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Historia

La expedición que dio la primera vuelta al mundo y demostró la redondez de la Tierra

En septiembre del presente 2022 se cumplirán 500 años del viaje de circunnavegación que comenzó al mando de Fernando de Magallanes el 20 de septiembre de 1519, y concluiría exactamente tres años después cuando Sebastián Elcano regresó a Sanlúcar de Barrameda a bordo de la única nave sobreviviente de las cinco que habían zarpado inicialmente. Felipe Jiménez reflexiona sobre los alcances de esta travesía y afirma que con dicho periplo el hombre completó su conciencia del mundo y puso los cimientos de la actual globalización.


Por Felipe Jiménez

Portada: La nao Victoria recalando en cabo San Vicente (detalle), acuarela de Guillermo González de Aledo, 1985. Museo Naval, Madrid.

Desde 1492, a raíz del descubrimiento de América, España se dedicó a configurar el Nuevo Mundo y a dominar las rutas marítimas del Atlántico. Pero no por ello se olvidó de su objetivo de llegar a las islas de la Especiería navegando hacia el poniente. En 1513 el horizonte quedó completamente despejado al descubrir Vasco Núñez de Balboa el océano Pacífico, al que llamó Mar del Sur. El emperador Carlos V supo valorar la importancia del descubrimiento tan pronto como tuvo noticia de ello. Así, se decidió a apoyar una expedición que comprobara si se podía llegar a este nuevo mar desde el Atlántico, rodeando los territorios del Nuevo Mundo por el sur. De ser cierto, y poniendo de nuevo rumbo hacia el poniente, se podrían alcanzar China y la India, y con ello, las apreciadas especias.

Karl Marx escribió que los grandes acontecimientos tienden a producirse dos veces: primero como tragedia, luego como farsa. Así que si los Reyes Católicos ofrecieron su apoyo al proyecto de un navegante (Cristóbal Colón) que había sido rechazado por el rey de Portugal, su nieto Carlos también patrocinó la empresa que le propuso otro marino al que el monarca luso había dado la espalda. Era Fernando de Magallanes, nacido en Oporto dentro de una familia hidalga, que contaba con 35 años, de los cuales había pasado ocho en Asia, lo que le proporcionó valiosos conocimientos para el viaje.

La capitulación correspondiente se firmó en Valladolid, el 22 de marzo de 1518. La Corona castellana se comprometía a no permitir ninguna otra expedición en la misma ruta durante diez años, conceder un veinteavo del producto líquido del viaje, y nombrar adelantado y gobernador a Magallanes, además de autorizar algunas facilidades comerciales.

A partir de los sueldos pagados por la Casa de la Contratación, es posible establecer que los expedicionarios fueron en total 237 hombres, siendo de ellos 136 españoles, 79 de otros países europeos, 6 asiáticos y africanos y 16 altos cargos de la Armada. Cinco barcos fueron elegidos para hacer el viaje: la nao Trinidad, al mando de Magallanes; la San Antonio, a cargo de Juan de Cartagena; la Concepción, al mando de Gaspar de Quesada, con Juan Sebastián Elcano como maestre; la Victoria, a cargo de Luis de Mendoza; y la Santiago, capitaneada por Juan Serrano.

Partieron el 10 de agosto de 1519 de Sevilla y de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre, una vez concluidos los preparativos. Hay que decir que la convivencia a bordo nunca fue buena, ya que Magallanes tuvo que enfrentar desde el primer momento la oposición de gran parte de la tripulación. Tuvieron suerte al encontrar pronto el paso del Atlántico hacia el Mar del Sur (océano Pacífico). Pero en la segunda parte de la expedición las tensiones aumentaron. Fueron tres meses y veinte días sin poder reponer la despensa y de atravesar todo tipo de vicisitudes y penalidades.

Mapamundi que muestra la ruta del primer viaje de circunnavegación, Atlas de Battista Agnese, circa 1544, Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, Washington.

