El paseante que atraviesa por primera vez la explanada de Beaubourg, en el corazón de París, se ve atraído irresistiblemente hacia unas formas jocosas y coloridas que, a lo lejos, parecen estar bailando en medio de un vasto espejo de agua. Al acercarse, su curiosidad se vuelve asombro y, finalmente, regocijo: ha llegado a la Fuente Stravinsky o Fuente de los Autómatas; imposible no dejarse contagiar por la alegría que emana de sus lúdicas esculturas y los hilos de agua que brotan de ellas como fuegos artificiales.
En 1978, la Alcaldía de París y el Ministerio de Cultura de Francia emitieron una magna convocatoria para presentar proyectos de fuentes esculturales de estilo contemporáneo, destinadas a siete parques y plazas de la ciudad que se buscaba renovar y reanimar. En 1981, el artista suizo Jean Tinguely, célebre por sus negras esculturas cinéticas, sus “máquinas-sonidos”, fue seleccionado para crear una fuente en la plaza Igor Stravinsky. Posteriormente, y a petición de Tinguely, las autoridades del Ministerio y de la Alcaldía dieron su anuencia para que la esposa del escultor, la polémica artista francesa Niki de Saint Phalle, miembro como Tinguely del movimiento Nuevo Realismo[1], participara de manera conjunta en la realización del proyecto.
La plaza Igor Stravinsky, espacio peatonal situado en el extremo sur del conjunto de Beaubourg, está flanqueada por dos edificios emblemáticos cuyas arquitecturas, edades e historias no podrían ser más contrastantes: al suroeste, la iglesia de Saint-Merri, soberbio ejemplo del estilo gótico flamígero del siglo XVI; y al noreste, el audaz Centro Pompidou[2], verdadero juego de Meccano gigante con sus tuberías multicolores, que tanto desconcierto y escándalo provocó en su inauguración en 1977 y que, sin embargo, se ha convertido a lo largo de los años en elemento familiar del paisaje parisino hasta el punto de ser actualmente uno de los monumentos más visitados de la capital francesa.
Podríamos pensar que la disposición de los elementos son fruto de meras ocurrencias de los artistas, pero toda la construcción responde en realidad a un ordenamiento muy preciso derivado de una serie de condiciones específicas.
Construir una fuente en ese espacio representó un reto mayúsculo. Si bien, a la vista del resultado final, podríamos pensar que la disposición de los elementos de la fuente y los chorros de agua desordenados que lanzan al aire son fruto de meras ocurrencias de los artistas, toda la construcción responde en realidad a un ordenamiento muy preciso derivado de una serie de condiciones específicas.
En primer lugar, es importante tomar en cuenta que, debajo de la plaza Igor Stravinsky, se encuentran las instalaciones fundamentales del Instituto de Investigación y Coordinación Acústica/Música (IRCAM, por sus siglas en francés): estudios, laboratorios, espacios de proyección y cámara anecoica o “cámara sorda”. Por lo tanto, el amplio estanque de agua –de 580 metros cuadrados– tenía que ser poco profundo para limitar su peso, además de garantizar una perfecta hermeticidad, ya que cualquier filtración pudiese resultar desastrosa para las instalaciones subterráneas. Por las mismas razones, las esculturas también debían ser lo más ligeras posible, y no fijadas al suelo, sino simplemente depositadas en el fondo del estanque, con el fin de evitar que las vibraciones generadas por el agua y el traqueteo de las máquinas interfirieran con las actividades del IRCAM, que exigen un absoluto silencio en sus cinco subsuelos. Finalmente, los motores eléctricos de los autómatas debían ser de muy baja potencia, para eliminar todo riesgo de electrocución accidental.
Durante un año, Jean Tinguely estudió las características del lugar, en diferentes estaciones y condiciones meteorológicas, anotando la trayectoria del sol, de qué manera soplaba el viento en la plaza, etcétera, buscando con ello determinar la óptima posición de las esculturas y la orientación de los propulsores de agua.
Pierre Boulez sugirió que la obra de Ígor Stravinski fuera el tema de la nueva fuente. De esa idea salió un grupo de dieciséis esculturas que retoman elementos figurativos de la obra del compositor.
