Portada: Javier Camarena, enero de 2020, fotografía de Gemma Escribano. Cortesía de Javier Camarena (sitio web).
Juan Arturo Brennan (JB): Javier, es un lugar común que los grandes artistas, ya que lo son, en algún momento u otro digan “yo siempre soñé con esto; desde niño supe que iba a llegar aquí”.
Javier Camarena (JC): La verdad es que la música llegó a mí desde que nací. Siempre tuve una fascinación por este arte en todas sus expresiones, y en lo que cabía en el ámbito familiar, siempre fue algo que me gustó. Jamás pensé, ni en mi primera infancia ni siendo adolescente, en tomar el rumbo de la música como carrera, y mucho menos el de la ópera porque no era un género que se escuchara frecuentemente en casa.
JB: Se sabe a veces de manera muy pública, a veces un poco privadamente, que los artistas –ya sean cantantes o de otro ámbito– suelen tener pasiones ocultas. Dedican el 97% de su tiempo a su meta, a su oficio, pero tienen algunas aficiones, gustos, en lugares, en cosas totalmente apartadas. En tu caso, ¿tienes alguna pasión secreta o no tanto en la cocina?
JC: Me encanta cocinar; me encanta improvisar con lo que haya a mano en el refrigerador, pero, obviamente, me fascina la cocina mexicana.
JB: Y cuando cocinan los demás, ¿por dónde están tus preferencias?
JC: Me encanta la cocina japonesa. Me encanta, me encanta, me encanta. Y la comida italiana también.
JB: Han sido tiempos difíciles este par de años y pico. ¿Cómo percibes los cambios posibles en el ámbito específico del hacer, difundir y asistir a la ópera?
JC: Sin lugar a dudas, esta situación de la pandemia ha venido a sacudir nuestra realidad, y todo lo que corresponde a la producción operística y de espectáculos. Creo que nos hemos concientizado mucho y se han aprovechado mucho más las herramientas digitales, el Internet. Vaya, desde antes de la pandemia, grandes teatros, salas de concierto, orquestas ya hacían esta difusión a través de sus redes, a través del Internet para el mundo entero. A lo que yo vuelvo, y lo que he dicho desde antes de la pandemia, es que estos momentos de comunión musical que se viven en las salas de conciertos, en los teatros de ópera, es prácticamente imposible que uno los pueda vivir y sentir a través de una pantalla de la misma manera que estando presencialmente en estos lugares. Entonces, si bien hay mucha gente que prefiere ver una ópera en la comodidad de su sofá, con un refresco y sus palomitas, no se compara esa experiencia –ni jamás se podrá equiparar– con estar en un teatro, en una sala, recibiendo todas las vibraciones armónicas de la orquesta, compartiendo este colectivo emocional de presenciar el acontecimiento musical. Desde la llegada a una sala, a un teatro…, ese ambiente es mágico. Entonces, yo creo que la gente, conforme vaya retomando confianza, nos acompañará nuevamente en las salas de concierto y en los teatros.
Los momentos de comunión musical que se viven en las salas de conciertos, en los teatros de ópera, es prácticamente imposible que uno los pueda vivir y sentir a través de una pantalla de la misma manera que estando presencialmente en estos lugares.
JB: Y de eso se sigue algo bastante espinoso. Corrígeme si me equivoco. Ustedes, los artistas, los que están metidos hasta acá en la ópera, estoy seguro de que tienen como parte de su vocación el hacer llegar este bicho escénico musical tan extraño, tan fascinante que es la ópera, a las generaciones nuevas porque básicamente es un gusto aprendido y de generaciones mayores, por decirlo así. ¿Cómo hacer para que las generaciones que viven pegadas a sus pantallas de todo tipo, dejen la pantalla debajo de su trasero y vayan al teatro?, ¿es un mecanismo de convocatoria?
Las generaciones actuales están acostumbradas a la inmediatez; si no los amarras en los primeros diez segundos de tu publicidad, ya no los tienes. Entonces, se trata de buscar mensajes asertivos y directos para los jóvenes, y luego, darles facilidades para acercarse.