 

No es difícil imaginar la desesperación de los marineros. Antonio Pigafetta, miembro de la tripulación, describe así la situación vivida:

La galleta resguardada en los barriles es un polvo revuelto con gusanos y cagadas de ratas. Todo apesta. Apestamos nosotros, y las velas, y la mar. Nos van a devorar los piojos y las ratas. Hay que comérselas o nos comerán ellas a nosotros. Medio ducado doy por una rata. Ya no hay agua, ni podrida siquiera. El capitán ha dicho que comamos serrín, trozos de madera. El cuero de las antenas, remojarlo para que se ablande. Ya no hay otro alimento, pero no puedo masticarlo; me duelen las encías.

Fernando de Magallanes halló la muerte en la isla filipina de Mactán, el 27 de abril, luchando contra una tribu encabezada por el jefe Lapulapu.

 

La muerte del capitán

Por fin, el 6 de marzo de 1521, llegaron a unas islas habitadas, que les proporcionaron agua y alimentos frescos. Las llamaron las islas de los Ladrones (actuales islas Marianas). Continuaron su ruta en busca de las Molucas, centro de la especiería, hasta llegar a Cebú, perteneciente al archipiélago que más adelante sería bautizado como islas Filipinas, en honor al padre y al hijo de Carlos V: Felipe el Hermoso y Felipe II. Fernando de Magallanes halló la muerte en la isla filipina de Mactán, el 27 de abril, luchando contra una tribu encabezada por el jefe Lapulapu.

Retrato de Fernando de Magallanes, óleo sobre tela de autor anónimo, circa 1848, Museo Naval, Madrid.

 

El mando de la expedición recayó entonces en varios capitanes, pero quien consiguió imponerse a la disconforme tripulación fue el marino vasco nacido en Guetaria, Juan Sebastián Elcano, quien había iniciado la travesía como maestre del buque Concepción. Para consumar la hazaña de terminar el viaje, se requirió una capacidad de sacrificio indescriptible por parte de los marineros a las órdenes del nuevo capitán. De ello da buena cuenta el siguiente testimonio:

Sabrá vuestra muy alta e Ilustrísima Majestad que hoy mismo hemos llegado de los 262 hombres que partimos, sólo 18. Y en una sola de las cinco naves que vuestra Majestad envió a descubrir la Especiería con Magallanes, que haya gloria.

Para que vuestra Majestad tenga noticia de las principales cosas que hemos pasado, con brevedad escribo esta. Llegamos primero a los 54 grados al sur de la línea equinoccial, donde hallamos un estrecho de cien leguas que atraviesa la tierra firme de vuestra Majestad hasta el mar de las Indias.

Luego, durante tres meses y veinte días, con vientos favorables no topamos con tierra sino dos islas desiertas y pequeñas. Después, arribamos a un grande archipiélago con abundancia de oro. Allí faltonos por su muerte el capitán Magallanes con muchos otros. Y hubo que deshacerse de una nave.

No sino dos quedaban, y de isla en isla, con la gracia de Dios, a los ocho meses llegamos a las islas de Maluco o Molucas y cargamos especias, habiendo antes descubierto el alcanfor, la canela y las perlas.

Decididos a partir, se hizo tal día de agua en una de las naves, que era ya irremediable, y resolvimos morir o con toda honra servir a vuestra Majestad u hacerle sabedor de los descubrimientos partiendo todos en una nave sola, y aun esta en tal estado que sólo Dios sabe cómo se mantenía a flote.

En el retorno descubrimos muchas islas riquísimas: Banda, donde se dan el jengibre y la nuez moscada; Java, donde se cría la pimienta; Timor, donde nace el sándalo. De todo traemos muestra para mostrar a vuestra Majestad, así como la paz y la amistad y su visión de todos aquellos reyes firmadas por sus propias manos.

En cinco meses, sin más comida que trigo y arroz, ni más bebida que agua, y esta escasa, no tocamos en tierra por temor a los portugueses que deseaban destruir nuestra nave. Se nos murieron de hambre 22 hombres más.

En tal necesidad arribamos a Cabo Verde, donde el gobernador me apresó el batel con trece de mis hombres, mientras los otros resolvimos de común acuerdo morir antes que caer en manos portuguesas.

