Portada: el Cuarteto Latinoamericano, integrado por Saúl Bitrán, primer violín; Álvaro Bitrán, violonchelo; Javier Montiel, viola, y Arón Bitrán, segundo violín.
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Personajes

Un cuarteto de décadas

El Cuarteto Latinoamericano cumplió 40 años este marzo de 2022. Juan Arturo Brennan, reconocido crítico y erudito musical, además de amigo cercano del cuarteto, elogia la trascendente huella sonora de esta agrupación en el ámbito cultural y musical. En estas cuatro décadas, ha tocado en más de cuarenta países, ofrecido más de dos mil conciertos y colaborado con artistas reconocidos internacionalmente. Además de todo eso, ha sido embajador de la música latinoamericana.


Por Juan Arturo Brennan
 

Una de las múltiples y muy útiles enseñanzas que recibí de mi maestro (y amigo) Emilio García Riera en la escuela de cine fue su lección sobre la durabilidad. Decía, y con razón, que en este país solemos admirar y aplaudir acríticamente cualquier clase de durabilidad, y ponía como ejemplos a María Conesa y al violín huasteco: “No porque duren mucho son necesariamente buenos”. Y procedía a glosar que la durabilidad per se, sin la solidez concomitante, no valía mucho, en el cine o en cualquier otra actividad. Pero cuando se acompaña de altos estándares de calidad, exigencia, continuidad, variedad, espíritu de exploración, estabilidad y un legado artístico amplio y profundo, el paso de los años y las décadas es un flujo que va mucho más allá del ritual de arrancar hojas del calendario; y es cuando la acumulación y celebración de efemérides adquiere un verdadero sentido.

Es el caso del Cuarteto Latinoamericano (tan arraigado, tan presente y tan nuestro que por doquier se le conoce coloquialmente como el CL), que en marzo de 2022 cumple y celebra 40 años de su fundación, ocho lustros de trabajo ininterrumpido que han dejado una huella trascendente en el ámbito cultural, musical, discográfico y académico de México. Nunca ha sido más exacta la correspondencia entre el nombre de un ensamble, su perfil y su actividad. Por una parte, el origen de sus integrantes (Chile, México y, en los albores de su trayectoria, Uruguay); y por la otra, el sólido e indeclinable compromiso con la música, los músicos y las tradiciones culturales de Latinoamérica. Las evidencias de eso que yo llamaría la “congruencia continental” del CL son muy numerosas y han quedado registradas en la lista de su repertorio, el catálogo de sus grabaciones y la bitácora de sus giras por estas tierras. No está de más especificar: en ese contexto cabalmente latinoamericano, la vocación del CL por la música mexicana es ya legendaria.

En el caso del Cuarteto Latinoamericano, la durabilidad y la estabilidad van de la mano. En 1981 se reunieron Jorge Risi y Arón Bitrán, violines; Javier Montiel, viola; y Álvaro Bitrán, violonchelo, para dar forma al ensamble. Después de largos meses de afinar, fusionar, calibrar y equilibrar sus respectivas fuerzas musicales, el cuarteto se presentó públicamente por vez primera el 22 de marzo de 1982 en la Sala Julián Carrillo de Radio UNAM, con la colaboración del flautista Raúl Falcó y el guitarrista Roberto Limón, con un programa conformado por Haydn, Mozart y Castelnuovo-Tedesco. Esta breve lista de compositores provoca de inmediato una reflexión: ahí donde otros ensambles, en su proceso de crecer y madurar, van olvidando y dejando atrás sus repertorios fundacionales, el CL sigue ensayando y tocando consistentemente a Haydn y a Mozart, así como a Beethoven, los demás clásicos, los románticos, los modernos, los impresionistas, los nacionalistas de diversas latitudes, los contemporáneos, los vanguardistas, los posmodernos, y un largo etcétera. Casi cuatro años y medio después, en agosto de 1986, el Cuarteto Latinoamericano protagoniza en Mazatlán un recital con obras de Haydn, Huízar y Brahms, el primero que tocan con Saúl Bitrán como su nuevo primer violín. Desde entonces, estabilidad y continuidad absolutas en la formación del grupo, aparejadas con variedad, exploración, búsqueda y cambios en todo lo demás.

