Entrevista de Cortés y Moctezuma en la Ciudad de México, grabado sobre papel de James Mynde, siglo XVII, colección particular, Ciudad de México.
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Historia

La historia es encuentro

La editora Adriana Cataño evalúa Cuando Moctezuma conoció a Cortés. El Encuentro que cambió la historia del etnohistoriador inglés Matthew Restall. ¿Qué fue lo que real y verdaderamente ocurrió en la Conquista? ¿Desde qué perspectivas se narra? ¿Cuáles han sido los relatos tradicionales que “mienten” sobre lo acontecido? Editada en gran formato por Arte & Cultura Grupo Salinas, esta investigación aborda los hechos desde las voces silenciadas de españoles y nahuas de la guerra hispano-mexica; sin duda, una aproximación más compleja a la Conquista.


Por Adriana Cataño Vergara

Mientras Cortés avanza en la exploración de México, un funcionario florentino había explorado poco antes la historia de la antigüedad y la de su tiempo para explicar que el poder no depende de la voluntad divina sino de un uso calculado de las relaciones de poder. Sin haber leído a Maquiavelo, tanto Moctezuma como Cortés actúan conforme a sus teorías: si el español vence, es porque sabe siempre y sin la menor duda lo que quiere. Hoy conocemos lo efímero de las victorias de Cortés y lo irreparable de la destrucción que ello llevó consigo; mientras que la figura de Moctezuma no la vemos sólo a la luz patética que inspiran los débiles y los vencidos, sino plasmada en una tensión ingrávida, como si la partida entre él y su enemigo todavía se estuviera jugando: si su victoria no es posible desde el principio, no significa que su derrota sea cierta. En Moctezuma hay una actitud perpleja y receptiva que sentimos cercana y actual, como la del hombre que, al entrar en crisis sus sistemas de previsión, intenta desesperadamente mantener los ojos abiertos, comprender.

Italo Calvino, Moctezuma y Cortés, 1976.

 

¿Cómo fue aquel encuentro entre dos personajes tan disímiles que el genio de Italo Calvino imaginó en una partida de petanca, suntuosamente vestidos, con joyas, y cuya apuesta es apenas un puñado de joyas? Sin embargo, augura Calvino, en esa partida “se juegan algo inmenso: los mexicanos, el fin del mundo (todavía no lo saben pero lo presienten); y los españoles, el comienzo de una nueva era (tampoco ellos lo saben pero sí conocen su propia suerte: serán conquistadores triunfantes o aventureros fracasados)”.

Y ¿por qué la Conquista de México es y ha sido un tema tan extraordinario que ha despertado la imaginación de escritores, dramaturgos, pintores y cineastas, y ha fascinado por igual a los lectores y espectadores? Develar estas incógnitas llevó al destacado etnohistoriador Matthew Restall (Londres, 1964) a ahondar en los entresijos de la historia de la invasión del Imperio mexica por los conquistadores españoles. Cuando Moctezuma conoció a Cortés (When Montezuma met Cortés) no es una mera síntesis de los relatos previos conocidos por todos (léase Bernal Díaz del Castillo, Francisco López de Gómara o el propio Hernán Cortés); su obra recoge crónicas de aquellos personajes que la narrativa histórica no ha considerado (¿deliberadamente?, se pregunta uno), que él examina a detalle y luego las reinserta. Porque de ello se trata: narrativas –no exentas algunas de ficción– que han perdurado o perpetuado, y que han convenido a distintos propósitos para explicar un suceso fundamental en la larga historia de las invasiones europeas en América, que llevó a la transformación global de la Historia (sí, con mayúsculas) y a la construcción del mundo actual. La suya es una fresca e innovadora narrativa –audaz– que se enfoca más en desmitificar esas figuras y ese momento icónicos, despojarlos de los tradicionales adjetivos que se han empleado para describirlos, a fin de devolverlos como lo que fueron. Afirma que hay otros calificativos más adecuados además de “grandiosa” en esta “monumental pero malinterpretada, dramática pero distorsionada, trágica pero no triunfal” historia. 

