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Música y ópera

Los maestros del maestro

¿Quiénes fueron los maestros de Beethoven? ¿Quiénes sus amigos? ¿Quiénes sus discípulos? ¿Cómo encontró su propia voz en la fuga, en la armonía, en el contrapunto y en la composición? Descubra esto y más a través este artículo.


Por Fernando Álvarez del Castillo

Ningún compositor nace por generación espontánea. Sin demérito de su talento ni de la fuerza de su imaginación para crear la obra que habrá de legar a la humanidad y a la historia de la música, esta siempre será reflejo de la realidad en que vive, síntesis de su aprendizaje, de las influencias que reciba y de los medios que se allegue para comprender su mundo, su tiempo y lograr comunicarse con sus contemporáneos. Sus maestros, si los tuvo, serán la base de su desarrollo ulterior; y sus discípulos, sus agradecidos críticos que no necesariamente lo habrán de superar. Un área de intenso análisis a la cual acuden con frecuencia los eruditos que estudian a Beethoven involucra la educación del compositor y el impacto de esta en su identidad como artista. El genio de Bonn nunca asistió a ningún conservatorio, no recibió una educación musical académica formal, tampoco tuvo un maestro fijo por largo tiempo más allá de su padre y menos una especialización. Su formación fue más bien diversa en tiempos de cambios profundos y vertiginosos que influyeron para que encontrara su propio lenguaje musical. Esto, por otra parte, le permitió conocer a músicos notables, generosos en su mayoría, y ampliar sus horizontes, gracias a los ambientes sociales en los que estos se movían.

Durante su juventud, en un viaje a la capital imperial, Beethoven tocó e improvisó para Wolfgang Amadeus Mozart, pero no resultó ninguna relación pedagógica formal de este encuentro. Beethoven también tomó clases en secreto con Johann Schenk (1753-1836) y sesiones informales con Antonio Salieri (1750-1825).

Retrato de Johann Baptist Schenk, uno de los primeros maestros de Beethoven, de autor desconocido. Museo de la Sociedad de Amigos de la Música, Viena.
Retrato de Johann Baptist Schenk, uno de los primeros maestros de Beethoven, de autor desconocido. Museo de la Sociedad de Amigos de la Música, Viena.

El aprendizaje temprano de la interpretación ciertamente influyó en el instinto de Beethoven por la composición instrumental. En Bonn, su ciudad natal, tomó clases de violín y teclado con su severo padre, Johann, tenor en la corte, quien por sus compromisos locales sólo podía dar clases de manera intermitente a su dotado hijo. En realidad su primer maestro de composición importante fue el organista y compositor Christian Gottlob Neefe (1748-1798), un músico respetado y exitoso en su época, organista de la corte y maestro de capilla del elector en Bonn, director musical de un prominente grupo de teatro y compositor de varios singspiele.

Christian Gottlob Neefe fue el primer maestro de composición de Beethoven; grabado en metal, 1750. Casa de Beethoven, Bonn.
Christian Gottlob Neefe fue el primer maestro de composición de Beethoven; grabado en metal, 1750. Casa de Beethoven, Bonn.

Neefe compuso relativamente pocas obras instrumentales; en su mayoría, para clavecín y fortepiano. Las escribió durante una época de importantes cambios estilísticos, como el paso del período barroco al clasicismo y la evolución y eventual desaparición del bajo continuo. Sus famosas Doce sonatas para piano, publicadas en 1773, mezclan los estilos barroco y clásico temprano. La mayoría consta de tres movimientos en la secuencia rápido-lento-rápido, común en la era clásica y tienen indicaciones de interpretación inusuales, como Poco lento y languido, Andante con ternura, muy lento y triste, o Andante con gravedad, solemnidad, términos que reflejan el inicio de la época conocida como sentimentalismo o estilo sensible (empfindsamer stil), en boga durante la década de 1770.

Neefe fue amigo solidario y paternal del joven Beethoven, quien más tarde reconocería a su maestro: “Le agradezco por los consejos que me dio en repetidas ocasiones… Si alguna vez llego a ser un gran hombre, habré de compartir con usted parte del mérito”.