Fue el compositor y director de orquesta Pierre Boulez (1925-2016), fundador del IRCAM, quien sugirió que la obra de Ígor Stravinski (1882-1971) fuera el tema de la nueva fuente; sugerencia recibida con entusiasmo por Tinguely y Saint Phalle, grandes admiradores del músico ruso.
De esta idea original salió un grupo de dieciséis esculturas que retoman algunos elementos figurativos de la obra del compositor, como los ballets El pájaro de fuego (1910), Petrushka (1911) y La consagración de la primavera (1913); la ópera El ruiseñor (1914), la ópera-ballet El zorro (1916), Ragtime (1918), con alusiones a diversos temas recurrentes en su obra, como el amor, el circo y el jazz, pero también, al ritmo y a la musicalidad que la caracterizan; en palabras de Tinguely, “un intento de volver visible la música”.
Siete de las esculturas, hechas de aluminio y acero pintados de negro, son de la autoría de Jean Tinguely: La clave de sol (La música), La espiral, El zorro, La rana, La diagonal, La vida (cornucopia) y Ragtime.
Tinguely concibió los intrincados engranajes, brazos articulados y poleas que ponen las esculturas en movimiento, mediante motores propulsores de agua; Saint-Phalle, las fantásticas figuras variopintas, de formas redondas y generosas, que juguetean en un gozoso ballet acuático.
Carrusel sonoro y baile mecánico, la Fuente Stravinsky evoca los juegos infantiles, las ferias, los carnavales. Decía Tinguely:
Quisiera una fuente inocente y maravillosa; unas esculturas parecidas a saltimbanquis, con un lado cirquero, como el que encontramos en el estilo de Stravinski después de su maravilloso encuentro, en 1914, con el jazz”.
La asociación de los dos artistas (apodados por sus contemporáneos “los Bonnie and Clyde del arte”) es una muestra afortunada de la complementariedad de los contrarios: los negros ensamblajes metálicos de Tinguely contrastan con las formas voluptuosas y los colores Pop Art de Saint-Phalle. Se valorizan mutuamente, de la misma manera que la fuente da vida a las grises fachadas de piedra de la plaza y al mural monumental Chuuutttt!!! (2011), del artista de Street Art Jef Aérosol, que nos pide un momento de silencio para escuchar el murmullo de las aguas.
Obra de arte al alcance de todos, concebida como un espacio de encuentro, de descanso y quietud en medio del permanente bullicio de Beaubourg, la fuente ofrece al transeúnte su frescura y su música sutil: el chapoteo del agua y el constante siseo del mecanismo de los autómatas hacen olvidar por un instante el zumbido omnipresente de la ajetreada ciudad.
En presencia de la notable filántropa y promotora del arte moderno Claude Pompidou –viuda del expresidente Georges Pompidou–, la Fuente Stravinsky fue inaugurada el 16 de marzo de 1983 por el alcalde de París Jacques Chirac y el ministro de Cultura Jack Lang, quienes, siendo acérrimos enemigos políticos, se las ingeniaron para no cruzar miradas ni palabras durante toda la ceremonia.
[1] El Nuevo Realismo (Nouveau Réalisme) fue una corriente artística de vanguardia opuesta a la pintura abstracta, que surgió en Francia en 1960 como crítica al mundo contemporáneo, y con el propósito de inventar una nueva expresión lúdica en concordancia con su tiempo. Sus miembros eran Arman, César, Christo, Gérard Deschamps, François Dufrêne, Raymond Hains, Yves Klein, Martial Raysse, Pierre Restany, Mimmo Rotella, Daniel Spoerri, Jean Tinguely, Jacques de la Villeglé y Niki de Saint Phalle, la única mujer del grupo.
[2] Comúnmente llamado Centre Pompidou, Centre Georges-Pompidou o simplemente Beaubourg, el Centre National d’Art et de Culture Georges-Pompidou alberga en su edificio principal, obra de los arquitectos Richard Rogers y Renzo Piano, las espléndidas colecciones del Museo Nacional de Arte Moderno, la Biblioteca Kandinsky, centro de documentación e investigación dedicado a las artes visuales de los siglos XX y XXI, y una vasta Biblioteca pública de información (BPI).