Es por ello que Restall se propone dar otra narración sobre esa misma historia pero enfocada en refutar y desmentir a quienes sólo la han considerado como “uno de los grandes temas”. El autor hace una reevaluación de los relatos que abarcan desde la década de 1520 hasta el presente; un análisis no sólo de los eventos de la historia de la Conquista, sino de sus consecuencias (las guerras hispano-azteca, de 1519 a 1521, e hispano-mesoamericana, de 1517 a 1550), con la intención de ver la narración tradicional de la Conquista de México como una de las “más grandes mentiras de la historia de la humanidad”, que él define como “mitohistoria de la narrativa tradicional”, cuya exposición requiere comprender mejor lo que realmente ocurrió en ese momento.

Cuando Moctezuma conoció a Cortés se desarrolla en ocho capítulos emparejados temáticamente. En los primeros dos (primera parte) se analiza el “Encuentro” (como Restall quiere destacarlo) y la historia de la guerra hispano-azteca. El siguiente par de capítulos (segunda parte) describe cómo la civilización azteca y Moctezuma han sido vistos a lo largo de los siglos. En el tercer y cuarto par de capítulos se explora la leyenda de Cortés, no para satanizarlo, sino para quitarle protagonismo al conquistador y dar lugar a otros personajes. Estos otros actores, tanto españoles como nahuas, permiten revelar perspectivas alternativas sobre la invasión mediante la muerte de Moctezuma (tercera parte) y lo que sucedió en 1520 y después (cuarta parte). Estos capítulos sugieren cómo ver la guerra hispano-azteca desde la perspectiva de los individuos marginados de la narrativa tradicional, como los esclavos taínos de Cuba.

En ese tenor y fiel a su labor, si bien son Cortés, Moctezuma, Malintzin y Alvarado cuatro de los personajes más reconocidos en esta historia, Restall recupera y da el sitio que les pertenece, en un apéndice a manera de escueta biografía, a otros 13 protagonistas españoles y nahuas, sin cuya intervención no podría explicarse a cabalidad la contienda que se desató a partir de aquel 8 de noviembre de 1519: día del crucial encuentro de Moctezuma y Cortés en Tenochtitlan. 

Hernán Cortés llegando a las costas de México, óleo sobre tela de Vicente Alanís, 1778, Museo de Bellas Artes de Sevilla.

¿Por qué conquistaron los españoles tan rápido a Moctezuma y a la gente de México?, ¿cómo pudo un pequeño ejército de cientos de soldados castellanos doblegar a millones de mexicas y a su poderosa teocracia militar?

La quimera del encuentro

A partir de una mirada analítica del grabado que sirvió como portada de uno de los libros emblemáticos de la invasión española, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (editado por primera vez en 1632) de Bernal Díaz del Castillo, Matthew Restall reconoce algunos elementos que han pasado inadvertidos a la mayoría de los estudiosos y lectores, y que escapa quizá a los propósitos del propio Díaz del Castillo: en un escudo de la portada, diseñada por Juan de Courbes, grabador francés que trabajó en Madrid de 1620 a 1630, se muestra a Cortés con las manos extendidas: con la izquierda, parece que toma la corona del emperador; en la derecha lleva un juego de esposas que coloca en la muñeca de Moctezuma. El emperador está sentado, pasivo, sin oponer resistencia. Como el autor afirma: “Sin embargo, difícilmente se trata de un encuentro pacífico. La pose agresiva de Cortés, los tres soldados que están detrás de él y su simbólica captura del emperador y la corona sugiere un encuentro con propósito violento en el que la diplomacia había fallado: una captura no negociada del rey y su reinado”. 