 

En la década de 1780, Neefe, enseñó a Beethoven los secretos del bajo continuo, la transformación improvisada de una línea de bajo en una entidad musical mayor, además de introducirlo a El clave bien temperado de Johann Sebastian Bach y los escritos de su distinguido hijo Carl Philip Emanuel. Neefe fue amigo solidario y paternal del joven Beethoven, quien más tarde reconocería a su maestro: “Le agradezco por los consejos que me dio en repetidas ocasiones… Si alguna vez llego a ser un gran hombre, habré de compartir con usted parte del mérito”.

Las Variaciones Dressler, que aparecieron impresas en 1782, cuando Beethoven tenía doce años, fue su primera composición publicada. Neefe le había asignado un tema de marcha en do menor de un oscuro cantante y compositor contemporáneo llamado Ernst Christoph Dressler, para que desarrollara sus variaciones. Impresionado por la pieza, Neefe convenció a un editor de Mannheim para que la publicara. Con el título en francés, Variaciones para clavecín sobre una marcha de Mr. Dresler compuestas por el joven aficionado Louis van Beethoven, de 10 años de edad, la edad del “joven aficionado” se redujo en dos años, sin duda para sorprender a los compradores (aunque este cambio en la fecha de nacimiento generaría confusión a lo largo de su vida). Una segunda edición de las variaciones, ligeramente revisadas –presumiblemente por el compositor– se publicó en 1803.

Sin duda alguna el maestro más importante fue Franz Joseph Haydn (1732-1809). Al regreso de su primer viaje a Inglaterra, pasó por Bonn, donde le presentaron a un joven llamado Ludwig van Beethoven, cuyas dotes musicales le llamaron poderosamente la atención y al que aceptó recibir en Viena como alumno, previo permiso del príncipe elector de Colonia, de cuya orquesta era miembro. Haydn, antes de dirigirse a la capital, se detuvo en Frankfurt, donde se encontraba el príncipe Esterházy, que asistía a la coronación del emperador Francisco II. Beethoven llegó a Viena en noviembre de 1792, para perfeccionarse bajo la tutela de Haydn en el arte de la composición. Sin embargo, no tardaron en surgir dificultades entre ambos. Beethoven deseaba recibir un riguroso curso de contrapunto, lo que casaba mal con Haydn, un autodidacta siempre exigente consigo mismo pero muy tolerante con los demás y entregado, por otra parte, a su propia creación.

Flanqueado por Nikolaus Zmeskall, secretario de la corte en la Cancillería Real de Hungría, Beethoven se dirigió a casa de su profesor, “Papá Haydn”, que tenía ya setenta años y acababa de emanciparse de su protector, el príncipe Esterházy. Haydn llevó consigo a su nuevo discípulo en un viaje a Eisenstadt con el ánimo de asegurarle el mecenazgo de la familia Esterházy. Gracias a esta iniciativa el príncipe Nikolaus II le encomendaría posteriormente la Misa en do mayor, op. 86.

Retrato de Ludwig van Beethoven; óleo sobre tela de autor anónimo, circa 1783, Museo de las Bellas Artes, Viena.
Retrato de Ludwig van Beethoven; óleo sobre tela de autor anónimo, circa 1783, Museo de las Bellas Artes, Viena.
Joseph Haydn, retrato realizado por Thomas Hardy en 1792.
Joseph Haydn, retrato realizado por Thomas Hardy en 1792.

Según las notas de Beethoven, las lecciones transcurrían de manera agradable, el maestro tomaba café mientras que el alumno disfrutaba tazas de chocolate. Pese a la férrea voluntad por aprender, el célebre alumno de Beethoven, Carl Czerny (1791-1857), relata diez años más tarde la siguiente confidencia: “Me contó que siendo niño era indolente y que su educación musical había sido mala, aunque tenía talento para la música”. Por su parte, Ferdinand Ries, otro discípulo, afirmó: “Haydn había deseado que Beethoven anotara bajo el título de sus obras: ‘Alumno de Haydn’, pero Beethoven no lo quiso hacer porque decía que a pesar de las lecciones que recibió, no había aprendido nada de él”.

Viejo y con una carga considerable de obras pendientes, Haydn había puesto en manos de  Beethoven, el sólido tratado musical Gradus ad parnassum de J. J. Fux, además le dio varias lecciones, lo recomendó con su mecenas y le corrigió algunas obras. Pronto Beethoven, a espaldas del maestro, recibió lecciones de contrapunto, primero de su nuevo amigo Johann Schenk y después de Johann Georg Albrechtsberger (1736-1809).