Su extensa trayectoria se ha desarrollado bajo el concepto del músico free lance, inaugurado quizá por Mozart en el lejano siglo XVIII, lo que hace aún más meritorio su caminar de cuatro décadas.

Se hace necesario, en este compacto recuento de 40 años, poner la estabilidad continua (o continuidad estable) del CL en su adecuada perspectiva. Hay en México, sí, grupos musicales más longevos, pero todos han dependido para su supervivencia de una liga institucional inamovible que ha garantizado su status permanente en toda circunstancia; ciertamente, ningún grupo de cámara mexicano acumula en su calendario mayor longevidad que el Cuarteto Latinoamericano. Su extensa trayectoria se ha desarrollado bajo el concepto del músico free lance, inaugurado quizá por Mozart en el lejano siglo XVIII, lo que hace aún más meritorio su caminar de cuatro décadas. Ello no ha impedido, sin embargo, que el CL tenga en su haber algunos compromisos importantes con ciertas instituciones, sustentados en la alta calidad de su trabajo, que sirvieron como un elemento más en la solidificación del trabajo del cuarteto, de modo importante en lo que se refiere al destacado perfil docente de sus integrantes. Así, de agosto de 1987 a mayo de 1988, el CL realizó una estancia de trabajo de una semana cada mes en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh. Luego, de agosto de 1988 a mayo de 1993, el grupo se mudó a Pittsburgh (familias incluidas) para realizar una labor de tiempo completo en esa universidad. Finalmente, de agosto de 1993 hasta abril de 2008, el cuarteto efectuó cuatro visitas al año, de cuatro días cada una, para dar continuidad y solidez a este trabajo académico que se extendió a lo largo de dos fructíferas décadas en diversas modalidades. Justo al inicio de este nuevo formato de colaboración en Carnegie Mellon, el CL comenzó una relación de trabajo cercana y continua (mas no de dependencia institucional) con el INBAL, que se mantiene hasta la fecha. Desde 2004 hasta hoy, el grupo ha recibido ininterrumpidamente el apoyo del programa México en Escena, de lo que fue el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, que le ha permitido realizar numerosos proyectos académicos y de divulgación. Y también durante un período, lejano ya, el Cuarteto Latinoamericano colaboró con el programa de difusión cultural del ISSSTE, allá cuando este tipo de instituciones se interesaban por la educación artística. En el ámbito internacional, mantuvo también una sólida y estrecha relación con el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela.

Tocar en un cuarteto no es un día de campo. El Cuarteto Latinoamericano entre jaramagos.

Es claro que estas asociaciones institucionales sólidas y duraderas parten del reconocimiento explícito que se tiene al CL; un reconocimiento que comenzó muy temprano en su carrera y que ha tenido varias manifestaciones puntuales. ¿Qué tan temprano? Tan temprano como 1983, cuando el muy joven grupo recibió el Premio de la Unión de Críticos de Teatro y Música. En este rubro, ha sido también importante la presencia del Cuarteto Latinoamericano en las listas de los premios Grammy que otorga la industria discográfica, donde el ensamble ha sido acreedor a dos de las pequeñas estatuillas que representan un gramófono. El primer Grammy les fue otorgado en 2012 por el cd Brasileiro: Works of Francisco Mignone; y el segundo en 2016 por El hilo invisible, grabado en colaboración con la cantante Jaramar. Además de estos dos premios, el CL ha recibido otras tres nominaciones al Grammy: en 2001, por el sexto y último volumen de su integral de los cuartetos de Villa-Lobos, nominado como mejor ejecución de música de cámara; en 2002, caso ciertamente interesante, ese mismo álbum fue nominado al Grammy Latino como mejor álbum clásico; y en 2015, otra nominación por el primero de dos volúmenes de su registro de los cuartetos de Ruperto Chapí. Nótese que se trata de nominaciones y premios obtenidos por grabaciones de repertorios que están claramente fuera del mainstream, lo que sin duda es un mérito doble. A ello hay que añadir el ASCAP-Chamber Music America Award obtenido en 1999, y la Medalla Mozart del gobierno de Austria y la Fundación Domecq que el CL recibió en 2000. Los integrantes del cuarteto son, por derecho y merecimientos propios, ciudadanos ilustres de México, pero también lo son de manera oficial en Pittsburgh, Toronto y Las Cruces (Nuevo México); las dos primeras ciudades han designado un Día del Cuarteto Latinoamericano, y la tercera le ha ofrecido sus llaves.