Esa imagen es el punto de partida que lleva reevaluar al autor si lo descrito por Cortés en su Segunda carta de relación del Encuentro (fechada el 30 de octubre de 1520 y dirigida a Carlos I de España) fue una clara rendición del emperador azteca, y a considerar las condiciones en que se perpetró, las cuales han llevado a los historiadores y a la gente del común ha cuestionarse: ¿por qué conquistaron los españoles tan rápido a Moctezuma y a la gente de México?, ¿cómo pudo un pequeño ejército de cientos de soldados castellanos doblegar a millones de mexicas y a su poderosa teocracia militar? Restall responde tajante a una de ellas: una invasión de 28 meses no podría considerarse una “guerra rápida”. 

Grabado de Juan de Courbes que aparece en la portada de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, publicada por primera vez en Madrid en 1632. Impresión del Reyno, Madrid.

Pero volvamos al Encuentro, primero con una ciudad nunca antes vista por la mirada occidental. El autor propone al lector un juego de ensoñación: “Imaginen ver Tenochtitlan por primera vez”. ¿Quién de nosotros no lo ha hecho? ¿Quién no ha anhelado viajar por sus canales, conocer la magnífica obra de ingeniería que supuso la construcción de las chinampas, transitar por sus calzadas? ¿Contemplar esa “plaza tan bien compasada y con tanto concierto y tamaño, y llena de tanta gente, [que los soldados españoles] no la habían visto” (Motolinía dixit)? ¿O asistir al tianguis de Tlatelolco, escuchar las animosas transacciones comerciales y conocer de primera mano las mercancías? Yo, sin duda, lo he hecho. Y Restall aventura: 

La capital imperial era una inmensa ciudad-isla flotando sobre un lago, rodeada de volcanes. Era quizá la más asombrosamente bella combinación de ambientes naturales y artificiales de la historia de la humanidad. […] Aquellos primeros visitantes seguramente se sintieron abrumados y experimentaron desde incredulidad y admiración hasta temor. Nosotros con certeza lo sentiríamos. 

La isla de México en el siglo XVI, Luis Covarrubias, circa 1964, dibujo, Museo Nacional de Antropología, INAH, Secretaría de Cultura, Ciudad de México

Una ciudad que escapaba al entendimiento y comprensión de los cientos de españoles y sus esclavos africanos que asistieron a ella por vez primera. Las observaciones de estos testigos oculares y los posteriores rumores no se hicieron esperar, y con ellas las “inadecuadas” –como las califica el autor– comparaciones con las ciudades europeas. Pero ¿de qué otra manera podía ser cuando se parte de un solo panorama geográfico y cultural, por más que algunos soldados habían estado en Italia y Constantinopla?

Un dato que proporciona el autor despejó una incógnita que me había rondado durante años: ¿por qué se le llamó a Tenochtitlan la “Gran Venecia”. Resulta que un boletín informativo impreso en la ciudad alemana de Augsburgo a finales de 1521, o principios de 1522, describía cómo los “cristianos” que hacía dos años habían descubierto la metrópoli azteca la llamaron “Gran Venecia”. El autor anónimo del boletín estaba intrigado en particular por las cinco calzadas que unían Tenochtitlan con la orilla del lago, las cuales intentó retratar un grabador, en lo que es la más antigua ilustración que se conserva de la ciudad azteca.

Vista de Tenochtitlan, anónimo,1522, Biblioteca John Carter Brown, Rhode Island. En el pie de foto se lee, en alemán: “la gran Venencia tiene cinco entradas/ y en cada una de ellas hay un puente/ que llega a tierra/ y en estos mismos cinco puentes/ hay muchos puentes levadizos con torres/ por lo que la ciudad es impenetrable”. Esta xilografía es la ilustración europea más antigua que se conserva de Tenochtitlan. Describe la capital azteca como una ciudad medieval y es completamente inexacta.

