* Fragmentos de “En busca del tiempo perdido: del mosaico y la pedacería a la catedral”, incluido en mi libro Cuadros color de tiempo. Ensayos sobre Marcel Proust, UNAM / Bonilla Artigas, 2019, pp. 23-46. Portada: Corredor y quiosco frente al Gran Hotel de Cabourg, tarjeta postal, alrededor de 1910.
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Literatura

En busca del tiempo perdido. Una arquitectura en el tiempo

Conmemoramos el centenario luctuoso de Marcel Proust (1871-1922) con este ensayo de una de sus más grandes estudiosas en México, Luz Aurora Pimentel. La profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM analiza la dimensión arquitectónica y temporal de En busca del tiempo perdido, su totalidad incompleta, las múltiples maneras de perder el tiempo y de recobrarlo. “Sus hermosos libros, poderosos ángeles de la resurrección con las alas desplegadas, siguen velando a Marcel Proust quien pervive, transfigurado, en sus lectores”.


Por Luz Aurora Pimentel Anduiza

 

Cuentan que un tal Humboldt, director de la editorial francesa Ollendorff, rechazó el manuscrito de Por el camino de Swann con el alegato de que él no podía entender que “un cuate necesitara treinta páginas para describir cómo cada noche se revuelve en la cama antes de poderse dormir”; por su parte, el dictamen emitido por la Nouvelle Revue Française, si bien más serio y formal, no resultó ser menos tajante: “Imposible publicar un texto tan largo y tan diferente de lo que el público está acostumbrado a leer”.

Tan largo y tan diferente de lo que el público está acostumbrado a leer: he ahí la clave. Desde antes de abrir el libro (¿los libros?), Proust nos enfrenta a un problema de lectura: ¿cómo leerlo?, ¿por dónde abordarlo?, ¿se trata acaso de otra gran Comedia humana, a la Balzac, siete “novelas” por las que circulan libremente los más variados personajes, y, por lo tanto, podría uno empezar a leer cualquiera de ellas?

Una vez comenzada la lectura, el lector procederá, entusiasmado o hastiado, por el camino de la ambivalencia y la indecisión: ¿se tratará de una novela con larguísimas digresiones ensayísticas?, o bien, ¿será este un interminable ensayo filosófico, psicológico y sociológico con ilustraciones narrativas? ¿A quién habríamos de situar en el horizonte de nuestras expectativas de lectura, a Balzac y a Flaubert, al Duque de Saint-Simon y a Montaigne, o incluso al Rousseau de las Confesiones? ¿O tal vez a todos? ¿Por qué a veces tenemos la sensación de que pasa mucho tiempo sin que “pase” nada en esta monumental “novela”? Y no sabemos qué hacer con tantas y tan largas descripciones, considerando que el lector de novelas está más o menos acostumbrado a leerlas rápidamente, incluso a saltárselas, para poder seguir, precipitadamente, por la pendiente de la acción en la que se ha ido involucrando; considerando, asimismo, que se trata de un mundo de seres, objetos y paisajes, frente a los cuales estamos obligados a detenernos, a sumergirnos en ellos hasta que se dé el milagro de la revelación, no sólo del otro sino de nosotros mismos. Y es que, tal y como nos lo advierte el narrador en El tiempo recobrado, en realidad cada lector es, al leer, lector de sí mismo: “Pues no serían, según yo mis lectores, sino los propios lectores de sí mismos”.

¿No será entonces un gran libro de poemas en prosa?, ¿un espejo, incluso una suerte de “autorretrato del lector en espejo convexo”–para deformar, parafraseándolos, a John Ashbery y al Parmigianino mismo?

Los siete libros no son independientes entre sí, ni se pueden leer como “novelas” autónomas; se trata de una sola concepción novelística, unificada no sólo por la sensibilidad del “buscador”, sino por el gran cronista de la sociedad francesa de su tiempo.

Así pues, estamos frente a una suerte de “espejeo” genérico. Algunos rasgos, como el de la búsqueda de la vocación, nos sugieren la novela de formación (Bildungsroman), cuyos grandes paradigmas son, desde luego, Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe, y el Retrato del artista adolescente de Joyce. En Proust, sin embargo, esta línea narrativa es intermitente, constantemente interrumpida por la gran proyección de una crítica social aguda. Por otra parte, durante mucho tiempo se consideró esta obra como un roman-fleuve (novelón), debido a su extensión desmesurada: siete libros. No obstante, lo que define al roman-fleuve no es solamente la extensión, sino que la serie de novelas constituya la saga de una familia o de una comunidad; novelas que, en su conjunto, propongan una cierta visión de la sociedad de una época dada, pero cada novela de un roman-fleuve tiene su autonomía y puede ser leída con independencia de las demás. Nada más lejos de En busca del tiempo perdido. Los siete libros no son independientes entre sí, ni se pueden leer como “novelas” autónomas; se trata de una solaconcepción novelística, unificada no sólo por la sensibilidad del “buscador”, sino por el gran cronista de la sociedad francesa de su tiempo. Se trata pues de una monumental obra “tornasolada”, que no se puede fijar en género, escuela o corriente alguna; obra literalmente única.

A la recherche du temps perdu de Marcel Proust, serie completa de las primeras ediciones, en trece tomos, 1913-1927, Grasset & N R F , París. Fuente: Edition-Originale (sitio web).

 

Empero, en la indefinición genérica de esta gran obra se lee, como en un palimpsesto, la ambición megalómana de construir un mundo que lo contenga todo; se percibe, además, una indecisión de escritura, una fragmentariedad y una heterogeneidad que aspiran, no sólo a lo contradictorio, sino a lo imposible: una totalidad incompleta. Como diría Proust, “¡Cuántas catedrales quedan inconclusas!”.

En busca del tiempo perdido es entonces un abigarrado universo que se extiende y complica a lo largo de siete libros, lo cual la hace una de las más extensas, si no es que la más extensa, del repertorio narrativo occidental. La monumental obra narra, entre muchas otras cosas, la historia de la búsqueda y del descubrimiento de una vocación; aunque ya desde la primera palabra del título –recherche– se opera una bifurcación de sentido pues el término francés significa, a un tiempo, búsqueda e investigación.

Muchas son las pérdidas de tiempo en el tiempo y por el tiempo. El tiempo recobrado para Proust no es una metáfora, es una realidad palpable, incluso “paladeable”.

En tanto que búsqueda, la obra de Proust da cuenta –como lo hace el Bildungsroman, y, específicamente, el Künstlerroman– de la gradual evolución del artista, desde su niñez hasta su encuentro con la vocación, encuentro figurado como una compleja recuperación del tiempo, aunque, como lo hemos visto, de una manera tan fragmentaria e intermitente que no se le podría afiliar a este género tradicional. Mas en Proust, el mismo “tiempo perdido” es polivalente.