Entre las cosas de que más adolece nuestro sector, ya no solamente hablando del arte lírico, sino del sector cultural en general, siempre lo han sido la promoción, la publicidad, el ser asertivos, y además, tratar de una manera mucho más amable, mucho más terrenal, el espectáculo que se ofrece en los diferentes teatros, sea un concierto de Mozart, sea una sinfonía de Beethoven, sea una ópera, todo esto se puede tratar de una manera atractiva para los jóvenes. Porque nosotros, todavía en mi generación, estábamos acostumbrados a ver la televisión y esperábamos la serie cada semana; cada capítulo se esperaba durante toda una semana, y si quedaba muy emocionante ese capítulo, tenías que esperar para retomar la historia. O sea, teníamos un cierto tiempo de ese programa, pero se intercalaban los anuncios comerciales, a los que prestábamos atención en mayor o menor grado. Las generaciones actuales están acostumbradas a la inmediatez; si no los amarras en los primeros diez segundos de tu publicidad, ya no los tienes. Entonces, se trata de buscar mensajes asertivos y directos para los jóvenes, que puedan atraparlos y darles ganas de acudir a las salas de concierto. Esto por una parte, y luego, darles facilidades para acercarse. Por ejemplo, en el teatro Real de Madrid a determinada hora, antes de que empiece una función, los boletos que no se han vendido se ofrecen a un precio especial para menores de 30 años. Porque, bueno, ¡la cartera también es importante para esos tiempos de estudiambre! Estas dos serían buenas iniciativas para tratar de conquistar a las nuevas generaciones.
JB: En general, los grandes músicos tienen una carrera que se puede dividir de una manera muy sencilla, sin demasiados detalles; se puede compartimentar, es decir, “inicié aquí con tal maestro, después fui acá, después acá, mis estudios acá”. Descríbenos, brevemente, cómo tu trayecto; básicamente en qué instituciones te preparaste y estudiaste.
JC: Inicié mis estudios en la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana con la maestra Cecilia Perfecto, quien, después de algún tiempo, me impulsó a dejar mi ciudad y buscar el desarrollo de mi voz y de mi técnica vocal, por lo cual me fui a Guanajuato. Empecé a estudiar en la Escuela de Música de la Universidad de Guanajuato, de la que me gradué, y donde tuve tres maestros fundamentales: primero, Juan Hugo Barreiro; después, Eugenia Sutti y Edith Contreras. Posteriormente, ya terminada la licenciatura en Música, ingresé al Estudio de Ópera de Zúrich, donde trabajé por un par de años con el maestro Francisco Araiza.
JB: ¿Qué hay para los conocedores y amantes de los puntos finos de la ópera? Cada tesitura de voz tiene su definición particular y después hay un montón de subcategorías. En general, ¿cómo definen tu voz?
JC: Tenor lírico ligero.
JB: La otra pregunta: ¿ha cambiado esa definición desde que inició tu carrera hasta este momento o siempre ha estado ahí?
JC: La parte lírica empieza a ganar un poco de terreno, pero definitivamente el color de mi voz sigue siendo de tenor lírico ligero. También influye un poco la parte orgánica, la parte anatómica, porque las sensaciones, conforme va pasando el tiempo, van cambiando un poco. Entonces, igual uno va percibiendo la voz, el color de la voz, la forma de la emisión, tal vez un poco distinta; pero sí, creo que aún estoy dentro de esa categoría de tenor lírico ligero.
JB: Hagamos un poquito de futurismo. ¿Prevés o supones o intuyes que con el paso del tiempo va a cambiar esa definición –que implicará no solamente un cambio de esa clasificación, que tiene sus límites muy amplios–, o cambiará el repertorio también?
JC: En un futuro próximo, en los próximos tres, cuatro años, estaré abordando papeles del repertorio francés. Viene ya un Des Grieux, en Manon de Massenet. Viene Roméo de Roméo et Juliette de Gounod. También está programado a futuro un Faust de Gounod. Mi repertorio se está encaminando un poco hacia esa área, sin dejar de lado el bel canto, que realmente es donde estoy siempre muy cómodo, y ya tengo en repertorio varios papeles en este estilo, pero un poco más líricos. Así que estaré haciendo más Lucia di Lammermoor, seguiré cantando el papel de Arturo en I Puritani, que me encanta. Entre otros, el que ya se va haciendo un poquito de lado es Rossini, pero igual pienso conservar un par de títulos suyos.