El propio Cortés, incluso, imaginaba lo perfecta que hubiera sido esa ciudad de haber sido reservada sólo para los españoles. Su localización en una isla situada sobre un lago le llamó la atención no sólo porque la hacía un lugar “muy hermoso”, como le dijo al rey en su Segunda carta de relación, sino porque habría permitido a los conquistadores crear un ambiente urbano aislado: con los españoles viviendo “separados de los nativos, debido a la extensión de agua que pasaba entre nosotros” (algo que a la larga se cumplió). Fueron tales la intriga y fascinación que despertaron en los europeos las descripciones que de ella y sus pobladores hizo Cortés (su Segunda relación fue publicada en Sevilla el 8 de noviembre de 1522; y la Tercera al año siguiente), que hacia 1527 la Corona española prohibió sus reimpresiones, por el temor de que la fama del conquistador amenazara la autoridad del rey.

Ahora bien, ¿cómo fue el Encuentro con Moctezuma? Sobre esto nos narra Restall: Cortés y su fuerza hispano-tlaxcalteca, arribaron desde Iztapalapa, ese 8 de noviembre de 1519. Los invasores se detuvieron ante una puerta fortificada, construida donde la calzada se encontraba con otra que venía de la ribera occidental. Aquí comenzó el largo ritual de bienvenida que dio pie al Encuentro: empezó con la llegada, según testigos, de hasta mil hombres principales de Tenochtitlan, que ponían cada uno la mano en la tierra y la besaba. Esta ceremonia duró alrededor de una hora, tras de la cual llegó Moctezuma, acompañado por Cacama, su sobrino y gobernante de Texcoco, y por Cuitláhuac, hermano del emperador y gobernante a su vez de Iztapalapa. Y a continuación sucedió el tan famoso intento fallido de Cortés de abrazar a Moctezuma. Cacama y Cuitláhuac se lo impidieron: “Aquellos dos señores que con él iban me detuvieron con las manos para que no lo tocase”. Los tres gobernantes hicieron el ritual de colocar la mano en la tierra y besarla. Después de intercambiar los célebres collares de margaritas y diamantes, por parte del hispano, y de huesos de caracoles, por parte del emperador, este último invitó a Cortés a su residencia, donde lo agasajó con “joyas de oro y plata y plumajes y con hasta cinco y seis mil ropas de algodón”.

Hasta aquí la descripción histórica, pero ¿qué significado tuvo ese Encuentro?

Conquista de México por Hernán Cortés (Cacama recibe a Cortés) (detalle) de Miguel González y Juan González, siglo XVII, óleo y enconchado de nácar sobre lienzo montado en madera, Museo de América, Madrid.

“El pasado comprende todos los encuentros”

Como bien dice Restall, “el pasado comprende todos los encuentros –tanto simples como conflictivos– que han unido a la gente. La historia, como disciplina, es entonces la suma de todas las narrativas sobre esos encuentros”. Pero esas narrativas las más de las veces son sesgadas, llenas de omisiones, contradictorias, si no es que fabricadas. Es sabido que Carlos Fuentes consideró la obra de Bernal Díaz del Castillo como el verdadero antecedente de la ficción latinoamericana. 

A ojos del autor británico, las narrativas tradicionales alcanzan una tenacidad bíblica: “el triunfo de Cortés y la rendición de Moctezuma subsisten como un evangelio de la Conquista”. En ellas hay una secuencia ordenada de momentos triunfales (hispanos, claro), que no corresponden con el caos que condujo al trágico desenlace de la destrucción de Tenochtitlan; los hechos deben circunscribirse en el contexto de la complejidad de la guerra hispano-mexica. “El Encuentro de ese día debe verse, entenderse, interpretarse y recordarse en formas diversas, haciendo a un lado la promoción y dominio de los españoles, su legitimidad y superioridad, el monopolio sobre la verdad que necesariamente marginaron y silenciaron los recuerdos, percepciones y realidades alternas”, afirma Restall.

Y esto es lo que se propone –y cumple– Cuando Moctezuma conoció a Cortés. Una obra magnífica, reveladora y esclarecedora; diría yo: capital. En ella justamente echa mano de esas otras voces acalladas, pero que siempre han estado allí en forma de breves relatos, obras teatrales, poemas, óperas, canciones, frisos, lienzos, portadas de libros… y a nuestros ojos. Sólo que nos hacía falta esa otra mirada de un acucioso historiador para descubrirlas (quizá por primera vez), conocerlas a profundidad, para después asimilarlas para comprender “la verdad del Encuentro que cambió la historia”, como reza el subtítulo del libro.

