Debemos a la generosidad del investigador cordobés Manuel González-Mohino, buen amigo de los afanes de la Zona Paz, que comparta con nosotros las pesquisas y hallazgos que ha realizado en archivos europeos, un empeño que ha rendido frutos relevantes sobre la trayectoria de Octavio Paz.
Uno de esos archivos, el del Institut National de l’Audiovisuel (INA) de Francia, permitió el ingreso al fondo “Alejo Carpentier” en el que apareció esta grabación (de cuya existencia se sabía sólo por referencias), en la que se escucha a Octavio Paz leyendo la “Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón”, su poema más comprometido con la lucha de la República española junto a “¡No pasarán!”.
La grabación la realizó Carpentier en un estudio de su propiedad llamado Phoniric, en París –en el que hacía publicidad y grabaciones–, en octubre de 1937, cuando Paz y Carpentier regresaron del Congreso de Escritores Antifascistas en Valencia. Junto a la de Paz, se escucha la lectura que hace Miguel Hernández de su “Canción del esposo soldado”, una lectura de Carpentier y una entrevista con el bajo profundo Paul Robeson. Esta es la primera grabación de la voz de Paz de la que se tiene noticia.
Carpentier
Hay buenos trabajos sobre Carpentier, melómano, pianista y empresario radial. En “El Carpentier de la radio” , Enea Zaramella hace un comentario documentado sobre ese lado de su vida. También hay un libro, Alejo Carpentier y la radio de Óscar Luis López (La Habana, Letras Cubanas, 2003), que lamentablemente no se puede consultar en línea. Jesús Cano Reyes aporta el más documentado, “Un melómano en la guerra: Alejo Carpentier, corresponsal de la Guerra Civil española” , pues cruza ese viaje con las memorias y la narrativa del escritor franco-cubano. Es particularmente interesante constatar que Carpentier y Paz compartieron experiencias durante el viaje al Congreso de Escritores Antifascistas. Vivieron en el mismo hotel el bombardeo que hubo sobre Valencia la primera noche que pasaron ahí; juntos caminaron hacia el frente en la Ciudad Universitaria de Madrid, y los dos pasaron por Minglanilla con Carlos Pellicer. Supongo que no hubo mayor simpatía, pues ninguno de los dos le dio mayor importancia al otro en su escritura.
Cano Reyes cita “La muerte de Miguel Hernández” de 1939 en la que Carpentier evoca a Miguel Hernández y menciona:
que en su estudio de grabación de París, en 1938, ha registrado “el timbre varonil y profundo de su voz” recitando uno de sus poemas. “Esa voz la he apresado. La tengo aquí, en La Habana, en mis maletas”. Carpentier describe a Hernández fascinado con los instrumentos y las luces –rojas y azules– del estudio, con la tecnología del sonido. Además del valor histórico de la anécdota, el texto necrológico tiene un interés añadido en tanto se recuerda que, en realidad, en 1939 Miguel Hernández sigue vivo, aunque la noticia de su falsa muerte se haga tristemente real poco tiempo después (morirá en marzo de 1942).
Más especializado en el asunto de las grabaciones es el trabajo de Carmen Vázquez (que puede leerse aquí), donde explica que Carpentier grabó “una serie de discos” sobre la guerra en España y cita el mismo escrito de Carpentier sobre “La muerte de Miguel Hernández”:
Por aquel entonces (1938), disponiendo de las máquinas de mi estudio, yo no perdía la oportunidad de «poner en conserva» la voz de grandes poetas contemporáneos. Había editado los Guernica y Madrid 1937 de Paul Éluard. Había guardado en mis gavetas las voces de Langston Hughes, Rafael Alberti, José Bergamín, Octavio Paz, Pablo Neruda y otros...
La grabación
Parece ser una recopilación de material para un disco que después acompañaría las transmisiones radiales que Carpentier producía para el sistema de la Radiodiffusion Nationale de Francia. Es una grabación que parece haber recopilado, junto a lo de la Guerra Civil, materiales para otros proyectos.
Ya hemos comentado en la Zona Paz “Algunos documentos del viaje de Paz a Valencia en 1937”, en los que hay referencias a los programas de radio combativos en los que participó en España. Un relato general sobre el viaje de Paz a España en 1937 puede leerse en mi libro El filo del ideal. Octavio Paz en la guerra civil (Madrid, Visor, 2008).
El poema que lee Paz ha provocado discusiones interesantes de variada índole, desde el problema de la poesía “comprometida” hasta sus implicaciones biográficas. Paz mismo, en sus notas al poema en Obra poética I (1935-1970), el primer volumen de su poesía, aporta un extenso escrito sobre la historia detrás del poema, la supuesta muerte de su amigo José Bosch (pp. 526-532). No menciona, sin embargo, haber hecho la grabación con Carpentier. En un par de entrevistas, Paz dice haberlo conocido “en París y en Madrid” en 1937, y es conjeturable que, después de la grabación, se hayan ido todos juntos a la casa de Robert Desnos, como narra en una entrevista:
En España conocí a un escritor cubano que más tarde se hizo famoso: Alejo Carpentier. Lo vi en París y me invitó a una fiesta en casa del poeta surrealista Robert Desnos, que vivía en la preciosa Place Dauphine. Entre los invitados había gente famosa; yo no conocía a nadie y me sentí perdido.