Así, con grandísimo trabajo de la bomba que de día y de noche manejábamos para echar fuera el agua, tan extenuados como nunca ningún hombre lo ha estado, con la ayuda de Dios después de tres años de haber partido de Sanlúcar, a Sanlúcar llegamos.

Suplico a vuestra Majestad por los muchos trabajos y sudores, hambres y sed, frío y calor que estas gentes han padecido por vuestra Majestad, les haga la merced de la cuarta y la veintena de sus efectos, y de lo que consigo traen. Con esto ceso, besando los pies de vuestra Majestad.

(Escrito a bordo de la nave Victoria, en Sanlúcar, a seis días de septiembre de 1522. El capitán Juan Sebastián Elcano).

etrato de Juan Sebastián Elcano, dibujo de J. López Enguídanos, circa 1805. Calcografía Nacional,
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

Elcano y su tripulación, a su vuelta al puerto de Sanlúcar de Barrameda. El regreso de Juan Sebastián de Elcano a Sevilla (8 de septiembre de 1522), después de la primera circunnavegación del Mundo, óleo sobre lienzo de Elías Salaverría Inchaurrandieta, 1919, Museo Naval, Madrid.

Muy complacido quedó el emperador con el relato de Elcano, pues le concedió un escudo de armas: PRIMUS CIRCUMDEDISTI ME (“el primero que me diste la vuelta”) se lee en el orbe que aparece en el escudo.

Elcano fue llamado por el rey, así que se trasladó de Sanlúcar a Sevilla, y de ahí a Valladolid, donde se encontraba Carlos V. Muy complacido quedó el emperador con el relato del marino, pues le concedió un escudo de armas: Primus Circumdedisti Me(“el primero que me diste la vuelta”) se lee en el orbe que aparece en el escudo. En la parte inferior, sobre campo dorado, lucen dos palos de canela cruzados, tres nueces moscadas y doce clavos de especie.

El soberano también le asignó al navegante una pensión anual de 500 ducados, vitalicia, con cargo a la Casa de Especiería. Pero como esta institución resultó ser insolvente, Elcano nunca pudo cobrar nada. Más adelante, dirigió al monarca un memorial solicitándole el hábito de la orden de Santiago y la Capitanía Mayor de la Armada que viajaría a las Molucas, argumentando que él las conocía bien. Nada de lo solicitado se le concedió.

La expedición de los descubrimientos

Magallanes creía que un canal conectaba el Mar del Norte (el océano Atlántico) con el Mar del Sur (el océano Pacífico), descubierto apenas seis años antes del inicio de la expedición. Algo así como el cabo de Buena Esperanza, que conecta en la región más al sur de África el océano Atlántico con el océano Índico. Así, en cuanto llegó a la costa americana, el navegante portugués puso rumbo hacia el Sur en busca de esa corriente que debía unir los dos mares.

En esa búsqueda, Magallanes descubrió infinidad de lugares, incluido el Río de la Plata, pero finalmente la expedición encontró el deseado canal. Era el 21 de octubre de 1520. Para entonces, la expedición ya había pasado a la historia como los primeros europeos que alcanzaron el extremo sur de América, al que bautizarían como Patagonia. Fue ahí donde los expedicionarios tuvieron su primer encuentro con los aborígenes, los tehuelches.

Magallanes era gran aficionado a las novelas de caballería, y en una de ellas el protagonista es el gigante Patagón, de ahí el nombre de Patagonia.

Antonio Pigafetta relata así el encuentro en su diario: “Un día en que menos lo esperábamos se nos presentó un hombre de estatura gigantesca […]. Este hombre era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura”. Los europeos quedaron maravillados por el tamaño de los pies de aquellos seres, y de las huellas que dejaban. Un fémur que encontraron perteneciente a alguno de aquellos hombres lo recogieron y lo conservaron como regalo para su rey, pero se afirma que nunca llegó a su destino. En cualquier caso, hay consenso entre los especialistas respecto a que la estatura de aquellos hombres decidió el nombre de Patagonia. Y es que Magallanes era gran aficionado a las novelas de caballería, y en una de ellas el protagonista es el gigante Patagón, de ahí el nombre de Patagonia.