Los integrantes del cuarteto son, por derecho y merecimientos propios, ciudadanos ilustres de México, pero también lo son de manera oficial en Pittsburgh, Toronto y Las Cruces (Nuevo México); las dos primeras ciudades han designado un Día del Cuarteto Latinoamericano, y la tercera le ha ofrecido sus llaves.

Para calibrar el compromiso específico, ya mencionado, del cuarteto con la música y los músicos de México es posible, por ejemplo, dar un vistazo a sus primeras grabaciones. El primer registro, obviamente consignado en un rústico lp, contiene sendos cuartetos de Borodín y Grieg. Apenas en su segundo disco, el CL entró de lleno en el terreno de lo que desde entonces y hasta la fecha es el pan cotidiano de su quehacer musical, grabando los cuatro cuartetos de Silvestre Revueltas. El tercero lo dedicó íntegramente a Manuel Enríquez, y el cuarto a cuatro compositores mexicanos. La quinta grabación contiene Dvořák y Grieg; en sus siguientes discos, el grupo se dedicó fundamentalmente a la música de México (de compositores oriundos y naturalizados), y el resto de América Latina, salvo breves intrusiones de Gluck, Puccini y Gershwin. Su disco número 24 es el primero dedicado completamente a un compositor de otras latitudes, el iraní Reza Vali, y el número 26 es el primero que contiene solamente música latinoamericana, excluyendo a México. Se trata, por cierto, del primero de los 6 volúmenes dedicados a los 17 cuartetos de Heitor Villa-Lobos, sin duda el proyecto discográfico más importante del CL, quizá el ejemplo más contundente de su vocación por todo aquello que atañe a América Latina. El resto es historia; una historia fascinante que a la fecha alcanza 107 números de catálogo, más algunos que están por darse a conocer; una colección riquísima, auténticamente invaluable, de música que, desde el 1 hasta el 107, está interpretada con el compromiso y la excelencia proverbiales del grupo. Exactamente en los días en que doy los últimos retoques a este texto conmemorativo antes de enviarlo a la no-imprenta, el Cuarteto Latinoamericano está en lo suyo, con singular enjundia: una gira por los Estados Unidos visitando Youngstown (Ohio), Hanover (New Hampshire) y Boston (Massachusetts), tocando obras de Purcell, Brouwer, Villa-Lobos, Miguel del Águila y Schubert. Durante su escala en Boston en febrero de 2022, el CL grabó para el sello Urtext un disco monográfico dedicado a tres obras para cuarteto y piano (Tamboreño, Boliviana, Concierto para tango) del compositor uruguayo-estadunidense Miguel del Águila con la colaboración de la pianista israelí Sally Pinkas. ¿Qué mejor manera, entre varias otras que son igual de buenas, de celebrar a la vez esos 40 años y ese centenar y pico de discos, que viajando, tocando y grabando?

Portada del disco: Música de Feria

Portada del disco: Reza Vali, Calligraphies

Portada del disco: Villa-Lobos String Quartets Vol.1.