Esa tarde, pues, Paz estuvo en contacto por primera vez con un miembro del grupo surrealista. Y me pregunto… ¿Será la de Desnos la voz que se escucha en la grabación, en la entrevista a Paul Robeson?
La grabación es un curioso muestrario sonoro del año 1937. Los primeros minutos son un mélange de grabaciones musicales estadounidenses y de la moda musical parisina, con señoritas gorgoreantes y anuncios de publicidad, que se mezclan con la militancia política republicana. Anoto aquí una guía del material y su ubicación en el registro fonográfico, para quien desee escucharlo.
De haber quien prefiera escuchar solamente la participación de Paz, puede hacerlo aquí.
La grabación completa se escucha aquí
Aporto en seguida un registro del contenido:
Minuto 0: Una pieza con grand band.
2:00: “The Continental”, el famoso foxtrot que Fred Astaire y Ginger Rogers bailan en The Gay Divorcee (1934). Ignoro quién la canta en esta grabación. Siguen varias canciones francesas, creo que en la voz de Rina Ketty.
11:14: Más piezas musicales, incluyendo “My Kid’s a Crooner”; luego una banda francesa, sketches publicitarios y más material de cabaret.
27:28: Comienza la parte literaria. La voz de un español lee un ensayo sobre Guillén de Castro, el Cid, don Quijote, don Juan... ¿Quién sería?
30:52: Una locutora anuncia las noticias de “Madrid 1937”, que en realidad es el famoso poema de Langston Hughes, leído por él mismo: “Put out the lights and stop the clocks...”
33:24: Octavio Paz lee su “Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón”.
36:24: Alejo Carpentier lee un fragmento de su primera novela ¡Écue-Yamba-Ó! (1933).
38:40: Un coro de niños (¿los huérfanos de Badajoz?) canta, hermosamente, “Los cuatro muleros”, la canción popular que tanto amaba Federico García Lorca.
40:33: El mismo coro canta la preciosa canción “Los peregrinitos”.
43:15: “La voz de una madre española” pide en francés la solidaridad de las madres del mundo ante los horrores de la guerra.
46:07: De nuevo el coro infantil, que ahora canta “La Virgen lava pañales”.
48:49: Una voz femenina lee en francés una “Poesía de la madrecita”, que narra “el ruido de los aviones” y el horror de la metralla, e implora ayuda para los niños de España.
52:07: Y regresa la música comercial...
54:15: Se escucha la voz, sólida y cansada, del poeta Miguel Hernández, leyendo su magnífica “Canción del esposo soldado” a su mujer “de piernas implacables...”.
1:01: Un locutor (¿Desnos?) da en francés la bienvenida al “actor negro” Paul Robeson, “uno de los grandes bajos del mundo”, que acaba de llegar a París procedente de España. Robeson (a quien Paz escucharía cantar y militar en San Francisco en 1943) habla en inglés sobre los motivos que lo llevaron a España a combatir el fascismo.
El poema
La lectura que hace Paz de la “Elegía” presenta, por cierto, algunas variantes frente a las versiones conocidas: la primera versión se publicó el 21 de febrero de 1937 en el Diario del Sureste de Mérida con el título “Elegía a José Bosh (así), muerto en el frente de Aragón”:
Elegía a José Bosch, muerto en el frente de Aragón
Has muerto, camarada,
en el ardiente amanecer del mundo.
La juventud de México te llora,
y llorando tu cuerpo desgarrado,
tus generosas venas, ciegas, rotas,
el silencio que oprime ya tus miembros,
lloramos otros cuerpos, otras muertes,
otros negros, anónimos silencios.
Por encender la sangre,
el júbilo y la vida,
le dieron hombres turbios dura muerte.
¿Qué sangre correrá que no te nombre?
¿Qué voz madurará de nuestros labios
que no diga tu muerte, tu silencio,
el callado dolor de no tenerte?
II
La juventud de México te llora.
Yo recuerdo tu voz, la luz del Valle
nos doraba las sienes juveniles
hiriéndonos espadas resplandores,
trocando en luces vivas verdes sombras.
Olas de luz, clarísimas, vacías,
que nuestra sed quemaban, como vidrio,
hundiéndonos, sin voces, fuego puro,
en lentos torbellinos resonantes;
con las manos tocábamos los días,
su fugitivo don, su pie desnudo
y la inmóvil delicia de los aires
que acercaba los labios y los frutos.