Sólo la posteridad, con su perspectiva, ha podido valorar en su justa medida la gran deuda que el arte de Beethoven contrajo en todas las etapas de su desarrollo con la producción de su maestro.

 

Finalmente, a propósito de las relaciones entre estos dos compositores, se cita siempre la anécdota del trío en do menor. Poco antes de que Haydn emprendiese el segundo viaje a Inglaterra, Beethoven le dedicó los tres Tríos con piano op. 1. Haydn le aconsejó que no publicara el tercero –en do menor–, pues advertía ciertas incorrecciones o tal vez que su contenido podía resultar demasiado audaz, lo que perjudicaría su aceptación pública. El discípulo se indignó y su natural suspicacia lo llevó a suponer torcidas interpretaciones sin ningún fundamento. Sin embargo, Haydn, que se mostraba con su habitual afabilidad al trabajar con su discípulo, recomendó a Beethoven que siguiera con el prolífico Albrechtsberger, quien recientemente había había sido nombrado maestro de capilla de la catedral de San Esteban y publicado su tratado Instrucción completa sobre composición.

Estaba claro de todas formas que ambos genios, por diferencias de edad y de mentalidad, seguían rutas que difícilmente podían coincidir en una relación docente normal. Sólo la posteridad, con su perspectiva, ha podido valorar en su justa medida la gran deuda que el arte de Beethoven contrajo en todas las etapas de su desarrollo con la producción de su maestro.

Retrato de Antonio Salieri, obra de 1815 de Willibrord Joseph Mähler (1778-1860)
Retrato de Antonio Salieri, obra de 1815 de Willibrord Joseph Mähler (1778-1860)

Entre las escasas lecciones de Johann Schenk y las clases de Haydn, le quedaba tiempo a Beethoven para tomar lecciones de baile y de iniciarse en la vida mundana de la capital. El 19 de enero de 1794, Haydn regresó a Londres para ofrecer una serie de conciertos. Beethoven tenía ya catorce meses en Viena. A su partida, Haydn legó su alumno a uno de los teóricos con mayor prestigio, Albrechtsberger, –tenido en muy alta estima por Mozart y maestro de Hummel–, se esforzaba tres veces por semana en formar a Beethoven en las reglas de la fuga a varias voces. Las lecciones duraron poco más de un año y no dejaron satisfechos ni a uno ni a otro. Lo que es cierto es que Beethoven guardó el recuerdo de Albrechtsberger como un hombre pedante e insoportable. Por su parte, Albrechtsberger se expresó así de Beethoven: “Es un exaltado librepensador musical, no ha aprendido nada y jamás hará nada que merezca la pena”.

Salieri y Albrechtsberger se quejaban de su rebeldía contra las reglas básicas y la composición dramática concebida en el espíritu de la escuela italiana.

 

Retrato de Johann Georg Albrechtsberger, óleo de Leopold Kupelwieser.
Retrato de Johann Georg Albrechtsberger, óleo de Leopold Kupelwieser.

Pero Ries dejó también un testimonio que atenúa estas afirmaciones: “He conocido bien a los tres profesores de Beethoven –Haydn, Albrechtsberger y Salieri–, y los tres lo estimaban mucho, pero eran de la misma opinión sobre su instrucción, un hombre obstinado y díscolo que debió aprender por sí mismo, pues no quería ser objeto de ninguna lección". Además, Salieri y Albrechtsberger, en particular, se quejaban por su rebeldía contra las reglas básicas y la composición dramática concebida en el espíritu de la escuela italiana. Pero lo cierto es que Beethoven, con su “peculiar” carácter, difícilmente habría soportado lecciones de Abrechtsberger tres veces por semana durante un año, si no hubiese mantenido una relación, al menos respetable, con su maestro.

Ignaz Schuppanzigh, apodado El cuarteto Beethoven, quien fuera el primer director en interpretar los cuartetos íntegramente; grabado de Josef Danhauser, 1791, Casa de Beethoven, Bonn.
Ignaz Schuppanzigh, apodado El cuarteto Beethoven, quien fuera el primer director en interpretar los cuartetos íntegramente; grabado de Josef Danhauser, 1791, Casa de Beethoven, Bonn.

No contento Beethoven con las clases que había recibido de Haydn y Albrechtsberger, buscó a Antonio Salieri para tomar lecciones de música vocal y a Wenzel Krumpholz para las de violín. Además, cada vez que tenía ocasión, interrogaba a los instrumentistas de toda clase para conocer las características de sus instrumentos. Salieri no enseñó gran cosa a Beethoven, sin embargo, la relación profesional entre ambos fue menos mala que con sus otros profesores.