JB: ¿Y de casualidad, hay algo por ahí adentro que apunte a un deseo subterráneo de llegar alguna vez a probar el género wagneriano?
JC: No, gracias, no, gracias (risa).
JB: ¿Héroes pasados y presentes de tu panteón de tenores, como ejemplos, como modelos, como los admirados?
JC: Entre los tenores que yo admiro, del pasado y del presente, podría nombrar tres fundamentales: Fritz Wunderlich, Luciano Pavarotti y Alfredo Kraus. Estos dos últimos, obviamente, mucho más como referencia de repertorio; uno me gusta por el corazón y el alma, el otro por el cerebro. Entonces, creo que se hace una muy buena combinación estudiando a ambos.
Y, por otra parte, a nuestros tenores mexicanos: a Ramón Vargas, a Francisco Araiza, a Rolando Villazón, a Arturo Chacón; a todos estos grandes cantantes, artistas mexicanos, quienes han recorrido este camino que, por experiencia, yo sé ahora lo difícil que puede ser, los admiro profundamente por todo lo que han conseguido.
JB: ¿Un tenor –en tu caso particular– ama un rol, ama cierto rol por la música que representa, y ama cierto otro rol por el drama? ¿Esto ocurre en general, o un tenor se enamora de un rol porque tiene lo suficiente de las dos? ¿O hay veces que está medio cojo de uno, pero superlativo en otro? ¿Cómo es este enamorarse de un rol?
Me encanta Edgardo, de Lucia di Lammermoor. El Príncipe Ramiro de la Cenerentola de Rossini, por temperamento y porque, a pesar de ser una ópera bufa, ofrece también diferentes matices dentro de la escena. Me gusta mucho Nadir, de Los pescadores de perlas, de Bizet; Almaviva, del Barbero de Sevilla de Rossini.
JC: Creo que, para el caso particular de un tenor, el enamorarse de un rol viene más por la comodidad de cantarlo (risa) que por cualquier otra cosa. Pero sí, por supuesto que hay esta parte del gusto musical, del aspecto dramático que puede ofrecer el personaje en términos escénicos. A mí me encanta Edgardo, de Lucia di Lammermoor. Me encanta el Príncipe Ramiro de la Cenerentola de Rossini, por temperamento y porque, a pesar de ser una ópera bufa, ofrece también diferentes matices dentro de la escena. Me gusta mucho Nadir, de Los pescadores de perlas, de Bizet. Me encanta Almaviva, del Barbero de Sevilla de Rossini. Sin embargo, llegó un punto en el que lo canté tanto y tan seguido que de verdad terminé muy cansado de esa ópera en general y del personaje. Pero, ya después de cinco años que no la he cantado, sí, de repente la extraño un poco.
JB: Salgamos un momento del territorio espinoso de la ópera. Fuera de la ópera, ¿qué es lo que te apasiona cantar?
JC: Los boleros me encantan, me fascinan; me enamoran los boleros, y tal suerte tenemos de ser mexicanos que hemos tenido grandes compositores de boleros, autores de canciones que se han vuelto internacionales y que se aprecian por generaciones.
JB: Javier, está por un lado, todo ese repertorio operístico del que nos hablaste, los boleros –que son tu otra pasión–, en medio, en la parte de otro tipo de canción del concierto, a mitad del camino, ¿qué te apasiona por ahí?, ¿qué te gusta?, ¿zarzuela, opereta?
JC: Me apasiona, me gusta mucho la zarzuela. Prácticamente todo lo que mencionaste: la canción, el lied –la canción alemana–, la canción francesa. Y la zarzuela, no sé, yo creo que la cercanía que tiene la zarzuela con la ópera me ha animado a cantar mucho más este género. De hecho, hice un concierto dedicado completito a la zarzuela, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Pero para el lied, para la chanson francesa, sí creo que hay que tener una preparación especial. Hay que conocer bien el estilo, conocer bien el género para interpretarlo bien. Ahora, desgraciadamente, con todo el quehacer que tengo dentro del ámbito operístico, me resulta complicado encontrar espacios donde poder prepararme bien. En ese sentido, me encantaría hacer el Dichterliebe de Schumann; todos los tenores lo cantan, pero como también soy tenor, ¡también quisiera cantarlo! Y La bella molinera de Schubert, por ejemplo, las canciones de Hugo Wolf… hay mucho que me encantaría cantar, pero pues necesitaría buscar realmente el tiempo para prepararlo y hacerlo de la mejor manera posible.