 

 

Otra manera de hacerlo, no menos importante, es a través de una serie de conciertos conmemorativos; serie que comenzó a desarrollarse desde algunas semanas antes de la efeméride exacta que, sin duda, se extenderá al menos simbólicamente hasta finales de 2022. Dio inicio con un concierto en el Conjunto Santander de Artes Escénicas en Guadalajara, interpretando a Purcell, Brouwer, Villa-Lobos y Schubert. Siguieron cuatro conciertos en el Centro Cultural de Coyhaique (Chile) con un repertorio a base de Schubert, Brahms, Dvořák, Debussy, Villa-Lobos, Revueltas y Montiel. Finalmente, después de estos prolegómenos realizados, a la usanza típica del CL, en el interior y en el extranjero, el concierto de celebración oficial de la efeméride: el 24 de marzo de 2022, en el Teatro de Bellas Artes, con un programa sabiamente elegido que es un ejemplo muy ilustrativo de las líneas de pensamiento del Cuarteto Latinoamericano a lo largo de estas cuatro décadas: Dos fantasías de Henry Purcell; Memorial (Mario Lavista in memoriam) de Ana Lara, en estreno absoluto; el Cuarteto en sol de Domingo Lobato; y el cuarteto La muerte y la doncella de Franz Schubert.

Puesto que se trata de una efeméride redonda y contundente, no puedo resistir una tentación, que refleja al mismo tiempo mi propia proclividad a las listas y la amplitud enorme de la actividad del CL. Es prácticamente imposible, en un espacio como este, ser exhaustivo con las enumeraciones; en el caso del CL, los listados, todos los listados, son enormes.

En estos 40 años han tocado en 41 países de cuatro continentes. Si sustraigo México, que es la casa, sede y base del grupo, me quedan, elegantemente, 40 países.

Para muestra, un par de temas: lugares y músicos. Gracias a los envíos que en estos días he recibido de los integrantes del Cuarteto Latinoamericano, me entero, entre otras cosas, de que en estos 40 años han tocado en 41 países de cuatro continentes. Si sustraigo México, que es la casa, sede y base del grupo, me quedan, elegantemente, 40 países. Van como muestra del mucho territorio que han cubierto en cuatro décadas, estas 40 ciudades:

Fürth, General Roca, Eisenstadt, Namur, São Paulo, Orford, Las Tacas, Shanghái, Tunja, San José, La Habana, Vejle, San Salvador, Guardamar del Segura, Tartu, Waukegan, Morlaix, Patras, Antigua, Den Bosch, Budapest, Totnes, Ra’anana, Sulmona, Kioto, Riga, Beirut, Echternach, Masterton, Flekkefjord, Lima, Gdansk, Famalicão, Utuado, Praga, Karlshamm, Blonay, Ankara, Paysandú, Puerto La Cruz. ¡Eso se llama dejar una amplia huella sonora!

En ese monumental periplo de conciertos, festivales, grabaciones, clases, talleres y demás actividades propias de su vocación, el CL ha trabajado con numerosos colegas, todos de probado reconocimiento internacional. “Dime con quiénes colaboras y te diré quién eres”. ¿Con quiénes, entonces, ha tocado y/o grabado el cuarteto?

Eduardo Mata, János Starker, Rudolf Buchbinder, Cyprien Katsaris, Andrés Cárdenes, Narciso Yepes, Esa-Pekka Salonen, Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, Rafael Puyana, Orquesta Filarmónica de Carnegie Mellon, Juan Pablo Izquierdo, Alberto Cruzprieto, Víctor Flores, Miguel Pacheco, Claudia Montiel, Luis Humberto Ramos, Elías Granados, Cuarteto Lafayette, Eugenia León, César Olguín, Daniel Binelli, Lilly Abreu, Manuel Barrueco, Cuarteto La Catrina, Ensamble Unitas, Lina González-Granados, Yehuda Hanani, Santiago Rodríguez, EntreQuatre, Roberto Limón, Sharon Isbin, Ramón Vargas, Javiera Parra, Pasión Vega, Cuarteto Q-Arte, entre otros.

