Izquierda: Pedro Calderón de la Barca, aguafuerte sobre papel de Rogelio de Egusquiza y Barrena, 1902. Museo del Prado, Madrid. Derecha: Autorretrato de E. T. A. Hoffmann (detalle) que aparece como frontispicio en sus Fantasías a la manera de Callot, circa 1819. Fuente: Wikimedia.
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Literatura

Juego de espejos: Calderón de la Barca y E. T. A. Hoffmann

El investigador Alberto Pérez Amador Adam diserta sobre el legado del dramaturgo Calderón de la Barca en la Alemania del siglo XIX. Poetas, pensadores y músicos de variada índole, entre ellos Goethe, Schopenhauer, Schubert, Wagner, Hofmannsthal, Benjamin y especialmente E.T.A. Hoffmann, recibieron influencia de la intensidad y profundidad del clásico español.


Por Alberto Pérez-Amador Adam
 

En la última década del siglo XVIII se vivió en Europa central una crisis cultural que llevó a la búsqueda de una identidad cultural europea[1]. En esta disputa los escritores alemanes intentaron establecer un nuevo canon cultural literario, distanciándose de la hegemonía cultural francesa imperante. En este contexto de búsqueda de una identidad europea, autores como Cervantes, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Tirso de Molina, Dante y Shakespeare fueron objeto de estudio. El problema era que de la mayoría sólo había traducciones fragmentarias o, simplemente, no existían. No es de extrañar que en los años siguientes se realizaran versiones al alemán de Shakespeare, Dante, Cervantes y, ante todo, Calderón de la Barca, las cuales se caracterizan por su extraordinario valor literario, que las eleva más allá de los límites de una simple traducción.

El caso de Calderón de la Barca era, en ese momento, singular. Las traducciones de sus obras eran rarísimas y, curiosamente, se le conocía sólo como autor de algunas obras cómicas. En tal situación, August Wilhelm Schlegel publicó en los primeros años del siglo XIX dos volúmenes con obras de Calderón de la Barca. El primero (Spanisches Theater. Herausgegeben von August Wilhelm Schlegel, Berlín: Reimer 1803) tenía las versiones alemanas de La devoción de la cruz(“Die Andacht zum Kreuze”), El mayor encanto Amor (“Über allen Zauber Liebe”) y La banda y la flor (“Die Schärpe und die Blume”). El segundo volumen (Schauspiele von Don Pedro Calderon de la Barca. Übersetzt von August Wilhelm Schlegel, Berlín: Hitzig, 1809) recuperaba las obras del primer tomo, enriqueciéndolo con la traducción de El príncipe constante (“Der standhafte Prinz”) y La puente de Mantible (“Die Brücke von Mantible”). Los principios de traducción propuestos por Schlegel fueron tan originales como el empeño por introducir entre el público lector alemán a un autor que, mayoritariamente, se relacionaba con obras cómicas consideradas sin gran valor literario. Schlegel propuso renunciar a las reglas de la versificación y la rima de la lengua alemana, basadas en acentos según la poética griega, y aplicar las reglas de la versificación y rima españolas. El empeño, por sus altísimas pretensiones, auguraba un rotundo fracaso, pero, en manos de uno de los mayores genios de la lengua alemana del Romanticismo, resultó en versiones consideradas por especialistas como verdaderas obras maestras del arte de la traducción. Al poco tiempo de su publicación, en especial del segundo tomo, la obra de Calderón de la Barca fue central en la discusión cultural alemana. Para ello sería determinante la reacción de Johann Wolfgang von Goethe. Este había mostrado ya desde finales del siglo XVIII un cierto interés por la literatura española, cuya difusión se reducía en ese momento a muy escasas obras. La situación cambió con el mencionado empeño de A. W. Schlegel; en especial, por la lectura de su versión de El príncipe constante. En una carta dirigida a Schiller, Goethe le escribe al respecto de esta obra (carta a Schiller del 28 de enero de 1804):

Quisiera afirmar que si la poesía desapareciese completamente del mundo, se le podría restituir a partir de esta obra.

Reproducción digital de la portada de la Comedia famosa del príncipe constante publicada en la Primera parte de comedias de Pedro Calderón de la Barca, Madrid, 1640, Biblioteca Nacional de España. Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

 

La opinión de Goethe de la obra de Calderón de la Barca fue un detonante para que en todos los reinos alemanes no sólo se leyeran con franco frenesí las obras disponibles en traducción, sino para que un ingente número de poetas se empeñara en traducir las piezas aún desconocidas en Alemania.