El océano Atlántico en una cartografía realizada tras la expedición de Magallanes y Elcano (detalle), Atlas de Battista Agnese, circa 1544, Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, Washington.

 

También se le atribuye a Magallanes el bautizar los territorios que estaban al sur del canal como “Tierra de los Humos”, nombre que terminó cambiando por el de “Tierra del Fuego”.

También se le atribuye a Magallanes el bautizar los territorios que estaban al sur del canal como “Tierra de los Humos”, debido a la gran cantidad de fogatas que encendían allí los indígenas por las noches; nombre que terminó cambiando por el de “Tierra del Fuego”. Estos territorios resultaron ser tan extensos que durante muchos años se creyó que lo que se extendía hacia el polo sur no era una isla, sino un nuevo continente.

Animales con cabeza y orejas de mula y cuerpo de camello

Además de aquellos seres de descomunal estatura, los expedicionarios descubrieron animales nunca antes vistos. Antonio Pigafetta da cuenta en su diario del avistamiento de un animal que “tiene la cabeza y las orejas de mula, el cuerpo de camello, las piernas de ciervo y la cola de caballo, cuyo relincho imita”. Se refería a los guanacos, mamífero similar a la llama, la alpaca y la vicuña, de la familia de los camélidos, que sólo se hallan en Sudamérica. La referida especie “abunda en el país”, escribió Pigafetta, quien agregó que la piel era utilizada por los habitantes de la región para la manufactura de ropa de abrigo y calzado.

Gran admiración también causaron los “extraños gansos” vistos por los europeos en cuatro islas; aves que les proporcionaron huevos y carne para aprovisionar la despensa, y que resultaron ser nada menos que pingüinos, hoy en día conocidos como “de Magallanes”.

En lo que actualmente se conoce como el Cabo Deseado, perteneciente a Chile, los navegantes mostraron de nuevo su asombro ante la aparición de “peces voladores”, que se lanzaban con fuerza contra los cascos de sus naves y que sirvieron como preciado alimento.

En territorio argentino, en el hoy llamado Puerto Deseado, Magallanes observó lobos marinos, especie tan desconocida para la tripulación como las orcas, ballenas y tiburones con los que también se encontraron en la travesía. Refiriéndose a estos últimos, Pigafetta apuntó en su diario: “Estos peces poseen varias hiladas de dientes formidables, y si desgraciadamente un hombre cae al mar, lo devoran en el acto”.

Hacia el final del trayecto, en las islas de las Especias (hoy Molucas), los marinos avistaron aves verdaderamente exóticas. Los nativos las llamaban “bolon dinata” (pájaros divinos), y en la actualidad se les conoce como “aves del paraíso”.

Clavo, nuez moscada, jengibre y canela

No todo iban a ser descubrimientos de animales; el reino vegetal también tenía especias desconocidas que mostrarles. En primer lugar, estaban las cotizadísimas especias: clavo, nuez moscada, jengibre y canela, origen de la búsqueda de nuevas rutas comerciales que detonaron la expedición y cuyos cultivos los marinos admiraron. Pero antes ya habían entrado en contacto con plantas, cuyas valiosas propiedades ni siquiera sospechaban. Es el caso del apio dulce, que hallaron cerca del Cabo Deseado, y al que tanto le deberían después, en el momento de enfrentar el escorbuto, verdadero azote de los marineros.

Conocieron también la resina del árbol de la laca, que crece en el este asiático, muy preciada en la construcción de muebles y objetos de madera. Y el llamado “ciprés de los canales”, cuya corteza al quemarse desprende un balsámico olor. La propiedad de esta clase de madera de resistir a fondo la humedad hizo que muchos años después sus troncos comenzaran a utilizarse como postes.

Glosario

Amainar: recoger las velas para aminorar la marcha de una embarcación.

Babor: lado izquierdo de una embarcación.

Bajel: barco.