El haber sido distinguido por The International Opera Awards como Cantante masculino del año significa para mí una responsabilidad muy grande porque las expectativas respecto a mi trabajo, a mi quehacer en el canto, crecen exponencialmente.
JB: Es una carrera donde hay diplomas, medallas, premios, honores, reconocimientos… Respecto a uno de los recientes, si no es que el más reciente, ¿qué significado tiene el haber recibido el International Opera Award como Cantante masculino del año 2021?
JC: El haber sido distinguido por The International Opera Awards como Cantante masculino del año significa para mí una responsabilidad muy grande porque las expectativas respecto a mi trabajo, a mi quehacer en el canto, crecen exponencialmente. Y esto, a veces trae consigo esta errada visión del público de que eres una máquina de hacer música, y se olvidan un poco de la parte humana. El cargar con esa responsabilidad de estar siempre en la mejor condición puede ser a veces bastante apabullante. Entonces, hay que encontrar ese balance. Para mí, no es así como dormirme en los laureles y decir: Ya soy el cantante non plus ultra y puedo hacer lo que me dé la gana. ¡No! Para mí, al contrario, implica mucha más responsabilidad, sin que por ello me olvide, como ya lo mencionaba, de que soy un ser humano, que igual puedo equivocarme, tener mis fallas incluso en el escenario, por más que me prepare; todos estamos expuestos a ello. Esa es la magia del espectáculo en vivo. Pero lo disfruto, me encanta y lo vivo con esa seriedad y responsabilidad.
JB: Hasta hace relativamente poco sólo había rockstars en el rock. Ahora tenemos rockstars en el mundo de la música clásica y se debe fundamentalmente a las redes sociales. Descríbenos brevemente cómo es tu actividad de contacto con la gente, con tu ámbito, a través de las redes sociales.
Mi relación con las redes sociales cambió muchísimo con la pandemia. Antes yo estaba muy activo en las redes. Cuando empezó, llegó para mí un tiempo del que no gozaba normalmente; un tiempo que me permitía estar con mi familia. Entonces fue romper con todo.
JC: Fíjate que mi relación con las redes sociales cambió muchísimo con la pandemia. Antes de la pandemia, yo estaba muy, muy activo en redes sociales, ya sea compartiendo ensayos, compartiendo, cuando estaba estudiando algún rol, las cosas y anotaciones que creía importantes. Compartía mucho, mucho, en redes sociales: hacía videos en directo, platicaba con la gente que se conectaba conmigo… Cuando empezó la pandemia, llegó para mí un tiempo del que no gozaba normalmente; un tiempo que me permitía estar con mi familia, con mi esposa, con mis hijos, en mi casa. Entonces fue romper con todo. Realmente rompí con todo. Me desaparecí de las redes sociales. Me desaparecí de todo porque, al final de cuentas, las redes sociales son un mundo virtual, y a mí lo que me importaba en ese momento era el mundo real, que era mi familia, y vivir mi vida con la gente que más me importa en este mundo. Después, cuando se fueron restableciendo las cosas, me ha sido un poco complicado reconectar con esa actividad. Pero es cierto, las redes sociales te permiten una presencia internacional directa, fácil, gratis, con toda la gente que te sigue. Y es algo que todavía valoro mucho, que aprecio muchísimo, pero ya no estoy tan presente o tan comprometido, digamos. Lo que he visto es que, a partir de la pandemia, muchos colegas empezaron a tomar las redes sociales como una forma de comunicación con el público y de darse a conocer. Y eso también me dio mucho gusto.
JB: No sabemos si esto ha terminado o está en un intermedio, no tenemos ni la más pálida idea, pero hablaste de que se está retomando la actividad. Desde el punto de vista de un infiltrado, ¿percibes que el ámbito del mundo operístico global se va a recuperar a niveles anteriores? ¿Va a haber un auge mayor justamente por esta ansia de aprovechar el tiempo, o va a regresar a nuestras vidas un mundo operístico disminuido?
