppe Verdi, escribió un elocuente y generoso billete a Giulio Ricordi, su editor, que parafraseo ahora:

Triste! Triste! Triste! Lavista [Wagner] è morto! Leggendone ieri il dispaccio, ne fui, sto per dire, atterrito! Non discutiamo. È una grande individualità che sparisce, un nome che lascia un’impronta potentissima nella storia dell’arte! (“¡Triste! ¡Triste! ¡Triste! ¡Lavista [Wagner] ha muerto! ¡Leyendo ayer la noticia, quedé, por así decirlo, horrorizado! ¡No hablemos del tema! ¡Ha desaparecido una gran individualidad! ¡Un nombre que deja una impronta potentísima en la historia del arte!”)

Mario Lavista en su estudio. Cortesía de El Colegio Nacional.

 

 ‘¡Muy bien hecho, m’hijito! ¡Bienvenido!’, le habrá dicho Chávez a su más aventajado discípulo y, en buena medida, su heredero.

Esta paráfrasis no es descabellada, ni mucho menos impertinente: Borges, en su maravilloso prólogo a El hacedor, nos enseña que “mañana […] se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos […]”, de tal suerte que bien podemos figurarnos al viejo Verdi, a quien tanto quiso Mario, escribiendo unas cuantas líneas de pésame por su muerte. Igualmente, esta mañana vino a mi imaginación el recuerdo de las preciosas siluetas dibujadas por el ingenioso Otto Böhler: en una de ellas podemos ver a lo más granado de los principales compositores danzando febrilmente en el cielo, mientras Johann Strauss junior toca el violín y dirige la orquesta angelical. Mario danzará (huelga decir cuánto amó la danza) en el cielo a partir de hoy. También me he figurado la alteración de otra de las preciosas siluetas de Böhler –aquella en que Bruckner es recibido en el cielo–, y vislumbro a Mario saludado por sus pares, y primeramente por Guillaume de Machaut, Wolfgang Amadeus Mozart, Claude Debussy, Igor Stravinsky y, claro, Carlos Chávez. “¡Muy bien hecho, m’hijito! ¡Bienvenido!”, le habrá dicho Chávez a su más aventajado discípulo y, en buena medida, su heredero. Qué duda cabe que Mario llevó consigo la lira de Orfeo, como aconsejaba su maestro.

Ciertamente, la memoria de Carlos Chávez y la constante gratitud a su legado fue un punto de encuentro entre nosotros: yo mismo estudié la técnica de la composición durante más de un lustro con Humberto Hernández Medrano –notable discípulo de Chávez en la generación que precedió a la de Mario– y además, compartimos la amistad con otro gran músico formado en el mismo Taller de Composición: el inolvidable Eduardo Mata. Nuestra devota afinidad a la raigambre artística compartida nos llevó a participar, al lado de otros queridos amigos –Leonora Saavedra, Luisa Vilar, Ricardo Miranda y Roberto Kolb, entre ellos–, en el programa académico del Festival de Bard de 2015, dedicado enteramente a Chávez.

 

La nobleza de espíritu de Mario impregnaba su entorno y, como querría Heidegger, se encendía, iluminaba y brotaba por todas partes.

El corpus creativo de Mario Lavista es un hecho capital de la cultura musical del mundo en el transcurso del último tercio del siglo XX y la primera parte de este XXI. La huella de su catálogo, marcado siempre por la poiesis –el esmerado tránsito del no-ser al ser– es incuestionable. También lo es la notable nómina de discípulos, pues Mario siguió el ejemplo de Chávez (auténtica figura paterna) y dedicó amorosamente buena parte de su tiempo a enseñar lo mucho que sabía. Esa labor, la transmisión, elogiada magistralmente por George Steiner, es una genuina apuesta a la supervivencia de lo bueno, lo verdadero y lo bello. No es extraño que entre la mayoría de los compositores que aprendieron de Mario Lavista prevalezcan la amistad, el respeto mutuo y un sentido de pertenencia a una familia extendida. La nobleza de espíritu de Mario impregnaba su entorno y, como querría Heidegger, se encendía, iluminaba y brotaba por todas partes.