Podría seguir con otras enumeraciones y datos duros en este recuento del cuarteto de décadas del Cuarteto Latinoamericano, pero es hora de interrumpir este enfoque formal de la celebración para cambiar de rumbo porque, en este caso, sí es estrictamente personal. Me une a sus integrantes una amistad cercana, entrañable y, de hecho, casi tan larga como los 40 años que ahora festejan. Mis frecuentes y numerosos contactos con ellos (de manera colectiva o individual) representan una fascinante y muy enriquecedora curva de aprendizaje; sí, musical, pero también espiritual. He escuchado incontables horas de música interpretada por el CL, y por ello hoy mi oído es más conocedor y selectivo; he conversado y convivido aún más horas con todos, y por ello hoy entiendo más a fondo muchos de los perfiles y las aristas de la amistad, la lealtad y la solidaridad. Hemos realizado juntos numerosos proyectos, y eso me ha enriquecido profesionalmente. Hemos polemizado frecuentemente sobre muy diversos tópicos musicales (entre muchos otros asuntos), llegando a muchos acuerdos y manteniendo algunos desacuerdos. Gracias a ellos, por ejemplo, he aprendido a escuchar a Brahms con mente y oídos abiertos. He asistido de manera gozosa al crecimiento y desarrollo de los músicos individuales del CL y del grupo en su totalidad, así como he asistido de manera gozosa (y en la medida de lo posible) al crecimiento y desarrollo de sus hijas e hijos (y algún animal de compañía), lo cual ha hecho sin duda más sólidas y profundas las ligas que nos unen. Ceder al natural impulso de consignar aquí un inventario, así fuera básico, de mis andanzas con el CL daría origen a una interminable relación de hechos, la mayoría muy divertidos, y muchos, además, muy instructivos. Por no reprimirme del todo, rescato dos de esos muchos momentos, porque son los primeros que me vienen a la mente.

Me une a sus integrantes una amistad cercana, entrañable y casi tan larga como los 40 años que ahora festejan. Mis frecuentes y numerosos contactos con ellos representan una fascinante y muy enriquecedora curva de aprendizaje musical pero también espiritual.

Caminábamos los cinco, en Villahermosa, hacia la mitad de la década de los ochenta, rumbo a un concierto del cuarteto. Era el crepúsculo tropical, y nuestro trayecto fue acompañado por un numeroso, elocuente y ruidoso coro de sapos y ranas que parecían formar valla a nuestro paso. Para cimentar esa idea, uno de los cuatro dijo: “Parece que saben quiénes somos. Escuchen con atención: están diciendo ‘¡Bravo!, ¡Bravo!, Bravo!’ ”. Desde entonces, las numerosas ovaciones al CL de las que he sido testigo me remiten a aquel admirativo coro batracio.

Unos cuantos años después, aprovechando la presencia del Cuarteto Latinoamericano en Pittsburgh como ensamble residente de la Universidad Carnegie Mellon, hice un viaje turístico a aquella ciudad. En ese tiempo, el director huésped principal de la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh era Eduardo Mata, con quien el CL mantuvo una intensa y estrecha relación tanto personal como profesional. Una de las noches de mi estancia allá, fuimos convocados de improviso por Mata a cenar. El resultado fue un pantagruélico banquete carnívoro que, con la presencia de esos cinco músicos, todo seriedad y nada solemnidad, fue sazonado con una interminable avalancha de carcajadas, que nos hizo doler los costados más que los monstruosos filetes que engullimos. Una buena parte de lo que provocó aquella risueña reunión es, en más de un sentido, irrepetible.

No puedo olvidar, tampoco, que, durante mi única gozosa visita a Buenos Aires, me tomé un día para atravesar el Río de la Plata en el legendario Buquebus, y que no pude haber tenido un mejor cicerone que Jorge Risi en mi grato periplo por su natal Montevideo.