JC: No, para nada. No creo que el mundo operístico disminuya en ningún ámbito, de ninguna manera, en su oferta, en su producción, en su voluntad de seguir trabajando como industria para el público que disfruta la ópera. Toda la gente que conozco: colegas cantantes, coristas, administradores de teatros, directores de escena, directores musicales; todos estamos con este deseo de retomar ya nuestra carrera, que es gran parte de nuestra vida. Y es sobre todo compartirnos a través del escenario con toda la gente. Es algo por lo que muchos de mis colegas están ansiosos por reiniciar sus actividades. Sin duda, en el desempeño de todos, creo que habrá un plus por la emoción. Ya en gran parte del mundo se han retomado actividades; poco a poco se han ido haciendo más abiertas las producciones, la forma de trabajar, que al inicio era con cubrebocas para todos. En Zúrich, por ejemplo, tenían la orquesta en un lugar, el coro estaba en otro y se conectaban mediante transmisión; entonces, lo que escuchaban los cantantes, era la música en amplificadores de sonido, y con eso cantaban. Ahora ya no, ya tenemos la orquesta, ya tenemos al coro. Estamos muy ávidos, muy deseosos de reencontrarnos, en los teatros, en las salas de conciertos, y estamos a la espera de que el público tenga esta misma ansia y esta misma necesidad de acompañarnos.
JB: Finalmente, Javier, lo hemos mencionado tangencialmente y a pedacitos, pero centrémoslo en esta última cuestión. Desde antes de la pandemia, ya había habido un boom en la distribución y divulgación de la ópera. Aprovechando las transmisiones en los medios, muchas casas de ópera ya tienen sus obras con espléndidas producciones en vivo, que se encuentran en un archivo estilo pago por evento, etcétera. ¿Cómo ves tú que ha cambiado esto? Es decir, evidentemente hay un acceso mayor. ¿Cómo se percibe la irrupción de un público? ¿Ha aumentado notablemente la cantidad y variedad generacional y de los estratos sociales, que ahora, al menos, pueden ver una muy buena transmisión o retransmisión de ópera?
JC: Creo que el público mayor que gusta de la ópera y de los conciertos difícilmente va a cambiar el formato presencial por uno digital. Porque “sabe a lo que sabe”, sabe lo que se siente. Ese público difícilmente va a cambiar. Lo importante es una renovación del público en las salas de concierto y en los teatros. La ópera necista rgentemente un público nuevo que se permita a sí mismo emocionarse con las nuevas generaciones de cantantes; que no vive con las comparaciones, que no vive con los prejuicios que pueden tener o que puede darte la experiencia de vivir en los teatros. Creo que esto es algo real y que urge en nuestros teatros, una nueva generación de público que pueda tener sin miedo la posibilidad de decir: el mejor cantante, el mejor tenor del mundo es Ramón Vargas, o el mejor tenor del mundo es Arturo Chacón, o Javier Camarena, o Juan Diego Flórez, o Lawrence Brownlee. Que esos sean sus referentes por lo que pueden vivir en este momento. Que tengan esta posibilidad de sorprenderse y de vivir y de crear sus propios ídolos. Como tuvieron estas generaciones pasadas al convertir en sus propios ídolos a Alfredo Kraus, a Pavarotti, a Domingo, a Caballé, a toda esa generación pasada.
Y volviendo a la pregunta acerca de estos diferentes formatos, digital o presencial, cada uno va a tener su propio y fiel público.
JB: Javier, refiriéndonos a tu reciente recital en la Sala Nezahualcóyotl, que ocurrió hace muy poco tiempo, una pregunta: la elección del programa Bellini y Tosti, combinación peculiar, una ensalada mixta sabrosa, ¿qué te llevó a esta mezcla de repertorio?