Ludwig van Beethoven interpreta el piano ante Wolfgang Amadeus Mozart, grabado sobre madera de Ad. Rottmann, 1880, Museo de las Bellas Artes, Viena.
Ludwig van Beethoven interpreta el piano ante Wolfgang Amadeus Mozart, grabado sobre madera de Ad. Rottmann, 1880, Museo de las Bellas Artes, Viena.

 

El medico Franz Gerhard Wegeler, amigo desde la infancia de Beethoven, dejó un testimonio que nos  permite conocer otras enseñanzas que recibió: “Todos los viernes  por la mañana se interpretaba música en la residencia del príncipe Moritz von Lichnowsky; además del anfitrión, participaban cuatro artistas: Schuppanzigh, Weis, Kraft y Linke. Beethoven aceptaba siempre de buena gana los consejos de estos señores”.

Ignaz Schuppanzigh (1776-1830) tiene amplios méritos para figurar en todas las biografías del músico de Bonn. Fue el primer ejecutante de todos los cuartetos de Beethoven y quien terminó por imponerlos al público.

 

Por otra parte, el príncipe Lichnowsky, promotor de estos conciertos, era también compositor y, gracias a su cuantiosa herencia, podía dedicarse exclusivamente a sus intereses musicales. Las Siete variaciones para piano sobre el aria Nel cor piü non mi sentó de la ópera La molinara de Giovanni Paisiello, es la única obra que publicó en vida, concretamente en 1798. El tema que Lichnowsky eligió, incidentalmente, Beethoven lo había usado dos años antes para su serie de variaciones WoO 70: Variaciones en sol mayor sobre el dueto Nel cor piü non mi sentó de La molinara, de Paisiello.

Aunque menos familiarizado con la manera de componer de Beethoven, Ignaz Schuppanzigh (1776-1830) tiene amplios méritos para figurar en  todas las biografías del músico de Bonn. Fue el primer ejecutante de todos los cuartetos de Beethoven y quien terminó por imponerlos al público, a tal punto que en su entorno se le conocía como El cuarteto Beethoven, a pesar de que el propio Ignaz llegó a confesar que no los comprendía del todo.

Muy corpulento, persona de buen humor y alegre vividor, Schuppanzigh era uno de los blancos favoritos de las bromas del compositor, quien a menudo lo llamaba “Mylord Falstaff” y en la última página del manuscrito de la Sonata op. 28, de 1801 anotó: “Canon de circunstancia sobre Schupp. Elogio del obeso”. ¡El diablo te lleve!, eres un canalla, ¿quién no le conoce? Nosotros decimos unánimes: ¡Tú eres el más grande de los asnos!”. Beethoven daba gran importancia a la amistad. Sin embargo, la camaradería no le interesaba en sí; más bien, definía la verdadera amistad como “una conexión entre naturalezas similares”, entre “almas y corazones afines”.

Entre sus amigos más cercanos se encontraban tres notables pianistas de la escuela vienesa: Ferdinand Ries (1784-1838), Carl Czerny e Ignaz Moscheles (1794-1870). Los primeros dos fueron sus discípulos. El tercero fue un admirador incondicional quien apoyó económicamente a Beethoven al final de su vida. Los tres colaboraron con él y fungieron como embajadores de su música. Czerny a través de la enseñanza, mientras que Ries y Moscheles, quienes se establecieron en Londres, lealmente se aseguraron de que sus obras sinfónicas se interpretaran. Si bien Beethoven aprendió la estructura de la fuga, los secretos de la armonía y las severas reglas de la composición de sus maestros, cabe recordar que sus alumnos fueron los grandes promotores para que su obra se conociera ampliamente en Europa a la muerte del genio.

Referencias bibliográficas

AA. VV. Impressions of contemporaries. Recopilación de numerosos testimonios de los contemporáneos de Beethoven. Nueva York: G. Schirmer, 1926.

FISCHER, George Alexander. Beethoven, a carácter study. Nueva York: Dodd, Mead and Company, 1905.

MASSIN, Jean y Brigitte. Ludwig van Beethoven. Madrid: Turner,1967.

The new Grove dictionary of music and musicians, ed. de Stanley Sadie, vol. 2, Londres: MacMillan P. L., 1980.

 



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