Barlovento: parte de donde procede el viento.

Carena: parte sumergida del buque.

Cáscara de nuez: embarcación diminuta e inestable.

Carabela: embarcación muy ligera, larga y angosta, con tres mástiles.

Circunnavegación: travesía marítima alrededor de un lugar.

Chalupa: embarcación pequeña, generalmente con dos mástiles para las velas.

Derrota: rumbo de una embarcación al navegar.

Eslora: ancho del buque.

Estribor: lado derecho del buque.

Galera: embarcación de vela y remo.

Izar velas: subir y desplegar la vela.

Legua marítima: medida de longitud, equivalente a 5555.55 metros.

Levar anclas: recoger el ancla.

Manga: anchura mayor de un buque.

Nao: nave.

Nudo: medida de velocidad, equivalente a una milla náutica por hora.

Popa: parte posterior de una embarcación.

Proa: parte delantera del buque.

Sotavento: costado de la nave opuesto al barlovento.

 

Referencias bibliográficas

 

  • Aguilar, Domingo, María Soledad y María Enriqueta Pérez Vázquez. “A la mesa con Magallanes, Elcano y Pigafetta”, Scripta. Revista Internacional de Cultura y Literatura Medieval y Moderna (diciembre de 2021). Disponible en Scripta: https://ojs.uv.es/index.php/scripta/article/view/22773. [Fecha de consulta: 16 de mayo de 2022.].
  • Albo, Francisco. “Derrotero del viaje de Fernando de Magallanes en demanda del estrecho, desde el paraje del cabo de San Agustín”, Documentos para el quinto centenario de la primera vuelta al mundo, 1519, en Sevilla 2019-2022. Disponible en: https://sevilla.2019-2022.org/wp-content/uploads/2016/03/8.ICSevilla2019_Derrotero-de-Francisco-Albo-f15.pdf.
  • Benites, María Jesús. “ ‘La mucha destemplanza de la Tierra’: una aproximación al relato de Maximiliano de Transilvano sobre el descubrimiento del Estrecho de Magallanes”, Orbis Tertius (revista), 19: XVIII (2013). Buenos Aires: Universidad Nacional de Tucumán, Argentina. 200-207.
  • Elcano, Juan Sebastián. Carta al emperador Carlos V dando noticia de su llegada, fechada el 6 de septiembre de 1522, Ruta Elcano. Disponible en: https://www.rutaelcano.com/_files/ugd/9a00c3_0a0118dd2ccd4e36a3dbda390c8b0071.pdf. [Fecha de consulta: 16 de mayo de 2022.].
  • Lira, Emma. “La primera vuelta al mundo”, Historia National Geographic (página web), 28 de abril de 2022. Disponible en: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/primera-vuelta-mundo_14660. [Fecha de consulta: 16 de mayo de 2022.].
  • Magallanes, Fernando de; Ginés de Mafra. Descripción de los reinos, costas, puertos e islas que hay desde el cabo de Buena Esperanza hasta los Leyquios. Madrid: Establecimiento Tipográfico de Torrent y compañía, 1920.
  • Magallanes, Fernando de. “Testimonio del testamento que otorgó Fernando de Magallanes en los Alcázares Reales de Sevilla, a miércoles, 24 de agosto de 1519”.
  • Documentos para el quinto centenario de la primera vuelta al mundo, 1519, en Sevilla 2019-2022. Disponible en: https://sevilla.2019-2022.org/wp-content/uploads/2016/03/10.ICSevilla2019_Testamento-de-Magallanes-g15.pdf.
  • Ors, Javier. “¿Qué fue de la nao Victoria, el primer barco que dio la vuelta al mundo?”, La Razón, 7 de mayo de 2022, Madrid. Disponible en: https://www.larazon.es/cultura/20220508/ons6ze76o5btfpvy3kdciqkoni.html. [Fecha de consulta: 16 de mayo de 2022.].
  • Pigafetta, Antonio. Primer viaje en torno del globo. Virgilio Ortega (ed.). Barcelona: Ediciones Orbis, 1986.

 



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