La profecía de la rendición y la cobardía

Mucho se ha hablado, claro que desde la perspectiva de estas narrativas tradicionales, de que la rendición de Moctezuma se debió a una profecía. Pero ¿cuándo inició esta mitohistoria, empleando el concepto de Restall? Restall, en otra de sus grandes contribuciones, encontró otra gaceta alemana impresa en 1522 en Augsburgo, donde se sugiere que es la rendición, y no la paz, la solución al enigma del Encuentro. “En este folleto, el emperador ‘Mantetunia’ toma la loable decisión de capitular. El relato no hace mención de su muerte o de la guerra para nada; su respuesta a los españoles se presenta como correcta y admirable, lógicamente evitando la necesidad de una guerra”. Cito lo publicado por esa gaceta:

Cuando Mantetunia escuchó que el señor más poderoso de todo el mundo envió a estas personas, los recibió honorablemente y se sometió obedientemente a su Majestad Imperial, y les dijo que esto se debía a las profecías trasmitidas por sus ancestros de que un día un señor del mundo entero los encontraría y vendría a ellos con su gente, quienes vivían en su tierra desde tiempos antiguos y de los cuales descendían.

“El pasado comprende todos los encuentros –tanto simples como conflictivos– que han unido a la gente. La historia, como disciplina, es entonces la suma de todas las narrativas sobre esos encuentros”

Durante el siglo XVI, la explicación de la profecía fue aprovechada y perfeccionada principalmente por un par de grupos entrelazados, sostiene Restall: los franciscanos que llegaron para convertir a los nahuas al cristianismo y educar a su élite, y esos mismos nahuas ya convertidos y educados. De este crisol surgió la colaboración de fray Bernardino de Sahagún con ocho o diez nahuas que se consolidó con una obra de doce volúmenes sobre la cultura e historia nahua, conocida como el Códice Florentino. En ella, se hace énfasis en la profecía como la explicación subyacente de la Conquista. El autor, en su persecución de buscar más fuentes sobre ella, las encuentra en un drama escrito en náhuatl hacia finales de ese mismo siglo, que lleva por título Los tres reyes, que bien nos valdría revisar a conciencia para explicar la persistencia de este mito, que ha sido interpretado a través de filtros contemporáneos. 

Algunos han querido encontrar en los rasgos de la personalidad de Moctezuma la causa de la rendición: la cobardía. Afirman que su debilidad de carácter y fracaso como gobernante explican cómo terminó siendo prisionero de los españoles e incapaz de prevenir la posterior revuelta azteca, la resistencia y la guerra que se desató un año después de su muerte. Y, claro, hay quienes ponderan su innoble personalidad que contrasta con el heroísmo de Cortés: “el noble y valiente Cortés” y “el temeroso y cobarde Moctezuma”. Sin embargo, Restall sostiene que esta aseveración se basa en argumentos un tanto débiles. Y señala una de las más grandes contradicciones incorporadas a la narrativa tradicional: si Moctezuma se rindió ¿por qué Cortés lo detuvo y esposó?

Finalmente, fue Cortés quien reinventó el Encuentro como rendición, narrándolo como una entrada triunfal y como un momento que marcó un antes y un después en la historia… Convirtió una guerra desastrosa, llena de atrocidades y caos, en una narrativa más simple y noble; que se ha perpetuado en relatos europeos, poemas y lienzos. La respuesta a la prolongación de esa mitohistoria la explica Restall como un sesgo de confirmación, valiéndose de un término psicológico. Para él, la narrativa tradicional de la Conquista de México está hecha a la medida de las narraciones modernas: hay un héroe (Cortés), un villano (Diego Velázquez) y un héroe trágico (Moctezuma). A lo que se suma un tema ambiguamente romántico: la relación de Cortés con Malintzin. 