JC: La selección del repertorio para este recital está basada principalmente en la belleza melódica. Bellini, obviamente, es el gran maestro del bel canto. Francesco Paolo Tosti, por otra parte, es un compositor muy conocido por canciones de corte mucho más popular, canciones al estilo napolitano, italiano. Pero estas Cuatro canciones de Amaranta son bastante particulares dentro de su quehacer como compositor; hablan de la vida y la muerte, cómo se van relacionando y se sienten desde un despertar hasta el compromiso con el mañana y con la eternidad; eso, en la última canción. Es un ciclo precioso, que no apuesta por los fuegos artificiales, los sobreagudos y todo, pero tiene una profundidad poética muy bien amalgamada con la parte musical. Y bueno, está una obra maestra de Liszt, los Sonetos de Petrarca, también una obra muy intensa, muy, muy profunda. Y, teniendo para los tres compositores un pianista de las capacidades, de la sensibilidad y de la musicalidad del maestro Ángel Rodríguez, realmente es para mí un lujo poder cantar estas piezas.
JB: Y el famoso punto y aparte que en un recital representa el terminar el programa y después darle gusto al público, y en este caso darte gusto a ti: boleros, pero no solamente boleros, sino boleros de compositoras y tres compositoras mexicanas. ¿Qué te llevó a eso?
JC: Un homenaje a las mujeres compositoras de nuestro país. Muchos identificarán la música mexicana con compositores como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Álvaro Carrillo. Sin embargo, la canción grabada en más idiomas de toda la historia es Bésame mucho; y la compuso una mujer, Consuelito Velázquez. De esta compositora interpretaremos una canción no tan conocida pero preciosa, Franqueza. Escogimos, también, de Ema Elena Valdelamar, Mucho corazón; y bueno, no podía faltar María Grever; de su vasto catálogo de canciones, escogimos Despedida, mucho más cercana al estilo de la canción de arte que a una canción popular.
A veces me preguntan: “¿Por qué, después de un recital de canción de arte, interpretas canciones populares?”. A mí, lo que me interesa no es sólo la canción de arte, sino el arte de hacer una canción. Entonces, las canciones de estas compositoras mexicanas a las cuales hacemos este pequeño pero muy sentido homenaje, las queremos presentar de la mejor manera, por ser tan significativas para nosotros como mexicanos.
JB: A lo largo de nuestra historia, Javier, esta nación ha exportado sobre todo materias primas, después empezó a exportar un poco su creatividad plástica, un poco a sus escritores en generaciones más recientes. Exportación de cineastas, por supuesto, pero ha habido una línea muy sostenida de exportación de cantantes, y cantantes de alto nivel, sobre todo en el ámbito operístico. A lo largo de esta conversación ya mencionaste algunos, de manera general, ¿cómo percibes –porque eres parte importantísima de esto– el hecho de que esta nación esté, siga estando y haya estado exportando cantantes de ópera, fundamentalmente?
JC: Sí, México se ha caracterizado a lo largo de varias generaciones como un país que le ha dado al mundo grandes voces, grandes intérpretes en el género operístico. Ya mencionábamos al gran Francisco Araiza, pero también estaban José Mojica, Ramón Vargas y Fernando de la Mora; y ahora estamos con Rolando Villazón, Arturo Chacón, entre otros. Creo que nuestro corazón, nuestro temperamento latino, tiene mucho que ver con nuestra cultura, también musical. Hemos crecido escuchando la música del mariachi con grandes exponentes vocales como Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Miguel Aceves Mejía, Vicente Fernández, Pedro Vargas… Tenemos nosotros este sonido en nuestra mente, mostrándonos cómo se debe cantar, y mucha gente canta así, de manera natural, sólo por las referencias. Los mexicanos que nos dedicamos al canto operístico traemos ya esa sensibilidad, traemos nuestra forma de vivir el amor. México es un país que le canta a todo, al amor, por supuesto, ¡al amor que duele, sobre todo! Entonces, esto aporta mucho a nuestra interpretación del repertorio operístico. Además, hay que considerar nuestra anatomía: somos no tan altos, con una buena estructura ósea que es perfecta para el canto. Entonces, sí, ¡bendito México, por ser un país tan musical y que con ello tiene esta posibilidad de regalar al mundo grandes voces que le cantan al amor, a la paz, y desde el corazón!
Te invitamos a visitar nuestro canal de YouTube donde podrás saber más de Javier Camarena: El mexicano que ha alcanzado la cúspide de la ópera internacional.
Te invitamos a ver el recital de Javier Camarena, ofrecido el 20 de marzo de 2022 en la Sala Nezahualcóyotl de la Ciudad de México.