, el asunto es, efectivamente, personal, y las personas que importan en este mes de marzo de 2022 son Saúl, Arón y Álvaro Bitrán, y Javier Montiel, concluyo este breve recuento de años, músicas y otros asuntos (que incluyen, por ejemplo, alrededor de dos mil conciertos con más de trescientas obras) transcribiendo una breve reflexión de cada uno de ellos, proporcionada exprofeso para la ocasión; cuatro testimonios de cuatro intérpretes de primera, que celebran cuatro décadas de música.

 

SAÚL BITRÁN, violín

Yo no soy muy partidario de números, aniversarios y esos asuntos. Yo me fijo en lo que está en mi atril, en lo que no me sale, en lo que tengo que tocar y preparar, y así voy avanzando. Obviamente, es un número muy importante, y sobre todo, un número muy inusual para un cuarteto de cuerdas, y me imagino que sí es una ocasión para celebrar. Para mí lo que cuenta es tocar cada vez mejor, porque uno se va acercando inevitablemente a un túnel que se va a cerrar dentro de algunos años. Mi obsesión, si es que quiero celebrar con el cuarteto, es celebrar que estamos tocando mejor que nunca. Yo le tengo terror al momento en que empecemos a decaer, la gente se dé cuenta, y nosotros no nos demos cuenta. Yo creo que todavía estamos tocando bien y creo que podemos tocar todavía mejor, pero no creo que por muchos años más. En este momento estamos muy contentos y entusiasmados, no sé si por los 40 años o por estar tocando después de lo que pasamos en este par de años de pandemia. Nos sentimos como un niño que no ha estado en una tienda de juguetes durante un par de años, le abres la puerta y le dices: “Todo tuyo”. Estamos en una temporada muy satisfactoria, tocando muchos conciertos importantes, con un repertorio que nos encanta. Como si hubiéramos estado en una especie de paréntesis que se cerró abruptamente para bien, y aquí estamos nuevamente.

ARÓN BITRÁN, violín

¿Qué ha sido el Cuarteto Latinoamericano para mí? La pregunta debe ser: ¿Qué es el Cuarteto Latinoamericano para mí? Esto no se acaba hasta que se acaba… El Cuarteto ha representado y representa para mí la posibilidad de realizarme plenamente como músico, en un entorno fraterno, solidario, estimulante. No puedo imaginar otro terreno de la práctica musical profesional en el que yo hubiera podido ser tan feliz, sentirme tan protegido, tener una vida tan rica en experiencias, alcanzar algunos momentos musicalmente sublimes. ¡Gracias Javier, Álvaro y Saúl!

 

JAVIER MONTIEL, viola

Cuarenta años… ¿Qué se siente cumplir cuarenta años con el Cuarteto Latinoamericano? Cuarenta años… cifra significativa. ¿Cómo resumir en unas cuantas frases más de la mitad de mi vida? ¿Cómo resumir las vivencias, los viajes, los encargos de obras, los países, las ciudades, los escenarios, los alumnos, las grabaciones, los amigos? Cuando cumplimos 30 años, me hicieron la misma pregunta y creo que diez años después, la repuesta sigue siendo la misma: se han ido increíblemente rápido. Y, si alguien me preguntara, en resumen, ¿cómo hemos hecho para permanecer juntos tanto tiempo?, respondería: seriedad en el trabajo, diversión en el trabajo, una buena dosis de suerte, apoyo de nuestras familias y una cantidad enorme de cariño entre los cuatro.

 

ÁLVARO BITRÁN, violonchelo

El sólo poder vivir de lo que amo lo considero un privilegio del que gozan muy pocos mortales. Además, estar en contacto permanente con los cuartetos de Brahms, Beethoven, Mozart o Mendelssohn, ha sido para mí como beber de una fuente mágica, que ha llenado mis horas de luz. Y, bueno, ¡los viajes! He conocido innumerables rincones del planeta a los que jamás hubiese ido… Pero bueno, ese es otro tema. Agradezco a la vida, a mi familia, y a Saúl, Arón y Javier por ese milagro mejor conocido como CL.

 

 



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