Liber 25 Arte y Cultura

Editorial

La noche del estreno de Turandot, tras el suicidio de Liù, mientras el coro cantaba “Liù, bontà, perdona! Liù, dolcezza, dormi! Oblia! Liù! Poesia!”, Arturo Toscanini girando su torso desde el podio, anunció a la audiencia congregada en el teatro de La Scala: “Aquí termina la ópera porque en este punto murió el maestro”. El gran director aludía a que su íntimo amigo, Giacomo Puccini (Lucca, 1858–Bruselas, 1924), sorprendido por la muerte, había dejado dicha obra sin concluir. Con el tiempo, sin embargo, esa declarativa frase adquiriría visos de sentencia oracular: con Puccini había muerto la ópera. Aunque apocalíptica, esa interpretación en...

Contenido

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