 Presagio funesto, fray Diego Durán, siglo XVI, Códice Durán, lámina 48, Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, INAH, Secretaría de Cultura, Ciudad de México.

Un hallazgo excepcional de Matthew Restall, al intentar comprender la personalidad de Moctezuma y los hechos posteriores, es el zoológico del emperador.

Cortés y la Malinche, José Clemente Orozco, 1926, pintura mural al fresco y encáustica, Museo de San Ildefonso, INBA, Secretaría de Cultura, Ciudad de México.
Cortés y la Malinche, José Clemente Orozco, 1926, pintura mural al fresco y encáustica, Museo de San Ildefonso, INBA, Secretaría de Cultura, Ciudad de México.

 

El coleccionismo como respuesta a la incógnita

En una pequeña sección del famoso mapa de Núremberg (1522), considerado por el autor como uno de los ejemplos más bellos de la cartografía universal, además de ser uno de los más significativos y emblemáticos –al consistir en la única descripción cartográfica de una ciudad en la víspera de su destrucción–, a orillas de Tenochtitlan, aparece el “Palacio de Moctezuma” y cerca de él hay una pequeña estructura señalada como “Casa de los Animales”. Ese detalle particular, de importancia crucial, es para Restall la clave para entender la cosmovisión de Moctezuma, quién era él y por qué respondió de la forma en que lo hizo ante la llegada de los españoles. Y le da sentido al Encuentro. ¿Qué escondía esta casa? El zoológico, de acuerdo con el mapa mencionado, estaba organizado en dos niveles, con palacios discretos y complejos, y dentro de ellos jaulas separadas, cuartos o zonas valladas para albergar a las creaturas. Según la descripción de John Ogilby, naturalista escocés del siglo XIX, una de esas construcciones “era la residencia para toda la gente con deformaciones. La segunda, un aviario para todos los tipos de aves y aves de corral, un lugar abierto y espacioso, con techo de redes y rodeado de galerías de mármol. La tercera, una guarida para bestias salvajes, dividida en varios cuartos, donde se encontraban leones, tigres, lobos, zorros y todo tipo de animales de cuatro patas”. Sin embargo, Restall identificó más espacios: el lugar de las plantas de ornato, los jardines herbolarios y plantas medicinales, cuyas propiedades eran estudiadas por los médicos de Moctezuma y se utilizaban libremente en los enfermos; el de los reptiles, depositados en vasijas grandes; dos aviarios: uno para las aves de plumas de colores (de las cuales extraían precisamente sus plumas para utilizarlas en su ropa, en pinturas y en ornamentos) y las de caza (cabe señalar que Cortés admitió haber destruido deliberadamente estos aviarios); en uno más se encontraban “leones, tigres, osos y todas las otras especies salvajes que producía la Nueva España”, además de lobos grises. Las demás categorías de los seres vivos comprenden a los seres humanos. Uno era de los humanos deformes, donde se les instruía y alimentaba.

Detrás de este afán coleccionista, Restall encuentra en Moctezuma un ambicioso deseo de conocer y controlar el mundo. Al adueñarse de los españoles –sin rendirse o matarlos– podría estudiarlos y entenderlos.

Y por último, el espacio de las mujeres, y no porque se les considerara animales; en él residían las esposas y concubinas de Moctezuma. Como es sabido, la práctica real de la poligamia era esencial para el mantenimiento y estructura del Imperio. Debido a la identidad de estas mujeres, para Restall resulta apropiado y realista considerarlas como parte del zoológico. Por otra parte, a Moctezuma le gustaba coleccionar libros; se estima que su biblioteca debe de haber tenido cientos de pergaminos y manuscritos, que casi en su totalidad fueron destruidos durante la guerra. El autor revela una historia poco difundida: los zoológicos en el Viejo Continente se crearon cuando se descubrió toda la colección que albergaba en el suyo, sobre la cual se escribieron reseñas y algunos objetos fueron expuestos en ciudades europeas.