Sergio Vela, Mario Lavista, Luisa Vilar y Ricardo Miranda en el Festival de Bard (Nueva York), dedicado a Carlos Chávez, verano de 2015. Archivo personal de Sergio Vela.

Mario era un hombre de su casa. Su casa fue el valle del Anáhuac tanto como el Conservatorio Nacional de Música y El Colegio Nacional. En casa de su tío, el gran Raúl Lavista, comenzó su aprendizaje; en casa de su mentor, el Taller de Composición de Carlos Chávez en el Conservatorio, aprendió el oficio. En esta casa nuestra, que tanto requiere de restauración y concordia, México, alcanzó la maestría y mereció todos y cada uno de los laureles que lo coronaron. Si bien fue un cosmopolita, Mario estaba profundamente ligado a su patria. Y si Homero enseña en el canto XV de La Odisea que “no hay peor mal para los mortales que andar errantes”, hay que decir con toda claridad que en los últimos tiempos, ciertamente desquiciantes, el amor materno de María Luisa, así como el filial de Claudia y Elisa, le hicieron llevaderos los embates de la aflicción, y el amor familiar fue su última casa. Y, por supuesto, aun transido de dolor, jamás perdió su discreción, su elegancia y su buen gusto. Noblesse oblige.

Una sonrisa mística. Mario Lavista en la conferencia sobre la música, en el ciclo Poesía y Melomanía, Café-bar Las Hormigas, Casa del Poeta Ramón López Velarde, Ciudad de México, 2017. Fotografía de Pascual Borzelli.

Entre los amores cultivados por Mario, que deben ser salvados urgente y enérgicamente del naufragio, están Ediciones Mexicanas de Música y Pauta. Un binomio que, junto con su labor creativa y docente, merece la mayor atención.

Como muestra de su exquisita sensibilidad y de su afilada inteligencia, reproduzco ahora unas cuantas sentencias de Mario Lavista en torno al arte musical:

La música es una sustancia formada de sonidos y de tiempo que encierra una verdad que no puede ser dicha: solamente puede ser escuchada.En la música, la forma es el fondo y el fondo es la forma; el qué es el cómo y el cómo es el qué. El continente y el contenido se confunden, ya que lo que dice la música lo expresa únicamente en sus propios términos, es decir, en términos de sonido.Las grandes renovaciones que ha tenido la música, y el arte en general, siempre se refieren a cuestiones de índole formal, no de contenido. El hombre no ha inventado nuevos sentimientos: seguimos hablando de lo mismo.

No deja de sorprender que este arte tan abstracto –quizá el más abstracto, pues maneja una sustancia que no se huele, que no se toca, que no se ve– sea capaz de llegar a las capas más profundas del hombre, de hablarle directamente al espíritu, al alma, a lo más íntimo que posee. No hay defensa posible contra la música.

Cada obra musical es una página en el diario del compositor: es un relato narrado con sonidos, que vuelve innecesaria la palabra.

La raíz griega de “entusiasmo” (enthousiasmós) significa propiamente “inspiración o posesión divina”. Mario llevaba a los dioses bienhechores en el alma, y todos los que lo quisimos (o mejor dicho: todos los que lo queremos) podemos dar fe de sus virtudes. Fue prudente, templado, justo, generoso, compasivo, agradecido, sencillo, tolerante y derrochaba su agudo sentido del humor.

 

Las palabras del sabio Ernesto de la Peña son idóneas para hablar de ti: la inmortalidad artística es la sombra póstuma de los grandes.