Por diferentes relaciones, sabemos que poco después, en el salón literario de la muy exitosa novelista Johanna Henriette Schopenhauer, madre del filósofo Arthur Schopenhauer, se estableció la discusión entre las cualidades poéticas de La devoción de la cruz y El príncipe constante. Goethe defendió decididamente la segunda obra y, para probarlo, recitó de memoria la obra completa, arrebatado en un frenesí extremo al correr no sólo por el salón, sino por toda la casa con un candelabro con velas encendidas mientras recitaba los versos finales. Todavía en 1825, en una de las conversaciones recogidas por su secretario Johann Peter Eckermann, afirmaba que el teatro de Calderón de la Barca era, desde el punto de vista filosófico y poético, tan grande que, para no sucumbir completamente a su influencia, era recomendable que los escritores sólo leyeran con atención una obra suya al año. En esa conversación afirma que toda su vida se cuidó de que Calderón no lo anegara y que Schiller, muerto hacía muchos años, hubiera enloquecido de haber conocido sus obras. La altísima estima que Goethe sentía por Calderón de la Barca fue una señal para la sociedad alemana, obsesionada con la persona del poeta a tal grado que muchísima gente apuntaba lo que él hacía y decía, pudiéndose, al día de hoy, reconstruirse casi día a día su vida. Así, la opinión de Goethe de la obra de Calderón de la Barca fue un detonante para que en todos los reinos alemanes no sólo se leyeran con franco frenesí las obras disponibles en traducción, sino para que un ingente número de poetas se empeñara en traducir las piezas aún desconocidas en Alemania. Goethe mismo, en su calidad de director del teatro de Weimar, alentó a Johann Diederich Gries, un poeta muy menor pero grandísimo traductor, a verter al alemán, de modo magistral, entre 1815 y 1826, más de quince obras. Fueron estas traducciones las que Goethe escenificó regularmente en Weimar.

Schopenhauer afirmaba que La vida es sueño es la obra teatral más filosófica jamás escrita y la de mayor importancia desde los antiguos griegos.

No sólo un ingente número de poetas y escritores románticos se ocupó de traducir a Calderón de la Barca, sino también a nivel filosófico sus obras marcaron el pensamiento alemán. Arthur Schopenhauer estudió español, como lo declara él mismo, para leer las obras de Calderón en su idioma original. En su Die Welt als Wille und Vorstellung (“El mundo como voluntad y representación”), no sólo indica que para entender su pensamiento se necesita el conocimiento profundo de la obra de Calderón de la Barca, sino que cita versos suyos en español. Es conocida la sentencia de Schopenhauer que afirmaba que La vida es sueño es la obra teatral más filosófica jamás escrita y la de mayor importancia desde los antiguos griegos.

Reproducción digital de la portada de La vida es sueño publicada en la Primera parte de comedias de Pedro Calderón de la Barca, Madrid, 1640, Biblioteca Nacional de España.
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Retrato de Pedro Calderón de la Barca, grabado calcográfico de Pedro de Villafranca y Malagón, conforme a una pintura suya. Publicado por José Fernández de Buendía, Imprenta Imperial, Madrid, 1676. Biblioteca Nacional de España, Madrid.

 

También en la ópera decimonónica alemana Calderón fue una referencia recurrente. Fierrabras de Schubert utiliza en su libreto, parcialmente, la traducción realizada por A. W. Schlegel de La puente de Mantible. Cuando se intentó rescatar la música de Mozart para su Così fan tutte, despreciada durante mucho tiempo porque el texto de Lorenzo da Ponte se consideraba poco moral, Karl Scheidemantel adaptó la música a un nuevo libreto basado en La dama duende de Calderón de la Barca. Esta misma pieza sirvió a Joachim Raff en 1870 y a Felix von Weingartner en 1916 para sus respectivas óperas. En la biblioteca de Richard Wagner, en su casa en Bayreuth, se conserva la mayoría de las traducciones y ediciones realizadas hasta ese momento de la obra del español, cuya influencia es notoria en los conceptos de honra del segundo acto de Tristan und Isolde. También Hugo von Hofmannsthal se ocupó con empeño en estudiarlo; hizo una versión al alemán de La vida es sueño (Der Turm, 1925) y propuso a Richard Strauss una ópera con base en La hija del aire, en la cual trabajó desde 1905 hasta 1921;el texto quedó inconcluso debido a la inesperada muerte de Hofmannsthal en 1929.