El guardián del zoológico de Moctezuma, fray Bernardino de Sahagún, circa 1540-1585 en Historia general de las cosas de Nueva España (Códice Florentino, lib. 8, f. 30r), Biblioteca Mediceo Laurenziana, Florencia.

Detrás de este afán coleccionista, Restall encuentra un ambicioso deseo de conocer y controlar el mundo. Moctezuma podía obtener un conocimiento universal, que era su adquisición final. Eso lo hacía único y lo conectaba con los dioses. Era imperativo, por consiguiente, que coleccionara a los recién llegados españoles para conocerlos. Su llegada a su Imperio hacía que su conocimiento universal estuviera incompleto. Pero al adueñarse de ellos –sin rendirse o matarlos– podría estudiarlos y entenderlos, restaurando así la plenitud de su conocimiento imperial. Ross Hassig, un gran conocedor de las culturas mesoamericanas, secunda esta hipótesis, al afirmar que Moctezuma decidió no atacar a los españoles en 1519 porque quería aprender sobre ellos antes de emprender una guerra directa, y porque necesitaba asegurarse de su control sobre los pueblos vasallos al este del Imperio, que se había desestabilizado a causa de la invasión.Una premisa arriesgada y poco convencional, a contrapelo de la narrativa tradicional. Es por ello que la lectura de esta obra resulta imprescindible.

Una edición brillante

Grupo Salinas, a través de Arte & Cultura Salinas, se propuso conmemorar este Encuentro con una espléndida edición de Cuando Moctezuma conoció a Cortés. Con gran tino eligieron este volumen para dar a conocer una visión más amplia sobre los orígenes del México actual. Si bien el texto se sustenta por sí solo, una contribución mayúscula fue la selección iconográfica que lo apoya. En ella se advierte la inteligencia, conocimiento y afán de búsqueda de su investigador, Luis Arturo Salmerón. Y su composición gráfica hace eco de lo anterior: la talentosa y reconocida diseñadora Daniela Rocha concibió un libro de gran formato, impecable, que posibilita su doble lectura: a partir del texto y de las imágenes. Sin duda, hay un gran concierto editorial: desde la concepción y selección del texto, la coordinación (una labor que no se advierte a simple vista) y la impresión. Desde ya, los conmino a apreciarla y deleitarse con ella.

Portada del libro Cuando Cortés conoció a Moctezuma, Matthew Restall, traducción de José Eduardo Latapí Zapata, 2019, Arte & Cultura Grupo Salinas. 

Sobre el autor

Matthew Restall (1964) es etnohistoriador y estudioso de la Conquista, la colonización y la diáspora africana en las Américas. Actualmente se desempeña como profesor de Historia y Antropología de América Latina y como director de Estudios Latinoamericanos en la Universidad Estatal de Pensilvania. Es presidente de la American Society for Ethnohistory, fue editor de la revista Ethnohistory, editor principal de Hispanic American Historical Review, editor de la serie de libros Latin American Originals y coeditor de la serie editorial Cambridge Latin American Studies. Cursó la licenciatura en Historia Moderna en la Universidad de Oxford y se doctoró en Historia de América Latina en Universidad de California en Los Ángeles. Ha publicado más de veinte libros; entre ellos Seven myths of the spanish conquest (2003), traducido al español, portugués, italiano y polaco; The maya world: Yucatec culture and society, 1550-1850 (1997); Maya conquistador (1998); Invading Guatemala (con Florine Asselbergs, 2007); The end of the world: The western roots of the maya apocalipsis (con Amara Solari, 2011); América Latina en tiempos coloniales (con Kris Lane, 2011); y Los conquistadores (con Felipe Fernández- Armesto, 2012). Su libro The black middle obtuvo el premio de la Conference on Latin American History al mejor libro sobre historia mexicana en 2009. Ha obtenido becas de la National Endowment for the Humanities, de la John Simon Guggenheim Foundation, del Institute for Advanced Study de Princeton, de la biblioteca John Carter Brown, de la Biblioteca del Congreso y de la United States Capitol Historial Society.



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