Ruego a ustedes que me permitan referirme, a título personal, a mi enorme duelo, y en estas últimas líneas dejaré de utilizar la tercera persona del singular para decirte, Mario querido, queridísimo, cuánto te echaré de menos. ¿Con quién jugaré puerilmente a las más absurdas bravatas de rijosos para estallar en carcajadas de ambos, y luego fundirnos en un abrazo enorme? ¿Qué decirle a Isolda y Julia, mis hijas que tanto, tanto te quisieron, y que se disputaban tenazmente tu predilección? ¿Cómo retomar el hilo de la conversación, discutiendo sobre obras musicales específicas, o sobre arte y literatura? ¿Llegarás a aceptar que La fanciulla del West es la más acabada partitura de Puccini? ¡Y cómo nos reímos cuando, estando ambos con Luciano Berio, tradujiste una larga, larguísima perorata suya, y con total desfachatez (porque ya teníamos hambre) zanjaste así la cuestión: “Dice Berio que no”! Por supuesto, nadie, nunca, te podrá sustituir en nuestra mesa de póquer. Con todo, busco alivio para la congoja en las palabras del sabio Ernesto de la Peña que son idóneas para hablar de ti: la inmortalidad artística es la sombra póstuma de los grandes.

Ya concluyo, doy a Mario las gracias por tanto, y vuelvo al poeta:

Non tengamos tiempo ya

en esta vida mesquina

por tal modo,

que mi voluntad está

conforme con la divina

para todo;

e consiento en mi morir

con voluntad plazentera,

clara e pura,

que querer hombre vivir

cuando Dios quiere que muera,

es locura.

Reciban ustedes mis sinceras y acongojadas condolencias. Mario Lavista ha entregado ya su moneda a Caronte, ha cruzado la Laguna Estigia y ya llega, órfico, a los Campos Elíseos. En el cielo hay una gran celebración musical de bienvenida. Ahora, Mario descansa en paz; por doquier, brilla para él la luz perpetua, porque –en palabras de Tucídides– la tierra entera es tumba para los hombres ilustres. Tomaremos por turnos su lira y diremos por último que

“… aunque la vida perdió, dexónos harto consuelo su memoria”.

Féretro de Mario Lavista en el homenaje luctuoso en el Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, 4 de noviembre de 2021. Fotografía de Pascual Borzelli.


Continúa leyendo esta edición de Liber

Historia

Elogio a un maestro: Alfredo López Austin (1936-2021)

José Rubén Romero rinde un sentido homenaje al recientemente fallecido historiador de la cultura mesoamericana y ...

Por José Rubén Romero Galván

Te podría interesar

Sólo la muerte pudo hacer que Bruckner dejara de dudar

Para conmemorar los doscientos años del nacimiento de Anton Bruckner (1824-1896), el escritor y melómano Hugo Roc...

Por Hugo Roca Joglar

Elogio a un maestro: Alfredo López Austin (1936-2021)

José Rubén Romero rinde un sentido homenaje al recientemente fallecido historiador de la cultura mesoamericana y ...

Por José Rubén Romero Galván

El siempre feliz Darius Milhaud. Retrato en cinco miniaturas

El 22 de junio de este 2024 se cumplieron 50 años de la muerte de Darius Milhaud (1892-1974). Recordamos la singularidad...

Por Mariana Hijar Guevara

Mexico sin acento: Anita Brenner

La ensayista y periodista Dolores Garnica recuerda la inspiradora figura de Anita Brenner a la luz del recién acontecido...

Sergio Pitol: la novela de la vida

El poeta y ensayista José Homero, coeditor de nuestra revista Liber, realizó una deleitable entrevista al escrito...

Por José Homero

GERMÁN VALDÉS, TIN TAN: UNA SEMBLANZA A 70 AÑOS DE EL REY DEL BARRIO

El escritor y crítico cinematográfico Rafael Aviña traza un recorrido por la vida de uno de los iconos m&a...

Por Rafael Aviña

Guillaume de Machaut, “un dios mundano de la armonía”

Este interesante ensayo de Fernando Álvarez del Castillo nos lleva, con minucia histórica, al siglo XIV en Franci...

Por Fernando Álvarez del Castillo

Eduardo Lizalde, traductor

Si la traducción es una “bella infidelidad” o “una baja traición”, Eduardo Lizalde busc&o...

Por Marco Antonio Campos

Eduardo Lizalde en sus 90

¿Por qué el tigre es el símbolo de identidad poética de Eduardo Lizalde? ¿Cómo es la ...

Por Adolfo Castañón