Yo recuerdo tu voz, tu duro gesto,
el ademán severo de tus manos,
destruyendo esa luz de falsedades,
rompiendo ese equilibrio mentiroso,
mostrándonos al mundo verdadero
dividido por manos negociantes.
Yo recuerdo tu voz, voz adversaria,
rasgando duros aires,
y tus palabras puras, encendidas,
como águilas ardientes,
hiriendo nuestro pecho, nuestra carne,
a latidos y sangre edificando
una nueva ciudad, un mundo hermoso,
un recinto viril para los hombres.
Arquitecto de sueños, te recuerdo
repartiendo tu sed y tu alegría,
tus manos poderosas,
tu contenido júbilo viviente.
Llevabas en los ojos, en el pecho,
tras el gesto implacable de la boca,
un claro sonreír, un alba pura.
III
Has muerto, camarada,
en el ardiente nacer del mundo.
Has muerto cuando apenas
tu mundo, nuestro mundo, amanecía.
Te imagino, cercado por las balas,
por la rabia y el odio pantanoso
como un tenso relámpago caído,
como la blanda presunción del agua
prisionera de rocas y negrura.
Te imagino tirado en lodazales,
caído para siempre,
sin máscara, sonriente,
tocando, ya sin tacto,
las manos de otros hombres,
las manos camaradas que soñabas.
Has muerto entre los tuyos, por los tuyos.
La segunda versión (digamos) española apareció en la revista Hora de España en 1937 y la que Paz recoge, fechada en “México, 1937”, que figura en Obra poética I (11: 92), pueden leerse frente a frente aquí.
En sus “Notas” a la “Elegía”, Paz declara en 1990 que el poema es “tributario de una retórica que repruebo” (11:526), una declaración que tiene que relacionarse a sus muchas discusiones sobre la poesía como compromiso político. Si lo recogió, dice, fue por convicción hacia la causa de la España republicana, y por su amistad con el misterioso José Bosch, su compañero de escuela en México, a quien creyó muerto en Aragón y a quien dedicó el poema.
Esta intermedia versión, desconocida hasta ahora, elimina a José Bosch del título –dado que Paz supo que estaba vivo–, fue revisada al salir de España, y previa a la de Libertad bajo palabra, dice:
Elegía a un joven muerto en el frente
Has muerto camarada
en el ardiente amanecer del mundo.
Y brotan de tu muerte,
horrendamente vivos, tu mirada,
tu traje azul de héroe,
tu rostro sorprendido entre la pólvora,
tus manos sin violines ni fusiles,
desnudamente quietas.
Has muerto. Irremediablemente has muerto.
Parada está tu voz, tu sangre en tierra.
Has muerto. No lo olvido.
¿Qué tierra crecerá que no te alce?
¿Qué sangre correrá que no te nombre?
¿Qué voz madurará de nuestros labios
que no diga tu muerte, tu silencio,
el callado dolor de no tenerte?
Y alzándote,
llorándote,
nombrándote,
dando voz a tu cuerpo desgarrado,
sangre a tus venas rotas,
labios y libertad a tu silencio,
crecen dentro de mí,
me lloran y me nombran,
furiosamente me alzan
otros cuerpos y venas,
otros abandonados ojos campesinos,
otros negros, anónimos, silencios.
II
Yo recuerdo tu voz. La luz del Valle
nos tocaba las sienes,
hiriéndonos espadas, resplandores,
trocando en luces sombras,
paso en danza, quietud en escultura,
y la violencia tímida del aire en cabelleras,
nubes, torsos, nada.
Olas de luz clarísimas, vacías,
que nuestra sed quemaban como vidrio,
hundiéndonos sin voces, fuego puro
en lentos torbellinos resonantes.
Yo recuerdo tu voz, tu duro gesto,
el ademán severo de tus manos;
yo recuerdo tu voz, voz adversaria,
tu palabra enemiga,
tu pura voz de odio,
tu tierno, fértil odio,
que hizo a la tierra arder,
crecer al hombre en puños como frutos,
puños de combatiente y camarada.
Tu corazón, tu voz, tu puño vivo,
detenidos, y rotos por la muerte.
III
Has muerto, camarada,
en el ardiente amanecer del mundo.
Has muerto cuando apenas
tu mundo, nuestro mundo, amanecía.
Llevabas en los ojos, en el pecho,
tras el gesto implacable de la boca,
un claro sonreír, un alba pura.
Te imagino, cercado por las balas,
por la rabia y el odio pantanoso,
como tenso relámpago caído,
como la blanda presunción del agua,
prisionera de rocas y negrura.
Te imagino, tirado en lodazales
caído para siempre,
sin máscara, sonriente,
tocando, ya sin tacto,
las manos de otros muertos,
las manos camaradas que soñabas.
Has muerto entre los tuyos, por los tuyos.